sábado, 28 de octubre de 2017

El marxismo-leninismo ante el problema nacional en Cataluña


Como siempre: las cuestiones que rodean a la voluntad independentista del “Govern de Catalunya” y la consiguiente respuesta por parte de los poderes de Estado español están careciendo de una lectura marxista-leninista, de una óptica de clase; más incluso, los análisis del mismo provenientes de los sectores de la burguesía y pequeña burguesía que saturan los medios de comunicación se inscriben por completo dentro de la noticia-propaganda que en última instancia busca la hegemonía sobre la opinión pública. Así pues, desde la O.C.T.E. intentaremos nuevamente hacer una lectura de los elementos fundamentales de lo que acontece repasando todo lo relacionado con el “procés”, ahondado claro en el mismo desde una postura marxista-leninista.

La fascistización del Estado español está agudizándose, últimamente, tomando como lanzadera todo lo referente al problema de las nacionalidades. Ahora la mira se ha puesto en el día 1 de octubre, día en el que Cataluña intentó celebrar la votación acerca del referéndum de independencia. La cuestión que asalta a los marxistas-leninistas es la siguiente: ¿qué es este proceso? ¿Cómo han evolucionado desde sus inicios las relaciones de fuerza entre las clases sociales que participan en el referéndum y lideran el “procés”? Nosotros, como aspirantes a la organización que acarree la restauración del movimiento marxista-leninista en España, no podemos dejar de analizar estas cuestiones y tantas otras, además de tener el deber de juzgar la posición que toman ante ellas los pseudopartidos “comunistas” del país y las dos grandes centrales revisionistas del mismo (PCE y PCPE).

Sin embargo, debemos comenzar justo donde lo dejamos en el artículo anterior acerca del tema que nos ocupa, artículo fechado el 4 de marzo de 2017. ¿Qué ha ocurrido desde entonces?

En el artículo citado, nosotros definíamos de la siguiente manera el proceso independentista catalán:

[Los partidos burgueses y pequeñoburgueses] han sido empujados a posar a independentistas y a defensores del derecho de autodeterminación de los pueblos por la marcha de los acontecimientos, pero … los manipulan de tal modo que esto se reduce al “tira y afloja” estéril entre fuerzas de una clase social explotadora y cohesionada.

Actúan de forma que todo permanece igual mientras se mira a las masas y se les dice “no podemos hacer más, volvamos al principio”. Todo esto refleja tres cosas; a) Que a la burguesía catalana y española, que es la misma, no le interesa la independencia pero necesita que el proceso se prolongue para despistar a las masas trabajadoras y enemistarlas por cuestiones nacionales; b) Que … la pequeña burguesía se da cuenta de esto y está intentando tomar la delantera en el proceso de manera infructuosa (CUP); c) Que el proletariado está marchando de forma inconsciente en los acontecimientos, siendo su fuerza principal pero manipulado por los partidos burgueses y pequeñoburgueses.

El actual movimiento nacional de Cataluña parte de la pequeña burguesía, cuya fracción más “radical” se representa en la “CUP”. […] Si se da un paso adelante, como las elecciones del 9N, se dan dos pasos atrás y se vuelve al punto de partida de todo el problema. Y así sucesivamente.

No cabe extrañarse ante el hecho de que la burguesía sea completamente incapaz de dirigir cualquier intento democrático-burgués, como sería la aceptación del principio de autodeterminación de las masas laboriosas, de los pueblos, para las naciones que componen el Estado español. La única clase que puede dirigir este proceso y no estancarse en el mismo es el proletariado, la clase obrera. Pero a esta clase no le interesa tanto luchar separada en naciones, desligada del proletariado del resto de éstas, sino luchar por el internacionalismo proletario. Y esto, en la cuestión catalana, significa unirse a los obreros del resto del Estado para luchar contra su enemigo común, que no es tanto el centralismo autonómico como la burguesía, sea esta centralista, federalista, o como quiera.” (O.C.T.E.; “El problema de Cataluña y la Cuestión Nacional”, 4 de marzo de 2017)

Consideramos que esa valoración sigue siendo totalmente correcta. Pero con una particularidad: que la burguesía catalana-española, al jugar con fuego, se está acabando por quemar. Expliquémonos.

Si bien para distraer a las masas de la lucha de clases la gran burguesía homogénea del Estado español fraguó la táctica del independentismo (haciendo creer a las masas trabajadoras catalanas que el capitalismo podría solucionar sus prerrogativas sociales), para que esto de veras surtiese algún efecto la burguesía catalana debía movilizar al pueblo para “luchar” contra el centralismo de su propio capital. Y ya nos enseñaba Lenin qué ocurre cuando la burguesía moviliza al pueblo para fortalecerse y solucionar sus trifulcas entre capitalistas:

A la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra demasiado resueltamente todas las supervivencias del pasado, sino que deje en pie algunas de ellas; es decir, que esta revolución no sea del todo consecuente, no se lleve hasta el final, no sea decidida e implacable. Los socialdemócratas expresan a menudo esta idea de un modo un poco distinto, diciendo que la burguesía se traiciona a sí misma, que la burguesía traiciona la causa de la libertad, que la burguesía es incapaz de un democratismo consecuente. A la burguesía le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democraticoburgués se produzcan más lentamente, más gradualmente, más cautelosamente, de un modo menos resuelto, por medio de reformas y no por medio de la revolución, que estos cambios sean lo más prudentes posible con respecto a las "honorables" instituciones de la época del feudalismo (tales como la monarquía), que estos cambios desarrollen lo menos posible la acción independiente, la iniciativa y la energía revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y particularmente de los obreros, pues de otro modo a estos últimos les será tanto más fácil "cambiar de hombro el fusil", como dicen los franceses, es decir, dirigir contra la propia burguesía el arma que ponga en sus manos la revolución burguesa, la libertad que ésta les dé, las instituciones democráticas que broten en el terreno desbrozado de feudalismo.

Por el contrario, a la clase obrera le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democraticoburgués se introduzcan no por medio de reformas, sino por la vía revolucionaria, pues el camino reformista es el camino de las dilaciones, de los aplazamientos, de la agonía dolorosa y lenta de los miembros podridos del organismo popular, y los que más y primordialmente sufren con este proceso de agonía lenta son d proletariado y los campesinos. El camino revolucionario, es el camino que consiste en la operación más rápida y menos dolorosa para el proletariado, en la eliminación directa de los miembros podridos, el camino de mínimas concesiones y cautelas con respecto a la monarquía y a sus instituciones repelentes, ignominiosas y podridas, que envenenan la atmósfera con su descomposición.” (Vladimir Lenin; “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”, 1905)

En efecto: la autodeterminación de las naciones que componen España es un movimiento democrático-burgués. Y la burguesía española (y catalana), con su constante tira y afloja, con su intento de engañar a las masas, no ha conseguido sino crisparlas: que desarrollen un odio natural y justificado ante el Gobierno Central de España. La congoja de la Patronal catalana era de esperar. No ha tardado en aparecer en escena la fuga de grandes y medianas empresas desde el territorio catalán hacia el resto de España.

Ahora la burguesía catalana se encuentra ante una encrucijada bien compleja: tiene tras de sí a un movimiento de masas potente y que se está revolucionarizando por momentos. Pero no le interesa que este movimiento lleve a término la farsa nacionalista, pues estaría perjudicando a sus intereses burgueses. Y asimismo, las masas la están empujando a seguir la senda del independentismo, pues, si la burguesía abandona ahora, los trabajadores catalanes se darán cuenta de que “su” burguesía los estaba manipulando vilmente y centrarán toda su ira en la lucha de clases contra ella, cosa esta que la burguesía tiene el obvio interés de apaciguar por todos los medios.

¿Qué va a hacer la burguesía en España ante este callejón sin salida en el que se ha metido ella sola? No va a poder hacer mucho, claro. Pero haga lo que haga, el resultado es que la lucha de clases va a acabar agudizándose:

-O bien la burguesía catalana, su diversa camarilla política, prosigue una senda que no le es provechosa como clase1 y adviene una agudización de la crisis económica presente;

-O bien “aborta la misión” y se gana a pulso el descrédito de unas masas populares que centrarán sus perspectivas, dentro de sus actuales posibilidades ideológicas y organizativas, en la lucha de clases.

Los hechos nos confirman que los representantes políticos de la burguesía catalana están intentando marchar por ambas, auspiciados por dos hechos: primero, que su clase los está abandonando (¡también literalmente!), ocurriendo que esto los acobarda, y segundo que en la medida en que su clase los abandona, los representantes políticos de la burguesía en Cataluña están teniendo que mudar su base social hacia la pequeña burguesía, otrora monopolizada por ERC (hasta que hace unas décadas se “mudase” a la burguesía) y la CUP2, teniendo que copiar en parte el discurso radical-burgués de éstos dos grupos.

Los capitalistas de todo el Estado español están comenzando a renegar de sus representantes políticos en Cataluña, dado que los consideran del todo inservibles a su causa. Titubeando entre la pequeña burguesía y la gran burguesía, teniendo que servir a intereses que contradicen al movimiento político que las circunstancias te han hecho abanderar; tal es la encrucijada de los representantes políticos de los capitalistas en Cataluña. Lo que en su momento se presentaba como la panacea de los capitalistas en Cataluña, para distraer a las masas de su lucha de clases contra la burguesía y para fijarles unos imaginarios intereses comunes en suelo catalán, inoculando en las masas sentimientos chovinistas, se ha acabado por volver en su contra. Por ello, los capitalistas y su “confiable Gobierno Central” están desarrollando una situación militarizada y fascistoide en Cataluña, prohibiendo su tan cacareada “libertad de prensa”, confiscando folletos soberanistas y propaganda electoral en el referéndum del 1 de octubre, llevando kilómetros de tanques por las vías férreas hasta Barcelona, aparcando furgones policiales en las calles, hasta donde alcanza la vista, y finalmente intentando solucionar por la fuerza bruta y el terror la situación en que la incompetencia política de los partidos burgueses catalanes ha metido a su propia clase.

Asimismo, no cabe pensar que esos líderes políticos burgueses de Cataluña iban a ganar en arrojo después de ser cuestionados por la clase a la que representan. No. Lo que este descrédito ha conseguido no es sino que los políticos burgueses catalanes se hayan atemorizado y hayan actuado retrocediendo en sus posiciones pero “radicalizándose” por compromiso, por mantener su engaño del pueblo, sabiendo que su proceso no iba a llevar a buen puerto. El discurso de Puigdemont el día 10 de octubre fue la muestra más fehaciente de ello. El independentismo, si excluimos a la CUP, está pidiendo “diálogo con el Gobierno Central”. Han cedido a las presiones de la clase capitalista de toda España. Y ante esta cesión, dicha clase se ha venido arriba y no ha desaprovechado la mínima oportunidad para castigar a sus revoltosos hijastros. Las posiciones cedidas por el independentismo (tildadas de “traición” por los sectores más pequeñoburgueses del mismo) están siendo ocupadas por el Gobierno Central con la única intención de escarmentar cualquier intento de violación del principio franquista de la unidad indisoluble de España.

Con todo, el independentismo ha quedado escindido en quienes representan a sectores más pudientes de la burguesía (PDCat y ERC), que piden “diálogo”, y en quienes representan a los sectores más pequeñoburgueses (CUP y quienes le hacen seguidismo), que se intentan asir a los llamados Comités de Defensa del Referéndum para establecerlos como una alternativa política viable al viejo aparato estatal burgués. Más adelante nos adentraremos en el análisis de si estos CDR pueden constituir, como se nos quiere decir, una analogía con los sóviets rusos o los consejos antifascistas de liberación albaneses.

Decíamos que la respuesta del Gobierno Central ha sido intentar escarmentar a los partidos independentistas. Pero, ¿cómo lo están haciendo? La clase capitalista de toda España ha respondido mediante, primero, la violencia y la represión; segundo, mediante las presiones económicas y tercero, mediante una infame campaña de prensa donde no se escatiman las invenciones y el puro teatro. Dentro del primer grupo de respuestas tenemos el reciente encarcelamiento de los líderes de Ómniun Cultural y de la llamada Assamblea Nacional Catalana3, además de los archiconocidos sucesos acaecidos durante las manifestaciones del 1 de octubre (el despliegue de una violencia policial tan inusitada que hizo parecer a los Mossos d’Esquadra, famosos por su virulencia, como unas hermanitas de la caridad)4. Dentro del segundo grupo tenemos la conocida fuga de empresas de Cataluña, trasladando sus sedes hacia otros puntos de España5. Y dentro del tercer grupo, los ejemplos son cuantiosos. El caso reciente más paradigmático lo constituyó el programa de televisión “Espejo Público”, de la ultrarreaccionaria cadena “Antena 3” (el eslabón más abiertamente descarado del grupo PRISA), cuando el pasado día 13 de octubre no escatimó en medios para crear una noticia falsa.6

Un compilado de los 23 casos más notorios de manipulación informativa (hasta el día 8 de octubre) se puede ver a través de estos enlaces.
 

Asimismo, los propios empleados de Radio Televisión Española (RTVE) emitieron un comunicado donde reconocían la manipulación informativa de su cadena y se solidarizaban con sus compañeros de TV37, la radio-televisión autonómica de Cataluña, que el Gobierno pretende intervenir para convertirla de un medio de comunicación que da una cobertura similar al independentismo y al anti-independentismo en un medio vocero de, exclusivamente, la posición de la gran burguesía catalana-española8. El PP, según nos consta, sobornó al presidente de RTVE con fondos procedentes de su “Caja B” (es decir, el dinero ilegal que han recaudado como partido).9

Nosotros, como marxistas, sabemos que los medios de comunicación pertenecen a la clase que tenga en su poder los medios de producción. Pero que esta clase sea tan sumamente descarada como para que sea su agencia política más fiel y poderosa la que lleve a cabo el soborno, directamente, es ya algo más difícil de ver.

Respecto a la fuga de empresas (de sus sedes, más bien), está claro que para los políticos burgueses catalanes está significando una razón de peso más para amedrentarse. Lo corrobora el hecho de que Carles Puigdemont, cabeza visible del Govern catalán, está siendo presionado para capitular por quienes antes le apoyasen. Ada Colau, alcaldesa de Barcelona por el partido hermano de Podemos en la ciudad, no ha tardado en pedirle al “president” que retire la declaración unilateral de independencia, que éste había prometido en un arrebato de populismo provocado por intentar complacer a una base social pequeñoburguesa sin mover ni un ápice su cariz de abogado de la gran burguesía.

El periódico “El Mundo” escribía el día 9 de octubre en los siguientes términos:

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha convocado a los medios de comunicación para hacer una declaración institucional sobre la situación política de Cataluña. La alcaldesa ha pedido diálogo tanto al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como al de la Generalitat, Carles Puigdemont: ‘Nos encontramos en la crisis institucional más grave en este país desde el establecimiento de la democracia’, ha manifestado en su comparecencia. Colau ha afirmado que ‘los resultados del 1-0 no pueden ser un aval para proclamar la independencia’ y, por este motivo, ha pedido a Puigdemont, que retire la Declaración Uniletaral de Independencia (DUI). ‘No nos podemos permitir poner en peligro la cohesión social’, ha alertado. También ha reclamado a Mariano Rajoy que no aplique el artículo 155. A su juicio, la obligación en estos momentos es ‘encontrar una vía política inclusiva’, ha aseverado” (http://www.elmundo.es/cataluna/2017/10/09/59dbaa9fe2704ec7468b4584.html)

La represión brutal del 1-0, la presencia militar exacerbada en Cataluña y las presiones legales de una Constitución fraguada, en tanto a la cuestión nacional, para coercionar la voluntad de las naciones que componen España, han bastado para asustar a más de un político burgués catalán y obligarle a dar media vuelta. “No podemos hacer peligrar la cohesión social”. Esta frase retrata la esencia de la postura burguesa actual: no van a abandonar el procés de forma ipsofacta (pues con esto lanzarían a las masas contra ellos mismos) pero tampoco quieren que este llegue más allá de aquél célebre “tira y afloja”. Lo primordial para la burguesía es la paz de clases.

