¿Qué
es una nación y cuándo surgen las naciones?
La
definición fundamental del término “nación” nos la legó
Stalin en su trascendental artículo acerca de la cuestión nacional:
“Nación
es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida
sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida
económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de
cultura.”
(Iósif
Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913)
Esta definición es axiomática, pero la gran
mayoría de organizaciones que se dicen comunistas se limitan a
repetirla sin siquiera ahondar en su significado real. Los puntos más
conflictivos son la comunidad de psicología y la comunidad
económica. Respecto a ambas cabe mencionar que tanto la cultura, la
psicología y la economía pueden estar unificadas no sólo dentro de
la nación en cuestión sino de forma supranacional. Por ejemplo: la
cultura de Cataluña puede estar más o menos unificada respecto a la
cultura del resto de España, y su economía formar parte componente
de la de ésta última, pero esto no anula el carácter nacional de
(en nuestro ejemplo) Cataluña. ¿Por qué? Porque dentro de sus
fronteras se encuentra unificada en esos aspectos y cumple los demás
requisitos que señala Stalin (comunidad de idioma, territorio e
históricamente formada), separándolos éstos del resto del
territorio con el cuál puede hallarse homogeneizada en algún
aspecto señalado. Sólo si está homogeneizada en todos estos
aspectos, no se podrá hablar de una nación independiente del resto
del territorio con el que puede hallarse unida en varios aspectos.
Sobre la comunidad de psicología debemos
añadir otra cosa: no es sólo la comunidad de cultura (aunque se
manifieste en ésta), sino que acoge asimismo la autoconciencia de la
nación en cuestión; es decir, que las amplias masas del pueblo se
reconozcan como nación. Sólo así puede surgir un movimiento
nacional capaz de movilizar las fuerzas sociales dentro de una nación
determinada. Sin esta conciencia de sí misma (que es la conciencia
del pueblo, porque es la aplastante mayoría oprimida) el movimiento
nacional se reduce a movimientos intelectualoides de escasa
repercusión.
A este respecto debemos hablar del caso de
Galicia. Galicia cumple los requisitos para definirse como nación,
pero las masas trabajadoras gallegas, su pueblo, no tiene conciencia
como nación. De este modo, al contrario de lo que ocurre en Cataluña
y de lo que ocurrió en Euskadi, el movimiento nacional en Galicia es
muy débil. Pese a esto, el movimiento nacional nunca se puede pasar
por alto y desatender: la cuestión nacional siempre será una
cuestión candente en la época del imperialismo.
La interpretación que acabamos de dar sobre la
comunidad de psicología anula, además, la problemática estéril de
intentar definir, en tanto a la comunidad de territorio, si unas
islas a tal o cuál distancia podrían considerarse parte de una
nación o no. Si, por ejemplo, las Islas Baleares se considerasen
parte integrante de Cataluña, al compartir sus particularidades,
esto seguiría siendo legítimo incluso si se encontrasen en la otra
punta del mundo y mantuviesen esos mismos rasgos comunes. La
comunidad de territorio se determina según lo abarcable que se
vuelve el territorio dado tal o cuál grado de desarrollo de los
medios de comunicación y las fuerzas productivas. La comunidad de
territorio se forma, además, según la voluntad popular manifestada
por los territorios implicados, no importa cuán alejados estén el
uno del otro.
Los más listillos nos reprocharán: “¿pero
entonces no tiene razón Bauer cuando criticaba al marxismo y decía
que los judíos podían ser una nación pese a no compartir un mismo
territorio?”. No. No la tendría. Y la razón es que los judíos
conformaban minorías nacionales en otros países, sucediendo que se
adaptaban a la cultura, idioma, etc. de esos países y dejaban de
tener rasgos en común. En nuestro hipotético caso de unas Baleares
catalanas en la otra punta del mundo, este supuesto de los baleares
como una minoría nacional en su territorio no tendría cabida. Por
eso, podría hablarse, en la medida en que se puede conectar el
archipiélago con Cataluña, de comunidad de territorio.
En tanto a la comunidad económica no han
surgido menos dudas. Lo cierto es que hoy en día, en la época del
imperialismo superdesarrollado y de la economía mundial, la división
internacional del trabajo, etc. es una característica superflua,
pues todo el mundo se presupone interconectado económicamente.
Stalin se refiere, cuando habla de la comunidad económica como rasgo
de la nación, a la época feudal, en la que sí existían núcleos
poblacionales desconectados entre si. Los feudos georgianos de la
época no mantenían relaciones comerciales mutuas, y, por lo tanto,
antes de que estos lazos surgiesen no se podía hablar de Georgia
como nación. Pero ahora está conectada económicamente hasta con
Tailandia, y sí constituye una nación.
Dicho esto, debemos tratar el desarrollo
histórico de la nación; el contexto de su nacimiento.
“La nación no es simplemente una
categoría histórica, sino una categoría histórica de una
determinada época, de la época del capitalismo ascensional. El
proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del
capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso en que los hombres se
constituyen en naciones. Así sucede, por ejemplo, en la Europa
Occidental. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos,
etc. se constituyeron en naciones bajo la marcha triunfal del
capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal.” (Iósif
Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).
Las
antiguas comunidades feudales aisladas no constituían naciones sino
ducados o feudos independientes entre sí, tan sólo conectados por
la guerra. Se mantenía una economía de subsistencia por la que los
lazos económicos entre estos feudos eran mínimos. Así, no existían
las condiciones materiales para que las comunidades lingüísticas,
territoriales, etc. se unificasen bajo el signo
de la nación. Con
el desarrollo del comercio y el nacimiento del precapitalismo, del
mercantilismo, comienzan a gestarse las monarquías absolutas basadas
en el centralismo político, y con ellas se empieza a fraguar el
movimiento nacional.
El
sistema político burgués era la forma de la superestructura que
reflejaba mejor este desarrollo de la economía, la destrucción de
las fronteras de los diferentes feudos y ducados; y pronto encontró
en el nacionalismo a un aliado natural para expandir el mercado y el
comercio.
La
cuestión nacional antes y después del desarrollo del imperialismo
Antes
del imperialismo el movimiento revolucionario estaba reservado a las
naciones más adelantadas, en tanto al desarrollo de las fuerzas
productivas se refiere. El capitalismo no había sido introducido en
las colonias, en las cuales reinaban modos de producción mas
arcaicos (pues siempre marchan un paso atrás que sus metrópolis en
lo
referente
a la
división
del trabajo1.
