miércoles, 1 de noviembre de 2017

La cuestión nacional. Consideraciones teóricas de la OCTE



¿Qué es una nación y cuándo surgen las naciones?


La definición fundamental del término “nación” nos la legó Stalin en su trascendental artículo acerca de la cuestión nacional:

Nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura.(Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913)

Esta definición es axiomática, pero la gran mayoría de organizaciones que se dicen comunistas se limitan a repetirla sin siquiera ahondar en su significado real. Los puntos más conflictivos son la comunidad de psicología y la comunidad económica. Respecto a ambas cabe mencionar que tanto la cultura, la psicología y la economía pueden estar unificadas no sólo dentro de la nación en cuestión sino de forma supranacional. Por ejemplo: la cultura de Cataluña puede estar más o menos unificada respecto a la cultura del resto de España, y su economía formar parte componente de la de ésta última, pero esto no anula el carácter nacional de (en nuestro ejemplo) Cataluña. ¿Por qué? Porque dentro de sus fronteras se encuentra unificada en esos aspectos y cumple los demás requisitos que señala Stalin (comunidad de idioma, territorio e históricamente formada), separándolos éstos del resto del territorio con el cuál puede hallarse homogeneizada en algún aspecto señalado. Sólo si está homogeneizada en todos estos aspectos, no se podrá hablar de una nación independiente del resto del territorio con el que puede hallarse unida en varios aspectos.

Sobre la comunidad de psicología debemos añadir otra cosa: no es sólo la comunidad de cultura (aunque se manifieste en ésta), sino que acoge asimismo la autoconciencia de la nación en cuestión; es decir, que las amplias masas del pueblo se reconozcan como nación. Sólo así puede surgir un movimiento nacional capaz de movilizar las fuerzas sociales dentro de una nación determinada. Sin esta conciencia de sí misma (que es la conciencia del pueblo, porque es la aplastante mayoría oprimida) el movimiento nacional se reduce a movimientos intelectualoides de escasa repercusión.

A este respecto debemos hablar del caso de Galicia. Galicia cumple los requisitos para definirse como nación, pero las masas trabajadoras gallegas, su pueblo, no tiene conciencia como nación. De este modo, al contrario de lo que ocurre en Cataluña y de lo que ocurrió en Euskadi, el movimiento nacional en Galicia es muy débil. Pese a esto, el movimiento nacional nunca se puede pasar por alto y desatender: la cuestión nacional siempre será una cuestión candente en la época del imperialismo.

La interpretación que acabamos de dar sobre la comunidad de psicología anula, además, la problemática estéril de intentar definir, en tanto a la comunidad de territorio, si unas islas a tal o cuál distancia podrían considerarse parte de una nación o no. Si, por ejemplo, las Islas Baleares se considerasen parte integrante de Cataluña, al compartir sus particularidades, esto seguiría siendo legítimo incluso si se encontrasen en la otra punta del mundo y mantuviesen esos mismos rasgos comunes. La comunidad de territorio se determina según lo abarcable que se vuelve el territorio dado tal o cuál grado de desarrollo de los medios de comunicación y las fuerzas productivas. La comunidad de territorio se forma, además, según la voluntad popular manifestada por los territorios implicados, no importa cuán alejados estén el uno del otro.

Los más listillos nos reprocharán: “¿pero entonces no tiene razón Bauer cuando criticaba al marxismo y decía que los judíos podían ser una nación pese a no compartir un mismo territorio?”. No. No la tendría. Y la razón es que los judíos conformaban minorías nacionales en otros países, sucediendo que se adaptaban a la cultura, idioma, etc. de esos países y dejaban de tener rasgos en común. En nuestro hipotético caso de unas Baleares catalanas en la otra punta del mundo, este supuesto de los baleares como una minoría nacional en su territorio no tendría cabida. Por eso, podría hablarse, en la medida en que se puede conectar el archipiélago con Cataluña, de comunidad de territorio.

En tanto a la comunidad económica no han surgido menos dudas. Lo cierto es que hoy en día, en la época del imperialismo superdesarrollado y de la economía mundial, la división internacional del trabajo, etc. es una característica superflua, pues todo el mundo se presupone interconectado económicamente. Stalin se refiere, cuando habla de la comunidad económica como rasgo de la nación, a la época feudal, en la que sí existían núcleos poblacionales desconectados entre si. Los feudos georgianos de la época no mantenían relaciones comerciales mutuas, y, por lo tanto, antes de que estos lazos surgiesen no se podía hablar de Georgia como nación. Pero ahora está conectada económicamente hasta con Tailandia, y sí constituye una nación.

Dicho esto, debemos tratar el desarrollo histórico de la nación; el contexto de su nacimiento.

La nación no es simplemente una categoría histórica, sino una categoría histórica de una determinada época, de la época del capitalismo ascensional. El proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso en que los hombres se constituyen en naciones. Así sucede, por ejemplo, en la Europa Occidental. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos, etc. se constituyeron en naciones bajo la marcha triunfal del capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal.” (Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).

Las antiguas comunidades feudales aisladas no constituían naciones sino ducados o feudos independientes entre sí, tan sólo conectados por la guerra. Se mantenía una economía de subsistencia por la que los lazos económicos entre estos feudos eran mínimos. Así, no existían las condiciones materiales para que las comunidades lingüísticas, territoriales, etc. se unificasen bajo el signo de la nación. Con el desarrollo del comercio y el nacimiento del precapitalismo, del mercantilismo, comienzan a gestarse las monarquías absolutas basadas en el centralismo político, y con ellas se empieza a fraguar el movimiento nacional.

El sistema político burgués era la forma de la superestructura que reflejaba mejor este desarrollo de la economía, la destrucción de las fronteras de los diferentes feudos y ducados; y pronto encontró en el nacionalismo a un aliado natural para expandir el mercado y el comercio.