Por otra parte debemos añadir que la pequeña burguesía y el proletariado han recibido amistosamente la fuga de empresas, pues se considera que el hueco libre que éstas dejen en la economía catalana podrá rellenarse con formas de trabajo cooperativo y con la pequeña propiedad privada y el pequeño mercado, tan idílico en las teorías económicas sismondistas que han servido de base al anarquismo. ¿Qué limitaciones tienen estas expectativas? Por parte del trabajo cooperativo, Marx siempre subrayó que mientras se limitase a unos ensayos ocasionales nunca jamás pondrían en peligro el monopolio capitalista (Mehring, 1960: 347). En tanto a la pequeña propiedad privada, nosotros decimos con Lenin que “genera capitalismo cada día, cada hora, en un proceso inconsciente y en masa” (v. “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, 1921).

Antes del día 21 de octubre, nosotros considerábamos que el desenlace del proceso independentista puede tomar tres caminos:

-O bien los políticos burgueses (PDCat, ERC, etc.) mantienen su liderazgo del proceso y consiguen que dé media vuelta de forma que se apacigüe tanto a la clase capitalista como a las masas;

-O bien la pequeña burguesía toma el control del proceso ante las capitulaciones de los políticos burgueses y se dirige a aquél idilio con los días contados;

-O bien ocurre lo anterior pero el inevitable conflicto entre la producción cooperativa y la pequeña propiedad privada y el pequeño mercado sirven de caldo de cultivo para una agudización sin par de la lucha de clases en Cataluña, pudiendo provocar esto o un contagio en España o el asedio de ésta contra Cataluña, probándose por la fuerza así el grado de alienación de los trabajadores en este país.

Pero con la reciente aprobación de que se aplique el artículo 155 de la constitución de 1978 [1] todo apunta a que la cosa va a acabar discurriendo por un cuarto camino: la burguesía catalana-española va a deshacerse de sus representantes políticos catalanes por haberse convertido en inservibles dado su posicionamiento “demasiado concienzudo” en tanto a la táctica del despiste de las masas de la lucha de clases, con las suculencias del “movimiento nacional”.

En efecto, la burguesía catalana-española dejó florecer el independentismo como arma para desencaminar el descontento de las masas trabajadoras en Cataluña, producto del capitalismo y su reciente crisis de 2008 (siendo que las fechas coinciden con la agudización de esta crisis, su punto álgido, y el reinicio de la campaña independentista a manos de CiU y compañía). Pero esto no sirvió para apaciguar la lucha de clases, sino para colocar a unos partidos burgueses en contra de otros, teniendo que aceptar, algunos de ellos, el rol de “mesías” de unas masas muy convencidas ya por las vanas promesas de mejora social del independentismo. Con esto, la clase capitalista catalana-española le negó su aprobación a sus partidos catalanes y se encaminó a las presiones económicas, políticas, etc. para que cambiasen de rumbo. Los políticos burgueses catalanes reaccionaron a las presiones intentando retractarse. Pero el papel de falso héroe que los acontecimientos les habían impuesto les obligaba a complacer a esas masas “preñadas” de independentismo, de forma que debían retractarse del independentismo pero, a la vez, prometer que se iba a seguir avanzando hacia el mismo.

Ni al pueblo ni a la burguesía catalana-española le hizo gracia esta manifestación, y la confianza de estos políticos burgueses catalanes, como Carles Puigdemont, comenzó a naufragar. Mas el Estado central, ese arma de la burguesía de toda España, se puso a maniobrar presto para patear a sus otrora servidores fuera del mapa político. Comenzaron con el encarcelamiento de los presidentes de Ómnium Cultural y la ANC, y ahora han seguido con la aplicación del arículo 155.

¿Qué pretende el Gobierno con este artículo 155? Pretende disolver el actual Govern de Catalunya y sustituirlo mediante la celebración de unos comicios electorales. “Gracias” a este artículo, la policía autonómica estará a órdenes directas del Gobierno Central y las demás funciones de la Generalitat pasarán a manos del gabinete gubernamental del PP.




Camino a las elecciones

El PP, PSOE y C’s acordaron que las elecciones autonómicas anticipadas en Cataluña se celebrarían este próximo mes de enero. Ante esta “lejana” perspectiva, nosotros tan sólo podemos intentar arrojar luz sobre las posibilidades por las que este “camino a las elecciones” puede discurrir.

“¿Quién ganaría esas elecciones?”. Tal es la cuestión que nos acosa. En su respuesta no podrían figurar ni el PP, desacreditado, ni Podemos, de influencia escasa en el procés, ni el PSOE, que desde hace tiempo no ha superado la función de “muleta de tal” o “muleta de cuál” en Cataluña. La burguesía centrará sus esperanzas catalanas en el partido que mejor ha representado sus intereses de “unidad indisoluble de España” en Cataluña: Ciudadanos (C’s). Por su parte, unas masas trabajadoras catalanas imbuidas mayoritariamente de independentismo votarán o bien al PDCat, o bien a ERC, o bien a la CUP (en compensación a su frenética actividad reciente y en medida en que éstos mantengan una táctica electoral para entonces).

El Gobierno tiene tres opciones en su camino a la supresión absolutista de un gobierno autonómico que no es de su agrado:

-O bien pacta y fortalece su unión con Ciudadanos, intentando impulsarlos a la cabeza de las opciones políticas votadas;

-O bien sigue su marcha actual y encarcela y anula del mapa a las principales figuras del procés;

-O bien prohíbe a determinados partidos independentistas con la famosa y vomitiva excusa de que “hacen peligrar la democracia”, “son anticonstitucionales y por ello son malos”, etc. etc.


Los recientes sondeos electorales parecen demostrar que la burguesía se ha decantado por la primera opción.

La pérdida de puestos de trabajo que suponen las presiones de las grandes empresas a Cataluña ha enemistado más aún a los proletarios y a las masas trabajadoras catalanas con el Estado Central. Sin embargo, esta creciente enemistad no está siendo exclusiva de Cataluña: los gastos multimillonarios en la movilización de los efectivos policiales, militares, etc. para evitar el derecho a la autodeterminación han llevado al ministro Montoro a reconocer que en el próximo curso económico los gastos en servicios sociales estarán “bajo mínimos”10.

Este hecho, que va a agudizar aún más la precariedad de las masas trabajadoras de toda España, no debe sino explotarse para que germine la solidaridad entre los trabajadores de Cataluña y el resto de España. ¿Qué mejor prueba de que la opresión nacional de Cataluña no debe vitorearse sino boicotearse, en tanto que genera miseria a ambos lados de la frontera? Sin esta solidaridad no puede hablarse de que exista un beneficio para la lucha de clases con el apoyo a la autodeterminación catalana. No debemos ser unos cuantos “de vanguardia” quienes la apoyemos, sino que debemos hacer que las amplias masas tengan ante ella una actitud favorable o, al menos, neutral. Sólo esto garantizará que la independencia de Cataluña no degenera en conflictos internos entre la clase obrera de todo el Estado; conflictos estos que se aprovecharían por el fascismo para inocularse en las clases populares de España.

Una vez expuesto todo lo anterior, cabe preguntar: ¿qué discurrir sería más útil para los marxistas-leninistas? Aquél que agudice la lucha de clases sin perjudicar al proletariado. Pero no podemos dejar que ocurra, simplemente, por arte de magia, por espontaneidad. Se debe tomar partido en el movimiento nacional, se debe empujar hacia sus últimas consecuencias; hacia el enfrentamiento contra los enemigos comunes de los trabajadores españoles y catalanes; se debe fraguar el sentimiento de internacionalismo proletario en todos ellos. Pero lamentablemente España carece de una organización capaz de semejante tarea.

En este sentido ha sido algo sonada desde la llamada “izquierda marxista-leninista” la teoría de que el Estado español se está resquebrajando y que apoyar el procés significaría agudizar las contradicciones de clase de un modo provechoso para la lucha de clases proletaria.

Nosotros sabemos que esto es lo que se debería hacer, en efecto, pero no compartimos que el Estado burgués español esté debilitado por el procés; más bien le ha servido como pretexto para dar un paso más hacia el fascismo (sin llegar al mismo por ahora pero dejando que sus fantasmas revoloteen a su libre albedrío). Y, como decíamos, mientras este fascismo siga inoculado en el proletariado de España, no habrá un final revolucionario en el apoyo incondicional al procés.

Por lo tanto:

1) Apoyar y defender el derecho a la autodeterminación;

2) Inocular la solidaridad de clase necesaria en el proletariado y las masas de toda España para asegurar la autodeterminación de Cataluña;

3) Si apoyamos la autodeterminación divorciados de las masas trabajadoras de toda España, no haremos sino confirmar el actual divorcio práctico entre comunistas y proletariado, cuando lo que hay que hacer es superarlo.

La prueba más fehaciente de que esta táctica (combatir el chovinismo entre las masas como paso previo obligatorio para promover la solidaridad de clase) es totalmente necesaria es que el 63% de la población española está a favor de la aplicación del artículo 155 de la constitución11, mientras que un comprensible 66% de la población catalana está en contra del mismo12.




La burguesía se armó de una táctica errática


Como sabemos, el interés de la gran burguesía catalana-española era contrario al de la secesión, pues le supondría el surgimiento de unas fronteras que no tendría tan fácilmente bajo control ni al servicio de su comercio, pudiendo constituirse éstas en un obstáculo para los flujos de capital entre Cataluña (que supone casi un 20% del PIB de España) y el resto del Estado. El interés de los politicastros burgueses catalanes era el de conseguir mejoras y una posición más favorable para que la Generalitat gozase de una autonomía más pudiente y de una cota mayor de impuestos invertidos en ella. Para hacerse con este objetivo, ¿qué mejor que pertrecharse del sentimiento nacionalista de la pequeña burguesía catalana y de sus fuerzas políticas? Venía a reforzar esta táctica el hecho de que, si se azuzaba el nacionalismo entre las masas, el proletariado catalán y las masas trabajadoras de esta nación se olvidarían de luchar contra los explotadores en Cataluña, asegurando su liderazgo político.

Hasta aquí, todo iba bien para la burguesía. La clase se benefició de ésta política porque distraía a los obreros de la lucha de clases, y los politicastros se impulsaban, “radicalizándose”, hacia su objetivo de conseguir una mejor financiación autonómica. Pero al final ocurrió lo que ya hemos aducido más arriba: la burguesía jugó con fuego y se quemó.

Recordando a Lenin, Stalin alegaba…

La revolución burguesa no puede movilizar, por mucho tiempo, tras la burguesía, a los millones de las masas trabajadoras y explotadas, precisamente porque se trata de trabajadores y explotados.” (Iósif Stalin; “En torno a las cuestiones del leninismo”, 1926)

La burguesía no puede alcanzar sus fines políticos sin movilizar a las masas hasta cierto punto, ocurriendo que éstas ya guardan una contradicción antagónica con la burguesía y no la seguirán mucho tiempo antes de que esta contradicción estalle y ambas clases se enfrenten. Por esto, cada paso que da la burguesía hacia sus fines, lo hace intentando guarecerse del pueblo, intentándolo anular políticamente y creando toda la confusión posible entre sus filas.

El error principal de la táctica burguesa de jugar al despiste no ha conseguido ver más allá de sus efectos inmediatos. Y carecer de esta visión de futuro le ha precavido de observar cómo en el fondo del sentimiento independentista de las masas catalanas se erguía una deformación de cómo proceder ante un problema intrínseco de la lucha de clases. Expliquémonos. Lo que queremos decir es que la independencia es, en las masas catalanas, una respuesta ante las injusticias de la clase capitalista de todo el Estado; una respuesta desatinada pues ha acabado por llevarla a la zaga de los representantes catalanes de esa clase de explotadores. Pero éstos, al instigar el sentimiento nacional de las masas en Cataluña, han acabado por instigar más aún la lucha de clases. En el momento en el que las masas catalanas se desembaracen del liderazgo político de “sus” burgueses, podremos hablar de conmociones tales que lleven a un proceso revolucionario, sin el cuál la autodeterminación política de una nación se queda “a mitad de camino” y acaba degenerando de mil maneras en lo contrario a todo por lo que se luchaba en un comienzo.

Los capitalistas se aferran, por ahora, a las formas de la legalidad burguesa (que en España incluye la definición del país como cárcel de pueblos), y pretenden que se celebren nuevas elecciones, donde sus ahijados C’s puedan desbancar la mayoría parlamentaria del independentismo, y completarse así la transición de los servidores políticos de la burguesía de sus antiguos partidos de confianza, abanderados de la vieja táctica de posar a independentistas, a partidos abiertamente defensores del principio franquista de unidad territorial a todo precio y por la fuerza, como C’s.13

Estos párrafos hallan su comprobación en un hecho que citábamos de pasada ya en el artículo anterior:

De hecho, los datos de opinión acerca de la independencia de Cataluña arrojan que la preocupación de la absoluta mayoría de personas se encuentra en la precariedad laboral, síntoma de la explotación capitalista. Estas personas se corresponden con las masas populares, y queda reflejado que estas votan por la independencia catalana sólo en tanto que perdura el engaño burgués y pequeñoburgués de que van a mejorar su situación laboral manteniendo el capitalismo en un Estado con otro nombre.” (O.C.T.E.; “El problema de Cataluña y la Cuestión Nacional”, 4 de marzo de 2017)

En ese momento, empero, no citamos los datos a los que se hacía referencia. En esta ocasión no tenemos ninguna razón para repetir ese error.

Según la edición más reciente del Barómetro de Opinión Política (BOP) de la Generalitat de Catalunya, 2ª ola de 201714, las tres principales preocupaciones de los catalanes son: en primer lugar (43’2 %) el paro y la precariedad laboral, en segundo lugar (33’7 %) la insatisfacción con la política y en tercer lugar (32’8 %) las relaciones Cataluña-España. Con todo, si sumamos las preocupaciones económicas (paro, funcionamiento de la economía y bajo nivel salarial) obtenemos un contundente 66’3 % de los encuestados. Esto no hace sino arrojarnos una idea de la correctitud de la cita que acabamos de reproducir: se vota por la independencia en la medida en que se cree que mejorará la situación de la clase obrera en Cataluña.

La cuestión es que los marxistas-leninistas deben enfatizar que la independencia de Cataluña, es decir, el cambio de camarilla política que gestiona el capitalismo, no va a producir ninguna mejora sustancial en las condiciones de vida de las masas trabajadoras. La economía no discurre por donde la política le ordena, sino viceversa. En palabras de Marx:

En efecto, hace falta ignorar en absoluto la historia para no saber que los soberanos de los Estados se han tenido que someter siempre y en todas partes a los factores económicos, sin poder dictarles nunca su ley. La legislación política y la burguesa no hacen, en realidad, más que proclamar y protocolizar la voluntad de los factores económicos. […] El derecho es, sencillamente, el reconocimiento oficial del hecho.” (Karl Marx; “Miseria de la filosofía”, 1846, en Franz Mehring, “Carlos Marx”, p. 141, Ed. Biografías Gandesa, México D.F., 1960).

En nuestro caso particular, hay que reconocer que si los políticos burgueses quieren hacer como que marchan contra las leyes de miseria, opresión, paro y explotación que le son naturales al capitalismo, esa “marcha triunfal” se queda en los cómodos aposentos de la verborrea desde la bien pagada tribuna política. Las promesas de un “brillante futuro” para los trabajadores en el capitalismo no son más que engaños electorales. Las bonanzas que suceden a las crisis no son sino la antesala de una nueva crisis capitalista, más dura y degradante. ¿Qué ha quedado de esos fabulosos “brotes verdes” de 1997 hasta 2008? En apenas once años han sido calcinados por la auténtica faz del capitalismo, que se manifiesta en sus crisis crónicas, irresolubles dentro de sus fronteras sociales: la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción.