Con ello, los movimientos nacionales de las colonias y de los países
pre-capitalistas no contaban con ese elemento revolucionario que les
otorga la interconexión
mundial propia ya del imperialismo. Antes de este, el movimiento
nacional de una nación
atrasada, movimiento que no excedía
los marcos del modo de producción
precapitalista que reinase en ella, sino que procuraba extenderlos
por el mundo, no se apostaba como un movimiento progresista sino
reaccionario: un
movimiento
en contra de naciones donde ya se realizaban revoluciones nacionales
contra los feudales y semifeudales (contra sus intereses de clase),
como en Polonia desde 1830, o de naciones con un capitalismo mas o
menos desarrollado, naciones donde antes del imperialismo recaía
la exclusividad de la revolución
proletaria o de la transformación
de la revolución
democráticoburguesa
en revolución
socialista.
Esto
explica, por ejemplo, la posición hostil de Marx y Engels ante el
movimiento nacional en los países eslavos hasta ya entrada la
segunda mitad del siglo XIX, exceptuando Polonia.
En
1848, Polonia
fue la única nación eslava en alzarse en revolución; el resto de
países y naciones eslavos, en ese momento, si se independizaban lo
harían contra otros países
y naciones que representaban y expandían
un modo de producción
superior (entonces
el capitalismo, respecto al feudalismo).
Entonces si los feudales se independizaban de los capitalistas,
los primeros se estancarían
en el feudalismo. Esto
significaría
poner un limite al progreso. Si los movimientos en los países
eslavos hubiesen tenido un movimiento nacional progresista otro gallo
cantaría.
Pero antes del imperialismo el movimiento nacional de las naciones
pre-capitalistas no tenia por que ser democraticoburgués:
en los países
eslavos eran los
movimientos políticos tomaban, durante la primera mitad del siglo
XIX, la forma de alzamientos de unos feudos contra otros.
La
única excepción, por aquél entonces, la
constituía
Polonia, que constituíase
como la fábrica de Europa del Este,
como
avanzadilla de la industrialización en el Imperio Ruso hasta que en
éste se hubieron abolido las instituciones serviles en la década de
1860 (momento en el que su desarrollo supera y subyuga al de
Polonia).
Después
del apaciguamiento de 1848, ya en 1851, el movimiento campesino y
democraticoburgués
en Rusia
empieza a tener tal tirón
que los destinos de sus ducados y naciones absorbidas dependían
de que los rusos solucionasen sus cuestiones revolucionarias. Marx y
Engels en 1848 se
deshacían en elogios para con Polonia, cambiando drásticamente de
opinión apenas tres años después. Este suceso se engloba en la
euforia con que Marx y Engels recibieron las revoluciones de 1848 y
la dureza con la que se autocriticaron cuando éstas se desvanecieron
por culpa de la desorganización política y la falta de madurez del
proletariado.
Así,
acabaron
achacando a los polacos el epíteto de “camorristas”,
hasta
que su movimiento revolucionario volvió a resurgir unas décadas más
tarde.
Por
otra parte, antes
del imperialismo, la lucha contra los Estados atrasados se entendía
también
como
la ocupación
de
estos Estados por aquéllos más desarrollados.
La prioridad, entonces,
era desarrollar el capitalismo para
que el proletariado pudiese desarrollar su lucha de clases.
Por
ejemplo,
cuando Francia ocupa España en 1807,
el régimen
de José
Bonaparte
supone un progreso respecto al decadente
sistema
borbónico.
Sin embargo, las revueltas contra
la invasión no
las conducen los nobles (como en los países
eslavos hasta la
segunda mitad del siglo XIX)
sino las masas populares,
que desencadenaron una guerra de guerrillas. Su movimiento de lucha
conduce a un sistema de monarquía liberal, que permitiría
desarrollar el capitalismo. Pero en orgullo nacionalista se pide la
vuelta a España del hasta entonces exiliado y de veraneo Fernando
VII, protagonista de las infames abdicaciones de Bayona. Este rey
anularía la constitución liberal de 1812, progresista en el
contexto europeo de entonces, y daría lugar a una serie de pugnas y
de luchas de clases entre la burguesía y los señores feudales. El
final del reinado de Fernando VII marcaría un punto intermedio de
despotismo ilustrado que reflejaría la fusión de ciertas capas de
las clases burguesa y feudal y el inicio del desarrollo del
proletariado.
Después
de que de comienzo la etapa histórica del imperialismo ya se puede
hablar de madurez o no para la revolución en referencia al sistema
mundial del capitalismo. Si hay grandes potencias imperialistas con
un capitalismo muy desarrollado, debido a la extensión de su dominio
por todo el globo, todo éste quedará interconectado y existirá la
posibilidad de que se pueda organizar la revolución proletaria en un
país sin apenas proletariado. En palabras de Stalin:
“Antes
solía hablarse de la existencia o de la ausencia de condiciones
objetivas para la revolución proletaria en los distintos países o,
más exactamente, en tal o cual país desarrollado. Ahora, este punto
de vista ya no basta. Ahora hay que hablar de la existencia de
condiciones objetivas para la revolución en todo el sistema de la
economía imperialista mundial, considerado como una sola entidad; y
la presencia, dentro de este sistema, de algunos países con un
desarrollo industrial insuficiente no puede representar un obstáculo
insuperable para la revolución, si el sistema en su conjunto o,
mejor dicho, puesto que el sistema en su conjunto está ya maduro
para la revolución.”
(Iósif
Stalin; “Los fundamentos del leninismo”, 1924).
Por
esta razón vemos cuán estúpidas son las excusas del revisionismo
maoísta según las cuáles “hay que desarrollar el capitalismo”
tras el triunfo de la revolución proletaria porque ésta se hizo en
una situación de atraso económico y social, de capitalismo poco
desarrollado. Proponen soluciones de primeros del siglo XIX para el
siglo XX. ¡Y reconocen que una revolución guiada por un Partido
Comunista no puede construir el socialismo! ¡Después de haber
organizado a las masas semiproletarias en torno al supuesto partido
proletario! El revisionismo chino reconocía, en realidad, que su
partido no era un partido comunista.
