Como
siempre: las cuestiones que rodean a la voluntad independentista del
“Govern de Catalunya” y la consiguiente respuesta por parte de
los poderes de Estado español están careciendo de una lectura
marxista-leninista, de una óptica de clase; más incluso, los
análisis del mismo provenientes de los sectores de la burguesía y
pequeña burguesía que saturan los medios de comunicación se
inscriben por completo dentro de la noticia-propaganda que en última
instancia busca la hegemonía sobre la opinión pública. Así pues,
desde la O.C.T.E. intentaremos nuevamente hacer una lectura de los
elementos fundamentales de lo que acontece repasando todo lo
relacionado con el “procés”, ahondado claro en el mismo
desde una postura marxista-leninista.
La
fascistización del Estado español está agudizándose, últimamente,
tomando como lanzadera todo lo referente al problema de las
nacionalidades. Ahora la mira se ha puesto en el día 1 de octubre,
día en el que Cataluña intentó celebrar la votación acerca del
referéndum de independencia. La cuestión que asalta a los
marxistas-leninistas es la siguiente: ¿qué es este proceso? ¿Cómo
han evolucionado desde sus inicios las relaciones de fuerza entre las
clases sociales que participan en el referéndum y lideran el
“procés”? Nosotros, como aspirantes a la organización
que acarree la restauración del movimiento marxista-leninista en
España, no podemos dejar de analizar estas cuestiones y tantas
otras, además de tener el deber de juzgar la posición que toman
ante ellas los pseudopartidos “comunistas” del país y las dos
grandes centrales revisionistas del mismo (PCE y PCPE).
Sin
embargo, debemos comenzar justo donde lo dejamos en el artículo
anterior acerca del tema que nos ocupa, artículo fechado el 4 de
marzo de 2017. ¿Qué ha ocurrido desde entonces?
En
el artículo citado, nosotros definíamos de la siguiente manera el
proceso independentista catalán:
“[Los partidos burgueses y pequeñoburgueses] han sido empujados
a posar a independentistas y a defensores del derecho de
autodeterminación de los pueblos por la marcha de los
acontecimientos, pero … los manipulan de tal modo que esto se
reduce al “tira y afloja” estéril entre fuerzas de una clase
social explotadora y cohesionada.
Actúan de forma que todo permanece igual mientras se mira a las
masas y se les dice “no podemos hacer más, volvamos al principio”.
Todo esto refleja tres cosas; a) Que a la burguesía catalana y
española, que es la misma, no le interesa la independencia pero
necesita que el proceso se prolongue para despistar a las masas
trabajadoras y enemistarlas por cuestiones nacionales; b) Que … la
pequeña burguesía se da cuenta de esto y está intentando tomar la
delantera en el proceso de manera infructuosa (CUP); c) Que el
proletariado está marchando de forma inconsciente en los
acontecimientos, siendo su fuerza principal pero manipulado por los
partidos burgueses y pequeñoburgueses.
El actual movimiento nacional de Cataluña parte de la pequeña
burguesía, cuya fracción más “radical” se representa en la
“CUP”. […] Si se da un paso adelante, como las elecciones del
9N, se dan dos pasos atrás y se vuelve al punto de partida de todo
el problema. Y así sucesivamente.
No cabe extrañarse ante el hecho de que la burguesía sea
completamente incapaz de dirigir cualquier intento
democrático-burgués, como sería la aceptación del principio de
autodeterminación de las masas laboriosas, de los pueblos, para las
naciones que componen el Estado español. La única clase que puede
dirigir este proceso y no estancarse en el mismo es el proletariado,
la clase obrera. Pero a esta clase no le interesa tanto luchar
separada en naciones, desligada del proletariado del resto de éstas,
sino luchar por el internacionalismo proletario. Y esto, en la
cuestión catalana, significa unirse a los obreros del resto del
Estado para luchar contra su enemigo común, que no es tanto el
centralismo autonómico como la burguesía, sea esta centralista,
federalista, o como quiera.” (O.C.T.E.;
“El problema de Cataluña y la Cuestión Nacional”, 4 de marzo de
2017)
Consideramos
que esa valoración sigue siendo totalmente correcta. Pero con una
particularidad: que la burguesía catalana-española, al jugar con
fuego, se está acabando por quemar. Expliquémonos.
Si
bien para distraer a las masas de la lucha de clases la gran
burguesía homogénea del Estado español fraguó la táctica del
independentismo (haciendo creer a las masas trabajadoras catalanas
que el capitalismo podría solucionar sus prerrogativas sociales),
para que esto de veras surtiese algún efecto la burguesía catalana
debía movilizar al pueblo para “luchar” contra el centralismo de
su propio capital. Y ya nos enseñaba Lenin qué ocurre cuando la
burguesía moviliza al pueblo para fortalecerse y solucionar sus
trifulcas entre capitalistas:
“A
la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra
demasiado resueltamente todas las supervivencias del pasado, sino que
deje en pie algunas de ellas; es decir, que esta
revolución no sea del todo consecuente, no se lleve hasta el final,
no sea decidida e implacable. Los socialdemócratas expresan a menudo
esta idea de un modo un poco distinto, diciendo que la burguesía se
traiciona a sí misma, que la burguesía traiciona la causa de la
libertad, que la burguesía es incapaz de un democratismo
consecuente. A la burguesía le conviene más que los cambios
necesarios en un sentido democraticoburgués se produzcan más
lentamente, más gradualmente, más cautelosamente, de un modo menos
resuelto, por medio de reformas y no por medio de la revolución, que
estos cambios sean lo más prudentes posible con respecto a las
"honorables" instituciones de la época del feudalismo
(tales como la monarquía), que estos cambios desarrollen lo menos
posible la acción independiente, la iniciativa y la energía
revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y
particularmente de los obreros, pues de otro modo a estos últimos
les será tanto más fácil "cambiar de hombro el fusil",
como dicen los franceses, es decir, dirigir contra la propia
burguesía el arma que ponga en sus manos la revolución burguesa, la
libertad que ésta les dé, las instituciones democráticas que
broten en el terreno desbrozado de feudalismo.