La CUP


Los hidalgos pequeñoburgueses de la CUP, esos eclécticos de manual, pretenden que conocen al dedillo todas estas verdades. Pero de forma análoga a los revisionistas del Partido “Comunista” de Venezuela, plantean que la táctica a seguir es el continuísmo reformista de la vía abierta por las luchas intestinas de la clase burguesa. El programa de la CUP nos enseña que pretenden hacer del proceso de independencia de Cataluña un proceso “popular” mediante una serie de medidas efectuadas mientras el orden burgués sigue en pie serenamente: desde su Estado burgués y sus relaciones de producción capitalistas. Para esto han sacado a flote la teoría trotskista de forzar la “dualidad de poderes”; teoría que no es sino una interpretación dogmática de un suceso de la revolución de octubre. Más adelante entraremos en estas cuestiones.

La pequeña burguesía y sus partidos -nos dice Lenin- no pueden alzarse con el poder. Lo máximo que pueden hacer es orientarse hacia la burguesía o hacia el proletariado, según quién crea que tiene las de ganar en determinado momento: se mueven hacia la tranquilidad y la rutina como las plantas hacia el sol15. Es por esta razón que las experiencias políticas pequeñoburguesas, aunque hayan estado fuertemente asentadas en las masas trabajadoras, acaban por fracasar. Podemos citar el caso paradigmático de Salvador Allende en Chile, donde la gran burguesía respondió al régimen democratico-burgués de Allende y sus intentos de reformas pacíficas con el baño de sangre que entronaría a Pinochet.

Sus buenas intenciones son menoscabadas por su esencia reformista y su negación de la lucha revolucionaria. La CUP va un paso más allá en la teoría, y habla de “lucha revolucionaria” para, en realidad, referirse a experimentos económicos análogos a los falansterios de Fourier (la famosa “contracultura”, las cooperativas “autogestionarias”, etc.). En pocas palabras: reformismo y socialismo utópico, teñido de nacionalismo, para hacerse pasar por revolucionarios.

Sin embargo, como se suele decir, la agudización de la lucha de clases obliga a los recatados a hacerse pasar por intrépidos y, en nuestro ejemplo particular, la política de la CUP ha virado su foco, intercambiándose el parlamentarismo por el intento de organización de los Comités de Defensa del Referéndum. Estos CDR marcan la diferencia entre el alcance de las movilizaciones callejeras de partidos como ERC y el PDCat; pero estos comités están aislados de los centros de trabajo: tan sólo se unen a ellos por la participación de la CGT y de sindicatos minoritarios en los CDR durante la jornada huelguística del 3 de octubre. La composición social de los CDR es, pues, intelectual y heterogénea: vienen a servir de catalizador del poderoso movimiento estudiantil de Barcelona, pero por ello los CDR están siendo incapaces de transgredir las fronteras de la capital catalana (se han extendido a otras localidades sin demasiado éxito) y del movimiento fundamentalmente juvenil.

Su punto a favor es precisamente éste: que han unificado las luchas estudiantiles barcelonesas. Pero esto mismo es su punto flaco: no las han unificado (pese a tentativas como el 3 de octubre) con el movimiento obrero y popular; tan sólo han unificado las luchas estudiantiles entre sí. Con esto, pues, no podemos entender los CDR, al menos en su fase actual, como una alternativa al viejo Estado burgués, ni mucho menos como unos sóviets catalanes. Podrían ser un primer paso, pero mientras sigan inermes y confinados a la juventud, nunca conseguirán el cometido que la CUP y los trotskistas le quieren conferir.



Se ha lanzado a un pueblo inerme a recibir con
los brazos abiertos el terror del Estado español


Hablando de los CDR no podemos sino hablar de la oposición pacífica al opresor armado. En los recientes sucesos de Cataluña, el pacifismo se ha demostrado un canto de sirena mientras los capitalistas sigan armados en su Estado.

Toda la historia del referéndum ha sido la historia de una burguesía que ha intentado por todos los medios que, referéndum o no, el proceso se mantuviese siempre bajo el manto de la inofensión para la propiedad privada sobre los medios de producción. El movimiento ha sido ecléctico en su composición de clase y, así, la mojigatería ha sido un elemento nada desdeñable. Un proceso a medio gas que no ha llegado a nada. Y esto es entendible cuando el pivote sobre el que se ha desarrollado el conflicto ha sido la legalidad burguesa, la mera votación de qué miembros de la clase dominante debían aplastar a las masas trabajadoras.

Se habla mucho de que el Gobierno y el Estado son “todos los españoles”. No. Si lo fuese, se entendería que para poder organizarse en un mismo Estado, debería existir armonía de intereses entre todos los españoles. Y en este caso, tal “Estado de todos los españoles” se enfrenta con una obviedad: ¿si tan armónicos son nuestros intereses, por qué se necesita a la policía, las cárceles, etc.? ¿Para reprimir una “amenaza externa” provocada por los mismos manejos comerciales de los capitalistas españoles? No – para reprimir a una clase social. El Estado no tiene de todos los españoles más que una cosa: el dinero. Por otra parte, es un Estado de oligarcas, de capitalistas y como tal defiende esos intereses con aplomo y con las armas. Así que la clase que usa ese dinero, lo atesora y lo pone a su servicio es la clase explotadora; la burguesía. No contentos con esto, los think tank del capitalismo debían alegar que, “como España es de todos, enfrentarse a su mecánica unidad artificial es hacer peligrar nuestros impuestos”. ¿Sí? ¿España es de todos? Actualmente España no es de todos sino de las camarillas imperialistas.

Asimismo es harto irónico que los burgueses se quejen de que “los impuestos de todos peligran”. Llevan echándolos a las arcas en B del PP, del PSOE y demás escoria durante décadas. Llevan haciendo pagar a la clase obrera impuestos por dos veces desde que el capitalismo es capitalismo. “¿Impuestos por dos veces? ¿¡Qué?! ¡Mentiroso! ¡Incendiario!. Así estarán reaccionando los reaccionarios (valga la redundancia) más avispados que estén leyendo esto. Pero sí. Dos veces: una vez por ellos, y otra la plusvalía de la que los capitalistas sacan el dinero para pagar sus impuestos. El dinero con el que éstos últimos se pagan, ¿de dónde sale? ¡De la miseria de los trabajadores!

El problema no es “democracia en general” contra dictadura en general. Los políticos burgueses catalanes pueden cacarear mil veces acerca de la “defensa de la democracia”, pero estos cantos de sirena no dejarán de ser una farsa mientras persista la explotación capitalista. Que no se nos entienda mal. Nuestra posición no es que no se deba apoyar al referéndum por no tener un carácter proletario y socialista. Nuestra posición es criticar que, mientras el proceso siga dirigido por la burguesía, no va a llevar jamás ni siquiera a la autodeterminación de Cataluña, ni mucho menos a una revolución socialista. Esto ocurrirá en la medida en que las masas tomen la cabeza del proceso. Si lo hacen pero las domina un ideario pequeñoburgués, demócrata burgués, se llegará a instaurar una precaria república capitalista en Cataluña. ¿Cuál debe ser nuestro posicionamiento? La mejor manera de exponer nuestro punto de vista al completo es desarrollarlo positivamente, en forma de polémica contra los puntos de vista de los partidos revisionistas y demás calaña similar.


La posición de los oportunistas y de los partidos revisionistas ante el procés


No hay artículo de periódico (ni periódico como tal) más vomitivo y oportunista ante la cuestión nacional que “El País”. Su mesa de redacción se ha visto ante el doloroso dilema de posar a progresistas y, a la vez, justificar su apología de España como una cárcel de pueblos. Y, con este precedente, dicha mesa de redacción dio a luz, el 23 de octubre de 2017, a la panacea de esta su postura.16

El artículo comienza con un reaccionario citando al conocido poeta marxista-leninista Bertolt Brecht, sacando su cita de contexto completamente, y no viendo que ¡habla en contra de ellos mismos! Escudriñémosla:

El nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo de los de abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo cuando los pobres lo llevan dentro, no mejora, es un absurdo total”.

“El País” tiene la poca inteligencia de citar a Bertolt Brecht ¡en defensa del nacionalismo de los de arriba! ¡En contra del derecho a la autodeterminación! Stalin ya nos dejaba ver, en 1913, que la posición del marxismo ante la cuestión nacional se resumía en dos puntos:

1. Reconocimiento absoluto del derecho de las naciones a la autodeterminación;

2. Sobre la base del mismo, dirimir si tal o cuál secesión o unión beneficiaba o perjudicaba a los intereses del proletariado, agitando siempre en pos de una solución al problema que beneficiase a las masas trabajadoras.

La posición de Bertolt Brecht en la cita arriba reproducida no deja lugar a dudas: él se alinea con la concepción de Stalin y no con la concepción de “El País”.

La posición de “El País” puede resumirse en la siguiente cita, tomada del artículo en cuestión:

Hoy, en ausencia de colonialismo y dentro de un país de la Unión Europea, el derecho a la autodeterminación es una reivindicación reaccionaria, incluso involucionista, impropia de partidos o sindicatos progresista. […] Desde el principio se sabía que el famoso ‘derecho a decidir’ era un hábil eufemismo con el fin de enmascarar el inexistente, en condiciones de países democráticos, derecho de autodeterminación de ‘los pueblos’.” (Nicolás Aznárez; “La izquierda y el derecho a la autodeterminación”, 23 de octubre de 2017)

Sí, sí. ¡Tal cuál! La “base” de esta argumentación es intentar hacer pasar la posición del Gobierno Central, que obliga a Cataluña y a las demás naciones que componen España a actuar de tal o cuál modo ante la autodeterminación de las mismas, como una posición de conciliación y amistad multicultural, y la posición de la autodeterminación como una posición de generar trifulcas nacionales. ¡Se exculpa al nacionalismo españolista y no se le llama por su nombre! “¿Nacionalismo? Esos son los demás menos el mío”. Esto es lo más característico de la posición burguesa del chovinismo. El conflicto entre las naciones lo provoca no tanto quien se quiere secesionar, sino quien quiere obligar a una unidad supra-nacional forzada. Esto es un pilar innegable de la política burguesa ante la cuestión nacional – oponer un nacionalismo a otro nacionalismo.

Además, los señores de “El País” intentan hacer pasar, al mismo tiempo, la posición burguesa basada en el conflicto nacional, como una posición progresista. Pero, ¿cuál es la posición proletaria? La solidaridad internacionalista. ¿Y puede conseguirse una plena cooperación de los trabajadores de todas las naciones si se lanza a los de una de ellas a negar el derecho a la autodeterminación de los de la otra nación? ¡Por supuesto que no!

La esencia de esta política puede expresarse en unas pocas palabras: renuncia a todas las ‘reclamaciones’ y ‘derechos’ [de Rusia] para con las regiones habitadas por naciones no rusas; reconocimiento (no de palabra sino de hecho) del derecho de estas naciones a existir como Estados independientes; unión militar y económica voluntaria de estas naciones con la Rusia central [...] No hace falta decir que los obreros rusos que tomaron el poder no hubiesen sido capaces de ganarse la simpatía y la confianza de sus camaradas de otras naciones, y sobre todo de las masas oprimidas de las naciones más atrasadas, de no haber probado en la práctica su voluntad para llevar a cabo tal política nacional, de no haber renunciado a su ‘derecho’ a Finlandia, de no haber retirado sus tropas de Persia del Norte, de no haber renunciado en la práctica a las reclamaciones de los imperialistas rusos para con ciertas regiones de Mongolia y de China, y de no haber asistido a las naciones atrasadas del antiguo Imperio Ruso a desarrollar su cultura y su régimen estatal en sus propios idiomas.” (Iósif Stalin; “La revolución de octubre y la política nacional de los comunistas rusos”, 1921).

“El País” tiene una misión: enfrentar a la opinión pública de todo barniz ideológico y de todo estrato social con el derecho a la autodeterminación; es decir, intentar que la unidad y la solidaridad entre las masas trabajadoras catalanas y españolas sea una imposibilidad. Pero, se nos dirá que “el derecho a a la autodeterminación no tiene sentido cuando no existe una opresión nacional basada en prohibición del uso del lenguaje, de tener escuelas propias, etc.”. El caso es que el derecho a la autodeterminación tiene razón de ser, efectivamente, cuando existe opresión nacional. Pero que la forma más característica y central de esta opresión es la negación del derecho de secesión de las naciones, es un hecho; es de sentido común. No hace falta confundir la situación de una nación oprimida en el sentido colonial (que es tal y como Stalin lo define en la última sección de la cita que acabamos de reproducir – imposibilidad de desarrollar actividades de gobierno en el idioma propio, presencia de tropas extrajeras, etc.) y la situación de una nación oprimida que se encuentra en uso de sus facultades gobernativas y nacionales, pero que sigue estando oprimida por no tener el derecho a unirse o separarse del “todo” de acuerdo a su voluntad.

Mas por si aún quedaba duda, el Gobierno Central va a suprimir estas capacidades del autogobierno catalán: va a ahondar la opresión nacional. Y ahora “El País” intenta, en vano, convencernos de que la autodeterminación de Cataluña es reaccionaria porque no es una colonia de España. Démosnos un tiempo de margen, desatemos el chovinismo gran-español, y veremos como por no haber defendido la autodeterminación de una Cataluña más o menos “libre” nos vamos a tener que enfrentar de nuevo a las cuestiones de luchar por el uso del catalán en Cataluña, etc. Pero vendrá “El País” a convencernos de que esto es reaccionario porque vivimos en la Tierra de Oz; la Unión Europea. La misma Unión Europea que, mientras se considera lo bastante libre como para que el derecho a la autodeterminación no tenga cabida en sus confines (¿quién quiere secesionarse de Alemania, Francia y Gran Bre… ¡ups!?) lo aplasta por la sangre y la violencia allí donde decide que la “democracia” europea (la de sus imperialistas) debe echar las garras e invadir y masacrar a los pueblos. ¿Pero para qué molestarse por los manejos imperialistas de la OTAN, si ésta es el ejército de la Tierra de Oz? ¡La autodeterminación de los pueblos es reaccionaria si va en contra de este ejército que sólo invade por estar cerca de todos los pueblos, en pos del multiculturalismo y la ayuda humanitaria! Nótese la ironía.

Va aún más lejos “El País” cuando afirma que…

En las condiciones creadas por la globalización, con mercados y multinacionales globales, inmersos en la revolución digital, cuando ya no existen situaciones coloniales generalizadas ni imperios ‘cárceles de pueblos’, el derecho de autodeterminación es una reivindicación reaccionaria, impropia de partidos o sindicatos de izquierda. Todavía más involucionista si cabe en el supuesto de los países pertenecientes a la Unión Europea, inmersa en un proceso de integración cada vez mayor, imprescindible para poder medirse, desde la democracia, con los grandes poderes económicos y tecnológicos. Una transformación de actuales regiones o autonomías en Estados independientes haría inviable el futuro de una unión política europea.” (Nicolás Aznárez; “La izquierda y el derecho a la autodeterminación”, 23 de octubre de 2017).

¡Al menos se sincera! Escribe con virulencia pseudoprogresista contra el derecho a la autodeterminación porque “construir una política europea sería inviable con la autodeterminación”. Efectivamente. ¿Y cuál es la esencia de la política europea? ¡Ya nos lo decía Lenin en 1915!

Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos… ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común el socialismo en Europa.” (Vladimir Lenin; “La consigna de los Estados Unidos de Europa”, 1915).

Y el hecho de que la Unión Europea se fuese fraguando como un muro de contención del comunismo (y, más tarde, como el principal propulsor de la terciarización) no es sino la prueba más fehaciente de que esta cita de Lenin sigue conservando toda su actualidad.

Detengámonos, sin embargo, en un “detalle” que no puede pasar desapercibido: el autor del artículo tiene la desgracia de escribir otra barbaridad; a saber, que hoy no existen colonias ni opresión nacional y que el alto desarrollo del comercio internacional es contrario a la formación de Estados independientes. Refutando rápidamente este segundo punto, tenemos que lanzar una pregunta retórica: ¿no es precisamente al revés? ¿No es, precisamente hoy, con el alto desarrollo de los medios de comunicación, totalmente posible mantener lazos diplomáticos, comerciales, etc. con cualquier país, por muy “aislado” que se diga? ¿No será que el problema de “El País” no es si estos lazos se pueden mantener o no sino que se presupone que se boicoteará a una hipotética Cataluña independiente? ¿Es, entonces, de Cataluña el problema o es de España?