La cuestión nacional antes y después del desarrollo del imperialismo

Antes del imperialismo el movimiento revolucionario estaba reservado a las naciones más adelantadas, en tanto al desarrollo de las fuerzas productivas se refiere. El capitalismo no había sido introducido en las colonias, en las cuales reinaban modos de producción mas arcaicos (pues siempre marchan un paso atrás que sus metrópolis en lo referente a la división del trabajo1. Con ello, los movimientos nacionales de las colonias y de los países pre-capitalistas no contaban con ese elemento revolucionario que les otorga la interconexión mundial propia ya del imperialismo. Antes de este, el movimiento nacional de una nación atrasada, movimiento que no excedía los marcos del modo de producción precapitalista que reinase en ella, sino que procuraba extenderlos por el mundo, no se apostaba como un movimiento progresista sino reaccionario: un movimiento en contra de naciones donde ya se realizaban revoluciones nacionales contra los feudales y semifeudales (contra sus intereses de clase), como en Polonia desde 1830, o de naciones con un capitalismo mas o menos desarrollado, naciones donde antes del imperialismo recaía la exclusividad de la revolución proletaria o de la transformación de la revolución democráticoburguesa en revolución socialista.

Esto explica, por ejemplo, la posición hostil de Marx y Engels ante el movimiento nacional en los países eslavos hasta ya entrada la segunda mitad del siglo XIX, exceptuando Polonia.

En 1848, Polonia fue la única nación eslava en alzarse en revolución; el resto de países y naciones eslavos, en ese momento, si se independizaban lo harían contra otros países y naciones que representaban y expandían un modo de produccn superior (entonces el capitalismo, respecto al feudalismo). Entonces si los feudales se independizaban de los capitalistas, los primeros se estancarían en el feudalismo. Esto significaría poner un limite al progreso. Si los movimientos en los países eslavos hubiesen tenido un movimiento nacional progresista otro gallo cantaría. Pero antes del imperialismo el movimiento nacional de las naciones pre-capitalistas no tenia por que ser democraticoburgués: en los países eslavos eran los movimientos políticos tomaban, durante la primera mitad del siglo XIX, la forma de alzamientos de unos feudos contra otros.

La única excepción, por aquél entonces, la constituía Polonia, que constituíase como la fábrica de Europa del Este, como avanzadilla de la industrialización en el Imperio Ruso hasta que en éste se hubieron abolido las instituciones serviles en la década de 1860 (momento en el que su desarrollo supera y subyuga al de Polonia).

Después del apaciguamiento de 1848, ya en 1851, el movimiento campesino y democraticoburgués en Rusia empieza a tener tal tirón que los destinos de sus ducados y naciones absorbidas dependían de que los rusos solucionasen sus cuestiones revolucionarias. Marx y Engels en 1848 se deshacían en elogios para con Polonia, cambiando drásticamente de opinión apenas tres años después. Este suceso se engloba en la euforia con que Marx y Engels recibieron las revoluciones de 1848 y la dureza con la que se autocriticaron cuando éstas se desvanecieron por culpa de la desorganización política y la falta de madurez del proletariado. Así, acabaron achacando a los polacos el epíteto de “camorristas”, hasta que su movimiento revolucionario volvió a resurgir unas décadas más tarde.

Por otra parte, antes del imperialismo, la lucha contra los Estados atrasados se entendía también como la ocupación de estos Estados por aquéllos más desarrollados. La prioridad, entonces, era desarrollar el capitalismo para que el proletariado pudiese desarrollar su lucha de clases. Por ejemplo, cuando Francia ocupa España en 1807, el régimen de José Bonaparte supone un progreso respecto al decadente sistema borbónico. Sin embargo, las revueltas contra la invasión no las conducen los nobles (como en los países eslavos hasta la segunda mitad del siglo XIX) sino las masas populares, que desencadenaron una guerra de guerrillas. Su movimiento de lucha conduce a un sistema de monarquía liberal, que permitiría desarrollar el capitalismo. Pero en orgullo nacionalista se pide la vuelta a España del hasta entonces exiliado y de veraneo Fernando VII, protagonista de las infames abdicaciones de Bayona. Este rey anularía la constitución liberal de 1812, progresista en el contexto europeo de entonces, y daría lugar a una serie de pugnas y de luchas de clases entre la burguesía y los señores feudales. El final del reinado de Fernando VII marcaría un punto intermedio de despotismo ilustrado que reflejaría la fusión de ciertas capas de las clases burguesa y feudal y el inicio del desarrollo del proletariado.

Después de que de comienzo la etapa histórica del imperialismo ya se puede hablar de madurez o no para la revolución en referencia al sistema mundial del capitalismo. Si hay grandes potencias imperialistas con un capitalismo muy desarrollado, debido a la extensión de su dominio por todo el globo, todo éste quedará interconectado y existirá la posibilidad de que se pueda organizar la revolución proletaria en un país sin apenas proletariado. En palabras de Stalin:

Antes solía hablarse de la existencia o de la ausencia de condiciones objetivas para la revolución proletaria en los distintos países o, más exactamente, en tal o cual país desarrollado. Ahora, este punto de vista ya no basta. Ahora hay que hablar de la existencia de condiciones objetivas para la revolución en todo el sistema de la economía imperialista mundial, considerado como una sola entidad; y la presencia, dentro de este sistema, de algunos países con un desarrollo industrial insuficiente no puede representar un obstáculo insuperable para la revolución, si el sistema en su conjunto o, mejor dicho, puesto que el sistema en su conjunto está ya maduro para la revolución.” (Iósif Stalin; “Los fundamentos del leninismo”, 1924).

Por esta razón vemos cuán estúpidas son las excusas del revisionismo maoísta según las cuáles “hay que desarrollar el capitalismo” tras el triunfo de la revolución proletaria porque ésta se hizo en una situación de atraso económico y social, de capitalismo poco desarrollado. Proponen soluciones de primeros del siglo XIX para el siglo XX. ¡Y reconocen que una revolución guiada por un Partido Comunista no puede construir el socialismo! ¡Después de haber organizado a las masas semiproletarias en torno al supuesto partido proletario! El revisionismo chino reconocía, en realidad, que su partido no era un partido comunista.