Profundizando
en la cuestión nacional
La
cuestión nacional comienza siendo parte integrante de la ideología
liberal, es decir, de la expresión teórica del interés de clase de
la burguesía. Sin embargo, una vez el capitalismo queda
completamente asentado y desarrollado hasta el imperialismo los
mercados están tan interconectados que la gran burguesía no
empleará el nacionalismo más que con fines del proteccionismo
comercial. Pero estos casos son minoritarios. El movimiento nacional,
ligado como siempre a la cuestión del mercado, pasa a ser un
movimiento fundamentalmente pequeñoburgués, pues la pequeña
burguesía, por contra a la gran burguesía, no se haya ligada de
forma supranacional a tal o cuál capital financiero que unifica a
las grandes burguesías de sendos países y naciones. El mercado de
la pequeña burguesía es esencialmente un mercado interior. De este
modo, si hay una clase que tome la bandera del nacionalismo es, sin
lugar a dudas, la pequeña burguesía.
El
proletariado, por
su parte,
es de naturaleza internacional. El proletariado actual sobrevive en
la época del capitalismo en su etapa imperialista, y la ley mundial
que predomina es la del desarrollo y la multiplicación de los
vínculos de todo género entre las naciones, la destrucción de las
barreras nacionales, la creación de la unidad internacional del
capital, de la vida económica en general, de la política, de la
ciencia, etc. Esta “unidad nacional”, esta unidad del capital
bajo el imperialismo se da, por
una parte, mediante la extensión del dominio del capital financiero,
de las inversiones de capital (neocolonalismo, basado en la deuda
externa), y por otro lado
mediante las anexiones y conquistas coloniales. El acercamiento entre
los pueblos bajo el imperialismo sólo puede lograrse a través de la
explotación y la opresión. Y este desarrollo trae dentro al esclavo
que la burguesía necesita para vivir: el proletariado. La burguesía
de diferente nacionalidad explota al proletariado de diferente
nacionalidad, sin distinción de la nación. La burguesía por ser
china no dejará de explotar al proletariado ni el proletariado por
ser estadounidense no dejará de ser explotado bajo el régimen
capitalista. Por lo tanto, sólo es el proletariado revolucionario
quien verdaderamente defiende y puede defender la libertad de las
naciones y la unidad de los obreros de todas las nacionalidades.
La
burguesía de las colonias y las neocolonias se escindió en dos
campos: la burguesía compradora y la burguesía nacional. La primera
era toda burguesía, grande o pequeña, cuyos beneficios se derivan
de una práctica facilitada por el capital financiero internacional.
La burguesía nacional, por su parte, es toda burguesía (grande o
pequeña) que se desarrolla al margen de dicho capital financiero
internacional.
Si
entendemos el mundo de manera dialéctica tenemos que aceptar la
premisa de que la acumulación capitalista va engrosando las
dimensiones del capital financiero, y extendiendo sus tentáculos más
profundamente por todos los países que domina. Con ello, la
burguesía nacional tiende a transformarse en burguesía compradora.
Los epítetos nacionalistas y patrióticos de la burguesía son una
mercancía intercambiable por sumas de dinero que le faciliten su
explotación del proletariado (la cuál es la base de toda burguesía,
nacional o no, excluyendo a la pequeña burguesía que trabaja por
cuenta propia e individualmente, sin asalariados). Por esto la
burguesía nacional no puede ser ningún aliado sólido para la
revolución. Puede que, como en el caso de China, participen en la
lucha por echar del territorio a los invasores. Pero que esto lo
hacen en favor de ganarse el derecho a explotar ellos
solos
a “su” proletariado, es indudable. La lucha contra toda burguesía
sucede a la revolución democrática. Su aislamiento político en
favor de la hegemonización de ésta revolución por el proletariado
y su partido de vanguardia son simultáneos a esa primera fase de la
revolución.
Entonces:
el movimiento nacional conforma una parte de la revolución
democrático-burguesa, puesto que, como decíamos la fuerza motriz
fundamental del movimiento nacional es la pequeña burguesía, que es
asimismo la única capa de la burguesía que prefiere la movilización
a
pactar con la reacción del momento.
“La lucha la libran, generalmente, la
pequeña burguesía urbana de la nación oprimida contra la gran
burguesía de la nación dominadora (los checos y los alemanes), o
bien la burguesía rural de la nación oprimida contra los
terratenientes de la nación dominante (los ucranianos en Polonia), o
bien toda la burguesía "nacional" de las naciones
oprimidas contra la aristocracia gobernante de la nación dominadora
(Polonia, Lituania y Ucrania, en Rusia). La burguesía es el
principal personaje en acción. El problema fundamental para la joven
burguesía es el mercado. Dar salida a sus mercancías y salir
vencedora en su competencia con la burguesía de otra nacionalidad:
he ahí su objetivo. De aquí su deseo de asegurarse "su"
mercado, un mercado "propio". El mercado es la primera
escuela en que la burguesía aprende el nacionalismo.” (Iósif
Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).
Mas
la pequeña burguesía es fundamentalmente vacilante y se orienta tan
sólo hacia la burguesía o el proletariado según quién parezca que
tenga las de ganar.
El
derecho a la autodeterminación
Los
comunistas interpretamos el concepto del derecho de las naciones a la
autodeterminación como el
derecho que tienen los pueblos a existir como estados independientes.
Es
decir, el derecho a la autodeterminación como derecho a la
separación estatal. Esta es la consigna que los comunistas debemos
defender, sostener y llevar a la práctica. De esta manera cortamos
el paso a las ansias o tendencias chovinistas e imperialistas que
quieren reducir a las masas laboriosas de la nación oprimida a
obtener una autonomía dejando el poder político (y económico) en
manos de la nación dominante, en manos de la gran burguesía
imperialista (véase entre otros, la autonomía cultural-nacional).
De esta última manera interpretan la cuestión nacional y colonial
los revisionistas y socialdemócratas, fieles lacayos de la burguesía
internacional. Esta interpretación sirve para mantener la
explotación y opresión (de la que ellos viven) a costa de los
pueblos sojuzgados por el yugo imperialista, y, para impedir la
revolución proletaria y la consiguiente instauración de la
dictadura del proletariado. Asimismo,
prohibiendo la autodeterminación, la gran burguesía imperialista
corta las alas de la movilización democrático-burguesa que pueda
servir de caldo de cultivo de una revolución proletaria. Con esto
entendemos el carácter reaccionario del régimen de las autonomías,
o “comunidades autónomas”, que dan una apariencia de soberanía
a las naciones componentes de un mismo Estado mientras les prohíben
ejercer su derecho nacional intrínseco a la secesión o unión
voluntarias respecto a cualquier conjunto estatal.