En tanto a las colonias, la propia ONU reconoce su existencia, hablando de “territorios de soberanía limitada, donde también entran otro tipo de territorios que no son exactamente colonias. Esto lo primero. Segundo: nos reiteramos; no hay prueba más fehaciente de la opresión nacional que reina hoy en día que la oposición al derecho a la autodeterminación. Tercero: ¿no hay cárceles de pueblos? ¿Qué es Turquía? ¿Qué es Rusia con las guerras chechenas? ¿Y Marruecos con el Sáhara? ¿Y España y su “indivisibilidad”? En definitiva ¿qué son, sino modernas cárceles de pueblos, todas las naciones que gobiernan por determinados territorios? Sí, vale; no siempre se manifiesta la tendencia otrora tan difundida de opresión colonial violenta de estos territorios. Pero si esto se debe a algo es a la larga historia de las luchas de liberación nacional de los pueblos, y no a que un columnista liberal se le ocurra borrar la existencia del imperialismo sobre el papel.

El ejercicio de la desvergüenza de este burgués no se queda ahí: él sabía que, teniendo que hablar de marxismo en su artículo, se le alzaba ante las narices la imperiosa necesidad de falsear la posición histórica del marxismo y del revisionismo ante esta cuestión. Sin embargo la extensión de la contra-crítica en este punto sería tal que tendríamos que dejarla para otro momento, pues excede con creces los límites de este epígrafe.

El autor prosigue acto seguido con un falsario ejercicio de dialéctica, con el que pretende dejar zanjado el asunto:

En la actualidad, las condiciones han cambiado radicalmente y sería trágico que la izquierda no se diera cuenta de lo que eso significa. Comprendo que, a veces, no es fácil entender los vericuetos de la dialéctica de los procesos, pero este es un ejemplo de cómo un derecho progresista o liberador, en una fase histórica, se puede transformar en su contrario en otra etapa diferente. Esta es la razón por la cual Naciones Unidas —donde no sé si abundan los dialécticos— ha concretado su doctrina sobre este tema señalando que debe respetarse la libre determinación sólo en los casos de dominio colonial o en supuestos de opresión, persecución o discriminación, pero en ningún caso para quebrantar la unidad nacional en países democráticos.” (Nicolás Aznárez; “La izquierda y el derecho a la autodeterminación”, 23 de octubre de 2017).

El problema es que, por mucho que este señor lo quiera, el derecho a la autodeterminación siempre será progresista mientras perdure el imperialismo en la última esquina remota del mundo. No hay internacionalismo proletario sin derecho de autodeterminación.

Es curiosa la dialéctica de este señor: durante el franquismo, la autodeterminación era algo progresista. Pero hoy en día, con el imperialismo intacto y más voraz que nunca, resulta que lo progresista es la manutención forzada de la “unidad de España”. O sea, que si aceptamos esta lógica deficiente, resulta que el franquismo, hoy, es progresista. ¿De qué le valió al autor del artículo pasarse unos años de su juventud padeciendo las prisiones franquistas? Desde luego, para utilizarlo como excusa para defender, con la careta de progresista, a quienes lo encarcelaron antaño. Algunos lo llamarán síndrome de Estocolmo. Otros lo llamarán oportunismo, carrerismo, arribismo, etc. Todas estas opciones son correctas.

Siguiendo con los oportunistas, resalta la posición de medias tintas de Unidos Podemos17. Podemos alega por un referéndum pactado al estilo de aquéllos de Escocia y Québec, pues, para ellos, tan sólo cuando la voluntad popular se mantiene en el marco legal burgués se convierte en válida.

Que este marco sea “democrático” o no, es decir, creer que la demarcación es el derecho legal burgués, es simplemente glorificarlo y no entenderlo como una forma de dictadura burguesa que es irreconciliable con las aspiraciones más profundas de las masas populares.

Creer, por lo tanto, que la solución al conflicto proviene de apaciguar la lucha de clases y no de agudizarla, es un error flagrante y puro oportunismo. Apaciguar la lucha de clases, es decir, fomentar el odio entre obreros catalanes y españoles y no entre obreros y burgueses, sería producto o bien de no cuidar la solidaridad internacionalista o bien de impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación.

Podemos, de hecho, considera que la única manera de ser solidarios es que los “ciudadanos” (burgueses y proletarios) catalanes y españoles formen parte del mismo todo político. Para ellos, el “diálogo” entre explotadores y explotados es lo fundamental, y la autodeterminación de los pueblos sólo puede tener efecto si la “nación central” del Estado plurinacional así lo admite. Esto equivale, en realidad, a dos cosas:

1. Mantener el sistema político burgués;

2. Convenir que sólo votando a Podemos se podrá garantizar un gobierno central que tome semejante postura – es decir, carrerismo parlamentario, electoralismo y caza oportunista de votos.

Podemos apuesta, además, por un sistema político basado en las actuales autonomías. A fin de cuentas: la postura de Unidos Podemos es la de creer que la autonomía de las naciones puede sustituir al derecho a la autodeterminación. Contra ésta postura del autonomismo ya se manifestó Stalin hace ciento cuatro años, con una actualidad que sorprende a los menos entendidos:

Ante todo, salta a la vista la sustitución absolutamente incomprensible y no justificada, en modo alguno, de la autodeterminación de las naciones por la autonomía nacional. Una de dos: o Bauer no comprende lo que es autodeterminación o lo comprende y, por una u otra razón, restringe deliberadamente este concepto. Pues es indudable: a) que la autonomía cultural-nacional implica la integridad del Estado compuesto por varias nacionalidades, mientras que la autodeterminación se sale del marco de esta integridad; b) que la autodeterminación da a la nación toda la plenitud de derechos, mientras que la autonomía nacional sólo le da derechos ‘culturales’.” (Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).

La postura de querer mejorar el actual régimen de Comunidades Autónomas es, básicamente, intentar pintar de oro los barrotes de una cárcel de pueblos. La solución no es esta sino que las naciones que componen España tengan la llave de su celda y decidan si se quedan o se van. Más aún: la única solución viable es que España deje de ser una cárcel. Y para ello es totalmente necesario acabar con la sociedad capitalista, con su modo de producción y sus instituciones reaccionarias. Sólo así querrán los pueblos formar parte de este Estado. Ahora bien: el reformismo de Podemos, su no-revolucionarismo, les lleva a ser incapaces de cumplir esta tarea.

Con esto queda zanjada, en breves palabras, la crítica a la posición de este nido de oportunistas y socialdemócratas.

Quizás debiésemos dedicar unas breves líneas a la caída en desgracia de Gaspar Llamazares, otrora personaje público de la izquierda burguesa, al que el procés le ha sentado como la primavera a un capullo de mariposa. Su transformación, empero, no ha sido hacia algo mejor (como sí ocurre con las larvas y las mariposas), sino que de su anterior posición democrático-burguesa ha virado (precisamente por culpa de su procedencia ideológica) hacia posiciones abiertamente fascistas respecto a la cuestión nacional. ¡Oigámoslo!

España es una democracia con muchas carencias, pero no es un régimen ni un Estado opresor […] Una cosa es la necesidad urgente de diálogo, la reforma constitucional y la consulta, y otra muy distinta el derecho de autodeterminación. […] No hay nada más contradictorio con una república que la exclusión de su pluralidad basada en la identidad nacional” (http://www.larazon.es/espana/gaspar-llamazares-ni-espana-es-un-estado-opresor-ni-cataluna-una-colonia-OE16035874).

Esa justificación final, la de “no podemos dejar que se desarrolle el derecho a la autodeterminación porque una república tiene que tener pluralidad”, es una forma burda y ennervante de posar a demócrata-burgués y no ser más que un pequeño Zar parlamentario. ¡Qué colorido el Imperio Ruso, con sus múltiples naciones atadas entre sí de por vida contra su voluntad, la voluntad de su pueblo!

Desde luego “nuestro” Gaspar Llamazares-Románov I no ha superado, todavía, las posiciones del despotismo ilustrado, aunque las ha adaptado a su tiempo de forma concienzuda. Pero no se queda ahí. Llamazares debe, por su posición como ex- (ejem) marxista, demostrar que “conoce al dedillo” todos los principios del marxismo y que “los ha superado”. Con esto en mente vino a “tuitear” la siguiente desfachatez:

No creo en un partido que mantiene el centralismo democrático y defiende la independencia.” (https://twitter.com/GLlamazares/status/922376208893038592)

Esta es la posición del “demócrata amante de la libertad” Llamazares: “¡no a la autodeterminación!”. Vamos a cotejarla con la del “dictador-opresor-deportador de naciones” Stalin.

El establecimiento del sistema soviético en Rusia y la proclamación del derecho de las naciones a la secesión cambió completamente las relaciones entre las masas de las diferentes nacionalidades de Rusia, golpeó a la raíz de la vieja enemistad nacional, arrancó la base de la opresión nacional y se ganó para los obreros rusos la confianza de sus hermanos de otras nacionalidades, no sólo en Rusia, sino también en Europa y Asia, y elevó esta confianza hasta el entusiasmo, hasta la preparación para la lucha por la causa común. El establecimiento de repúblicas soviéticas en Azerbaiyán y Armenia ha traído los mismos resultados, puesto que ha eliminado los conflictos nacionales y ha solucionado la milenaria enemistad entre las masas trabajadoras turcas y armenias y entre las masas trabajadoras armenias y los azerbaiyanas. Lo mismo debe decirse acerca de la victoria temporal de los sóviets en Hungría, Bavaria y Letonia. Por otra parte, se puede decir con confianza que los obreros rusos no habrían podido derrotar a Kolchak y Denikin, ni las repúblicas azerbaiyanas y armenias podrían haberse erigido sólidamente sobre sus pies, de no haberse eliminado la enemistad nacional y la opresión nacional en el interior; de no haberse ganado la confianza y alzado el entusiasmo de las masas trabajadoras de las nacionalidades en el Este y en el Oeste.” (Iósif Stalin; “La tarea inmediata del Partido en la cuestión nacional”, 1921)

La política de Llamazares, Aznárez y cía. no es más que una forma de azuzar las enemistades nacionales, ya que llama a las masas de España a negar el derecho a la autodeterminación de otra nación; a imponerle una serie de medidas y a coartar las decisiones de una de las naciones que componen el Estado español hoy en día. Stalin nos va a aclarar qué objetivo siguen estos chovinistas disfrazados de paladines contra el chovinismo; éstos nacionalistas contra el nacionalismo (¡siendo que el nacionalismo de los primeros se profesa a una entidad territorial supranacional como España!). Veamos:

“ ‘Divide et impera’: he ahí el objetivo de la política de azuzamiento. Y en cuanto esta política tiene éxito, representa un mal tremendo para el proletariado, un obstáculo formidable que se levanta ante la unión de los obreros de todas las nacionalidades que integran el Estado. Pero los obreros están interesados en la fusión completa de todos sus camaradas en un ejército internacional único, en su rápida y definitiva liberación de la esclavitud moral a que la burguesía los somete, en el pleno y libre desarrollo de las fuerzas espirituales de sus hermanos, cualquiera que sea la nación a que pertenezcan. Por eso, los obreros luchan y lucharán contra todas las formas de la política de opresión de las naciones, desde las más sutiles hasta las más burdas, al igual que contra todas las formas de la política de azuzamiento de unas naciones contra otras. Por eso, la socialdemocracia de todos los países proclama el derecho de las naciones a la autodeterminación.” (Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).

Es harto curioso: defienden la “unidad de España” con el brazo bien estirado en un fotogénico saludo a la romana, pero con ello no hacen sino defender la división del proletariado y su conflicto interno. Pues en lugar de fraguar en esta clase un sentimiento de colaboración y de mutuo apoyo, en vez de fraguar el auténtico internacionalismo (que no considera que los obreros deban formar parte de un mismo Estado para colaborar entre sí), están promoviendo el odio a las masas trabajadoras de Cataluña, el boicot a sus productos, y demás medidas que no sólo marchan contra el proletariado catalán, sino contra las afluentes masas pequeñoburguesas de esta nación. Los burgueses se resbalan de los efectos de esta política en tanto que son los mismos individuos en toda España: el desarrollo del capitalismo, primero, y la violencia terrorista del franquismo, después, se encargaron de fundir en una sola capa a los estratos medios y ricos de la burguesía española.

Una vez dicho ésto, Stalin concluye:

Las naciones tienen derecho a organizarse con arreglo a sus deseos, tienen derecho a conservar las instituciones nacionales que les plazcan, las perniciosas y las útiles: nadie puede (¡nadie tiene derecho!) inmiscuirse por la fuerza en la vida de las naciones. Pero esto no quiere decir que la socialdemocracia no haya de luchar, no haya de hacer propaganda en contra de las instituciones nocivas de las naciones, en contra de las reivindicaciones inadecuadas de las naciones. Por el contrario, la socialdemocracia está obligada a realizar esta propaganda y a influir en la voluntad de las naciones de modo que éstas se organicen en la forma que mejor corresponda a los intereses del proletariado. Precisamente por esto, luchando en favor del derecho de las naciones a la autodeterminación, realizará, al mismo tiempo, una campaña de propaganda, por ejemplo, contra la separación de los tártaros y contra la autonomía cultural-nacional de las naciones caucásicas, pues tanto una como otra, si bien no van en contra de los derechos de estas naciones, van, sin embargo, en contra ‘del sentido preciso’ del programa, es decir, de los intereses del proletariado caucasiano.” (Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).

En este punto han surgido numerosas discrepancias entre quienes se hacen llamar comunistas. ¿Beneficia o no la independencia catalana al proletariado? La escalada de opresión que acompaña a la fascistización es el mayor peligro actual para el proletariado y las masas laboriosas. ¿La frenaría la independencia? ¿O la frenaría que el Gobierno Central suprimiese una autonomía a placer? El artículo 155 no será aplicado sólo en Cataluña18: el triunfo de la causa del unitarismo forzado de España sería el mejor caldo de cultivo para que emergiese un clima de opresión nacional desconocido desde hacía treinta años. Y todo el mundo sabe que este clima y el fascismo van de la mano: la fascistización sería tal que pronto llegaríamos a la prohibición de determinadas fuerzas políticas contrarias al interés de la gran burguesía financiera monopolista, y los grupos nazis que operan en España tendrían el camino libre para tomar las riendas de la vida pública de una forma u otra.

Un camarada nuestro dio batalla al señor Llamzares por la desfachatez que acabamos de refutar, y consiguió preciosas declaraciones de aquél, del tipo de “yo cuando era del PCE no éramos ni stalinistas ni leninistas sino marxistas”, “hace ya que hemos abandonado el centralismo democrático y la dictadura del proletariado”, etc. Tiene “gracia” (por decir algo) que el reproche al que Llamazares respondió la estupidez que hemos citado más arriba provenía de una militante de la UJCE, que como sabemos es el burdel juvenil del PCE, fundido en Izquierda Unida, fundida en Unidos Podemos. La multitendencia trotskista hace aquí acto en escena y nos muestra su mueca más tragicómica: la militante de la UJCE dijo que el líder de IU en Asturias (Llamazares-Románov) “haría mejor en irse al PSOE”. Pues bien; no sólo no se va sino que tiene un puesto de confianza en el mismo parapeto al que, indirectamente, pertenece la UJCE y, con ella, esta singular militante. Más entretenido que una comedia de Esquilo, desde luego.

Pero este señor de IU no tarda en enseñarnos su verdadero rostro: nunca jamás ha sido marxista, ni mucho menos le queda algo semejante al marxismo, si descontamos su compasión por el muerto de hambre desde la cómoda poltrona parlamentaria (ahora ni siquiera son los sillones del parlamento central). Efectivamente, su discurso es una versión descafeinada del peor de los Kautsky, pues se limita a vomitar frases pregrabadas sobre una “democracia” por encima de las clases y un Estado pensado para “servir y proteger” y no para oprimir. Refutémosle también en éstos puntos19.