Profundizando en la cuestión nacional


La cuestión nacional comienza siendo parte integrante de la ideología liberal, es decir, de la expresión teórica del interés de clase de la burguesía. Sin embargo, una vez el capitalismo queda completamente asentado y desarrollado hasta el imperialismo los mercados están tan interconectados que la gran burguesía no empleará el nacionalismo más que con fines del proteccionismo comercial. Pero estos casos son minoritarios. El movimiento nacional, ligado como siempre a la cuestión del mercado, pasa a ser un movimiento fundamentalmente pequeñoburgués, pues la pequeña burguesía, por contra a la gran burguesía, no se haya ligada de forma supranacional a tal o cuál capital financiero que unifica a las grandes burguesías de sendos países y naciones. El mercado de la pequeña burguesía es esencialmente un mercado interior. De este modo, si hay una clase que tome la bandera del nacionalismo es, sin lugar a dudas, la pequeña burguesía.

El proletariado, por su parte, es de naturaleza internacional. El proletariado actual sobrevive en la época del capitalismo en su etapa imperialista, y la ley mundial que predomina es la del desarrollo y la multiplicación de los vínculos de todo género entre las naciones, la destrucción de las barreras nacionales, la creación de la unidad internacional del capital, de la vida económica en general, de la política, de la ciencia, etc. Esta “unidad nacional”, esta unidad del capital bajo el imperialismo se da, por una parte, mediante la extensión del dominio del capital financiero, de las inversiones de capital (neocolonalismo, basado en la deuda externa), y por otro lado mediante las anexiones y conquistas coloniales. El acercamiento entre los pueblos bajo el imperialismo sólo puede lograrse a través de la explotación y la opresión. Y este desarrollo trae dentro al esclavo que la burguesía necesita para vivir: el proletariado. La burguesía de diferente nacionalidad explota al proletariado de diferente nacionalidad, sin distinción de la nación. La burguesía por ser china no dejará de explotar al proletariado ni el proletariado por ser estadounidense no dejará de ser explotado bajo el régimen capitalista. Por lo tanto, sólo es el proletariado revolucionario quien verdaderamente defiende y puede defender la libertad de las naciones y la unidad de los obreros de todas las nacionalidades.

La burguesía de las colonias y las neocolonias se escindió en dos campos: la burguesía compradora y la burguesía nacional. La primera era toda burguesía, grande o pequeña, cuyos beneficios se derivan de una práctica facilitada por el capital financiero internacional. La burguesía nacional, por su parte, es toda burguesía (grande o pequeña) que se desarrolla al margen de dicho capital financiero internacional.

Si entendemos el mundo de manera dialéctica tenemos que aceptar la premisa de que la acumulación capitalista va engrosando las dimensiones del capital financiero, y extendiendo sus tentáculos más profundamente por todos los países que domina. Con ello, la burguesía nacional tiende a transformarse en burguesía compradora. Los epítetos nacionalistas y patrióticos de la burguesía son una mercancía intercambiable por sumas de dinero que le faciliten su explotación del proletariado (la cuál es la base de toda burguesía, nacional o no, excluyendo a la pequeña burguesía que trabaja por cuenta propia e individualmente, sin asalariados). Por esto la burguesía nacional no puede ser ningún aliado sólido para la revolución. Puede que, como en el caso de China, participen en la lucha por echar del territorio a los invasores. Pero que esto lo hacen en favor de ganarse el derecho a explotar ellos solos a “su” proletariado, es indudable. La lucha contra toda burguesía sucede a la revolución democrática. Su aislamiento político en favor de la hegemonización de ésta revolución por el proletariado y su partido de vanguardia son simultáneos a esa primera fase de la revolución.

Entonces: el movimiento nacional conforma una parte de la revolución democrático-burguesa, puesto que, como decíamos la fuerza motriz fundamental del movimiento nacional es la pequeña burguesía, que es asimismo la única capa de la burguesía que prefiere la movilización a pactar con la reacción del momento.

La lucha la libran, generalmente, la pequeña burguesía urbana de la nación oprimida contra la gran burguesía de la nación dominadora (los checos y los alemanes), o bien la burguesía rural de la nación oprimida contra los terratenientes de la nación dominante (los ucranianos en Polonia), o bien toda la burguesía "nacional" de las naciones oprimidas contra la aristocracia gobernante de la nación dominadora (Polonia, Lituania y Ucrania, en Rusia). La burguesía es el principal personaje en acción. El problema fundamental para la joven burguesía es el mercado. Dar salida a sus mercancías y salir vencedora en su competencia con la burguesía de otra nacionalidad: he ahí su objetivo. De aquí su deseo de asegurarse "su" mercado, un mercado "propio". El mercado es la primera escuela en que la burguesía aprende el nacionalismo.” (Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).

Mas la pequeña burguesía es fundamentalmente vacilante y se orienta tan sólo hacia la burguesía o el proletariado según quién parezca que tenga las de ganar.


El derecho a la autodeterminación

Los comunistas interpretamos el concepto del derecho de las naciones a la autodeterminación como el derecho que tienen los pueblos a existir como estados independientes. Es decir, el derecho a la autodeterminación como derecho a la separación estatal. Esta es la consigna que los comunistas debemos defender, sostener y llevar a la práctica. De esta manera cortamos el paso a las ansias o tendencias chovinistas e imperialistas que quieren reducir a las masas laboriosas de la nación oprimida a obtener una autonomía dejando el poder político (y económico) en manos de la nación dominante, en manos de la gran burguesía imperialista (véase entre otros, la autonomía cultural-nacional). De esta última manera interpretan la cuestión nacional y colonial los revisionistas y socialdemócratas, fieles lacayos de la burguesía internacional. Esta interpretación sirve para mantener la explotación y opresión (de la que ellos viven) a costa de los pueblos sojuzgados por el yugo imperialista, y, para impedir la revolución proletaria y la consiguiente instauración de la dictadura del proletariado. Asimismo, prohibiendo la autodeterminación, la gran burguesía imperialista corta las alas de la movilización democrático-burguesa que pueda servir de caldo de cultivo de una revolución proletaria. Con esto entendemos el carácter reaccionario del régimen de las autonomías, o “comunidades autónomas”, que dan una apariencia de soberanía a las naciones componentes de un mismo Estado mientras les prohíben ejercer su derecho nacional intrínseco a la secesión o unión voluntarias respecto a cualquier conjunto estatal.