Por el contrario, a la clase obrera le conviene más que los
cambios necesarios en un sentido democraticoburgués se introduzcan
no por medio de reformas, sino por la vía revolucionaria, pues el
camino reformista es el camino de las dilaciones, de los
aplazamientos, de la agonía dolorosa y lenta de los miembros
podridos del organismo popular, y los que más y primordialmente
sufren con este proceso de agonía lenta son d proletariado y los
campesinos. El camino revolucionario, es el camino que consiste en la
operación más rápida y menos dolorosa para el proletariado, en la
eliminación directa de los miembros podridos, el camino de mínimas
concesiones y cautelas con respecto a la monarquía y a sus
instituciones repelentes, ignominiosas y podridas, que envenenan la
atmósfera con su descomposición.” (Vladimir
Lenin; “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución
democrática”, 1905)
En
efecto: la autodeterminación de las naciones que componen España es
un movimiento democrático-burgués. Y la burguesía española (y
catalana), con su constante tira y afloja, con su intento de engañar
a las masas, no ha conseguido sino crisparlas: que desarrollen un
odio natural y justificado ante el Gobierno Central de España. La
congoja de la Patronal catalana era de esperar. No ha tardado en
aparecer en escena la fuga de grandes y medianas empresas desde el
territorio catalán hacia el resto de España.
Ahora
la burguesía catalana se encuentra ante una encrucijada bien
compleja: tiene tras de sí a un movimiento de masas potente y que se
está revolucionarizando por momentos. Pero no le interesa que este
movimiento lleve a término la farsa nacionalista, pues estaría
perjudicando a sus intereses burgueses. Y asimismo, las masas la
están empujando a seguir la senda del independentismo, pues, si la
burguesía abandona ahora, los trabajadores catalanes se darán
cuenta de que “su” burguesía los estaba manipulando vilmente y
centrarán toda su ira en la lucha de clases contra ella, cosa esta
que la burguesía tiene el obvio interés de apaciguar por todos los
medios.
¿Qué
va a hacer la burguesía en España ante este callejón sin salida en
el que se ha metido ella sola? No va a poder hacer mucho, claro. Pero
haga lo que haga, el resultado es que la lucha de clases va a acabar
agudizándose:
-O
bien la burguesía catalana, su diversa camarilla política, prosigue
una senda que no le es provechosa como clase1
y adviene una agudización de la crisis económica presente;
-O
bien “aborta la misión” y se gana a pulso el descrédito de unas
masas populares que centrarán sus perspectivas, dentro de sus
actuales posibilidades ideológicas y organizativas, en la lucha de
clases.
Los
hechos nos confirman que los representantes políticos de la
burguesía catalana están intentando marchar por ambas, auspiciados
por dos hechos: primero, que su clase los está abandonando (¡también
literalmente!), ocurriendo que esto los acobarda, y segundo que en la
medida en que su clase los abandona, los representantes políticos de
la burguesía en Cataluña están teniendo que mudar su base social
hacia la pequeña burguesía, otrora monopolizada por ERC (hasta que
hace unas décadas se “mudase” a la burguesía) y la CUP2,
teniendo que copiar en parte el discurso radical-burgués de éstos
dos grupos.
Los
capitalistas de todo el Estado español están comenzando a renegar
de sus representantes políticos en Cataluña, dado que los
consideran del todo inservibles a su causa. Titubeando entre la
pequeña burguesía y la gran burguesía, teniendo que servir a
intereses que contradicen al movimiento político que las
circunstancias te han hecho abanderar; tal es la encrucijada de los
representantes políticos de los capitalistas en Cataluña. Lo que en
su momento se presentaba como la panacea de los capitalistas en
Cataluña, para distraer a las masas de su lucha de clases contra la
burguesía y para fijarles unos imaginarios intereses comunes en
suelo catalán, inoculando en las masas sentimientos chovinistas, se
ha acabado por volver en su contra. Por ello, los capitalistas y su
“confiable Gobierno Central” están desarrollando una situación
militarizada y fascistoide en Cataluña, prohibiendo su tan cacareada
“libertad de prensa”, confiscando folletos soberanistas y
propaganda electoral en el referéndum del 1 de octubre, llevando
kilómetros de tanques por las vías férreas hasta Barcelona,
aparcando furgones policiales en las calles, hasta donde alcanza la
vista, y finalmente intentando solucionar por la fuerza bruta y el
terror la situación en que la incompetencia política de los
partidos burgueses catalanes ha metido a su propia clase.
Asimismo,
no cabe pensar que esos líderes políticos burgueses de Cataluña
iban a ganar en arrojo después de ser cuestionados por la clase a la
que representan. No. Lo que este descrédito ha conseguido no es sino
que los políticos burgueses catalanes se hayan atemorizado y hayan
actuado retrocediendo en sus posiciones pero “radicalizándose”
por compromiso, por mantener su engaño del pueblo, sabiendo que su
proceso no iba a llevar a buen puerto. El discurso de Puigdemont el
día 10 de octubre fue la muestra más fehaciente de ello. El
independentismo, si excluimos a la CUP, está pidiendo “diálogo
con el Gobierno Central”. Han cedido a las presiones de la clase
capitalista de toda España. Y ante esta cesión, dicha clase se ha
venido arriba y no ha desaprovechado la mínima oportunidad para
castigar a sus revoltosos hijastros. Las posiciones cedidas por el
independentismo (tildadas de “traición” por los sectores más
pequeñoburgueses del mismo) están siendo ocupadas por el Gobierno
Central con la única intención de escarmentar cualquier intento de
violación del principio franquista de la unidad indisoluble de
España.
Con
todo, el independentismo ha quedado escindido en quienes representan
a sectores más pudientes de la burguesía (PDCat y ERC), que piden
“diálogo”, y en quienes representan a los sectores más
pequeñoburgueses (CUP y quienes le hacen seguidismo), que se
intentan asir a los llamados Comités de Defensa del Referéndum para
establecerlos como una alternativa política viable al viejo aparato
estatal burgués. Más adelante nos adentraremos en el análisis de
si estos CDR pueden constituir, como se nos quiere decir, una
analogía con los sóviets rusos o los consejos antifascistas de
liberación albaneses.
Decíamos
que la respuesta del Gobierno Central ha sido intentar escarmentar a
los partidos independentistas. Pero, ¿cómo lo están haciendo? La
clase capitalista de toda España ha respondido mediante, primero, la
violencia y la represión; segundo, mediante las presiones económicas
y tercero, mediante una infame campaña de prensa donde no se
escatiman las invenciones y el puro teatro. Dentro del primer grupo
de respuestas tenemos el reciente encarcelamiento de los líderes de
Ómniun Cultural y de la llamada Assamblea Nacional
Catalana3,
además de los archiconocidos sucesos acaecidos durante las
manifestaciones del 1 de octubre (el despliegue de una violencia
policial tan inusitada que hizo parecer a los Mossos d’Esquadra,
famosos por su virulencia, como unas hermanitas de la caridad)4.
Dentro del segundo grupo tenemos la conocida fuga de empresas de
Cataluña, trasladando sus sedes hacia otros puntos de España5.