Si esa convivencia pacífica entre explotadores y explotados (que son los principales componentes de la sociedad de clases, por ende también hoy) fuese posible, ¿por qué se compone el Estado de instituciones violentas especiales como la policía, las cárceles, etc.? Si esa paz de clases fuese posible, los policías y el ejército hace ya que hubiesen dejado de usar (como aún hoy usan) las armas contra el pueblo para dedicarse a discutir con ellos los problemas de actualidad.

Sin embargo, el hecho de que esto no ocurra más que en los sueños húmedos de cualquier utopista bohemio nos enseña que el Estado no está ahí para “apaciguar” las clases y su lucha inherente (lucha que pivota en torno al conflicto entre las clases sociales antagónicas, la burguesía y el proletariado), sino para servir de arma y herramienta represiva para la clase que se encuentra empoderada en la economía; que posee los medios de producción y, con ellos, la llave al dominio de la sociedad. El actual Estado, con su burocracia bien retribuida y sobornada para seguir fielmente los intereses de clase capitalistas, es un destacamento armado ornamentado para cumplir las tareas de gestión de los asuntos burgueses (capitalismo monopolista de Estado) y para permitir que esta clase explotadora mantenga en pie su dictadura, la cuál, según las circunstancias, puede tomar un cariz abierto y terrorista (fascismo) o velado y “plural” (parlamentarismo, democracia burguesa), donde cada estrato de la burguesía (y, con ellos y de rebote, el proletariado) puedan representarse mediante su fracción consciente, su partido político, en el parlamento.

Resumiendo magistralmente toda esta argumentación tenemos a Lenin:

De una parte, los ideólogos burgueses y especialmente los pequeñoburgueses, obligados por la presión de hechos históricos indiscutibles a reconocer que el Estado sólo existe allí donde existen las contradicciones de clase y la lucha de clases, ‘corrigen’ a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano de la conciliación de clases. Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos –que invocan a cada paso en actitud benévola a Marx– resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases. En opinión de los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra. Amortiguar los choques significa para ellos conciliar y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha para el derrocamiento de los opresores.” (Vladimir Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).

Pero si hablamos de “Unidos Podemos” y de su parte componente “Izquierda Unida”, no podemos sino bajar un escalafón más y analizar la opinión del PCE, esa conocida agencia socialdemócrata de la reacción.

El análisis del PCE no trata sobre las clases sociales que actúan como fuerzas motrices de tal o cuál posición política, sino que lo reduce todo al “afán represor de Rajoy” y a la “sordera de Puigdemont”. ¡Sí señor, un análisis “marxista” que se reduce a la política! Pero esto no es lo que nos trae al asunto ahora mismo. Su postura sobre Cataluña sí, y se resume de la siguiente manera:

Y esto es que el presidente Puigdemont admita que el 1 de Octubre fue una importante movilización -que fue reprimida por el Gobierno del Partido Popular lo que ha merecido nuestra condena y la exigencia de responsabilidades a todos los niveles-, pero que no puede legitimar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) como si hubiera sido un Referéndum celebrado en condiciones de normalidad. Y que el presidente Rajoy abandone la represión, deje de utilizar a la Fiscalía como brazo armado del Gobierno para impulsar la encarcelación de dirigentes sociales y admita que es necesario cambiar el marco constitucional para dar respuesta a las necesidad de garantizar por ley derechos sociales, democráticos y permitir que los distintos pueblos del Estado Español puedan decidir libre y democráticamente su futuro.” (PCE; “El PCE llama a las fuerzas progresistas y de izquierdas a buscar una salida a la actual situación en beneficio de la clase trabajadora y de las capas populares”, 20 de octubre de 2017)20.

Este partido está tan infectado de cretinismo parlamentario que, aunque reconocen el derecho a la autodeterminación, creen que la iniciativa de las masas debe permanecer en todo momento en el marco legal burgués y que cualquier cosa que lo exceda, “por muy popular que sea”, no tiene credenciales.

Asimismo, Alberto Garzón, portavoz de Unidos Podemos en el congreso (como líder de Izquierda Unida), y supuesto “núcleo duro” del PCE, nos “sorprendía” con declaraciones análogas a las de su colega de partido, Gaspar Llamazares: “no se puede ser comunista e independentista”21. Muy bien; no se puede ser comunista y nacionalista. De acuerdo. Pero esto le lleva a la típica confusión según la cuál, por ello, los comunistas no podemos ni debemos apoyar sin ambages el derecho a la autodeterminación. Tenemos que posicionarnos, a favor o en contra, según si es útil y beneficioso, o no, para el proletariado y las masas trabajadoras. Pero esto no se debe hacer mas que sobre el terreno del reconocimiento insobornable del derecho de las naciones a la autodeterminación.

Que Finlandia se separase de la Rusia soviética en 1918 no era útil para la aplastante mayoría de la población de ambos territorios. Y los bolcheviques, rusos y finlandeses, hicieron grandes esfuerzos de agitación entre las masas trabajadoras de Finlandia para que la secesión se sustituyese por la colaboración revolucionaria con el país de los sóviets. Pero en todo caso el gobierno soviético no se opuso ni trabó el libre ejercicio de Finlandia para decidir sobre si seguía formando parte de Rusia o no.

La segunda gran agencia revisionista de España, el PCPE, donde se acumulan los jóvenes suficientemente conscientes como para estar descontentos con el PCE pero no como para superar el eclecticismo ideológico que caracteriza a esta segunda agencia, en tanto al problema catalán ha pedido el voto nulo22.

Esto, como táctica, es absurdo. No soluciona el problema sino que se sale al margen del mismo, si no contamos como posicionarse las cuatro consignas diciendo lo obvio (“¡Rajoy opresor!”). El PCPE está lejos de llegar a la solución acertada; a saber: hay que fomentar la solidaridad entre las masas catalanas y españolas en la situación en que los primeros se constituyan como nación independiente en la política.

Cuesta entender (hasta que nos acordamos de que el PCPE es, ideológicamente, nulo) que un partido, es decir, un puñado de militantes supuestamente comunistas que (suponemos) debaten entre sí, no haya llegado a más que resoluciones estereotipadas que no sirven para nada como guía de acción de los comunistas. Que tengamos que venir los “peces pequeños” a sacarles las castañas del fuego, dice mucho, pero nada bueno, de este sindicato con siglas de partido.

Siguiendo el curso del PCPE, de sus escisiones, debemos dedicar unas breves palabras a RC y su “posicionamiento” ante la situación de Cataluña23. Nuestros archiconocidos doctrinaristas, al verse ante un vendaval de acontecimientos históricos que los superaba ideológicamente, han optado por el camino más fácil (que no suele ser el más correcto). Habrán leído que el movimiento por la autodeterminación no soluciona la contradicción burguesía-proletariado. Y esto es así. Pero como no sabían qué hacer, en vistas a esto, pues no han estudiado ni entendido el pensamiento de Lenin y Stalin ante el asunto, han acabado por lavarse las manos y pensar “¡para qué participar en un movimiento que no es socialista!”. Básicamente han huido del problema y han repetido, en esencia, la posición del PCPE con la diferencia de no acudir a las urnas.

Pidiendo la abstención en el referéndum del 1 de octubre nos demostraron dos cosas: primero, que no tienen ni la mitad de la fuerza de la que fardan en redes sociales; y segundo que no sabían afrontar el problema de Cataluña.

En efecto: la táctica adecuada hubiese sido la de votar un sí a la independencia mientras se aseguraban los lazos solidarios entre la clase obrera del país. Claramente esto sólo se podía llevar a cabo con una organización mínimamente pertrechada y con las cosas claras en el plano teórico. RC no es ninguna de las dos cosas.

No tomar partido en el movimiento nacional por no ser un movimiento socialista es, sin duda, una posición anarquista-menchevique. Lenin nos enseñaba precisamente lo contrario:

De la revolución democrática, sólo en la medida de nuestras fuerzas (de las fuerzas del proletariado organizado y con conciencia de clase), comenzaremos a pasar a la revolución socialista” (Vladimir Lenin; “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática”, 1905).

Sigamos con organizaciones que tienen que ver con el PCPE. La visión del PCOE en torno a los acontecimientos al menos define un posicionamiento dado, pero en éste peca de una candidez extrema24. La base de su argumentación es la siguiente falsedad: el movimiento en Cataluña obedece sencillamente a fines populares y todo se reduce a “Cataluña-bien vs. Estado Central-mal”. No se quiere ver de qué fuerza política partió el proceso, quiénes lo dirigían (¿resulta que el PDCat y cía representan a las masas y sus aspiraciones?), qué ideología movía a las masas en Cataluña y en España, etc.

Nosotros no podemos decir que el proceso independentista obedezca a fines populares. Primero porque la clase obrera va a la zaga del movimiento y segundo porque el nacionalismo, en estas condiciones, es un veneno contra la unidad de la clase trabajadora. Sin embargo, sí coincidimos en el apoyo al procés, pero por razones opuestas a las del PCOE.

Ellos ven el procés como un movimiento capaz de conseguir algo en su estado actual, mientras que nosotros hemos expuesto qué derroteros puede seguir y que sólo interesaría apoyarlo mientras se educase a la clase obrera en España por el internacionalismo y a su vez se empujase a dicha clase al frente del movimiento en Cataluña. Para nosotros, pues, este movimiento, el procés, no es mas que un medio de agudizar la lucha de clases: fuera de esto, no va a conseguir nada (si es que llega a conseguir algo). Mas si dejamos que esta agudización ocurra a “su libre albedrío” no desembocará mas que en conflictos internos en la clase obrera, pues esta clase carece de su Estado Mayor de combate (su Partido M-L unificado) y se encuentra totalmente expuesta, al desnudo, ante la ideología reaccionaria de la burguesía: sus medios de comunicación, su manipulación, su alienación.

Por otra parte, tenemos al nuevo PCE (m-l), que se esfuerza en hacer cierta aquélla correción de la vieja fórmula de Hegel, realizada por Marx, según la cuál la historia se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa. El viejo “republicanismo” del primer PCE (m-l) tenía toda su razón de ser, al tratarse de una estrategia progresista ante el franquismo y las primeras etapas del régimen parlamentario burgués, además de tratarse de un republicanismo de corte socialista. Sin embargo, el republicanismo actual del nuevo PCE (m-l) es una farsa. La cuestión no está en defender un régimen burgués menos malo por ser incapaces para dirigir a las masas hacia la consecución de la dictadura del proletariado. Actualmente, pese a la fascistización (que analizaremos más adelante en el presente artículo), se goza de las libertades políticas burguesas. Reclamar una república burguesa es, por lo tanto, una absurdez. Esto ya lo hemos explicado en nuestro artículo acerca del republicanismo. La lucha es hoy por la dictadura del proletariado, y no podemos ponernos otro objetivo. Si el tiempo nos hace tener que tomar una posición coyuntural por algo “menos malo”, aún no lo sabemos, y elucubrar todo un programa político en base a la suposición de que no vamos a conseguir la fuerza necesaria es característico del derrotismo republicanista del nuevo PCE (m-l).

Todo esto ha dejado su huella en la posición de este chiringuito de Raúl Marco ante el proceso en Cataluña, cuando se refiere a los términos “monárquico”, “republicano”, etc.

Sin embargo, el análisis del PCE (m-l) es el que encontramos más serio de todas las organizaciones “comunistas” de España. A pesar de esto, sigue dejando ver errores flagrantes, como creer que los representantes políticos de la burguesía en Cataluña, esos que se han visto obligados a posar de independentistas (es decir, a defender la posición de la pequeña burguesía), no se acobardarían después de los sucesos de brutalidad represiva del gobierno central.

Tienen a su favor no hablar de que “España es fascista”, sino de “deriva fascistizante”, así como el planteamiento en torno a la cuestión de la autodeterminación, por una parte, y a la cuestión de programa, por otra, tal y como hemos explicado en detalle más arriba. Pero el error, derivado de su republicanismo, no tarda en echar por tierra todos estos aciertos parciales. Terminan su comunicado del 1 de octubre de la siguiente manera:

No, la solución al problema nacional catalán, al de la cuestión nacional en el conjunto del estado y al de las condiciones de vida de las clases populares pasa por un cambio de régimen en España. Desde luego que apoyaremos al pueblo de Cataluña en su lucha por las libertades democráticas, incluido el derecho a la autodeterminación, y contra la represión que pueda aún abatirse sobre él. Pero, al mismo tiempo, seguiremos peleando por levantar un Frente Popular republicano y antifascista que, partiendo del rechazo contundente a la deriva fascistizante del Estado, trabaje en todos los ámbitos y a todas las escalas territoriales por romper con el régimen monárquico de la oligarquía, hasta hacer realidad una República Popular y Federativa en la que los diferentes pueblos puedan decidir sobre su encaje con el resto. Llamamos, por tanto, a todas las fuerzas democráticas a constituir mesas por la democracia, por la República y contra el fascismo, que den curso a la oleada de indignación y rebeldía con que los pueblos de España están respondiendo a la barbarie del Estado monárquico.” (PCE (m-l); “El pueblo catalán habla, el Estado monárquico agrede”, 1 de octubre de 2017)25.

¡Ah, el viejo etapismo! ¡Su aroma inconfundible…! Helo aquí: “luchemos por una república indefinida que nos sirva de lanzadera para luchar por el socialismo”. He aquí la misma falsificación dogmática de las citas de Lenin en tanto a la relación de el zarismo con la república burguesa, la falsificación de las citas de Marx y Engels según las cuáles una república liberal ampliaría el terreno sobre el cuál el proletariado y su partido pueden esgrimir su lucha de clases por la revolución y la dictadura del proletariado, el socialismo.

La concepción que hemos citado (“primero república, luego socialismo”) era acertada durante el franquismo, cuando el PCE (m-l) hacía honor a sus siglas y se sabía en posesión de fuerzas insuficientes como para lanzar a las masas contra la dictadura burguesa en general. Pero hoy en día, ¿se puede saber qué beneficios tácticos nos traería sustituir el parlamento por otro parlamento y luchar por ello; movilizar por ello a las masas? ¡Nada, salvo confundir sus miras políticas! Es el mismo error político que cometen agencias socialdemócratas como el llamado “Partido del Trabajo Democrático” (PTD).

Pasemos al trotskismo.

Las diversas organizaciones trotskistas confluyen en ver los “Comités de Defensa del Referéndum” como una especie de contrapoder26. Aquí entra en juego su teoría del “doble poder”, una malinterpretación de la situación histórica de la dualidad de poderes en Rusia en 1917. ¿En qué consiste esta teoría? En creer que, con el régimen capitalista intacto, se puede ir arrebatando paulatinamente el poder al Estado capitalista, creando una serie de comisiones que convivan con la máquina especial de represión burguesa y la vayan sustituyendo poco a poco.

Es innegable que esta ‘teoría’ no es más que una variante de la concepción revisionista acerca de la transición pacífica hacia el socialismo, basada en que la correlación de fuerzas ha cambiado en favor del proletariado. Ambas; hacen abstracción del principio de que la ferocidad de la reacción que detenta el poder se incrementa ante el desarrollo de las luchas populares, y que abundan los casos en la historia de los últimos 30 años de cómo, cuando ve su existencia en peligro, la reacción capitalista violando su propia legalidad procede a la instauración de feroces dictaduras de tipo fascista para tratar de reprimir a sangre y fuego todo proceso revolucionario y de desarrollo de las fuerzas populares. Resulta, pues, evidente que sólo la preparación y la organización de las nasas para la lucha revolucionaria armada, para derrocar a la reacción, puede garantizar al proletariado y demás fuerzas populares la victoria, es decir, la instauración de su propio poder. Pretender lo contrario es sembrar absurdas ilusiones, con las que, objetivamente, se hace el juego a la reacción.” (P.C.E. (m-l); “¿Marxismo-leninismo o trotskismo?”, 1969).