Los marxistas-leninistas entendemos que la autodeterminación de los pueblos es un derecho inviolable de las naciones. Siguiendo a Lenin y Stalin, entendemos asimismo que no hay internacionalismo proletario posible sin escribir en nuestras banderas la insobornable defensa del derecho a la autodeterminación. Oigamos a Stalin:

El establecimiento del sistema soviético en Rusia y la proclamación del derecho de las naciones a la secesión cambió completamente las relaciones entre las masas de las diferentes nacionalidades de Rusia, golpeó a la raíz de la vieja enemistad nacional, arrancó la base de la opresión nacional y se ganó para los obreros rusos la confianza de sus hermanos de otras nacionalidades, no sólo en Rusia, sino también en Europa y Asia, y elevó esta confianza hasta el entusiasmo, hasta la preparación para la lucha por la causa común. El establecimiento de repúblicas soviéticas en Azerbaiyán y Armenia ha traído los mismos resultados, puesto que ha eliminado los conflictos nacionales y ha solucionado la milenaria enemistad entre las masas trabajadoras turcas y armenias y entre las masas trabajadoras armenias y los azerbaiyanas. Lo mismo debe decirse acerca de la victoria temporal de los sóviets en Hungría, Bavaria y Letonia. Por otra parte, se puede decir con confianza que los obreros rusos no habrían podido derrotar a Kolchak y Denikin, ni las repúblicas azerbaiyanas y armenias podrían haberse erigido sólidamente sobre sus pies, de no haberse eliminado la enemistad nacional y la opresión nacional en el interior; de no haberse ganado la confianza y alzado el entusiasmo de las masas trabajadoras de las nacionalidades en el Este y en el Oeste.” (Iósif Stalin; “La tarea inmediata del Partido en la cuestión nacional”, 1921)

Asimismo, la única garantía para que las masas trabajadoras de las naciones oprimidas quieran formar parte de un Estado plurinacional es garantizar que este se rige por la dictadura del proletariado; es decir, que los males del capitalismo han sido destruidos. El principio de libre unión y separación de las naciones es lo principal. Pero tiene particularidades: no siempre es útil para el proletariado la separación de una nación. Hemos resuelto este problema en nuestro último artículo acerca de la cuestión:

Asimismo, Alberto Garzón, portavoz de Unidos Podemos en el congreso (como líder de Izquierda Unida), y supuesto “núcleo duro” del PCE, nos “sorprendía” con declaraciones análogas a las de su colega de partido, Gaspar Llamazares: “no se puede ser comunista e independentista”21. Muy bien; no se puede ser comunista y nacionalista. De acuerdo. Pero esto le lleva a la típica confusión según la cuál, por ello, los comunistas no podemos ni debemos apoyar sin ambages el derecho a la autodeterminación. Tenemos que posicionarnos, a favor o en contra, según si es útil y beneficioso, o no, para el proletariado y las masas trabajadoras. Pero esto no se debe hacer mas que sobre el terreno del reconocimiento insobornable del derecho de las naciones a la autodeterminación. Que Finlandia se separase de la Rusia soviética en 1918 no era útil para la aplastante mayoría de la población de ambos territorios. Y los bolcheviques, rusos y finlandeses, hicieron grandes esfuerzos de agitación entre las masas trabajadoras de Finlandia para que la secesión se sustituyese por la colaboración revolucionaria con el país de los sóviets. Pero en todo caso el gobierno soviético no se opuso ni trabó el libre ejercicio de Finlandia para decidir sobre si seguía formando parte de Rusia o no.” (O.C.T.E.; “El marxismo-leninismo ante el problema nacional en Cataluña”, 28 de octubre de 2017)2.

Por lo tanto: en contraposición a los revisionistas y la burguesía en general, los comunistas, en base al estudio de la ciencia marxista-leninista, plantean la cuestión en función a las siguientes líneas generales:

1. Los recientes acontecimientos catalanes nos han enseñado que la cuestión de la autodeterminación no es exclusiva de las colonias, sino de toda nación oprimida: es decir, a la que no permiten ejercer su derecho a la autodeterminación, sin importar las condiciones en que se desarrolla esta nación;

2. El problema nacional debe ser un apéndice del problema obrero, y resolverse según el interés de éste;

3. El problema nacional debe fundirse con el problema colonial y de la liberación de las naciones colonizadas o neocolonizadas por el imperialismo;

4. Esta ligazón significa que el problema nacional debe unirse a la lucha contra el imperialismo, y no hay lucha consecuente contra el imperialismo sin la lucha por una revolución proletaria;

5. Sólo la revolución proletaria soluciona el problema nacional.

La cuestión nacional sirve en las distintas épocas a distintos intereses y adopta matices según la clase que lo promueve y la época en que se promueve. Por ejemplo, tras el surgimiento de una nueva clase (el proletariado actual) surge una nueva cuestión nacional. Por eso hoy en día en España, la solución del problema nacional corre a la suerte de la revolución proletaria socialista.