Los
marxistas-leninistas entendemos que la autodeterminación de los
pueblos es un derecho inviolable de las naciones. Siguiendo a Lenin y
Stalin, entendemos asimismo que no hay internacionalismo proletario
posible sin escribir en nuestras banderas la insobornable defensa del
derecho a la autodeterminación. Oigamos a Stalin:
“El
establecimiento del sistema soviético en Rusia y la proclamación
del derecho de las naciones a la secesión cambió completamente las
relaciones entre las masas de las diferentes nacionalidades de Rusia,
golpeó a la raíz de la vieja enemistad nacional, arrancó la base
de la opresión nacional y se ganó para los obreros rusos la
confianza de sus hermanos de otras nacionalidades, no sólo en Rusia,
sino también en Europa y Asia, y elevó esta confianza hasta el
entusiasmo, hasta la preparación para la lucha por la causa común.
El establecimiento de repúblicas soviéticas en Azerbaiyán y
Armenia ha traído los mismos resultados, puesto que ha eliminado los
conflictos nacionales y ha solucionado la milenaria enemistad entre
las masas trabajadoras turcas y armenias y entre las masas
trabajadoras armenias y los azerbaiyanas. Lo mismo debe decirse
acerca de la victoria temporal de los sóviets en Hungría, Bavaria y
Letonia. Por otra parte, se puede decir con confianza que los obreros
rusos no habrían podido derrotar a Kolchak y Denikin, ni las
repúblicas azerbaiyanas y armenias podrían haberse erigido
sólidamente sobre sus pies, de no haberse eliminado la enemistad
nacional y la opresión nacional en el interior; de no haberse ganado
la confianza y alzado el entusiasmo de las masas trabajadoras de las
nacionalidades en el Este y en el Oeste.”
(Iósif
Stalin; “La tarea inmediata del Partido en la cuestión nacional”,
1921)
Asimismo,
la única garantía para que las masas trabajadoras de las naciones
oprimidas quieran formar parte de un Estado plurinacional es
garantizar que este se rige por la dictadura del proletariado; es
decir, que los males del capitalismo han sido destruidos. El
principio de libre unión y separación de las naciones es lo
principal. Pero tiene particularidades: no siempre es útil para el
proletariado la separación de una nación. Hemos resuelto este
problema en nuestro último artículo acerca de la cuestión:
“Asimismo,
Alberto Garzón, portavoz de Unidos Podemos en el congreso (como
líder de Izquierda Unida), y supuesto “núcleo duro” del PCE,
nos “sorprendía” con declaraciones análogas a las de su colega
de partido, Gaspar Llamazares: “no se puede ser comunista e
independentista”21. Muy bien; no se puede ser comunista y
nacionalista. De acuerdo. Pero esto le lleva a la típica confusión
según la cuál, por ello, los comunistas no podemos ni debemos
apoyar sin ambages el derecho a la autodeterminación. Tenemos que
posicionarnos, a favor o en contra, según si es útil y beneficioso,
o no, para el proletariado y las masas trabajadoras. Pero esto no se
debe hacer mas que sobre el terreno del reconocimiento insobornable
del derecho de las naciones a la autodeterminación. Que Finlandia se
separase de la Rusia soviética en 1918 no era útil para la
aplastante mayoría de la población de ambos territorios. Y los
bolcheviques, rusos y finlandeses, hicieron grandes esfuerzos de
agitación entre las masas trabajadoras de Finlandia para que la
secesión se sustituyese por la colaboración revolucionaria con el
país de los sóviets. Pero en todo caso el gobierno soviético no se
opuso ni trabó el libre ejercicio de Finlandia para decidir sobre si
seguía formando parte de Rusia o no.”
(O.C.T.E.; “El marxismo-leninismo ante el problema nacional en
Cataluña”, 28 de octubre de 2017)2.
Por
lo tanto: en
contraposición a los revisionistas y la burguesía en general, los
comunistas, en
base al
estudio de la ciencia marxista-leninista, plantean
la cuestión en función a las siguientes
líneas generales:
1. Los
recientes acontecimientos catalanes nos han enseñado que la cuestión
de la autodeterminación no es exclusiva de las colonias, sino de
toda nación oprimida: es decir, a la que no permiten ejercer su
derecho a la autodeterminación, sin importar las condiciones en que
se desarrolla esta nación;
2. El
problema nacional debe ser un apéndice del problema obrero, y
resolverse según el interés de éste;
3. El
problema nacional debe fundirse con el problema colonial y de la
liberación de las naciones colonizadas o neocolonizadas por el
imperialismo;
4. Esta
ligazón significa que el problema nacional debe unirse a la lucha
contra el imperialismo, y no hay lucha consecuente contra el
imperialismo sin la lucha por una revolución proletaria;
5. Sólo
la revolución proletaria soluciona el problema nacional.
La
cuestión nacional sirve en las distintas épocas a distintos
intereses y adopta matices según la clase que lo promueve y la época
en que se promueve. Por ejemplo, tras el surgimiento de una nueva
clase (el proletariado actual) surge una nueva cuestión nacional.
Por eso hoy en día en España, la solución del problema nacional
corre a la suerte de la revolución proletaria socialista.
Desarrollando
esta cuestión un poco más hemos de percatarnos a la hora de
proceder a nuestro posicionamiento que estar a favor de la
autodeterminación no exige el derecho a la autodeterminación como
una solución unilateral e inmutable. No
se debe confundir un derecho con una obligación. Nuestra
posición, que se adoptará en base a la cuestión de la separación
estatal o no, se resuelve desde el punto de vista de los intereses
del movimiento revolucionario. El movimiento nacional debe valorarse
desde el punto de vista de los
resultados prácticos dentro del balance general de la lucha contra
el imperialismo.