Este reformismo pseudorrevolucionario es lo que ha caracterizado, igualmente, la política pequeñoburguesa de la CUP. Reducir el derecho a la autodeterminación a una votación, y reducir las organizaciones de masas a unos inocuos “comités de defensa del referéndum”. Tal ha sido la política de los partidos pequeñoburgueses catalanes, que ha llevado a la representación de una estéril tragicomedia el día 1 de octubre. Así, puesto que no eran capaces de arrebatar la dirección burguesa del procés con estos medios, los partidos pequeñoburgueses han dejado que la crispación y la voluntad popular “caigan en saco roto” y el problema de la lucha por un Estado nacional independiente se reduzca al problema de una mera consulta de la burguesía empoderada al pueblo, por los propios fines de esta burguesía. Que esto haya ocurrido en contra de los planteamientos de los propios partidos pequeñoburgueses no es sino muestra de su impotencia actual.

Por otra parte, debemos adentrarnos en el análisis marxista-leninista de la cuestión de la dualidad de poderes. Está claro que se deben ir conformando Consejos del Pueblo, para organizar la lucha revolucionaria de los trabajadores. Pero sería absurdo creer que éstos van a poder erigirse como un poder aparte mientras el poder burgués, su Estado, siga intacto. Estos Consejos no son una institución antes del estallido de la revolución; por el contrario, deben ser un punto de apoyo de todas las luchas de las masas trabajadoras, dirigidos por el (hoy todavía hipotético) Partido Leninista unificado. Su función es preparar a las masas para la revolución.

La dualidad de poderes que se dio en Rusia en 1917 fue producto de algo muy particular. Su causa fundamental se reduce a que la revolución democráticoburguesa de 1917 dejó tras de sí una herencia inmediata de organizaciones obreras y de masas potentísimas, que los bolcheviques supieron potenciar de tal modo que se lanzasen a la revolución, ganando el pulso al gobierno burgués del imperialista de Kerenski. Las armas -nos decía Lenin- estaban en manos de los obreros y los campesinos, y no de la burguesía. Esto fue

¿Se puede decir que los CDR sean una organización semejante? Han emergido de un proceso democráticoburgués arraigado en las masas. Pero actualmente no existe organización capaz de impulsarlos a superar su forma actual y ser organizaciones de masas (cosa que aún no han llegado a ser, ni de lejos) preparadas para una revolución. Además, carecen de armas; carecen de medios de defensa ante el Estado burgués, siendo imposible que la estructura de los CDR pueda mantener un pulso con dicho Estado burgués.

No podemos pensar que las “dualidades de poderes” se pueden forzar, y, así, no deben formar parte de la estrategia de un partido supuestamente leninista. Nuestra prioridad no es armar a los trabajadores y dejarlos a su antojo, sin una dirección ni unos objetivos claros. Sólo unos obreros armados, organizados pero ideológicamente dispersos e incapaces de centrar sus ataques ni de pasar a la ofensiva; sólo esto es lo que garantiza que exista una dualidad de poderes, pues garantiza que los obreros se pueden defender en sus comités de los intentos del viejo Estado burgués por desorganizarlos, pero asimismo garantiza que, puesto que carecen de una dirección marxista-leninista, estos obreros destrocen el escollo de su camino a la revolución; se enfrenten y derroten al viejo Estado burgués. Y nosotros no podemos coincidir en que este punto intermedio sea un objetivo de los marxistas-leninistas. Nuestro objetivo es armar y organizar a las masas, pero no sin dotarlas de su Estado Mayor de combate, de su Partido.

Nos reprocharán los más listillos: “¿no estáis tirando piedras sobre vuestro propio tejado? ¡Vuestros Consejos del Pueblo son lo mismo!”. Pero lo cierto es que no. Poniéndonos en una situación en la que pudiésemos ser una mayoría parlamentaria, en nuestro programa mínimo, nosotros comentábamos como una de las medidas para agudizar la lucha de clases y lanzar una ofensiva contra el Estado burgués lo siguiente:

11. Sustitución paulatina de los cuerpos de Policía, del Ejército, de la Guardia Civil, Mossos, etc. por milicias populares armadas, que sean parte de los Consejos del Pueblo, que las eligen. Esta medida comenzará al hacerse electivos y revocables todos los cargos del Ejército, de la Policía, etc. y al traspasarse armas a cuenta de estos cuerpos hacia los Consejos del Pueblo.” (O.C.T.E.; “Programa Mínimo”, 19 de marzo de 2017).

El trotskismo, no contento con esto, pretende que ¡estos CDR inermes proclamen la república catalana! ¡Y además socialista! Si ni siquiera existe un Partido Leninista en España, y ni mucho menos tiene visibilidad alguna entre las masas y las lleva tras su política, las organiza, las arma, las templa en largos años de lucha, etc. ¿cómo se puede esperar una revolución socialista? Ésto es tan sólo un conato más de aquélla podrida teoría de revisionismos tan variopintos como el cubano, el soviético, el chino, etc. según los cuáles “un partido no marxista podría construir el socialismo”. Esto es renegar del marxismo abiertamente; equivale a decir que los intereses de clase de una clase social no proletaria pueden construir el socialismo. Lenin nos enseñaba que los estratos no proletarios de los trabajadores, los semiproletarios, sólo podían participar activamente en la construcción del socialismo si estaban dirigidos por el proletariado, si confiaban y seguían la política del Partido proletario, y participaban en la dictadura del proletariado.

Con esto queda todo aclarado. Pero dejemos a los trotskistas y pasemos a ocuparnos de sus primos hermanos, los maoístas. El PCE (r), desde su página vocera “PRES.O.S.”, nos dejaba ver un posicionamiento infantil acerca del procés, del mismo modo que el PCOE.


La posición del maoísmo no es nada nuevo bajo el sol27. Se sigue basando en sus dogmas repetidos hasta la saciedad; a saber: “España es un Estado fascista”. Y por eso su web sigue en pie, por ejemplo.

Dicho esto, su posición es “más o menos correcta” en tanto que entienden que el procés ha debilitado la dictadura burguesa (en su forma parlamentaria, deberíamos añadir) y se necesita la solidaridad de las masas de todo el Estado español para que dicho procés acabe en buen puerto. Pero no hablan de hacer el necesario trabajo de masas (¡esto se lleva con el maoísmo y su blanquismo como el agua y un gato!), mientras que le hacen un inaceptable seguidismo a la “burguesía nacional” catalana, no haciendo la necesaria separación de las fuerzas motrices que se esconden detrás de los acontecimientos políticos actuales.


* * *

En relación con todas estas posturas ha ido surgiendo la idea de que Cataluña podría ser una colonia de España. Pero, ¿es Cataluña una colonia? Si nos basamos en las consideraciones de la Komintern, vemos que una colonia cumple el siguiente rol:

La burguesía de las potencias imperialistas, a cuenta de las extraganacias suplementarios obtenidos como resultado de su posición en el mercado mundial (mayor desarrollo de la técnica, exportación del capital a países con una cuota de ganancia más elevada, etcétera), así como por medio del pillaje de las colonias, aumenta el salario de una parte de ‘sus’ obreros, interesándolos así en el desenvolvimiento del capitalismo de su ‘patria’, en el saqueo colonial y en la fidelidad al estado imperialista.” (Programa del VI Congreso de la Komintern, 1929)

Una colonia es, pues, un territorio donde el pillaje de la metrópolis procura superbeneficios o extraganancias para ésta última, pudiendo costearse un cierto “bienestar” para una capa de sus trabajadores, intentando así apaciguar la lucha de clases por un tiempo (hasta que tiene lugar una nueva crisis económica). Si aceptásemos que Cataluña es una colonia de España, tendríamos que poder ver una diferencia abismal en el desarrollo técnico-científico y en el nivel de vida en general entre Cataluña y el resto de España. Pero en realidad no existe un desarrollo tan abismal entre el nivel de vida entre los territorios y naciones que componen España actualmente, como sí lo había y lo hay entre las metrópolis y las colonias que aún hoy permanecen como tales (como por ejemplo Guadalupe respecto a Francia).

* * *

Una vez hemos hablado de los oportunistas y los revisionistas, toca exponer nuestro propio punto de vista, oponiéndolo al punto de vista de aquéllos. Nuestro posicionamiento difiere de aquéllos de las organizaciones revisionistas de España.

·Primero, nosotros entendemos que puede haber autodeterminación política en el capitalismo (otra cosa es la emancipación social). Pero este movimiento estancado en la autodeterminación política de las naciones es obra del liderazgo de la pequeña burguesía, la que es, en el fondo, el corazón de todos los movimientos nacionales. Que la secesión catalana sea o no beneficiosa para el proletariado no afecta a los derechos generales de las naciones. Podemos tomar una posición u otra respecto a la autodeterminación en función de si beneficia o no al proletariado. Pero esto no afecta al reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación. Nosotros debemos posicionarnos, pero hagámoslo como lo hagamos, nunca jamás se debe obligar a que una nación que quiere la secesión no lo haga. El ejemplo más claro es la secesión de Finlandia respecto a Rusia en 1917-1918. Pero resulta que no seguir la táctica de fascistización del Gobierno Central es beneficioso para el proletariado, mas siempre que se eduque a las masas de toda España en la solidaridad de clase y se agite para que, aprovechando la movilización política de Cataluña, tomen las riendas de la situación y la dirijan a una revolución socialista. Nosotros diferimos del posicionamiento trotskista en que ellos ya llaman al asalto revolucionario, cuando no existen las fuerzas suficientes, y lo hacen tomando como base unas organizaciones de masas (los CDR) que no están armadas y no abarcan más que estudiantes, en su mayoría.

·El procés se ha convertido en su opuesto: de ser útil a la burguesía se ha convertido, conforme parecía hacerse realizable (es decir, conforme prendía en las masas trabajadoras), en una forma de agudización de la lucha de clases y de poner trabas al comercio y a la circulación de capital por España, hecho este ante el que los capitalistas han actuado con la violencia abierta, la cuál es directamente proporcional al miedo que tienen de la efervescencia política en un momento dado.

·Un movimiento aislado en Cataluña no sería de ayuda si no se expande a España. Por esto, nuestra tarea es la agitación por la revolución en toda España. Además: defender la autodeterminación de las naciones que componen España es un deber de los comunistas. Sin embargo, esto no ayudaría a la confraternización de los obreros de toda España sin inculcarles este derecho a la autodeterminación de los pueblos. Que Cataluña se independice, si tal es la voluntad de las masas trabajadoras catalanas. El internacionalismo proletario sería boicotear el boicot de España a la autodeterminación de las naciones. Internacionalismo proletario no es boicotear la autodeterminación de los pueblos, sea esto mediante la abstención o mediante la negación de este derecho. Nuestra labor, empero, no se reduce a defender el derecho a la autodeterminación. Debemos enfatizar que si esa nueva república catalana se mantiene en el capitalismo no habrá emancipación social alguna, aunque sí la haya en el terreno político.

·La mejor forma de asegurar la colaboración entre los obreros españoles y catalanes es que los primeros estén dispuestos a ayudar a que los segundos decidan su destino libremente, sea cual sea, y que luchar ante el enemigo común no es cosa solo de quienes están bajo un mismo Estado sino de los trabajadores de todo el mundo, con intereses iguales: librarse de la explotación capitalista. El proletariado sabe que su fuerza reside en la lucha unida, internacionalista. Pero este internacionalismo, esta lucha por la unidad política proletaria, no se ciñe a las fronteras de un Estado. Por ello, se debe estimular a los obreros de las naciones de España (Cataluña, Galicia, Euskadi, Castilla) a que reconozcan y practiquen la autodeterminación nacional, política. Sólo así se fragua la unidad internacionalista. Lenin fue claro, cuando expuso el caso de la separación entre Noruega y Suecia.

La estrecha unión de los obreros noruegos y suecos y su plena solidaridad de camaradas de clase ganaban, al reconocer de este modo los obreros suecos el derecho de los noruegos a la separación. Porque los obreros noruegos se convencían de que los obreros suecos no estaban contagiados de nacionalismo sueco, de que la fraternidad con los proletarios noruegos estaba, para ellos, por encima de los privilegios de la burguesía y de la aristocracia suecas. La ruptura de los lazos impuestos a Noruega por los monarcas europeos y los aristócratas suecos fortaleció los lazos entre los obreros noruegos y suecos. Los obreros suecos han demostrado que, a través de todas las vicisitudes de la política burguesa -¡bajo las relaciones burguesas es perfectamente posible que renazca la sumisión de los noruegos a los suecos por la fuerza!-, sabrán mantener y defender la completa igualdad de derechos y la solidaridad de clase de los obreros de ambas naciones en la lucha tanto contra la burguesía sueca como contra la noruega.” (Vladimir Lenin; “El derecho de las naciones a la autodeterminación”, 1914).

Sólo esa “estrecha unión de los obreros noruegos y suecos y su plena solidaridad de camaradas de clase” consiguió que la separación de Noruega respecto a Suecia tomase cauces relativamente pacíficos. Noruega, con su separación, conseguiría un régimen político algo más democrático que el mantenido hasta entonces. Con Cataluña ocurre algo similar, puesto que el procés se plantea establecer una república burguesa en lugar de la monarquía parlamentaria actual. Esto, a groso modo, en materia de táctica, no significa nada para los comunistas. Sin embargo…

Ni un solo socialdemócrata, si no se decide a declarar que le son indiferentes la libertad política y la democracia (y en tal caso, naturalmente, dejaría de ser socialdemócrata), podrá negar que este ejemplo demuestra de hecho que los obreros conscientes tienen la obligación de desarrollar una labor constante de propaganda y preparación a fin de que los posibles choques motivados por la separación de naciones se ventilen sólo como se ventilaron en 1905 entre Noruega y Suecia y no "al modo ruso" [o sea, oprimiendo con las armas a las naciones que se querían independizar del Imperio Ruso – E. O.]. Esto es precisamente lo que expresa la reivindicación programática de reconocer el derecho de las naciones a la autodeterminación.” (Vladimir Lenin; “El derecho de las naciones a la autodeterminación”, 1914).

·Sin un Partido Leninista unificado, ese proceso nacional que hipotéticamente puede acelerarse nunca va a tomar un cariz revolucionario tal que consiga un cambio de las cosas. El problema de Cataluña es que bajo la dirección de partidos burgueses (la burguesía es la misma en Cataluña que en España) nunca jamas se va a llegar a la autodeterminación del pueblo catalán. A lo mas que se llega es a intentar embaucar a las masas y distraerlos de la lucha de clases. La burguesía catalana-española (son homogéneas en sus capas superiores) embaucó al pueblo catalán en una campaña desde 2010 para que confiase que un Estado capitalista independiente en Cataluña solucionaría su miseria. Ahora bien: el fracaso del procés va a crispar mas los ánimos y a desacreditar a los partidos burgueses ante el pueblo. El discurso de Puigdemont no es sino una prueba de esto. Los políticos burgueses están tan preocupados en Cataluña por mantener su engaño ante el pueblo y por mostrarse confiables ante su clase, partidaria de la “España indivisible”, que han tenido que “sentarse en dos sillas a la vez”. Ahora la burguesía catalana-española se ha puesto cara a cara con el pueblo al que creía manipular. Poco a poco se están volviendo frente a frente. Se masca la agudización de sus contradicciones antagónicas. Desde luego, el problema nacional de Cataluña puede llegar a ser un poderoso punto de inflexión en el enfrentamiento del pueblo contra el PP.

Por estas razones, repetimos lo ya dicho más arriba: nuestras tareas son…

1) Apoyar y defender el derecho a la autodeterminación;

2) Inocular la solidaridad de clase necesaria en el proletariado y las masas de toda España para asegurar la autodeterminación de Cataluña;

3) Si apoyamos la autodeterminación divorciados de las masas trabajadoras de toda España, no haremos sino confirmar el actual divorcio práctico entre comunistas y proletariado, cuando lo que hay que hacer es superarlo.

4) Convertir la lucha contra el PP en una lucha contra el capitalismo en general, y para ello…

5) Conseguir la tan necesaria unidad marxista-leninista de las fuerzas comunistas y progresistas de España, y erigir la organización resultante en la vanguardia efectiva del proletariado y las masas.