Desarrollando esta cuestión un poco más hemos de percatarnos a la hora de proceder a nuestro posicionamiento que estar a favor de la autodeterminación no exige el derecho a la autodeterminación como una solución unilateral e inmutable. No se debe confundir un derecho con una obligación. Nuestra posición, que se adoptará en base a la cuestión de la separación estatal o no, se resuelve desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario. El movimiento nacional debe valorarse desde el punto de vista de los resultados prácticos dentro del balance general de la lucha contra el imperialismo. El partido del proletariado tiene también que apoyar de manera real y directa a todo movimiento nacional desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario. Todo movimiento que su lucha, objetivamente, sea revolucionaria y supongan mazazos asestados al imperialismo. Ya que la lucha de estos movimientos socava, debilita y descompone los cimientos del imperialismo, nuestro enemigo común. Pero este apoyo jamás se dará a una camarilla capitalista diferente que atomice las fuerzas obreras y de esta manera las debilite. Por ello mismo este apoyo efectivo se debe proporcionar:

Sin traicionar al socialismo, debemos apoyar toda insurrección contra nuestro enemigo principal, la burguesía de los grandes estados, si no se trata de la insurrección de una clase reaccionaria. Al negarnos a apoyar la insurrección de las regiones anexionadas nos convertimos – objetivamente – en anexionistas. Precisamente en “la era del imperialismo”, que es la era de la incipiente revolución social, el proletariado apoyara hoy con particular energía la insurrección de las regiones anexionadas, a fin de atacar mañana, o al mismo tiempo, a la burguesía de la “gran” potencia, debilitada por esa insurrección.” (Vladimir Lenin, “Balance de la discusión sobre la autodeterminación”, 1916)

Y añade:

Al propugnar el principio del derecho de los pueblos a la autodeterminación, elevamos la lucha contra la opresión nacional a la altura de la lucha contra el imperialismo, nuestro enemigo común. No haciendo esto, podemos vernos en la situación de gentes que llevan el agua al molino de los imperialistas.(Iósif Stalin, “Intervención en la VII Conferencia del P.O.S.D.R. (bolchevique)”, 1917)





Acerca del Movimiento de Liberación Nacional en España


España, como entidad estatal, surgió como la coalición de los reinos de Castilla y Aragón bajo el mandato de los reyes católicos. El proceso era, como se suele decir, “bicéntrico”: existían dos grandes núcleos dominantes en el territorio común, en lugar de uno solo (monocentrismo, como la “Gran Rusia” en el Imperio Ruso). Sin embargo esto dura hasta que se hubieron abolido los fueros. Una vez esto ocurre, España pasa a identificarse con la corona que más poder aunaba en su seno: la corona de Castilla. España pasa a ser un Estado plurinacional monocéntrico, y las naciones que se formaron con el desarrollo del capitalismo, pasaron a ser naciones oprimidas en el sentido “colonial” de la palabra (es decir, prohibiéndoles el uso facultativo de su lengua, instituciones propias de gobierno, etc.).

El movimiento nacional surge inicialmente cuando la burguesía de la nación oprimida se ve acosada por todas partes debido a las trabas que le pone la burguesía o las fuerzas feudales de la nación dominante. Trabas en lo económico, político, etc., trabas que, a su vez, se convierten en un impedimento para que esa burguesía de la nación oprimida se desarrolle, para que cree las mejores condiciones para la explotación y opresión de la clase obrera y de su pueblo trabajador. Y para luchar contra estas trabas que le impone la burguesía de la nación opresora, la burguesía de la nación oprimida apela a las masas populares (ya que a estas también les afecta en cierta medida la opresión de la nación dominante en materia de idioma, libertad de expresión, etcétera). El arrastre de las masas trabajadoras a la lucha contra las presiones de una burguesía central contra las burguesías nacionales sirve de cuerpo o fundamento al movimiento nacional.

La época histórica de opresión nacional más vil en España tuvo lugar durante el franquismo. En el franquismo se unieron dos condiciones para comprender la configuración actual de la clase capitalista:

a) un desarrollo del capitalismo más o menos estable, al principio en menor medida (economía rural) pero paulatinamente acelerándose hasta cotas tales que la superestructura fascista-terrateniente voló por los aires3;

b) una opresión nacional descarada unida al aparato estatal fascista, a la dictadura abierta del capital financiero (y en España de los grandes terratenientes).

Con esto, la gran burguesía de todo el Estado quedó unificada a la fuerza. Las burguesías nacionales quedaron compuestas, exclusivamente, de elementos pequeño-burgueses (que son la base del movimiento nacional en tanto a su interés, al ser la fracción más movilizada de la burguesía pese a sus vacilaciones). Con esto, la burguesía se permitió que su régimen de monarquía parlamentaria del 78 dejase ciertas libertades nacionales, costreñidas en el régimen de autonomías.

El caso de España es, pues, un caso peculiar. El régimen de autonomías permite la gobernabilidad de las naciones y el uso facultativo de su idioma, de sus escuelas, de sus instituciones políticas, etc. siempre y cuando no se interfiera con la labor del gobierno central español, que de facto posee las llaves más importantes para definir la política que siguen todas sus autonomías. El movimiento nacional, en estas condiciones de opresión nacional no colonial, puede surgir con motivos de expandir las competencias de una autonomía dada.

Como sabemos, el interés de la gran burguesía catalana-española era contrario al de la secesión, pues le supondría el surgimiento de unas fronteras que no tendría tan fácilmente bajo control ni al servicio de su comercio, pudiendo constituirse éstas en un obstáculo para los flujos de capital entre Cataluña (que supone casi un 20% del PIB de España) y el resto del Estado. El interés de los politicastros burgueses catalanes era el de conseguir mejoras y una posición más favorable para que la Generalitat gozase de una autonomía más pudiente y de una cota mayor de impuestos invertidos en ella. Para hacerse con este objetivo, ¿qué mejor que pertrecharse del sentimiento nacionalista de la pequeña burguesía catalana y de sus fuerzas políticas? Venía a reforzar esta táctica el hecho de que, si se azuzaba el nacionalismo entre las masas, el proletariado catalán y las masas trabajadoras de esta nación se olvidarían de luchar contra los explotadores en Cataluña, asegurando su liderazgo político.” (O.C.T.E.; “El marxismo-leninismo ante el problema nacional en Cataluña”, 28 de octubre de 2017).

La fuerza del movimiento nacional está, en todo caso, determinada por el grado en que participan en él las extensas capas de la nación, es decir, el proletariado y los campesinos.