El partido del proletariado tiene también que apoyar de manera real
y directa a todo movimiento nacional desde el punto de vista de los
intereses del movimiento revolucionario. Todo movimiento que su
lucha, objetivamente, sea revolucionaria y supongan mazazos asestados
al imperialismo. Ya que la lucha de estos movimientos socava,
debilita y descompone los cimientos del imperialismo, nuestro enemigo
común. Pero este apoyo jamás se dará a una camarilla capitalista
diferente que atomice las fuerzas obreras y de esta manera las
debilite. Por ello mismo este apoyo efectivo se debe proporcionar:
“Sin
traicionar al socialismo, debemos apoyar toda insurrección contra
nuestro enemigo principal, la burguesía de los grandes estados, si
no se trata de la insurrección de una clase reaccionaria. Al
negarnos a apoyar la insurrección de las regiones anexionadas nos
convertimos – objetivamente – en anexionistas. Precisamente en
“la era del imperialismo”, que es la era de la incipiente
revolución social, el proletariado apoyara hoy con particular
energía la insurrección de las regiones anexionadas, a fin de
atacar mañana, o al mismo tiempo, a la burguesía de la “gran”
potencia, debilitada por esa insurrección.”
(Vladimir
Lenin, “Balance de la discusión sobre la autodeterminación”,
1916)
Y añade:
“Al
propugnar el principio del derecho de los pueblos a la
autodeterminación, elevamos la lucha contra la opresión nacional a
la altura de la lucha contra el imperialismo, nuestro enemigo común.
No haciendo esto, podemos vernos en la situación de gentes que
llevan el agua al molino de los imperialistas.”
(Iósif
Stalin, “Intervención en la VII Conferencia del P.O.S.D.R.
(bolchevique)”, 1917)
Acerca
del Movimiento de Liberación Nacional en España
España, como entidad estatal, surgió como la
coalición de los reinos de Castilla y Aragón bajo el mandato de los
reyes católicos. El proceso era, como se suele decir, “bicéntrico”:
existían dos grandes núcleos dominantes en el territorio común, en
lugar de uno solo (monocentrismo, como la “Gran Rusia” en el
Imperio Ruso). Sin embargo esto dura hasta que se hubieron abolido
los fueros. Una vez esto ocurre, España pasa a identificarse con la
corona que más poder aunaba en su seno: la corona de Castilla.
España pasa a ser un Estado plurinacional monocéntrico, y las
naciones que se formaron con el desarrollo del capitalismo, pasaron a
ser naciones oprimidas en el sentido “colonial” de la palabra (es
decir, prohibiéndoles el uso facultativo de su lengua, instituciones
propias de gobierno, etc.).
El
movimiento nacional surge
inicialmente cuando la burguesía de la nación oprimida se ve
acosada por todas partes debido a las trabas que le pone la burguesía
o las fuerzas feudales de la nación dominante. Trabas en lo
económico, político, etc., trabas que, a su vez, se convierten en
un impedimento para que esa burguesía de la nación oprimida se
desarrolle, para que cree las mejores condiciones para la explotación
y opresión de la clase obrera y de su pueblo trabajador. Y para
luchar contra estas trabas que le impone la burguesía de la nación
opresora, la burguesía de la nación oprimida apela a las masas
populares (ya que a estas también les afecta en cierta medida la
opresión de la nación dominante en materia de idioma, libertad de
expresión, etcétera). El
arrastre de las masas trabajadoras a la lucha contra las presiones de
una burguesía central contra las burguesías nacionales sirve de
cuerpo o fundamento al movimiento nacional.
La
época histórica de opresión nacional más vil en España tuvo
lugar durante el franquismo. En el franquismo se unieron dos
condiciones para comprender la configuración actual de la clase
capitalista:
a) un
desarrollo del capitalismo más o menos estable, al principio en
menor medida (economía rural) pero paulatinamente acelerándose
hasta cotas tales que la superestructura fascista-terrateniente voló
por los aires3;
b) una
opresión nacional descarada unida al aparato estatal fascista, a la
dictadura abierta del capital financiero (y en España de los grandes
terratenientes).
Con
esto, la gran burguesía de todo el Estado quedó unificada a la
fuerza. Las burguesías nacionales quedaron compuestas,
exclusivamente, de elementos pequeño-burgueses (que son la base del
movimiento nacional en tanto a su interés, al ser la fracción más
movilizada de la burguesía pese a sus vacilaciones). Con esto, la
burguesía se permitió que su régimen de monarquía parlamentaria
del 78 dejase ciertas libertades nacionales, costreñidas en el
régimen de autonomías.
El
caso de España es, pues,
un caso peculiar. El régimen de autonomías permite la
gobernabilidad de las naciones y el uso facultativo de su idioma, de
sus escuelas, de sus instituciones políticas, etc. siempre y cuando
no se interfiera con la labor del gobierno central español, que de
facto posee las llaves más importantes para definir la política que
siguen todas sus autonomías. El movimiento nacional, en
estas condiciones de opresión nacional no colonial, puede surgir con
motivos de expandir las competencias de una autonomía dada.
“Como
sabemos, el interés de la gran burguesía catalana-española era
contrario al de la secesión, pues le supondría el surgimiento de
unas fronteras que no tendría tan fácilmente bajo control ni al
servicio de su comercio, pudiendo constituirse éstas en un obstáculo
para los flujos de capital entre Cataluña (que supone casi un 20%
del PIB de España) y el resto del Estado. El interés de los
politicastros burgueses catalanes era el de conseguir mejoras y una
posición más favorable para que la Generalitat gozase de una
autonomía más pudiente y de una cota mayor de impuestos invertidos
en ella. Para hacerse con este objetivo, ¿qué mejor que
pertrecharse del sentimiento nacionalista de la pequeña burguesía
catalana y de sus fuerzas políticas? Venía a reforzar esta táctica
el hecho de que, si se azuzaba el nacionalismo entre las masas, el
proletariado catalán y las masas trabajadoras de esta nación se
olvidarían de luchar contra los explotadores en Cataluña,
asegurando su liderazgo político.”
(O.C.T.E.;
“El marxismo-leninismo ante el problema nacional en Cataluña”,
28 de octubre de 2017).
La
fuerza
del movimiento nacional está, en
todo caso,
determinada por el grado en que participan en él las extensas capas
de la nación, es decir, el proletariado y los campesinos.