La posición espontánea de las masas trabajadoras del
resto de España ante la independencia de Cataluña


Ya hemos citado con anterioridad que un 66 % de los catalanes se posiciona en contra del artículo 155 y que un 63% de los españoles se posiciona a favor del mismo. La cuestión entronca con una especie de “odio” contra Cataluña que viene desde muy atrás. Es muy sonado, especialmente en Andalucía (que ha proveído de trabajadores inmigrantes a Cataluña durante siglos), que, como Comunidad Autónoma, Cataluña ha acaparado la financiación pública al recibir unos presupuestos estatales mejores y más abultados que otras comunidades, más sumidas en el pauperismo, como Extremadura, la propia Andalucía, etc. Con esto se pretende crear la idea de que Cataluña lo ha tenido todo y se ha ido descontenta, mientras que otras Comunidades (e incluso naciones componentes de la actual España) han sufrido más y no han “abierto el pico”. Se pretende, por lo tanto, dar una imagen de la autodeterminación de Cataluña como la pataleta de un “niño consentido”. Pero esta idea está equivocada hasta el tuétano.

Sin caer en el tópico de que Cataluña es una colonia, cosa equivocada, como hemos visto, debemos refutar que hayan sido “los catalanes” en general quienes hayan estado cebándose a costa de los impuestos (de los que se componen los presupuestos del Estado mayormente) del resto de España. Es totalmente justificable la ira popular contra los parásitos. Pero aquí somos testigos de una infeliz equivocación a la hora de señalar a los auténticos parásitos. En efecto. ¿Por qué se dice que un pagés catalán es un parásito y se le ataca cuando quiere decidir el futuro de su nación, pero se le opone a este “parásito” trabajador a una figura idealizada del rey Felipe VI? ¿Quién es el parásito? ¿El trabajador catalán o el monarca español? ¿El trabajador español o el capitalista catalán? Las cosas deben esclarecerse a ojos de las masas trabajadoras en estos términos. Quienes han usurpado impuestos como sanguijuelas incansables asidas a sus víctimas no han sido los catalanes, ni los españoles. Han sido ciertos españoles y ciertos catalanes. Y no se trata de dar nombres. No. Todos ellos se reúnen bajo un mismo paraguas. Este paraguas se llama clase capitalista.

¿Es que no hay pobres en Cataluña? ¿Es que acaso estos ganan cuando sus capitalistas acaparan unos presupuestos comunitarios mayores que en otra Comunidad Autónoma? ¡Claro que no! Y tan culpables de usura son los capitalistas catalanes como los capitalistas españoles y la monarquía, ocurriendo que sobre estos dos últimos se mantiene un silencio insultante (¿y acaso se pueden separar las capas más pudientes de la clase capitalista en toda España? ¡Son una sola, de intereses homogéneos!). Porque, claramente, no hay sanguijuelas buenas y malas según su color o su bandera. Las sanguijuelas, se disfracen o se pinten como quiera que lo hagan, siguen siendo, en efecto, sanguijuelas. Igual ocurre con los explotadores, con la clase capitalista y la burguesía.

Asimismo, la demagogia de los medios de comunicación y de los politicastros burgueses han intentado asustar a los obreros y las masas trabajadoras de todo el país (consiguiéndolo en ciertos casos, más de lo que nos gustaría, explicándose esto por la carencia de un Partido Leninista unificado en España). ¿Qué han intentado hacer creer a las masas? Que si “Cataluña desafía al Estado” está desafiando y menguando los servicios sociales que este Estado dice prestar a los más pobres y desfavorecidos, a los explotados y oprimidos. Pero para que esto mengüe no hemos necesitado de ningún desafío. La crisis capitalista de 2008, una más de las cíclicas crisis inseparables de la explotación capitalista, ya se encargó de acabar con todo lustro en los servicios sociales, precarizándolos aún más, dificultando el acceso a los mismos, etc. ¿Es fácil conseguir una prestación por desempleo? ¡Para nada! Pero que el rey cobre 15.000 euros por disfrutar de todo el trabajo que le ha robado y le roba a los trabajadores se paga de buen grado.

Pero seríamos injustos si hiciésemos esta opinión, que acabamos de refutar, la “opinión absoluta” de las masas trabajadoras. Esto sería un error injustificable. Y es así porque junto a aquélla deplorable opinión, fruto o bien de la aristocracia obrera, o bien de la alienación, se ha situado cual línea paralela una actitud (mucho más minoritaria, eso sí) de internacionalismo proletario. Ya son más de varias decenas las ciudades donde las masas se han manifestado en contra de la represión brutal que la policía y la Guardia Civil propinaron a un pueblo inerme que tan sólo quería expresar su voluntad, con el error de hacerlo bajo el marco legal de la democracia burguesa, con el capitalismo en pie en España28.

Esta actitud debe ser estimulada por los verdaderos comunistas, por los marxistas-leninistas. Y se debe procurar que no quede ahí. La burguesía española-catalana está asfixiando al pueblo catalán porque, en el resto de España, reina con toda tranquilidad. ¡Pero pueblo de España…! ¡Cómo puede ser que te pongan del lado de quienes te han esquilmado, de quienes te han desahuciado, explotado, humillado y te enfrentes junto a ellos a quienes sufren igual que tú en Cataluña…!

Por desgracia, sabemos cómo ha ocurrido esto. La culpa recae principalmente en treinta y un años de orgía revisionista en el plano político español, sin que nadie les ponga un freno. Ocurrió que el revisionismo tomó las posiciones que el PCE de Díaz y el PSUC Comorera había conquistado con tanto sudor. Ocurrió que el revisionismo se nutrió, para fundirse poco después con la burguesía y escindir, rompiendo en mil pedazos, al otrora poderoso movimiento obrero que albergaban los límites geográficos del Estado español. La clase obrera catalana pasó por ser una de las más organizadas y avanzadas en posiciones ideológicas dentro de la realidad española, este hecho fue conseguido gracias a la acertada dirigencia del PSUC de Joan Comorera –la refundación es solo una despreciable caricatura al servicio de los revisionismos–. Dos cosas sucedieron para desactivar por completo aquella organización y avanzado desarrollo ideológico alcanzada:

1) El PCE fue hegemonizado, como decíamos, por un grupo de revisionistas sin escrúpulos al frente de los cuales se estaban Carrillo-Ibárruri. Estos revisionistas torpedearon al PSUC hasta destruir a la dirigencia de Comorera con el solo propósito de hacerse con el control del proletariado catalán, estos hechos ocurrieron no sin la ayuda de la “quinta columna” que se enquistó en las filas catalanas;

2) Esa primera condición llevó a que la profundamente desacreditada izquierda burguesa, la “progresía” burguesa y pequeñoburguesa concentrada en las filas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), en complicidad con los anarquistas y trotskistas primero y con la burguesía compradora independentista después, hicieran que la clases trabajadoras catalanas confundieran hasta el día de hoy izquierda con nacionalismo, y hasta con chovinismo. Dicho de otro modo: la progresía burguesa y pequeñoburguesa ha trabajado en todo momento como un disolvente de la lucha de clases; y bajo esta premisa es que la independencia de Cataluña tal y como está planteada hoy se encuentre completamente encuadrada en una noción sin más objetivo que la independencia, y que en consecuencia estén ausentes las grandes preguntas: ¿Independencia en beneficio de que clase? ¿En beneficio de la burguesía compradora catalana que tiene hegemonizada las instituciones catalanas y que por otro lado ha participado activamente en la conformación del Estado Español actual y que por lo demás ha resultado en igual o más represiva y explotadora? ¿Se olvida la clase obrera catalana que tiene más en común con la clase obrera de las demás comunidades que con la clase que está dirigiendo los pasos independentistas, y que esa clase de hecho ha explotado por igual a catalanes en particular y a españoles en general?

La burguesía ha intentado utilizar la alienación que provoca el deporte en la era del imperialismo para atemorizar a las masas con problemas relacionados con el mismo. En este sentido la burguesía y sus voceros han hablado de las sanciones a una hipotética Cataluña independiente, de problemas relacionados con la Liga de Fútbol (que los pujantes equipos catalanes quedarían excluidos), etc.: todo para atemorizar a las masas con el fin del status quo. Pero estos problemas no lo son más que a ojos del opresor nacional. Asimismo, lo que para los filisteos cabeza hueca llamados hinchas de fútbol presenta un argumento de peso, en realidad es una pequeñez, porque son ya muy conocidas las ligas deportivas que aúnan a más de un país, siendo la opresión nacional la única razón para no organizarlas. Tampoco vamos a defender que esas organizaciones deportivas supranacionales sean el vademécum de la “democracia” (exceptuando la democracia burguesa, dictadura contra los trabajadores), puesto que se extienden a los mismos países a los que el control financiero de determinado núcleo imperialista se expade: por ejemplo, la Liga Continental de hockey sobre hielo aúna a Rusia y a países dependientes de sus productos y capital, en mayor o menor medida, como Bielorrusia, Finlandia, Kazajistán, etc.

Las sanciones a las que España alega que sometería a una hipotética Cataluña independiente corren la misma suerte que el problema del deporte: son problemas sólo a ojos del opresor nacional. Porque no hay razón alguna para que España coopere y comercie con todos los Estados-nación de la Unión Europea y no lo haga con Cataluña. La posibilidad de mantener lazos económicos similares a los actuales está ahí, y es muy palpable. Pero no se cuenta entre los planes de la burguesía catalana-española, porque el mero hecho de la autodeterminación de Cataluña les llenaría de incertidumbre y complicaría sus manejos conjuntos.

Los capitalistas españoles, por esto, se llenan la boca de ataques a lo “inconstitucional”, a lo “antidemocrático”, etc. Pero se les ve el plumero, cuando con esta verborrea liberal en realidad quieren decir, únicamente, “aquéllo que marcha en contra de nuestros intereses de clase aunque sea un ápice”. La manifestación tangible de esto es el apoyo y la protección a manifestaciones fascistas mientras los medios de comunicación, en su afamada libertad de expresión (la del capital, querrán matizar) las ocultan como “manifestaciones ciudadanas”, sin hacer referencia ninguna a su carácter fascista y a los grupos políticos que se esconden detrás de ellas (por nombrar al más vomitivo: Falange).

Por supuesto, del lado del Gobierno del PP, y las instituciones del Estado español, como cabría esperar dentro del discurrir de una democracia burguesa representativa, se ha producido reacciones que los independentistas se han apresurado a catalogar como ejercicio represivos fascistas, cuando en realidad son la respuesta esperable de toda forma de dictadura burguesa (velada y parlamentaria o abierta y terrorista) ante un desafío a la integridad territorial sancionada en la misma constitución española que fuese construida con la complicidad de los partidos políticos burgueses catalanes que hoy se encuentran en la vanguardia del independentismo. ¿Qué queremos decir con esto? Que el culto a la legalidad burguesa no puede enfrentarse desde posiciones burguesas.



¡Va contra la ley…!”


Deberíamos dedicar unas palabras a esta exclamación farisea (es decir, hipócrita). “¡La ley! ¡Qué va a ser de la ley! ¡Fuera de la ley no hay democracia!”, etc.: tal ha sido la posición del Gobierno desde el primer minuto. Y esta posición no podía ser más desastrosa. Primero porque se llenan la boca con el cumplimiento de la Constitución cuando se trata de negar el derecho a la autodeterminación, pero se van a la chita callando cuando se trata de cumplir artículos como el n.º 35 o el n.º 47; el derecho al trabajo y el derecho a una vivienda. ¡Que se lo digan a los casi cuatro millones de parados! ¡Que se lo digan a las 600.000 familias desahuciadas! ¿Dónde está esa “defensa del Estado de derecho”? ¡Aquí mismo, la estamos viendo! ¡Defensa al derecho a morirse de hambre y defensa al derecho a no votar! Esos son los pilares del famoso “Estado de derecho” por el que el PP, Ciudadanos, PSOE y cía llenan sus rabiosas bocas de espuma y balbucean en el parlamento. Y en segundo lugar, porque la legalidad defiende la explotación. “Democracia” no es igual a ley. La ley es, hoy, igual a la democracia burguesa; es decir, a la dictadura (mejor o peor velada) contra los trabajadores.

El reproche de Podemos, ERC y partidos/organizaciones similares de que “Rajoy no es nadie para hablar de condenar a quienes se salen de la ley”, dada la archiconocida faceta del PP como organización criminal, es un reproche a medias. Sí. En efecto: muestra la hipocresía del PP. Pero no deja de mantener una ilusión cuasi religiosa en que la constitución burguesa puede hacer valer, en efecto, sus derechos de papel para defender unos intereses que no sean los de la burguesía. Esto no es más que reformismo.

Para los burgueses, la legalidad es que su Estado mande (legisle y ejecute) y el pueblo obedezca y se someta. Para el proletariado, en cambio, la ley es su interés de clase, y si este choca con la legislación vigente, ésta debe apartarse del camino. “¡Que el pueblo mande y el gobierno obedezca!” es una consigna que se está repitiendo mucho últimamente en Cataluña. Nosotros añadimos: ¡que el pueblo s e a el Gobierno! Sólo así se podrá sentir su interés general y podrá, además, ejecutarse.

Como vemos, la cuestión no está tanto en medir si tal o cuál artículo de la constitución de 1978 se cumple o no. La cuestión está en saber que los artículos “sociales” y “del Estado del bienestar” son derechos mojados, anulados por otros artículos. Por ejemplo: “el derecho al trabajo” se anula por el “derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción” (arts. n.º 35 y 33 respectivamente). Asimismo el quid de la cuestión es (valga la redundancia) cuestionar qué es esa legalidad a la que se apela; a qué clase representa y beneficia y de dónde surgió. Si la ley la hacen los ricos, protegidos por los tanques de los ricos, la democracia es de los ricos. Ahora pretender que esa democracia represente a la mayoría trabajadora de la población, esto ya es otra cosa… una cosa, de hecho, deleznable.

Pero permitámonos por un segundo seguir la lógica del gobierno central… Si era ilegal votar durante la dictadura fascista de Franco, democracia significaría seguir las leyes: es decir, algo democrático sería no votar. ¡Ahora entendemos por qué el heredero de aquél rey elegido por mayoría absoluta (1 voto de entre 1 voto; el del “bueno” de Franco) puede dar lecciones de democracia!

Pedirles a los ideólogos de la burguesía y la pequeña burguesía que razonen más allá del paradigma “votar – no votar” es, por otra parte, inútil. Les da exactamente igual (por su carácter de clase y sus deficiencias científicas) que ese voto sea para elegir a unos señores situados por encima de la sociedad e irresponsables ante la misma, y, con esto, no ven el paralelismo existente entre el voto burgués y el fascismo (el no poder siquiera votar qué representantes de la clase explotadora nos deben aplastar en el parlamento); se anclan en las existentes diferencias entre ambos procedimientos de la dictadura del capital, sin superar el marco de la misma.

Pero es que además no se contentan con ésto. No. ¡Tenían que meterse en el traje de víctimas, en el que caben tan bien como un adulto en una cuna! La esperpéntica imagen tuvo cierto apogeo durante el 9 de octubre, cuando organizaciones reaccionarias (Falange, Ciudadanos, “Societat Civil”, etc.) convocaron una manifestación para “dar alas a la mayoría silenciada de Cataluña”.

Pero ¿qué “mayoría silenciada” en Cataluña ni qué bobadas? ¡Vinieron de toda España; había banderas donde se leía “Marbella”, por ejemplo! Y encima ni con esas superaban a las manifestaciones independentistas. A nosotros ni nos apena ni nos alegra esta cuestión de números; en ambos casos se está intentando embaucar a las masas con el nacionalismo. Y este, venga de donde venga, hace peligrar el internacionalismo proletario. “Divide et impera”, dicen los cónsules de los capitalistas, recordando la máxima romana. Por esto nosotros defendemos la autodeterminación de toda nación que así lo desee; es la única forma de no oponer un nacionalismo a otro; de no limpiar la basura con basura.