Y dentro del tercer grupo, los ejemplos son cuantiosos. El caso
reciente más paradigmático lo constituyó el programa de televisión
“Espejo Público”, de la ultrarreaccionaria cadena “Antena 3”
(el eslabón más abiertamente descarado del grupo PRISA), cuando el
pasado día 13 de octubre no escatimó en medios para crear
una noticia falsa.6
Un
compilado de los 23 casos más notorios de manipulación informativa
(hasta el día 8 de octubre) se puede ver a través de estos enlaces.
Asimismo,
los propios empleados de Radio Televisión Española (RTVE) emitieron
un comunicado donde reconocían la manipulación informativa de su
cadena y se solidarizaban con sus compañeros de TV37,
la radio-televisión autonómica de Cataluña, que el Gobierno
pretende intervenir para convertirla de un medio de comunicación que
da una cobertura similar al independentismo y al anti-independentismo
en un medio vocero de, exclusivamente, la posición de la gran
burguesía catalana-española8.
El PP, según nos consta, sobornó al presidente de RTVE con fondos
procedentes de su “Caja B” (es decir, el dinero ilegal que han
recaudado como partido).9
Nosotros,
como marxistas, sabemos que los medios de comunicación pertenecen a
la clase que tenga en su poder los medios de producción. Pero que
esta clase sea tan sumamente descarada como para que sea su agencia
política más fiel y poderosa la que lleve a cabo el soborno,
directamente, es ya algo más difícil de ver.
Respecto
a la fuga de empresas (de sus sedes, más bien), está claro que para
los políticos burgueses catalanes está significando una razón de
peso más para amedrentarse. Lo corrobora el hecho de que Carles
Puigdemont, cabeza visible del Govern catalán, está siendo
presionado para capitular por quienes antes le apoyasen. Ada Colau,
alcaldesa de Barcelona por el partido hermano de Podemos en la
ciudad, no ha tardado en pedirle al “president” que retire la
declaración unilateral de independencia, que éste había prometido
en un arrebato de populismo provocado por intentar complacer a una
base social pequeñoburguesa sin mover ni un ápice su cariz de
abogado de la gran burguesía.
El
periódico “El Mundo” escribía el día 9 de octubre en los
siguientes términos:
“La alcaldesa de Barcelona,
Ada Colau, ha convocado a los medios de comunicación para hacer una
declaración institucional sobre
la situación política de Cataluña.
La alcaldesa ha pedido diálogo tanto al presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, como al de la Generalitat, Carles Puigdemont: ‘Nos
encontramos en la crisis institucional más grave en este país desde
el establecimiento de la democracia’, ha manifestado en su
comparecencia. Colau ha afirmado que ‘los resultados del 1-0 no
pueden ser un aval para proclamar la independencia’ y, por este
motivo, ha pedido a Puigdemont, que
retire la Declaración Uniletaral de Independencia (DUI). ‘No
nos podemos permitir poner en peligro la cohesión social’,
ha alertado. También ha reclamado a Mariano Rajoy que
no aplique el artículo 155.
A su juicio, la obligación en estos momentos es ‘encontrar una vía
política inclusiva’, ha aseverado”
(http://www.elmundo.es/cataluna/2017/10/09/59dbaa9fe2704ec7468b4584.html)
La
represión brutal del 1-0, la presencia militar exacerbada en
Cataluña y las presiones legales de una Constitución fraguada, en
tanto a la cuestión nacional, para coercionar la voluntad de las
naciones que componen España, han bastado para asustar a más de un
político burgués catalán y obligarle a dar media vuelta. “No
podemos hacer peligrar la cohesión social”. Esta frase retrata la
esencia de la postura burguesa actual: no van a abandonar el procés
de forma ipsofacta (pues con esto lanzarían a las masas contra ellos
mismos) pero tampoco quieren que este llegue más allá de aquél
célebre “tira y afloja”. Lo primordial para la burguesía es la
paz de clases.
Por
otra parte debemos añadir que la pequeña burguesía y el
proletariado han recibido amistosamente la fuga de empresas, pues se
considera que el hueco libre que éstas dejen en la economía
catalana podrá rellenarse con formas de trabajo cooperativo y con la
pequeña propiedad privada y el pequeño mercado, tan idílico en las
teorías económicas sismondistas que han servido de base al
anarquismo. ¿Qué limitaciones tienen estas expectativas? Por parte
del trabajo cooperativo, Marx siempre subrayó que mientras se
limitase a unos ensayos ocasionales nunca jamás pondrían en peligro
el monopolio capitalista (Mehring, 1960: 347). En tanto a la
pequeña propiedad privada, nosotros decimos con Lenin que “genera
capitalismo cada día, cada hora, en un proceso inconsciente y en
masa” (v. “La enfermedad infantil del izquierdismo en el
comunismo”, 1921).
Antes
del día 21 de octubre, nosotros considerábamos que el desenlace del
proceso independentista puede tomar tres caminos:
-O
bien los políticos burgueses (PDCat, ERC, etc.) mantienen su
liderazgo del proceso y consiguen que dé media vuelta de forma que
se apacigüe tanto a la clase capitalista como a las masas;
-O
bien la pequeña burguesía toma el control del proceso ante las
capitulaciones de los políticos burgueses y se dirige a aquél
idilio con los días contados;
-O
bien ocurre lo anterior pero el inevitable conflicto entre la
producción cooperativa y la pequeña propiedad privada y el pequeño
mercado sirven de caldo de cultivo para una agudización sin par de
la lucha de clases en Cataluña, pudiendo provocar esto o un contagio
en España o el asedio de ésta contra Cataluña, probándose por la
fuerza así el grado de alienación de los trabajadores en este
país.
Pero
con la reciente aprobación de que se aplique el artículo 155 de la
constitución de 1978 [1] todo apunta a que la cosa va a
acabar discurriendo por un cuarto camino: la burguesía
catalana-española va a deshacerse de sus representantes políticos
catalanes por haberse convertido en inservibles dado su
posicionamiento “demasiado concienzudo” en tanto a la táctica
del despiste de las masas de la lucha de clases, con las suculencias
del “movimiento nacional”.