Que el proletariado se coloque bajo la bandera del nacionalismo burgués, depende del grado de desarrollo de las contradicciones de clase, de la conciencia y de la organización del proletariado. El proletariado consciente tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar bajo la bandera de la burguesía. En cuanto a los campesinos, su participación en el movimiento nacional depende, ante todo, del carácter de la represión. Si la represión afecta a los intereses de la “tierra”, como ocurría en Irlanda, las grandes masas campesinas se colocan inmediatamente bajo la bandera del movimiento nacional.” (Iósif Stalin, “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913)

Y en la medida en que el proletariado y los semiproletarios dirijan este movimiento, o bien éste se hará más fuerte y tomará un cariz revolucionario (en caso de que consigan dirigirlo), o bien degenerará en una lucha “por cuestiones de rótulos” (Stalin), en caso de que la dirección del mismo siga en manos de partidos burgueses. El ejemplo catalán muestra cómo la burguesía intentó siempre que el procés no cayese en manos de las masas populares: cuando el movimiento se revolucionarizaba, los politicastros burgueses se genuflexionaban ante las presiones del Estado central y comenzaban a balbucear acerca del “mutuo acuerdo”, del “referéndum pactado”, de la “paz social”, etc.

Por otra parte, el contenido de este movimiento nacional está determinado por las reivindicaciones que presente el movimiento. Por ejemplo, en Euskadi, Cataluña y Galicia han tenido como punto de partida la enemistad de las masas trabajadoras de toda España con las instituciones de la monarquía parlamentaria y de la corrupción del presente gobierno. Esto, sumado a las tradiciones nacionalistas, ha ocasionado un deseo de secesión que ha calado más o menos en función de la fuerza que los partidos nacionalistas tenían y de las ambiciones de los politicastros burgueses.

Asimismo, que este descontento con el gobierno actual y el sistema político del 78 no haya derivado a una oposición revolucionaria de todos los trabajadores del Estado, al unísono, se debe a la carencia de un Partido Leninista Unificado en España.

La clase obrera y el pueblo no son ajenos a este problema nacional. Ante este movimiento nacional que genere la burguesía hemos aislar al nacionalismo grande y pequeño de las masas laboriosas e inocular en estas el socialismo científico y el internacionalismo (que la colaboración de la clase obrera está por encima de las fronteras nacionales que se dibujen o redibujen en cada momento dado). Hay que desenmascarar a los nacionalistas de diferente bandera y aislarlos de las masas, y, así, enseñar a las masas que el problema nacional está vinculado al problema social, y que sin solucionar éste último, no se podrá solucionar el primero. Los marxistas-leninistas debemos denunciar delante de las masas a los revisionistas y socialdemócratas que caen en el seguidismo de este movimiento, sea el chovinismo español o el nacionalismo de cualquier otro signo. Si la naturaleza y carácter del movimiento nacional es proletaria resultará útil para el desarrollo de la conciencia de clase.

Profundicemos nuestra posición en este aspecto. España no es una nación. Ni una “nación de naciones” (signifique esto lo que se quiera). España es un Estado plurinacional. ¿Qué naciones componen España? Para nosotros: Castilla, Euskadi, Galicia y Cataluña.

¿Es Euskadi una nación? Podemos apreciar que Euskadi tiene una historia detrás la cual a través de la misma se han condensado diversos elementos que más tarde pasarían a constituir un componente importante para la constitución de esa misma nación (v. La imposibilidad de la romanización completa, la no invasión de los árabes, etc., etc.). Euskadi como nación también tiene un vínculo económico que se formó en la época del capitalismo ascensional (sobre todo basado en las minerías y la industria de la zona Vizcaína) fase en la cual: se comenzaron a desarrollar las vías de comunicación, se quebrantaron por completo el aislamiento económico que predominaba en el modo de producción feudal, etc. Euskadi también tiene un idioma y es el euskera. Y no podemos omitir también que la nación vasca se asienta sobre un territorio concreto y, finalmente, que la propia población vasca tiene el rasgo restante también, el de la psicología. Es decir, Euskadi es una nación.

Ahora argumentaremos a Galicia y Cataluña como naciones. Las expusimos separadas de la vasca debido al carácter histórico peculiar de ésta última. ¿Son Galicia y Cataluña naciones? En ambas se llevó a cabo la romanización que tras un desarrollo histórico posterior de las mismas hicieran que ambas lenguas se cristalizasen sus idiomas: el gallego y el catalán. Ambas cumplen, además, las demás condiciones que cita Stalin: territorio, cultura, psicología e historia.

Pasemos ahora a refutar algunas teorizaciones antimarxistas, nacionalistas. Hay algunas personas y organizaciones que teorizan a Andalucía y demás regiones castellanas como si fueran una nación. Para empezar, a Andalucía le faltan los rasgos más distintivos de una nación (v. Lengua). Y en caso de que nos aduzcan las diferencias que la distancian de España podríamos responderles de la siguiente manera: a) exponerles nosotros también las diferencias que existen entre la región asturiana por ejemplo (que por cierto, ésta al menos tiene un idioma propio) y contraponerla a la región Castellana; b) podríamos exponerles el complejo desarrollo histórico y económico que sigue España como nación multinacional (y decimos multinacional porque englobamos dentro de esta a la nación vasca, gallega y catalana en este ejemplo concreto), donde el capitalismo periférico y su burguesía se comienzan a desarrollar coaligadas con unas fuerzas feudales “pretéritas” (muy fuertes) y burguesas del interior de España; c) podríamos aparte de exponerle como Andalucía le faltan los rasgos distintivos completos para formarse como nación, y, finalmente; d) a propósito del desarrollo histórico-económico concreto español en el periodo del capitalismo ascensional, también les tendremos que advertir que teoricen con cuidado, ya que el capitalismo en nacimiento establece una división de trabajo entre sus distintas regiones, una división económica (pues, la fundamental que suelda el resto de elementos para cuajar la nación).

Y por la otra parte, hay algunos otros que confundiendo nacionalidad con nación, asignan a todas las regiones de España a la par que a las naciones vasca, catalana y gallega la etiqueta de nacionalidad. Teorizan de esta manera para así poder quitar a algunas naciones que realmente lo son el carácter propio de nación. Esto es totalmente incorrecto. Las nacionalidades surgieron de las tribus unidas por la comunidad de lengua, en el periodo de transición de régimen de la comunidad primitiva al de la sociedad de clases (v. Engels; El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado). También el término nacionalidad se puede entender correctamente como el vínculo, relación, que establece una persona con una nación concreta; como una asociación de los habitantes de una nación.