Detengámonos en la cuestión numérica un segundo, empero. Si el artículo 155 cuenta con la oposición del 66% de los catalanes, ¿debemos suponer que parte de este porcentaje se presentó a hacer bulto en la manifestación de la “mayoría silenciada”? ¿O bien debemos tirar por el desagüe los libros de matemáticas y suponer que el 44% constituye la mayoría? Quizás -y sólo quizás- esa mayoría no es tal, siendo así que está… ¿silenciada? ¡Tampoco! Pese al esfuerzo de los medios de comunicación en inventarse historias de terror catalanista contra quienes no piensan como ellos, aquí las únicas pruebas fehacientes de ejercicio de la violencia han sido (por mucho que las niegue el ministro Dastis, haciendo el ridículo en el extranjero)29 las del Gobierno de España, que, casualmente, defiende la posición de esa “mayoría silenciada”: tan silenciada, en efecto, que puede esgrimir sus ideas sin riesgo de que les arranquen el espacio físico donde las almacenan de sobre los hombros. Los anti-independentistas nunca han sido silenciados en Cataluña. Entre otras cosas porque semejante posición es la que abandera la gran burguesía y esta se encuentra en el poder en España; posee los medios de producción y distribución y controla un Estado adecuado a sus formas explotadoras de dominación.

Esto nos lleva a dedicar, de nuevo, unas breves palabras al régimen de las autonomías. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, reza el sabio dicho popular. Podríamos traducirlo en que “aunque el capitalismo se vista de derechos de papel, sigue siendo capitalismo”. Y para esos papeles las crisis capitalistas, tan inseparables de este modo de producción, son un día lluvioso sin refugio.

El régimen de CC.AA. lleva implícita la negación del derecho a la autodeterminación (art. 155 y artículo 2 [1]). “Es la vieja consigna mohosa de ‘Una, Grande y -¡ejem!- Libre’ maquillada”, escuchamos de labios de un camarada nuestro. ¡Y con qué razón! ¿Qué esperar del régimen con que le era más provechoso a la gran burguesía liberal sustituir la caduca forma terrorista de dictadura del capital en la que se erigía el franquismo?

Pero a esta “autonomía” limitada se le unen derechos de papel tales como el derecho a una vivienda digna, al trabajo, etc. ¡Qué dolorosa mueca irónica se le debe dibujar a los trabajadores en paro y a los miles de desahuciados!




La fascistización

A este problema le volvemos a deber unas palabras, en vistas a lo sucedido en Cataluña y a raíz de este asunto.

Nosotros hemos definido “fascistización” en varios de nuestros artículos anteriores. Destacamos la siguiente:

Ahora bien, que España no sea un Estado fascista no quiere decir que no se esté fascistizando su régimen de democracia burguesa (es decir, que esté estrechando las “libertades” políticas, ya de por sí estrechas en el capitalismo) ni que no se esté fraguando un peligroso movimiento fascista entre bastidores, ante la silenciosa complicidad del Estado capitalista.” (O.C.T.E., “El fascismo en España y las tareas de los comunistas marxistas-leninistas”, 8 de mayo de 2017)30.

La fascistización tiene, pues, dos aristas fundamentales:

-Por una parte, la progresiva defenestración de los rasgos típicos del liberalismo;

-Por otra parte, la vista gorda judicial para con los grupúsculos fascistas en auge.

La fascistización no es fascismo; con la fascistización aún podemos mantener la combinación de las luchas legal e ilegal de forma abierta. Pero aunque esta distinción tenga importancia a efectos tácticos, debemos mantenernos siempre alerta. Los conatos de fascistización no deben entenderse separados del fascismo: a fin de cuentas son un camino hacia el mismo.

Camaradas, no hay que representar la subida del fascismo al poder de una forma tan simplista y llana, como si un comité cualquiera del capital financiero tomase el acuerdo de implantar en tal o cual día la dictadura fascista. En realidad, el fascismo llega generalmente al poder en lucha, a veces enconada, con los viejos partidos burgueses o con determinada parte de éstos, en lucha incluso en el seno del propio campo fascista, que muchas veces conduce a choques armados, como hemos visto en Alemania, Austria y otros países. Todo esto, sin embargo, no disminuye la significación del hecho de que, antes de la instauración de la dictadura fascista, los gobiernos burgueses pasen habitualmente por una serie de etapas preparatorias y realicen una serie de medidas reaccionarias, que facilitan directamente el acceso del fascismo al poder. Todo el que no luche en estas etapas preparatorias contra las medidas reaccionarias de la burguesía y contra el creciente fascismo, no está en condiciones de impedir la victoria del fascismo, sino que, por el contrario, la facilitará”. (Georgi Dimitrov; “La clase obrera contra el fascismo – Informe en el VIIº Congreso de la Komintern”, 1935)

No cabe duda. Las palabras de Dimitrov son providenciales.

Con esto, nos debemos plantear qué formas está tomando la fascistización en España, sabiendo que el problema nacional está agudizándola. Enumerando las características actuales de la fascistización encontramos las siguientes:

-Negación violenta del derecho a la autodeterminación, incitando a parapetos fascistas a atemorizar a las masas en Cataluña;
-Disolución de una institución democráticoburguesa (el Parlament autonómico catalán) por vías policiales;
-Aumento de la presión policial y militar en Cataluña, con vistas a que el pueblo no se manifieste al margen de una legalidad que se ha probado opresiva para con las masas trabajadoras catalanas y cuyas leyes salen de la pluma de los capitalistas, que poseen los medios de producción y de distribución;
-Exaltación del chovinismo español e intento de inoculárselo a las masas trabajadoras en toda España;
-Ley mordaza y derivados, que coartan y dificultan el desarrollo de las protestas populares en el marco legal;
-Protección de las manifestaciones de músculo de las organizaciones abiertamente fascistas;
-Encarcelamiento sumario, sin juicio, de disidentes políticos;
-Boicot a los productos catalanes.

La burguesía mantiene una actitud contradictoria en lo referente al boicot31. Por eso no es una política de Estado, aunque ciertos estadistas la hayan adoptado (la exministra Trujillo, del PSOE, siendo el caso más notorio). Dicha política afecta, sobretodo, a los pequeños capitalistas32; es decir, a quienes mantienen una empresa mediante la contratación de un número reducido de proletarios. En realidad no afecta directamente a los pequeños comerciales, individuales, porque estos venden sus productos sobre todo para el mercado interno, en un ámbito muy reducido (el barrio, por ejemplo). Pero la mayoría de estos pequeños comerciales

Sobretodo parte de los grupúsculos fascistas que el PP, PSOE, C’s y cía dejan que se desarrollen.

Para poner una solución a este problema del boicot tendríamos que suponer muchas cosas. Tendríamos que suponer, en primer lugar, la solidaridad de clase del proletariado y las masas de toda España con sus camaradas catalanes. Y tendríamos que suponer un Partido Leninista que presionase las movilizaciones de Cataluña (mayores que en cualquier otro punto de España, a día de hoy) para conseguir una revolución socialista y organizar la dictadura del proletariado. Tendríamos que suponer, por tanto, que los obreros del resto del Estado o bien boicoteasen el boicot de los capitalistas en general a esa supuesta Cataluña socialista aislada o bien expandiesen su revolución por todo el territorio. Y tendríamos que suponer, por ende, una organización racional de la industria catalana, en base a las necesidades del pueblo.

Pero como estas suposiciones, hoy por hoy, son hablar sobre lo inexistente, debemos orientar una solución práctica para el boicot, que sería empero una solución parcial. A fin de cuentas, aún hoy tenemos como tarea pendiente de primerísimo orden unificar a las fuerzas comunistas bajo el marxismo-leninismo, y sin ésto no puede haber una solución real, de raíz o “radical”.

Esta solución parcial no es sino boicotear el boicot y hacer una agitación y propaganda seria entre las masas para contradecirlo. Porque, manteniendo las condiciones capitalistas, el boicot a una serie de empresas no puede ser fehaciente más que en el contexto de una huelga y para mejorar las condiciones de explotación de los trabajadores, organizándolos y pertrechando sus fuerzas en esta batalla preparatoria para asaltar la razón de sus males en el futuro: la propiedad privada sobre los medios de producción. Un boicot por razones chovinistas no es sino un boicot que no interesa al pueblo. Porque la reducción de la producción no estaría ligada a la huelga, y por lo tanto sólo tendría consecuencias negativas. Expliquémonos.

Los productos catalanes son más baratos y de calidad, ya que ha sido el territorio donde más concentrada ha estado la industria en España, históricamente. Por ello, hoy gozan de tales condiciones de producción que provocan que las empresas del resto de España se provean, directa o indirectamente, de Cataluña. Boicotear a Cataluña es boicotear al resto de España. Y los capitalistas que siguen imperando responden a la reducción de sus beneficios, cuando estos no se han conseguido por medio de una huelga y la movilización obrera (es decir, a la lucha por el aumento del salario), de la siguiente manera: expulsando a los trabajadores.

Entonces, la táctica del boicot no va a originar más que miseria y paro en toda España, si se lleva adelante. ¿No es esto una prueba bastante dura de que lo que quiere el fascismo es una España unida con cadenas y fundamentada en su sacrosanto principio de la miseria de la amplia mayoría trabajadora? Exactamente.

Participando en el boicot somos partícipes del fascismo.

Si hay un partido no directamente fascista, pero fundado por fascistas y benevolente con el fascismo, ese es el PP. Del mismo modo, es este partido, esencialmente, aquél que puede permitir con mayor holgura el impune desarrollo de la organización de las fuerzas auténticamente fascistas en España. La táctica que debemos tomar los marxistas-leninistas, que aconsejamos desde la O.C.T.E., es la de aprovechar los enfrentamientos internos entre las diferentes fuerzas políticas burguesas (Unidos Podemos, PSOE, PP, C’s, etc.), para intentar sacar del Estado al gabinete del PP.

Mas esto no tendría utilidad alguna si nos limitásemos a pedir que un partido burgués le tomase el relevo a otro, independientemente de su barniz. Esta táctica (la de aprovechar las discordancias internas de la burguesía) sólo sería útil si las fuerzas marxistas-leninistas estuviésemos agrupadas políticamente y pudiésemos utilizar el proceso de ese relevo de partidos burgueses para desacreditar la oposición burguesa a la burguesía a ojos de las masas trabajadoras, y si estuviésemos capacitados para ir arrancándole posiciones a dicha oposición burguesa, para transformar la lucha contra el PP en una lucha contra el capitalismo. El seguidismo trotskista a Podemos es una prueba fehaciente del fracaso de “aprovechar” las contradicciones internas de la burguesía para llevar más allá la lucha contra el PP; además, en el caso de estos trotskistas (“Izquierda Anticapitalista”), la táctica se planteó mal y les llevó a hacer un estéril entrismo en una formación pequeñoburguesa a la que le aplaudían prácticamente todo. Esto, entre otras cosas, les llevó a la escisión.

Con esta exposición queda clara, como siempre, la perenne tarea de los marxistas-leninistas en España: la unidad bajo el marxismo-leninismo. Esta queda bien expuesta en nuestro Comunicado de Autocrítica, cuando decimos que…

Dada esta situación, no podemos abstraernos de la colaboración de base entre comunistas de diferentes grupos. Esta colaboración por objetivos comunes que la vida pone en la línea de frente es la base de la posterior unificación, en base a la lucha ideológica, de los comunistas bajo la bandera leninista. De este modo tampoco obviamos la posibilidad de pactos entre diferentes grupos.

Para poder desarrollarla de forma satisfactoria es necesario que previamente colaboremos todos nosotros, las bases, sin miramientos ni rencillas políticas, por el bien del proletariado y las masas laboriosas de España y del mundo. […] Visto lo anterior, no debe parecer que le prestamos poca atención a la lucha ideológica. No conseguiríamos ninguno de los propósitos antes mencionados si no llevásemos a cabo, constantemente, la labor de principio de denunciar a los líderes oportunistas de todos los pseudo-partidos comunistas existentes en España actualmente.

Para esto, sólo cabe una táctica: la constante lucha ideológica en todos los frentes y contra todo enemigo. Pues sólo desenmascarándolos en teoría, podremos construir el impulso que lleve al trabajo conjunto de las bases de los diferentes grupos a su evolución hacia una plataforma de unificación de estos grupos auténticamente comunistas, por la organización de un Congreso Unificado de todos ellos que sirva de arena para desencadenar la lucha contra las corrientes hostiles al Marxismo-Leninismo en un nivel superior.

Sólo la lucha ideológica unida a la práctica de masas bolchevique nos dará a conocer entre los comunistas del Estado y nos garantizará las simpatías de los elementos más honestos, hecho este que no sólo impulsará sino que posibilitará nuestra actividad según lo indicado en la presente.” (Comunicado de autocrítica del P.C.T.E. – Autocrítica sobre los errores del período P.C.T.E. y tareas de la organización en el momento actual, IV Pleno de la O.C.T.E., 15 de septiembre de 2017).

Dado el peligro para la burguesía de que el PP sucumba, empero, se está preparando y se están pertrechando las fuerzas en torno a un seguro heredero de esas tradiciones benévolas con el fascismo. Hablamos de Ciudadanos (C’s), que ya hoy representa, según los barómetros de opinión, la tercera fuerza política, por detrás del PSOE colaboracionista y del PP.33


¡QUE CATALUÑA SEA INDEPENDIENTE Y SOBERANA! ¡QUE PARA ESTO SE FRAGÜE LA SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA DE LOS PUEBLOS DE ESPAÑA!

28 de octubre de 2017


N O T A S

[1] He aquí el famoso artículo 155:

1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.

2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.” (http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=155&tipo=2)

Por su parte, el artículo 2 reza:

La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”

Siendo que su confusión de términos les lleva a hablar de una nación compuesta de naciones. Deberían haber dicho “Estado español”. Pero esto son pequeñeces si se comparan con la flagrante negación de la libre separación y unión de las naciones que componen dicho Estado.



1 No le es provechoso porque la Unión Europea se ha negado a reconocer a un hipotético Estado catalán independiente. Con esa negativa, el problema de los aranceles no se solventaría (porque si Cataluña no fuese parte de España ni tampoco un Estado miembro de la U.E., las tasas al comercio volverían a erguirse); más bien, el problema de los aranceles sería demasiado pesado como para que una Cataluña independiente y capitalista lo solucionase.
2 Las bases y apoyos de este partido, típicamente pequeño-burgués, se distinguen de las de los partidos burgueses en que éstos últimos han sido mucho menos activos “en la calle”: exceptuando fechas como el 1 de octubre, las Diadas, etc., ni ERC ni el PDCat han “sacado músculo” fuera de las instituciones parlamentarias, mientras que la CUP, pese a tener un electorado mucho más modesto en números, está “liderando” las protestas callejeras de todo este mes de octubre. La razón de este hecho se encuentra en el carácter de clase de la CUP. Ésta es el partido típicamente pequeñoburgués de Cataluña, y, como nos dice Stalin, es la pequeña burguesía la que sirve de centro al movimiento nacional.
15 Igualmente, su compostura política vira cuasi definitivamente hacia el socialismo una vez éste se ha empezado a construir. Esto, claro está, si hablamos de los estratos pobres y medios de la pequeña burguesía, que el proletariado debe arrancar del lado de la burguesía. Los estratos superiores de la pequeña burguesía siempre formarán “una sola masa reaccionaria” junto a la burguesía, excepto en la revolución democrática dada en regímenes semifeudales (capitalismo que ha transitado pacíficamente desde el feudalismo, mediante un acuerdo entre feudales y burgueses: una vez el tránsito se retrasa tanto que ya existe un cierto proletariado del que defenderse en tal santa alianza) – aquí toman la posición de la burguesía y llegan hasta el final de dicha revolución, mientras que la burguesía sigue buscando el acuerdo con la vieja sociedad (o bien se echa a manos del fascismo). Obviamente, se quedan a mitad de camino sí o sí, pues continuar la revolución democrática hasta la socialista sería tirarse piedras sobre el propio tejado.

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