En
efecto, la burguesía catalana-española dejó florecer el
independentismo como arma para desencaminar el descontento de las
masas trabajadoras en Cataluña, producto del capitalismo y su
reciente crisis de 2008 (siendo que las fechas coinciden con la
agudización de esta crisis, su punto álgido, y el reinicio de la
campaña independentista a manos de CiU y compañía). Pero esto no
sirvió para apaciguar la lucha de clases, sino para colocar a unos
partidos burgueses en contra de otros, teniendo que aceptar, algunos
de ellos, el rol de “mesías” de unas masas muy convencidas ya
por las vanas promesas de mejora social del independentismo. Con
esto, la clase capitalista catalana-española le negó su aprobación
a sus partidos catalanes y se encaminó a las presiones económicas,
políticas, etc. para que cambiasen de rumbo. Los políticos
burgueses catalanes reaccionaron a las presiones intentando
retractarse. Pero el papel de falso héroe que los acontecimientos
les habían impuesto les obligaba a complacer a esas masas “preñadas”
de independentismo, de forma que debían retractarse del
independentismo pero, a la vez, prometer que se iba a seguir
avanzando hacia el mismo.
Ni
al pueblo ni a la burguesía catalana-española le hizo gracia esta
manifestación, y la confianza de estos políticos burgueses
catalanes, como Carles Puigdemont, comenzó a naufragar. Mas el
Estado central, ese arma de la burguesía de toda España, se puso a
maniobrar presto para patear a sus otrora servidores fuera del mapa
político. Comenzaron con el encarcelamiento de los presidentes de
Ómnium Cultural y la ANC, y ahora han seguido con la aplicación del
arículo 155.
¿Qué
pretende el Gobierno con este artículo 155? Pretende disolver el
actual Govern de Catalunya y sustituirlo mediante la celebración de
unos comicios electorales. “Gracias” a este artículo, la policía
autonómica estará a órdenes directas del Gobierno Central y las
demás funciones de la Generalitat pasarán a manos del gabinete
gubernamental del PP.
Camino
a las elecciones
El
PP, PSOE y C’s acordaron que las elecciones autonómicas
anticipadas en Cataluña se celebrarían este próximo mes de enero.
Ante esta “lejana” perspectiva, nosotros tan sólo podemos
intentar arrojar luz sobre las posibilidades por las que este “camino
a las elecciones” puede discurrir.
“¿Quién
ganaría esas elecciones?”. Tal es la cuestión que nos acosa. En
su respuesta no podrían figurar ni el PP, desacreditado, ni Podemos,
de influencia escasa en el procés, ni el PSOE, que desde hace tiempo
no ha superado la función de “muleta de tal” o “muleta de
cuál” en Cataluña. La burguesía centrará sus esperanzas
catalanas en el partido que mejor ha representado sus intereses de
“unidad indisoluble de España” en Cataluña: Ciudadanos (C’s).
Por su parte, unas masas trabajadoras catalanas imbuidas
mayoritariamente de independentismo votarán o bien al PDCat, o bien
a ERC, o bien a la CUP (en compensación a su frenética actividad
reciente y en medida en que éstos mantengan una táctica electoral
para entonces).
El
Gobierno tiene tres opciones en su camino a la supresión absolutista
de un gobierno autonómico que no es de su agrado:
-O
bien pacta y fortalece su unión con Ciudadanos, intentando
impulsarlos a la cabeza de las opciones políticas votadas;
-O
bien sigue su marcha actual y encarcela y anula del mapa a las
principales figuras del procés;
-O
bien prohíbe a determinados partidos independentistas con la famosa
y vomitiva excusa de que “hacen peligrar la democracia”, “son
anticonstitucionales y por ello son malos”, etc. etc.
Los
recientes sondeos electorales parecen demostrar que la burguesía se
ha decantado por la primera opción.
La
pérdida de puestos de trabajo que suponen las presiones de las
grandes empresas a Cataluña ha enemistado más aún a los
proletarios y a las masas trabajadoras catalanas con el Estado
Central. Sin embargo, esta creciente enemistad no está siendo
exclusiva de Cataluña: los gastos multimillonarios en la
movilización de los efectivos policiales, militares, etc. para
evitar el derecho a la autodeterminación han llevado al ministro
Montoro a reconocer que en el próximo curso económico los gastos en
servicios sociales estarán “bajo mínimos”10.
Este
hecho, que va a agudizar aún más la precariedad de las masas
trabajadoras de toda España, no debe sino explotarse para que
germine la solidaridad entre los trabajadores de Cataluña y el resto
de España. ¿Qué mejor prueba de que la opresión nacional de
Cataluña no debe vitorearse sino boicotearse, en tanto que genera
miseria a ambos lados de la frontera? Sin esta solidaridad no puede
hablarse de que exista un beneficio para la lucha de clases con el
apoyo a la autodeterminación catalana. No debemos ser unos cuantos
“de vanguardia” quienes la apoyemos, sino que debemos hacer que
las amplias masas tengan ante ella una actitud favorable o, al menos,
neutral. Sólo esto garantizará que la independencia de Cataluña no
degenera en conflictos internos entre la clase obrera de todo el
Estado; conflictos estos que se aprovecharían por el fascismo para
inocularse en las clases populares de España.
Una
vez expuesto todo lo anterior, cabe preguntar: ¿qué discurrir sería
más útil para los marxistas-leninistas? Aquél que agudice la lucha
de clases sin perjudicar al proletariado. Pero no podemos dejar que
ocurra, simplemente, por arte de magia, por espontaneidad. Se debe
tomar partido en el movimiento nacional, se debe empujar hacia sus
últimas consecuencias; hacia el enfrentamiento contra los enemigos
comunes de los trabajadores españoles y catalanes; se debe fraguar
el sentimiento de internacionalismo proletario en todos ellos. Pero
lamentablemente España carece de una organización capaz de
semejante tarea.
En
este sentido ha sido algo sonada desde la llamada “izquierda
marxista-leninista” la teoría de que el Estado español se está
resquebrajando y que apoyar el procés significaría agudizar las
contradicciones de clase de un modo provechoso para la lucha de
clases proletaria.
Nosotros
sabemos que esto es lo que se debería hacer, en efecto, pero no
compartimos que el Estado burgués español esté debilitado por el
procés; más bien le ha servido como pretexto para dar un paso más
hacia el fascismo (sin llegar al mismo por ahora pero dejando que sus
fantasmas revoloteen a su libre albedrío). Y, como decíamos,
mientras este fascismo siga inoculado en el proletariado de España,
no habrá un final revolucionario en el apoyo incondicional al
procés.
Por
lo tanto:
1)
Apoyar y defender el derecho a la autodeterminación;
2)
Inocular la solidaridad de clase necesaria en el proletariado y las
masas de toda España para asegurar la autodeterminación de
Cataluña;
3)
Si apoyamos la autodeterminación divorciados de las masas
trabajadoras de toda España, no haremos sino confirmar el actual
divorcio práctico entre comunistas y proletariado, cuando lo que hay
que hacer es superarlo.