“Que
el proletariado se coloque bajo la bandera del nacionalismo burgués,
depende del grado de desarrollo de las contradicciones de clase, de
la conciencia y de la organización del proletariado. El proletariado
consciente tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar
bajo la bandera de la burguesía. En cuanto a los campesinos, su
participación en el movimiento nacional depende, ante todo, del
carácter de la represión. Si la represión afecta a los intereses
de la “tierra”, como ocurría en Irlanda, las grandes masas
campesinas se colocan inmediatamente bajo la bandera del movimiento
nacional.” (Iósif
Stalin, “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913)
Y
en la medida en que el proletariado y los semiproletarios
dirijan
este movimiento, o
bien éste
se hará más fuerte y
tomará un cariz revolucionario (en caso de que consigan dirigirlo),
o bien
degenerará en una lucha “por cuestiones de rótulos” (Stalin),
en
caso de que la dirección del mismo siga en manos de partidos
burgueses. El ejemplo catalán muestra cómo la burguesía intentó
siempre que el procés no cayese en manos de las masas populares:
cuando el movimiento se revolucionarizaba, los politicastros
burgueses se genuflexionaban ante las presiones del Estado central y
comenzaban a balbucear acerca del “mutuo acuerdo”, del
“referéndum pactado”, de la “paz social”, etc.
Por
otra parte, el
contenido de este movimiento nacional está determinado por las
reivindicaciones que presente el movimiento. Por ejemplo, en Euskadi,
Cataluña y Galicia han
tenido como punto de partida la enemistad de las masas trabajadoras
de toda España con las instituciones de la monarquía parlamentaria
y de la corrupción del presente gobierno. Esto, sumado a las
tradiciones nacionalistas, ha ocasionado un deseo de secesión que ha
calado más o menos en función de la fuerza que los partidos
nacionalistas tenían y de las ambiciones de los politicastros
burgueses.
Asimismo,
que este descontento con el gobierno actual y el sistema político
del 78 no haya derivado a una oposición revolucionaria de todos los
trabajadores del Estado, al unísono, se debe a la carencia de un
Partido Leninista Unificado en España.
La
clase obrera y el pueblo no son
ajenos
a este problema nacional.
Ante este movimiento nacional que genere la burguesía hemos aislar
al
nacionalismo grande y pequeño
de las masas laboriosas e inocular en estas el socialismo científico
y
el internacionalismo (que la colaboración de la clase obrera está
por encima de las fronteras nacionales que se dibujen o redibujen en
cada momento dado). Hay que desenmascarar
a los nacionalistas de diferente bandera y aislarlos de las masas, y,
así, enseñar a las masas que el problema nacional está vinculado
al problema social, y que sin solucionar éste último, no se podrá
solucionar el primero. Los marxistas-leninistas debemos denunciar
delante de las masas a los revisionistas y socialdemócratas que caen
en el seguidismo de este movimiento, sea
el chovinismo español o el nacionalismo de cualquier otro signo.
Si la naturaleza y carácter del movimiento nacional es proletaria
resultará útil para el desarrollo de la conciencia de clase.
Profundicemos
nuestra posición en este aspecto. España no es una nación. Ni una
“nación de naciones” (signifique esto lo que se quiera). España
es un Estado plurinacional. ¿Qué naciones componen España? Para
nosotros: Castilla, Euskadi, Galicia y Cataluña.
¿Es
Euskadi una nación? Podemos apreciar que Euskadi tiene una
historia detrás la cual a través de la misma se han condensado
diversos elementos que más tarde pasarían a constituir un
componente importante para la constitución de esa misma nación (v.
La imposibilidad de la romanización completa, la no invasión de los
árabes, etc., etc.). Euskadi como nación también tiene un vínculo
económico que se formó en la época del capitalismo ascensional
(sobre todo basado en las minerías y la industria de la zona
Vizcaína) fase en la cual: se comenzaron a desarrollar las vías de
comunicación, se quebrantaron por completo el aislamiento económico
que predominaba en el modo de producción feudal, etc. Euskadi
también tiene un idioma y es el euskera. Y no podemos omitir también
que la nación vasca se asienta sobre un territorio concreto y,
finalmente, que la propia población vasca tiene el rasgo restante
también, el de la psicología. Es decir, Euskadi es una nación.
Ahora
argumentaremos a Galicia y Cataluña como naciones. Las expusimos
separadas de la vasca debido al carácter histórico peculiar de ésta
última. ¿Son Galicia y Cataluña naciones? En ambas se llevó a
cabo la romanización que tras un desarrollo histórico posterior de
las mismas hicieran que ambas lenguas se cristalizasen sus idiomas:
el gallego y el catalán. Ambas
cumplen, además, las demás condiciones que cita Stalin: territorio,
cultura, psicología e historia.
Pasemos
ahora a refutar algunas teorizaciones antimarxistas, nacionalistas.
Hay algunas personas y organizaciones que teorizan a Andalucía y
demás regiones castellanas
como si fueran una nación. Para empezar, a
Andalucía
le faltan los rasgos más distintivos de una nación (v. Lengua). Y
en caso de que nos aduzcan las diferencias que la distancian de
España podríamos responderles de la siguiente manera: a)
exponerles nosotros también las diferencias que existen entre la
región asturiana por ejemplo (que por cierto, ésta al menos tiene
un idioma propio) y contraponerla a la región Castellana; b)
podríamos exponerles el complejo desarrollo histórico y económico
que sigue España como nación multinacional (y decimos multinacional
porque englobamos dentro de esta a la nación vasca, gallega y
catalana en este ejemplo concreto), donde el capitalismo periférico
y su burguesía se comienzan a desarrollar coaligadas con unas
fuerzas feudales “pretéritas” (muy fuertes) y burguesas del
interior de España; c)
podríamos aparte de exponerle como Andalucía le faltan los rasgos
distintivos completos para formarse como nación, y, finalmente; d)
a propósito del desarrollo histórico-económico concreto español
en el periodo del capitalismo ascensional, también les tendremos que
advertir que teoricen con cuidado, ya que el capitalismo en
nacimiento establece una división de trabajo entre sus distintas
regiones, una división económica (pues, la fundamental que suelda
el resto de elementos para cuajar la nación).
Y
por la otra parte, hay algunos otros que confundiendo nacionalidad
con nación, asignan a todas las regiones de España a la par que a
las naciones vasca, catalana y gallega la etiqueta de nacionalidad.
Teorizan de esta manera para así poder quitar a algunas naciones que
realmente lo son el carácter propio de nación. Esto es totalmente
incorrecto. Las nacionalidades surgieron de las tribus unidas por la
comunidad de lengua, en el periodo de transición de régimen de la
comunidad primitiva al de la sociedad de clases (v. Engels; El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado). También el término
nacionalidad se puede entender correctamente como el vínculo,
relación, que establece una persona con una nación concreta; como
una asociación de los habitantes de una nación.
