lunes, 17 de septiembre de 2018

Sobre la libertad de expresión

Este tema es especialmente candente hoy en España, debido a los procesos judiciales contra los raperos Pablo Hasél, Valtònyc y "La Insurgencia". En el artículo nos proponemos, a pesar de su actualidad nacional concreta, tratar el tema desde una perspectiva teórica general (sin obviar dar ejemplos de casos específicos de la arena internacional).

Por otra parte, el caso de Valtònyc requiere un breve comentario aparte, como ya lo esgrimimos hace unos meses en tanto al caso de Pablo Hasél (comentario este que puede leerse a través de este enlace).

Valtònyc iba a ser condenado en España por delitos como "enaltecimiento del terrorismo" e "injurias al rey". Como ya comentamos en el texto citado y en el artículo al que estos párrafos sirven de introducción, el enaltecimiento a grupos terroristas como si fuesen grupos revolucionarios es un error antimarxista. Enver Hoxha no se cansaba de repetir, con razón, que semejantes grupos eran incapaces de llevar a buen puerto sus intentos de insurrección, ya que los hacían estallar independientemente de si se contaba con el apoyo o no de las masas trabajadoras, quienes solían salir damnificadas de aquéllos atentados, echándose atemorizadas en manos del Estado burgués; poniéndose bajo su manto, "protección" e influencia; alejándose, en definitiva, de su esclarecimiento ideológico y, por todo esto, deplorando a aquéllos grupos y a lo que tanto ellos como el Estado burgués decían que eran (sin tener razón): marxistas.

Que esto es cuanto menos perjudicial para el marxismo-leninismo es obvio, ya que se nos vilipendia al compararnos con grupos cuyas armas las sufre especialmente el pueblo y que se desentienden del trabajo ideológico de persuasión de las masas, tan necesario como la lucha por victorias parciales que le va de la mano y antecede necesariamente a la lucha por objetivos mayores, radicales: la revolución, la dictadura del proletariado y el socialismo que la define.

Pese a todo, desde la OCTE aguardábamos esperanzas de que Valtònyc, al igual que acabó haciendo Siker, el componente de "La Insurgencia", acometiese una autocrítica de sus anteriores posiciones acerca del carácter del Estado, del "procés" y de los grupúsculos anarquistas armados, aprovechando que Bélgica ha rechazado su extradición a España para que fuese juzgado. Nos invadió cierta decepción y pena cuando comprobamos que esta autocrítica estaba, en realidad, lejos de ocurrir.

Entendemos y nos solidarizamos con el dolor que tanto los raperos en tela de juicio como sus familiares padecen a raíz de toda esta persecución policial y judicial a la que los somete el Estado fascistizado español. Pero no podemos relegar la denuncia de las desviaciones del marxismo-leninismo sea cual sea la circunstancia. Es por esto que en esta introducción debemos analizar, lo más brevemente posible, las recientes declaraciones de Valtònyc.

En este artículo de periódico podemos ver unas de recientes declaraciones del rapero que, cuanto menos, son irrisorias.

"'No creo que Carles Puigdemont sea una persona de derechas, es un anarquista', ha afirmado el rapero, que está convencido de que 'en el Estado español la Audiencia Nacional está por encima de todo.'"

Puigdemont el anarquista... No vamos a enaltecer al anarquismo, pero decir que un político de la gran burguesía catalana es "un anarquista" es olvidar que un anarquista que se precie no participaría en un gobierno ni en nada que no fuese, por arte de magia, directamente "socialista" (si empleamos el término como sinónimo de "sin clases sociales" o dirigido directamente contra las clases sociales). El hábitat de los anarquistas no se corresponde con el de Puigdemont, así como tampoco sus ideas acerca de la sociedad ideal: para Puigdemont se trata de un Estado capitalista liberal para una Cataluña independiente, mientras que para el anarquismo se trata de una especie de comunidad basada en la producción y distribución a pequeña escala donde todos vivan en armonía, sin Estado. Esto no quita que los anarquistas, cuando hacen política, hagan (en palabras de Engels) "la peor política de todas: la política burguesa". Su experiencia en la II República lo atestigua.

Por otra parte, sí que hay algo en lo que coinciden Puigdemont y el anarquismo, pero que quizás debería hacer a Valtònyc pensarse dos veces utilizar el término "anarquismo" con connotaciones de simpatía para definir al ex-president de la Generalitat.

"La simbologia soviètica i nazi representa règims responsables de la mort de milions de víctimes a mans de botxins comunistes i feixistes" [La simbología soviética y nazi representa regímenes responsables de la muerte de millones de víctimas a manos de sus verdugos comunistas y fascistas] (Puigdemont en Twitter)

¡Comparar al fascismo y al comunismo! ¡He aquí el progresismo de Puigdemont! Para él, como topo del liberalismo (incapaz de ver fuera de su madriguera plagadas de prejuicios metafísicos que idealizan las libertades burguesas como libertades en general); para él, a fin de cuentas, es igual que se implante la dictadura abierta de un grupo capitalista dado a que se implante la del pueblo trabajador.