La
prueba más fehaciente de que esta táctica (combatir el chovinismo
entre las masas como paso previo obligatorio para promover la
solidaridad de clase) es totalmente necesaria es que el 63% de la
población española está a favor de la aplicación del artículo
155 de la constitución11,
mientras que un comprensible 66% de la población catalana está en
contra del mismo12.
La
burguesía se armó de una táctica errática
Como
sabemos, el interés de la gran burguesía catalana-española era
contrario al de la secesión, pues le supondría el surgimiento de
unas fronteras que no tendría tan fácilmente bajo control ni al
servicio de su comercio, pudiendo constituirse éstas en un obstáculo
para los flujos de capital entre Cataluña (que supone casi un 20%
del PIB de España) y el resto del Estado. El interés de los
politicastros burgueses catalanes era el de conseguir mejoras y una
posición más favorable para que la Generalitat gozase de una
autonomía más pudiente y de una cota mayor de impuestos invertidos
en ella. Para hacerse con este objetivo, ¿qué mejor que
pertrecharse del sentimiento nacionalista de la pequeña burguesía
catalana y de sus fuerzas políticas? Venía a reforzar esta táctica
el hecho de que, si se azuzaba el nacionalismo entre las masas, el
proletariado catalán y las masas trabajadoras de esta nación se
olvidarían de luchar contra los explotadores en Cataluña,
asegurando su liderazgo político.
Hasta
aquí, todo iba bien para la burguesía. La clase se benefició de
ésta política porque distraía a los obreros de la lucha de clases,
y los politicastros se impulsaban, “radicalizándose”, hacia su
objetivo de conseguir una mejor financiación autonómica. Pero al
final ocurrió lo que ya hemos aducido más arriba: la burguesía
jugó con fuego y se quemó.
Recordando
a Lenin, Stalin alegaba…
“La
revolución burguesa no puede movilizar, por mucho tiempo, tras la
burguesía, a los millones de las masas trabajadoras y explotadas,
precisamente porque se trata de trabajadores y explotados.”
(Iósif Stalin; “En torno a las cuestiones del leninismo”,
1926)
La
burguesía no puede alcanzar sus fines políticos sin movilizar a las
masas hasta cierto punto, ocurriendo que éstas ya guardan una
contradicción antagónica con la burguesía y no la seguirán mucho
tiempo antes de que esta contradicción estalle y ambas clases se
enfrenten. Por esto, cada paso que da la burguesía hacia sus fines,
lo hace intentando guarecerse del pueblo, intentándolo anular
políticamente y creando toda la confusión posible entre sus filas.
El
error principal de la táctica burguesa de jugar al despiste no ha
conseguido ver más allá de sus efectos inmediatos. Y carecer de
esta visión de futuro le ha precavido de observar cómo en el fondo
del sentimiento independentista de las masas catalanas se erguía una
deformación de cómo proceder ante un problema intrínseco de la
lucha de clases. Expliquémonos. Lo que queremos decir es que la
independencia es, en las masas catalanas, una respuesta ante las
injusticias de la clase capitalista de todo el Estado; una respuesta
desatinada pues ha acabado por llevarla a la zaga de los
representantes catalanes de esa clase de explotadores. Pero éstos,
al instigar el sentimiento nacional de las masas en Cataluña, han
acabado por instigar más aún la lucha de clases. En el momento en
el que las masas catalanas se desembaracen del liderazgo político de
“sus” burgueses, podremos hablar de conmociones tales que lleven
a un proceso revolucionario, sin el cuál la autodeterminación
política de una nación se queda “a mitad de camino” y acaba
degenerando de mil maneras en lo contrario a todo por lo que se
luchaba en un comienzo.
Los
capitalistas se aferran, por ahora, a las formas de la legalidad
burguesa (que en España incluye la definición del país como cárcel
de pueblos), y pretenden que se celebren nuevas elecciones, donde sus
ahijados C’s puedan desbancar la mayoría parlamentaria del
independentismo, y completarse así la transición de los servidores
políticos de la burguesía de sus antiguos partidos de confianza,
abanderados de la vieja táctica de posar a independentistas, a
partidos abiertamente defensores del principio franquista de unidad
territorial a todo precio y por la fuerza, como C’s.13
Estos
párrafos hallan su comprobación en un hecho que citábamos de
pasada ya en el artículo anterior:
“De
hecho, los datos de opinión acerca de la independencia de Cataluña
arrojan que la preocupación de la absoluta mayoría de personas se
encuentra en la precariedad laboral, síntoma de la explotación
capitalista. Estas personas se corresponden con las masas populares,
y queda reflejado que estas votan por la independencia catalana sólo
en tanto que perdura el engaño burgués y pequeñoburgués de que
van a mejorar su situación laboral manteniendo el capitalismo en un
Estado con otro nombre.” (O.C.T.E.; “El
problema de Cataluña y la Cuestión Nacional”, 4 de marzo de 2017)
En
ese momento, empero, no citamos los datos a los que se hacía
referencia. En esta ocasión no tenemos ninguna razón para repetir
ese error.
Según
la edición más reciente del Barómetro de Opinión Política (BOP)
de la Generalitat de Catalunya, 2ª ola de 201714,
las tres principales preocupaciones de los catalanes son: en primer
lugar (43’2 %) el paro y la precariedad laboral, en segundo lugar
(33’7 %) la insatisfacción con la política y en tercer lugar
(32’8 %) las relaciones Cataluña-España. Con todo, si sumamos las
preocupaciones económicas (paro, funcionamiento de la economía y
bajo nivel salarial) obtenemos un contundente 66’3 % de los
encuestados. Esto no hace sino arrojarnos una idea de la correctitud
de la cita que acabamos de reproducir: se vota por la independencia
en la medida en que se cree que mejorará la situación de la clase
obrera en Cataluña.
La
cuestión es que los marxistas-leninistas deben enfatizar que la
independencia de Cataluña, es decir, el cambio de camarilla política
que gestiona el capitalismo, no va a producir ninguna mejora
sustancial en las condiciones de vida de las masas trabajadoras. La
economía no discurre por donde la política le ordena, sino
viceversa. En palabras de Marx:
“En
efecto, hace falta ignorar en absoluto la historia para no saber que
los soberanos de los Estados se han tenido que someter siempre y en
todas partes a los factores económicos, sin poder dictarles nunca su
ley. La legislación política y la burguesa no hacen, en realidad,
más que proclamar y protocolizar la voluntad de los
factores económicos. […] El derecho es, sencillamente, el
reconocimiento oficial del hecho.” (Karl Marx; “Miseria de
la filosofía”, 1846, en Franz Mehring, “Carlos Marx”, p. 141,
Ed. Biografías Gandesa, México D.F., 1960).