Y últimamente (que no novedosamente) otros conciben de manera errónea las tareas que tiene el proletariado revolucionario en España. Parten de una premisa intrínsecamente falsa: entienden que actualmente el Estado español está constituido, no sobre una base multinacional, sino que en sí mismo es un estado-nación. Algo que hemos demostrado anteriormente que es falso, metafísico, suponiendo esto un punto de vista reaccionario. Y no hay mejor respuesta sucinta al equivocado cuadro que mantienen estos elementos que la de Stalin:

Prácticamente, políticamente, vuestro esquema lleva de manera inevitable a justificar la opresión nacional, la opresión imperialista, cuyos portadores se niegan en redondo a reconocer como naciones efectivas a las naciones oprimidas y a las que no gozan de plenitud de derechos, que no tienen su propio Estado nacional, y consideran que esta circunstancia les autoriza para oprimir a esas naciones.” (Iósif Stalin; “La cuestión nacional y el leninismo”; 1929)

Como podemos ver las indicaciones de Marx, Engels, Lenin, Stalin, la III Internacional, Dimitrov, Hoxha, Díaz, Comorera y los demás marxistas-leninistas a nivel nacional como internacional interpretaron de esta manera la cuestión nacional en España. Nuestras tesis coinciden sin ninguna clase de variación las tesis clásicas marxistas-leninistas en cuanto a la revolución en España. Y nosotros tras un estudio desarrollado, que lo generalizamos en esta parte del programa, hemos concluido que sus tesis respecto a España son totalmente correctas.


Necesidad del Partido Leninista Unificado para resolver la cuestión nacional en España


Hemos hablado con anterioridad de que la única forma de solucionar el problema nacional es mediante la constitución de un Partido Leninista Unificado en España. Sin este, las masas trabajadoras y el proletariado españoles carecerán de su destacamento consciente, de su destacamento de vanguardia, y con ello se moverán de forma dispersa y desorganizada, no pudiendo centrarse en objetivos comunes que cumplen su interés radical de clase de forma táctica y estratégica. En este epígrafe nos centraremos en aclarar por qué se necesita un único partido de vanguardia para toda España.

Los territorios gobernados por un mismo Estado y atados en un mismo haz tienen unas condiciones de lucha más o menos homogeneizadas en su interior. Con ello, para organizar al proletariado y las masas de todo el país, con sus intereses comunes, se necesita una organización unificada y centralizada. Una organización federal traería la organización de las masas trabajadoras por nación; es decir, separadas de sus camaradas trabajadores del resto de naciones y en unidad con “su” burguesía nacional.

La práctica ha mostrado que la organización del proletariado de un Estado por nacionalidades únicamente conduce a destruir la idea de la solidaridad de clase. Todos los proletarios de todas las naciones de un Estado deben organizarse en una colectividad proletaria indivisible.” (Iósif Stalin, “Intervención en la VII Conferencia del P.O.S.D.R. (bolchevique)”, 1917)

El proletariado, para derrotar a la burguesía en las primeras batallas hasta para construir el comunismo, necesita unir a todos los obreros sin distinción de nacionalidad. La burguesía busca acabar con la unión de clase, para dividir al proletariado en pequeños grupos nacionales y así debilitarlo.

Los comunistas marxistas-leninistas estamos a favor de un partido único, flexible y centralizado, cuyo comité central pueda poner en pie a todos los obreros de los diversos pueblos. Nos proponemos destruir las barreras nacionales, por la propia unidad de intereses del proletariado debido a las condiciones comunes que se encuentra el mismo proletario ya sea vasco o español. En suma, las diferencias nacionales no deben contradecir los intereses comunes que existen entre los proletarios de diversos países. Los intereses comunes priman siempre. Los marxistas-leninistas en el estado español debemos primeramente luchar por la organización en un partido único leninista de todos los obreros de estas naciones. Ya que sólo de este modo podremos conseguir realmente la liberación social y nacional que sufren las masas laboriosas de estos territorios. Educando a los obreros de las distintas naciones en el internacionalismo proletario, explicando la necesidad de combatir todo tipo de nacionalismo local o chovinismo de gran nación, ya que esto sólo supone una desviación burguesa que debilita al proletariado militante.

La unión de los obreros de todas las nacionalidades de Rusia en colectividades únicas e integras en cada localidad y la unión de estas colectividades en un Partido único: he ahí la tarea.” (Iósif Stalin, “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913)

Esto no sólo significa que se deba organizar al proletariado y las masas trabajadoras de un Estado en torno a un partido proletario unificado. Esto tiene, asimismo, una importante significación internacionalista más profunda. El proletariado mundial, dados sus intereses de clase comunes, debe organizar a sus partidos, que actúan en el ámbito y condiciones específicas de cada Estado, en un centro internacional común que guíe a todos los partidos comunistas al mismo curso, al curso del marxismo-leninismo, y los una y relacione entre sí. Sólo esto favorece el internacionalismo proletario.

Cómo soluciona el socialismo la cuestión nacional



En la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo por otro, será abolida la explotación de una nación por otra.(Karl Marx y Friedrich Engels; “Manifiesto Comunista”, 1848)

Entonces, como podemos ver, la cuestión nacional es una cuestión subordinada a la cuestión obrera, a la revolución proletaria, a la cuestión del poder. Nuestros clásicos marxistas-leninistas Marx, Engels, Lenin, Stalin y Hoxha en todos sus planteamientos han tenido el socialismo como base y condición para resolver la cuestión nacional y colonial. En otras palabras, el problema nacional sólo puede resolverse realmente de acuerdo con la solución al problema social, y este sólo se puede solucionar mediante la revolución proletaria.