Y
últimamente (que no novedosamente) otros conciben de manera errónea
las tareas que tiene el proletariado revolucionario en España.
Parten de una premisa intrínsecamente falsa: entienden que
actualmente el Estado español está constituido, no sobre una base
multinacional, sino que en sí mismo es un estado-nación. Algo que
hemos demostrado anteriormente que es falso, metafísico, suponiendo
esto un punto de vista reaccionario. Y no hay mejor respuesta sucinta
al equivocado cuadro que mantienen estos elementos que la de Stalin:
“Prácticamente,
políticamente, vuestro esquema lleva de manera inevitable a
justificar la opresión nacional, la opresión imperialista, cuyos
portadores se niegan en redondo a reconocer como naciones efectivas a
las naciones oprimidas y a las que no gozan de plenitud de derechos,
que no tienen su propio Estado nacional, y consideran que esta
circunstancia les autoriza para oprimir a esas naciones.” (Iósif
Stalin; “La cuestión nacional y el leninismo”; 1929)
Como
podemos ver las indicaciones de Marx, Engels, Lenin, Stalin, la III
Internacional, Dimitrov, Hoxha, Díaz, Comorera y los demás
marxistas-leninistas a nivel nacional como internacional
interpretaron de esta manera la cuestión nacional en España.
Nuestras tesis coinciden sin ninguna clase de variación las tesis
clásicas marxistas-leninistas en cuanto a la revolución en España.
Y nosotros tras un estudio desarrollado, que lo generalizamos en esta
parte del programa, hemos concluido que sus tesis respecto a España
son totalmente correctas.
Necesidad
del Partido
Leninista Unificado para
resolver la cuestión nacional en España
Hemos
hablado con anterioridad de que la única forma de solucionar el
problema nacional es mediante la constitución de un Partido
Leninista Unificado en España. Sin este, las masas trabajadoras y el
proletariado españoles carecerán de su destacamento consciente, de
su destacamento de vanguardia, y con ello se moverán de forma
dispersa y desorganizada, no pudiendo centrarse en objetivos comunes
que cumplen su interés radical de clase de forma táctica y
estratégica. En este epígrafe nos centraremos en aclarar por qué
se necesita un único partido de vanguardia para toda España.
Los
territorios gobernados por un mismo Estado y atados en un mismo haz
tienen unas condiciones de lucha más o menos homogeneizadas en su
interior. Con ello, para organizar
al proletariado y las masas de todo el país, con sus intereses
comunes, se necesita una organización unificada y centralizada. Una
organización federal traería la organización de las masas
trabajadoras por nación; es decir, separadas de sus camaradas
trabajadores del resto de naciones y en unidad con “su” burguesía
nacional.
“La
práctica ha mostrado que la organización del proletariado de un
Estado por nacionalidades únicamente conduce a destruir la idea de
la solidaridad de clase. Todos los proletarios de todas las naciones
de un Estado deben organizarse en una colectividad proletaria
indivisible.” (Iósif
Stalin, “Intervención en la VII Conferencia del P.O.S.D.R.
(bolchevique)”, 1917)
El
proletariado, para derrotar a la burguesía en las primeras batallas
hasta para construir el comunismo, necesita unir a todos los obreros
sin distinción de nacionalidad. La burguesía busca acabar con la
unión de clase, para dividir al proletariado en pequeños grupos
nacionales y así debilitarlo.
Los
comunistas marxistas-leninistas estamos a favor de un partido único,
flexible y centralizado, cuyo comité central pueda poner en pie a
todos los obreros de los diversos pueblos. Nos proponemos destruir
las barreras nacionales, por la propia unidad de intereses del
proletariado debido a las condiciones comunes que se encuentra el
mismo proletario ya sea vasco o español. En suma, las diferencias
nacionales no deben contradecir los intereses comunes que existen
entre los proletarios de diversos países. Los intereses comunes
priman siempre. Los marxistas-leninistas en el estado español
debemos primeramente luchar por la organización en un partido único
leninista de todos los obreros de estas naciones. Ya que sólo de
este modo podremos conseguir realmente la liberación social y
nacional que sufren las masas laboriosas de estos territorios.
Educando a los obreros de las distintas naciones en el
internacionalismo proletario, explicando la necesidad de combatir
todo tipo de nacionalismo local o chovinismo de gran nación, ya que
esto sólo supone una desviación burguesa que debilita al
proletariado militante.
“La
unión de los obreros de todas las nacionalidades de Rusia en
colectividades únicas e integras en cada localidad y la unión de
estas colectividades en un Partido único: he ahí la tarea.”
(Iósif
Stalin, “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913)
Esto
no sólo significa que se deba organizar al proletariado y las masas
trabajadoras de un Estado en torno a un partido proletario unificado.
Esto tiene, asimismo, una importante significación internacionalista
más profunda. El proletariado mundial, dados sus intereses de clase
comunes, debe organizar a sus partidos, que actúan en el ámbito y
condiciones específicas de cada Estado, en un centro internacional
común que guíe a todos los partidos comunistas al mismo curso, al
curso del marxismo-leninismo, y los una y relacione entre sí. Sólo
esto favorece el internacionalismo proletario.
Cómo soluciona el socialismo la cuestión
nacional
“En
la misma medida en que sea abolida la explotación de un individuo
por otro, será abolida la explotación de una nación por otra.”
(Karl
Marx y Friedrich Engels; “Manifiesto Comunista”, 1848)
Entonces,
como podemos ver, la cuestión nacional es una cuestión subordinada
a la cuestión obrera, a la revolución proletaria, a la cuestión
del poder. Nuestros clásicos marxistas-leninistas Marx, Engels,
Lenin, Stalin y Hoxha en todos sus planteamientos han tenido el
socialismo como base y condición para resolver la cuestión nacional
y colonial. En otras palabras, el problema nacional sólo puede
resolverse realmente de acuerdo con la solución al problema social,
y este sólo se puede solucionar mediante la revolución proletaria.