En
nuestro caso particular, hay que reconocer que si los políticos
burgueses quieren hacer como que marchan contra las leyes de miseria,
opresión, paro y explotación que le son naturales al capitalismo,
esa “marcha triunfal” se queda en los cómodos aposentos de la
verborrea desde la bien pagada tribuna política. Las promesas de un
“brillante futuro” para los trabajadores en el capitalismo no son
más que engaños electorales. Las bonanzas que suceden a las crisis
no son sino la antesala de una nueva crisis capitalista, más dura y
degradante. ¿Qué ha quedado de esos fabulosos “brotes verdes”
de 1997 hasta 2008? En apenas once años han sido calcinados por la
auténtica faz del capitalismo, que se manifiesta en sus crisis
crónicas, irresolubles dentro de sus fronteras sociales: la
existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción.
La
CUP
Los
hidalgos pequeñoburgueses de la CUP, esos eclécticos de manual,
pretenden que conocen al dedillo todas estas verdades. Pero de forma
análoga a los revisionistas del Partido “Comunista” de
Venezuela, plantean que la táctica a seguir es el continuísmo
reformista de la vía abierta por las luchas intestinas de la clase
burguesa. El programa de la CUP nos enseña que pretenden hacer del
proceso de independencia de Cataluña un proceso “popular”
mediante una serie de medidas efectuadas mientras el orden
burgués sigue en pie serenamente: desde su Estado burgués y sus
relaciones de producción capitalistas. Para esto han sacado a flote
la teoría trotskista de forzar la “dualidad de poderes”; teoría
que no es sino una interpretación dogmática de un suceso de la
revolución de octubre. Más adelante entraremos en estas cuestiones.
La
pequeña burguesía y sus partidos -nos dice Lenin- no pueden alzarse
con el poder. Lo máximo que pueden hacer es orientarse hacia la
burguesía o hacia el proletariado, según quién crea que tiene las
de ganar en determinado momento: se mueven hacia la tranquilidad y la
rutina como las plantas hacia el sol15.
Es por esta razón que las experiencias políticas pequeñoburguesas,
aunque hayan estado fuertemente asentadas en las masas trabajadoras,
acaban por fracasar. Podemos citar el caso paradigmático de Salvador
Allende en Chile, donde la gran burguesía respondió al régimen
democratico-burgués de Allende y sus intentos de reformas pacíficas
con el baño de sangre que entronaría a Pinochet.
Sus
buenas intenciones son menoscabadas por su esencia reformista y su
negación de la lucha revolucionaria. La CUP va un paso más allá en
la teoría, y habla de “lucha revolucionaria” para, en realidad,
referirse a experimentos económicos análogos a los falansterios de
Fourier (la famosa “contracultura”,
las cooperativas “autogestionarias”, etc.). En pocas
palabras: reformismo y socialismo utópico, teñido de nacionalismo,
para hacerse pasar por revolucionarios.
Sin
embargo, como se suele decir, la agudización de la lucha de clases
obliga a los recatados a hacerse pasar por intrépidos y, en nuestro
ejemplo particular, la política de la CUP ha virado su foco,
intercambiándose el parlamentarismo por el intento de organización
de los Comités de Defensa del Referéndum. Estos CDR marcan la
diferencia entre el alcance de las movilizaciones callejeras de
partidos como ERC y el PDCat; pero estos comités están aislados de
los centros de trabajo: tan sólo se unen a ellos por la
participación de la CGT y de sindicatos minoritarios en los CDR
durante la jornada huelguística del 3 de octubre. La composición
social de los CDR es, pues, intelectual y heterogénea: vienen a
servir de catalizador del poderoso movimiento estudiantil de
Barcelona, pero por ello los CDR están siendo incapaces de
transgredir las fronteras de la capital catalana (se han extendido a
otras localidades sin demasiado éxito) y del movimiento
fundamentalmente juvenil.
Su
punto a favor es precisamente éste: que han unificado las luchas
estudiantiles barcelonesas. Pero esto mismo es su punto flaco: no las
han unificado (pese a tentativas como el 3 de octubre) con el
movimiento obrero y popular; tan sólo han unificado las luchas
estudiantiles entre sí. Con esto, pues, no podemos entender
los CDR, al menos en su fase actual, como una alternativa al viejo
Estado burgués, ni mucho menos como unos sóviets catalanes. Podrían
ser un primer paso, pero mientras sigan inermes y confinados a la
juventud, nunca conseguirán el cometido que la CUP y los trotskistas
le quieren conferir.
Se
ha lanzado a un pueblo inerme a recibir con
los
brazos abiertos el terror del Estado español
Hablando
de los CDR no podemos sino hablar de la oposición pacífica al
opresor armado. En los recientes sucesos de Cataluña, el pacifismo
se ha demostrado un canto de sirena mientras los capitalistas sigan
armados en su Estado.
Toda
la historia del referéndum ha sido la historia de una burguesía que
ha intentado por todos los medios que, referéndum o no, el proceso
se mantuviese siempre bajo el manto de la inofensión para la
propiedad privada sobre los medios de producción. El movimiento ha
sido ecléctico en su composición de clase y, así, la mojigatería
ha sido un elemento nada desdeñable. Un proceso a medio gas que no
ha llegado a nada. Y esto es entendible cuando el pivote sobre el que
se ha desarrollado el conflicto ha sido la legalidad burguesa, la
mera votación de qué miembros de la clase dominante debían
aplastar a las masas trabajadoras.
Se
habla mucho de que el Gobierno y el Estado son “todos los
españoles”. No. Si lo fuese, se entendería que para poder
organizarse en un mismo Estado, debería existir armonía de
intereses entre todos los españoles. Y en este caso, tal “Estado
de todos los españoles” se enfrenta con una obviedad: ¿si tan
armónicos son nuestros intereses, por qué se necesita a la policía,
las cárceles, etc.? ¿Para reprimir una “amenaza externa”
provocada por los mismos manejos comerciales de los capitalistas
españoles? No – para reprimir a una clase social. El Estado no
tiene de todos los españoles más que una cosa: el dinero. Por otra
parte, es un Estado de oligarcas, de capitalistas y como tal defiende
esos intereses con aplomo y con las armas. Así que la clase que usa
ese dinero, lo atesora y lo pone a su servicio es la clase
explotadora; la burguesía. No contentos con esto, los think tank
del capitalismo debían alegar que, “como España es de todos,
enfrentarse a su mecánica unidad artificial es hacer peligrar
nuestros impuestos”. ¿Sí? ¿España es de todos? Actualmente
España no es de todos sino de las camarillas imperialistas.