Actualmente, a inicios del siglo XXI, en plena época del imperialismo y de las revoluciones proletarias, la historia ha ratificado completamente la tesis leninista de que el problema nacional bajo el imperialismo no se puede solucionar verdadera y gradualmente, a través de reformas democráticas. Por ello mismo, la conclusión que se desprende de esto es que la única solución que existe para resolver el problema nacional es: organizar la revolución, instaurar la dictadura revolucionaria del proletariado y conceder el derecho de las naciones a la autodeterminación. Hay algunas personas que comprenden el problema nacional mediante soluciones pacíficas dentro del marco capitalista imperialista. Pero tal planteamiento lo caracterizan dos errores: 1) el reformismo, ya que no ligamos la cuestión nacional y colonial a la revolución violenta del pueblo guiada por el proletariado, y, 2) no comprenderíamos el nexo vital que une al imperialismo con estos pueblos sojuzgados que suponen una formidable reserva de inmensas fuerzas y riquezas que (el imperialismo) explota y, que no pueden librarse a no ser que acaben con todo tipo de explotación y opresión.

Por ello sólo la revolución soluciona el problema nacional. Y esto se debe a varias particularidades:

1. Reconociendo la libre unión y secesión de las naciones, su derecho a la autodeterminación política, sólo se puede garantizar que la amplia mayoría trabajadora de la población de las naciones que componen España querrán formar parte federada de un todo estatal;

2. Sólo el sistema soviético y el centralismo democrático solucionan la opresión nacional en el terreno político, puesto que se une, por una parte, un sóviet central, que unifica la dirección de todo el Estado en una misma dirección proletaria de la dictadura revolucionaria de esta clase, y por otra parte a los sóviets locales. Puesto que las bases ejercen también el control sobre el centro, y los privilegios parlamentarios quedarían abolidos, no existiría discriminación de determinada nación en el terreno político;

3. La opresión nacional, como la opresión de la mujer y otras muchas cuestiones, es inseparable de la opresión capitalista. La opresión llama a la opresión. Sólo la dictadura del proletariado, que fulmina a dicha opresión capitalista, puede destrozar la base de los demás tipos de opresión.


Conclusiones:

  • Es imposible emancipar a las masas laboriosas del pueblo vasco, gallego y catalán sin una revolución proletaria socialista victoriosa a nivel estatal.
  • Para ello debemos construir el partido de vanguardia del proletariado a nivel estatal, organizando a los elementos más avanzados de la clase obrera en un partido marxista-leninista único e independiente.
  • Aplicar una política correcta que asegure la hegemonía del proletariado en el Movimiento Nacional de estas naciones, aislando a los nacionalistas y demás elementos burgueses y vacilantes de las masas populares.
  • Finalmente, ligar el Movimiento de Liberación Nacional con el Movimiento Proletario. Supeditando la cuestión nacional a la revolución proletaria socialista y, dándole un carácter proletario al Movimiento de Liberación Nacional.

Finalizamos recalcando la siguiente conclusión: que la cuestión nacional es una cuestión internacional, que comprende a una problemática común que sufren todos los países oprimidos y las colonias, y; que los pueblos solo pueden liberarse de sus cadenas mediante la revolución proletaria, guiados por su partido marxista-leninista. Los obreros de todos los países cuentan con unos intereses de clase comunes y es nuestro deber promover su unidad de lucha bajo los principios del Marxismo-Leninismo.

Que el proletariado se coloque bajo la bandera del nacionalismo burgués, depende del grado de desarrollo de las contradicciones de clase, de la conciencia y de la organización del proletariado. El proletariado consciente tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar bajo la bandera de la burguesía.” (Iósif Stalin; “Marxismo y cuestión nacional”, 1913, p. 8).

Los nacionalistas siempre intentarán con todas sus fuerzas volvernos a unos contra los otros, aún compartiendo nuestra situación como explotados, para hacernos débiles contra los explotadores, quienes de mientras se frotan las garras con la perspectiva del plan de los nacionalistas. Este plan sin duda les aporta grandes beneficios. Su excusa, vociferada por los “españolistas” del fascismo, es que los trabajadores inmigrantes se oponen a los “nativos”, pues les “quitan el trabajo” (!).

Pero de hecho los inmigrantes no nos quitan el trabajo. Ésto es una obviedad en la que hay que insistir; ellos no tienen palabra sobre si se nos contrata o no a los obreros “autóctonos”. La culpa verdadera de que sea o un grupo u otro el contratado la tienen los capitalistas y el sistema capitalista, pues les interesa que nos aglutinemos todos los trabajadores (de toda “raza”) en la miseria para que vendamos nuestra fuerza de trabajo aún más barata. También les interesa no contratarnos a todos porque, a fin de cuentas, han organizado sus fábricas y latifundios (gracias al progreso técnico operado bajo la dominación de la clase burguesa) de manera que tres hacen el trabajo de veinte. En lugar de ensañarse con esos tres que trabajan por veinte en muchas ocasiones (españoles y de cualquier otra nacionalidad u origen étnico), deberíamos ensañarnos con quienes nos otorgan tal suerte, que no son los inmigrantes sino los capitalistas. Es un problema de clases sociales y no de nacionalidades, y tan pronto como hayamos comprendido ésta verdad en el terreno de la lucha contra el capital, nos haremos tremendamente fuertes ante éste. Los inmigrantes “son baratos” porque salvo uno entre mil que los capitalistas sacan en los medios de comunicación para fingir humanismo, los demás viven en unas condiciones durísimas, sin apenas para comer. Esto nos está pasando igualmente a los “autóctonos” en las crisis económicas y esto debería unirnos a los trabajadores, sin importar la “raza”.


Anotaciones:


1Ahora éste ir un paso atrás que las metrópolis se nota en que el proceso productivo en las neocolonias no está apenas mecanizado, mas siendo puramente capitalista. De hecho, el capitalismo se ha llegado a desarrollar tanto en ellas que, hoy, algunas viejas colonias son ahora potencias imperialistas emergentes (como por ejemplo Brasil, o como lo fue China hace más tiempo).
3Aunque lo hizo de forma que la burguesía controló la explosión para consecuir una transición al régimen más beneficioso para los intereses de clase de la gran burguesía liberal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.