Actualmente,
a inicios del siglo XXI, en plena época del imperialismo y de las
revoluciones proletarias, la historia ha ratificado completamente la
tesis leninista de que el problema nacional bajo el imperialismo no
se puede solucionar verdadera y gradualmente, a través de reformas
democráticas. Por ello mismo, la conclusión que se desprende de
esto es que la única solución que existe para resolver el problema
nacional es: organizar la revolución, instaurar la dictadura
revolucionaria del proletariado y conceder el derecho de las naciones
a la autodeterminación. Hay algunas personas que comprenden el
problema nacional mediante soluciones pacíficas dentro del marco
capitalista imperialista. Pero tal planteamiento lo caracterizan dos
errores:
1)
el reformismo, ya que no ligamos la cuestión nacional y colonial a
la revolución violenta del pueblo guiada por el proletariado, y, 2)
no comprenderíamos el nexo vital que une al imperialismo con estos
pueblos sojuzgados que suponen una formidable reserva de inmensas
fuerzas y riquezas que (el imperialismo) explota y, que no pueden
librarse a no ser que acaben con todo tipo de explotación y
opresión.
Por
ello sólo la revolución soluciona el problema nacional. Y esto se
debe a varias particularidades:
1.
Reconociendo la libre unión y secesión de las naciones, su derecho
a la autodeterminación política, sólo se puede garantizar que la
amplia mayoría trabajadora de la población de las naciones que
componen España querrán formar parte federada de un todo estatal;
2. Sólo
el sistema soviético y el centralismo democrático solucionan la
opresión nacional en el terreno político, puesto que se une, por
una parte, un sóviet central, que unifica la dirección de todo el
Estado en una misma dirección proletaria de la dictadura
revolucionaria de esta clase, y por otra parte a los sóviets
locales. Puesto que las bases ejercen también el control sobre el
centro, y los privilegios parlamentarios quedarían abolidos, no
existiría discriminación de determinada nación en el terreno
político;
3. La
opresión nacional, como la opresión de la mujer y otras muchas
cuestiones, es inseparable de la opresión capitalista. La opresión
llama a la opresión. Sólo la dictadura del proletariado, que
fulmina a dicha opresión capitalista, puede destrozar la base de los
demás tipos de opresión.
Conclusiones:
-
Es imposible emancipar a las masas laboriosas del pueblo vasco, gallego y catalán sin una revolución proletaria socialista victoriosa a nivel estatal.
-
Para ello debemos construir el partido de vanguardia del proletariado a nivel estatal, organizando a los elementos más avanzados de la clase obrera en un partido marxista-leninista único e independiente.
-
Aplicar una política correcta que asegure la hegemonía del proletariado en el Movimiento Nacional de estas naciones, aislando a los nacionalistas y demás elementos burgueses y vacilantes de las masas populares.
-
Finalmente, ligar el Movimiento de Liberación Nacional con el Movimiento Proletario. Supeditando la cuestión nacional a la revolución proletaria socialista y, dándole un carácter proletario al Movimiento de Liberación Nacional.
Finalizamos
recalcando la siguiente conclusión: que la cuestión nacional es una
cuestión internacional, que comprende a una problemática común que
sufren todos los países oprimidos y las colonias, y; que los pueblos
solo pueden liberarse de sus cadenas mediante la revolución
proletaria, guiados por su partido marxista-leninista. Los obreros de
todos los países cuentan con unos intereses de clase comunes y es
nuestro deber promover su unidad de lucha bajo los principios del
Marxismo-Leninismo.
“Que
el proletariado se coloque bajo la bandera del nacionalismo burgués,
depende del grado de desarrollo de las contradicciones de clase, de
la conciencia y de la organización del proletariado. El proletariado
consciente tiene su propia bandera, ya probada, y no necesita marchar
bajo la bandera de la burguesía.”
(Iósif
Stalin; “Marxismo y cuestión nacional”, 1913, p. 8).
Los
nacionalistas siempre intentarán con todas sus fuerzas volvernos a
unos contra los otros, aún compartiendo nuestra situación como
explotados, para hacernos débiles contra los explotadores, quienes
de mientras se frotan las garras con la perspectiva del plan de los
nacionalistas. Este plan sin duda les aporta grandes beneficios. Su
excusa, vociferada por los “españolistas” del fascismo, es que
los trabajadores inmigrantes se oponen a los “nativos”, pues les
“quitan el trabajo” (!).
Pero
de hecho los inmigrantes no nos quitan el trabajo. Ésto es una
obviedad en la que hay que insistir; ellos no tienen palabra sobre si
se nos contrata o no a los obreros “autóctonos”. La culpa
verdadera de que sea o un grupo u otro el contratado la tienen los
capitalistas y el sistema capitalista, pues les interesa que nos
aglutinemos todos los trabajadores (de toda “raza”) en la miseria
para que vendamos nuestra fuerza de trabajo aún más barata. También
les interesa no contratarnos a todos porque, a fin de cuentas, han
organizado sus fábricas y latifundios (gracias al progreso técnico
operado bajo la dominación de la clase burguesa) de manera que tres
hacen el trabajo de veinte. En lugar de ensañarse con esos tres que
trabajan por veinte en muchas ocasiones (españoles y de cualquier
otra nacionalidad u origen étnico), deberíamos ensañarnos con
quienes nos otorgan tal suerte, que no son los inmigrantes sino los
capitalistas. Es un problema de clases sociales y no de
nacionalidades, y tan pronto como hayamos comprendido ésta verdad en
el terreno de la lucha contra el capital, nos haremos tremendamente
fuertes ante éste. Los inmigrantes “son baratos” porque salvo
uno entre mil que los capitalistas sacan en los medios de
comunicación para fingir humanismo, los demás viven en unas
condiciones durísimas, sin apenas para comer. Esto nos está pasando
igualmente a los “autóctonos” en las crisis económicas y esto
debería unirnos a los trabajadores, sin importar la “raza”.
Anotaciones:
1Ahora
éste ir un paso atrás que las metrópolis se nota en que el
proceso productivo en las neocolonias no está apenas mecanizado,
mas siendo puramente capitalista. De hecho, el capitalismo se ha
llegado a desarrollar tanto en ellas que, hoy, algunas viejas
colonias son ahora potencias imperialistas emergentes (como por
ejemplo Brasil, o como lo fue China hace más tiempo).
3Aunque
lo hizo de forma que la burguesía controló la explosión para
consecuir una transición al régimen más beneficioso para los
intereses de clase de la gran burguesía liberal.
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