Asimismo
es harto irónico que los burgueses se quejen de que “los impuestos
de todos peligran”. Llevan echándolos a las arcas en B del PP, del
PSOE y demás escoria durante décadas. Llevan haciendo pagar a la
clase obrera impuestos por dos veces desde que el capitalismo es
capitalismo. “¿Impuestos por dos veces? ¿¡Qué?! ¡Mentiroso!
¡Incendiario!”. Así estarán reaccionando los
reaccionarios (valga la redundancia) más avispados que estén
leyendo esto. Pero sí. Dos veces: una vez por ellos, y otra la
plusvalía de la que los capitalistas sacan el dinero para pagar sus
impuestos. El dinero con el que éstos últimos se pagan, ¿de dónde
sale? ¡De la miseria de los trabajadores!
El
problema no es “democracia en general” contra dictadura en
general. Los políticos burgueses catalanes pueden cacarear mil veces
acerca de la “defensa de la democracia”, pero estos cantos de
sirena no dejarán de ser una farsa mientras persista la explotación
capitalista. Que no se nos entienda mal. Nuestra posición no es que
no se deba apoyar al referéndum por no tener un carácter proletario
y socialista. Nuestra posición es criticar que, mientras el proceso
siga dirigido por la burguesía, no va a llevar jamás ni siquiera a
la autodeterminación de Cataluña, ni mucho menos a una revolución
socialista. Esto ocurrirá en la medida en que las masas tomen la
cabeza del proceso. Si lo hacen pero las domina un ideario
pequeñoburgués, demócrata burgués, se llegará a instaurar una
precaria república capitalista en Cataluña. ¿Cuál debe ser
nuestro posicionamiento? La mejor manera de exponer nuestro punto de
vista al completo es desarrollarlo positivamente, en forma de
polémica contra los puntos de vista de los partidos revisionistas y
demás calaña similar.
La
posición de los oportunistas y de los partidos revisionistas ante el
procés
No
hay artículo de periódico (ni periódico como tal) más vomitivo y
oportunista ante la cuestión nacional que “El País”. Su mesa de
redacción se ha visto ante el doloroso dilema de posar a
progresistas y, a la vez, justificar su apología de España como una
cárcel de pueblos. Y, con este precedente, dicha mesa de redacción
dio a luz, el 23 de octubre de 2017, a la panacea de esta su
postura.16
El
artículo comienza con un reaccionario citando al conocido poeta
marxista-leninista Bertolt Brecht, sacando su cita de contexto
completamente, y no viendo que ¡habla en contra de ellos mismos!
Escudriñémosla:
“El
nacionalismo de los de arriba sirve a los de arriba. El nacionalismo
de los de abajo sirve también a los de arriba. El nacionalismo
cuando los pobres lo llevan dentro, no mejora, es un absurdo total”.
“El
País” tiene la poca inteligencia de citar a Bertolt Brecht ¡en
defensa del nacionalismo de los de arriba! ¡En contra del derecho a
la autodeterminación! Stalin ya nos dejaba ver, en 1913, que la
posición del marxismo ante la cuestión nacional se resumía en dos
puntos:
1.
Reconocimiento absoluto del derecho de las naciones a la
autodeterminación;
2.
Sobre la base del mismo, dirimir si tal o cuál secesión o unión
beneficiaba o perjudicaba a los intereses del proletariado, agitando
siempre en pos de una solución al problema que beneficiase a las
masas trabajadoras.
La
posición de Bertolt Brecht en la cita arriba reproducida no deja
lugar a dudas: él se alinea con la concepción de Stalin y no con la
concepción de “El País”.
La
posición de “El País” puede resumirse en la siguiente cita,
tomada del artículo en cuestión:
“Hoy,
en ausencia de colonialismo y dentro de un país de la Unión
Europea, el derecho a la autodeterminación es una reivindicación
reaccionaria, incluso involucionista, impropia de partidos o
sindicatos progresista. […]
Desde
el principio se sabía que el famoso ‘derecho a decidir’ era un
hábil eufemismo con el fin de enmascarar el inexistente, en
condiciones de países democráticos, derecho de autodeterminación
de ‘los pueblos’.” (Nicolás
Aznárez; “La izquierda y el derecho a la autodeterminación”, 23
de octubre de 2017)
Sí,
sí. ¡Tal cuál! La “base” de esta argumentación es intentar
hacer pasar la posición del Gobierno Central, que obliga a Cataluña
y a las demás naciones que componen España a actuar de tal o cuál
modo ante la autodeterminación de las mismas, como una posición de
conciliación y amistad multicultural, y la posición de la
autodeterminación como una posición de generar trifulcas
nacionales. ¡Se exculpa al nacionalismo españolista y no se le
llama por su nombre! “¿Nacionalismo? Esos son los demás menos
el mío”. Esto es lo más característico de la posición
burguesa del chovinismo. El conflicto entre las naciones lo provoca
no tanto quien se quiere secesionar, sino quien quiere obligar a una
unidad supra-nacional forzada. Esto es un pilar innegable de la
política burguesa ante la cuestión nacional – oponer un
nacionalismo a otro nacionalismo.
Además,
los señores de “El País” intentan hacer pasar, al mismo tiempo,
la posición burguesa basada en el conflicto nacional, como
una posición progresista. Pero, ¿cuál es la posición proletaria?
La solidaridad internacionalista. ¿Y puede conseguirse una plena
cooperación de los trabajadores de todas las naciones si se lanza a
los de una de ellas a negar el derecho a la autodeterminación de los
de la otra nación? ¡Por supuesto que no!
“La esencia de esta política puede
expresarse en unas pocas palabras: renuncia a todas las
‘reclamaciones’ y ‘derechos’ [de Rusia] para con las regiones
habitadas por naciones no rusas; reconocimiento (no de palabra sino
de hecho) del derecho de estas naciones a existir como Estados
independientes; unión militar y económica voluntaria de estas
naciones con la Rusia central [...] No hace falta decir que los
obreros rusos que tomaron el poder no hubiesen sido capaces de
ganarse la simpatía y la confianza de sus camaradas de otras
naciones, y sobre todo de las masas oprimidas de las naciones más
atrasadas, de no haber probado en la práctica su voluntad para
llevar a cabo tal política nacional, de no haber renunciado a su
‘derecho’ a Finlandia, de no haber retirado sus tropas de Persia
del Norte, de no haber renunciado en la práctica a las reclamaciones
de los imperialistas rusos para con ciertas regiones de Mongolia y de
China, y de no haber asistido a las naciones atrasadas del antiguo
Imperio Ruso a desarrollar su cultura y su régimen estatal en sus
propios idiomas.” (Iósif Stalin; “La revolución de
octubre y la política nacional de los comunistas rusos”, 1921).