"Ambas son dictaduras", dice el metafísico. Pero no sabe que todo Estado lo es. Hasta este punto endulza Puigdemont al sistema político que, hoy, lo persigue. La democracia burguesa es una forma de dictadura, como los tiempos recientes no hacen sino corroborar. La diferencia no está, así, entre dictadura y democracia, sino entre las clases que ejercen la dictadura.

Puigdemont, obviamente, está en contra de la dictadura del proletariado, poniéndose a favor de la dictadura de la burguesía; de su limitada forma velada y "democrática", más concretamente. Su único objetivo es, a ojos poco observadores, la independencia de Cataluña. El sistema social bajo el que se consiga debe ser, para los líderes del procés, el sistema capitalista de producción, que deja intactas las relaciones de poder actuales.

Pero Valtònyc no ve que Puigdemont es abanderado de esta limitadas libertades democráticoburguesas.

Incluso uno de los líderes del partido pequeñoburgués de medias tintas, Pablo Echenique, le recriminó en Twitter su "apología de Puigdemont".



La respuesta de Valtònyc fue absurda:



Dice que lo de Puigdemont era en broma, vale. Pero entonces, ¿por qué dice en ese mismo "tuit", refiriéndose a Puigdemont, que "los hay que han arriesgado privilegios al exiliarse y eso es revolucionario"? ¿Y por qué repite sobre Puigdemont que es "un revolucionario sin partido"? Estas cosas pueden escucharse en esta serie de entrevistas que "La Sexta" le realizó a Valtònyc.

En la misma entrevista llega a defender, entre otras cosas, el despropósito de los "Països Catalans", en referencia a por qué los baleares debieron haber votado en el referéndum de independencia de Cataluña. Si Baleares forma parte o no de Cataluña eso lo decidirá el pueblo balear, y no los viejos argumentos carcomidos de los "territorios históricos", que, al final, no conducen a nada, dado que el territorio y su organización no hacen sino cambiar constantemente a lo largo de la historia.

Por último y para no alargarnos más, hablaremos de su actitud ante el terrorismo y sobre su caracterización del Estado español.

Para Valtònyc, como para la mayoría de represaliados, la represión es sinónimo de fascismo. Así lo deja claro cuando define, en las mismas entrevistas de "La Sexta", a Grande-Marlaska como a un fascista por justificar la tortura de presos vascos. ¿Ahora resulta que sólo torturan los fascistas? ¿Acaso no hay mejor testimonio de cómo Valtònyc idealiza los "derechos y libertades" de las repúblicas parlamentarias burguesas? Precisamente estos derechos, leyes, etc. se los saltan a la torera los capitalistas cuando se ven capacitados para ello: cuando el pueblo carece de información al respecto o de capacidad de movilización organizada. Así trabaja la burguesía "en el subsuelo" de su democracia parlamentaria.

Esto no quita que, por otra parte, se reconozcan "de cara a la superficie" una serie de derechos y libertades que, pese a estar muy limitados, deben ser aprovechados por los marxistas-leninistas en su lucha por organizar a las masas trabajadoras.

Confundir fascismo con democracia burguesa anula la capacidad de entender y aprovechar dichas estrechas libertades. Por esto semejante posicionamiento es extraña al marxismo y contrapuesta al mismo.

Respecto al terrorismo, más de lo mismo. Valtònyc, desgraciadamente, no comprende por qué los grupos terroristas no son revolucionarios. Llega a darle una importancia suprema a los actos terroristas que, por otra parte, no significaron nada. Por ejemplo...

"Si no llegamos a matar a Carrero Blanco, igual no estaríamos en democracia. Hay que darle las gracias a ETA" (Entrevista en "La Sexta")
¡Claro! ¡Desde luego! El asesinato de Carrero Blanco no consiguió más que una cosa: que el reaccionario almirante franquista fuese sustituído por otro personaje que fuese capaz de lidiar con las exigencias populares masivas de un cambio en el sistema. El franquismo ya no podía gobernar como hasta entonces, y esto se sabía antes de la muerte de Carrero Blanco. Si no era este, le tocaría a otro personaje como Arias Navarro y su títere electo primero por "dedocracia", Adolfo Suárez. La muerte de Carrero fue tan útil para la revolución que el movimiento revolucionario no pudo arrebatarle el liderazgo del proceso a la gran burguesía liberal, que lo condujo hacia su presente mediocridad.

Y, un momento... ¿"igual no estaríamos en democracia"? ¿Pero no era un país gobernado por una Audiencia Nacional plagada de franquistas?

Nosotros no negamos este hecho: que los franquistas reutilizados desde la transición sigan teniendo un rol demasiado central en "nuestra democracia". Pero la confusión de términos a la que induce Valtònyc es propia de quien no ha estudiado el ABC del comunismo. 

Después de esta introducción, esperamos que se pueda apreciar el texto aún más, haciéndolo además con un contexto claro.


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El artículo completo se puede leer y descargar a través de este enlace.


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