“El
País” tiene una misión: enfrentar a la opinión pública de todo
barniz ideológico y de todo estrato social con el derecho a la
autodeterminación; es decir, intentar que la unidad y la solidaridad
entre las masas trabajadoras catalanas y españolas sea una
imposibilidad. Pero, se nos dirá que “el derecho a a la
autodeterminación no tiene sentido cuando no existe una opresión
nacional basada en prohibición del uso del lenguaje, de tener
escuelas propias, etc.”. El caso es que el derecho a la
autodeterminación tiene razón de ser, efectivamente, cuando existe
opresión nacional. Pero que la forma más característica y central
de esta opresión es la negación del derecho de secesión de las
naciones, es un hecho; es de sentido común. No hace falta
confundir la situación de una nación oprimida en el sentido
colonial (que es tal y como Stalin lo define en la última
sección de la cita que acabamos de reproducir – imposibilidad de
desarrollar actividades de gobierno en el idioma propio, presencia de
tropas extrajeras, etc.) y la situación de una nación oprimida
que se encuentra en uso de sus facultades gobernativas y
nacionales, pero que sigue
estando oprimida por no tener el derecho a unirse o separarse del
“todo” de acuerdo a su voluntad.
Mas
por si aún quedaba duda, el Gobierno Central va a suprimir estas
capacidades del autogobierno catalán: va a ahondar la opresión
nacional. Y ahora “El País” intenta, en vano, convencernos de
que la autodeterminación de Cataluña es reaccionaria porque no es
una colonia de España. Démosnos un tiempo de margen, desatemos el
chovinismo gran-español, y veremos como por no haber defendido la
autodeterminación de una Cataluña más o menos “libre” nos
vamos a tener que enfrentar de nuevo a las cuestiones de luchar por
el uso del catalán en Cataluña, etc. Pero vendrá “El País” a
convencernos de que esto es reaccionario porque vivimos en la Tierra
de Oz; la Unión Europea. La misma Unión Europea que, mientras se
considera lo bastante libre como para que el derecho a la
autodeterminación no tenga cabida en sus confines (¿quién quiere
secesionarse de Alemania, Francia y Gran Bre… ¡ups!?) lo
aplasta por la sangre y la violencia allí donde decide que la
“democracia” europea (la de sus imperialistas) debe echar las
garras e invadir y masacrar a los pueblos. ¿Pero para qué
molestarse por los manejos imperialistas de la OTAN, si ésta es el
ejército de la Tierra de Oz? ¡La autodeterminación de los pueblos
es reaccionaria si va en contra de este ejército que sólo invade
por estar cerca de todos los pueblos, en pos del multiculturalismo y
la ayuda humanitaria! Nótese la ironía.
Va
aún más lejos “El País” cuando afirma que…
“En las condiciones
creadas por la globalización, con mercados y multinacionales
globales, inmersos en la revolución digital, cuando ya no existen
situaciones coloniales generalizadas ni imperios ‘cárceles de
pueblos’, el derecho de autodeterminación es una reivindicación
reaccionaria, impropia de partidos o sindicatos de izquierda. Todavía
más involucionista si cabe en el supuesto de los países
pertenecientes a la Unión Europea, inmersa en un proceso de
integración cada vez mayor, imprescindible para poder medirse, desde
la democracia, con los grandes poderes económicos y tecnológicos.
Una transformación de actuales regiones o autonomías en Estados
independientes haría inviable el futuro de una unión política
europea.” (Nicolás
Aznárez; “La izquierda y el derecho a la autodeterminación”, 23
de octubre de 2017).
¡Al menos se sincera! Escribe con virulencia
pseudoprogresista contra el derecho a la autodeterminación porque
“construir una política europea sería inviable con la
autodeterminación”. Efectivamente. ¿Y cuál es la esencia de la
política europea? ¡Ya nos lo decía Lenin en 1915!
“Desde
luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y
entre las potencias. En este sentido son también posibles los
Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas
europeos… ¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar en común
el socialismo en Europa.” (Vladimir
Lenin; “La consigna de los Estados Unidos de Europa”, 1915).
Y el hecho de que la Unión Europea se fuese
fraguando como un muro de contención del comunismo (y, más tarde,
como el principal propulsor de la terciarización) no es sino la
prueba más fehaciente de que esta cita de Lenin sigue conservando
toda su actualidad.
Detengámonos, sin embargo, en un “detalle”
que no puede pasar desapercibido: el autor del artículo tiene la
desgracia de escribir otra barbaridad; a saber, que hoy no existen
colonias ni opresión nacional y que el alto desarrollo del comercio
internacional es contrario a la formación de Estados independientes.
Refutando rápidamente este segundo punto, tenemos que lanzar una
pregunta retórica: ¿no es precisamente al revés? ¿No es,
precisamente hoy, con el alto desarrollo de los medios de
comunicación, totalmente posible mantener lazos diplomáticos,
comerciales, etc. con cualquier país, por muy “aislado” que se
diga? ¿No será que el problema de “El País” no es si estos
lazos se pueden mantener o no sino que se presupone que se boicoteará
a una hipotética Cataluña independiente? ¿Es, entonces, de
Cataluña el problema o es de España?
En tanto a las colonias, la propia ONU reconoce
su existencia, hablando de “territorios de soberanía limitada”,
donde también entran otro tipo de territorios que no son exactamente
colonias. Esto lo primero. Segundo: nos reiteramos; no hay prueba más
fehaciente de la opresión nacional que reina hoy en día que la
oposición al derecho a la autodeterminación. Tercero: ¿no hay
cárceles de pueblos? ¿Qué es Turquía? ¿Qué es Rusia con las
guerras chechenas? ¿Y Marruecos con el Sáhara? ¿Y España y su
“indivisibilidad”? En definitiva ¿qué son, sino modernas
cárceles de pueblos, todas las naciones que gobiernan por
determinados territorios? Sí, vale; no siempre se manifiesta la
tendencia otrora tan difundida de opresión colonial violenta de
estos territorios. Pero si esto se debe a algo es a la larga historia
de las luchas de liberación nacional de los pueblos, y no a que un
columnista liberal se le ocurra borrar la existencia del imperialismo
sobre el papel.
El
ejercicio de la desvergüenza de este burgués no se queda ahí: él
sabía que, teniendo que hablar de marxismo en su artículo, se le
alzaba ante las narices la imperiosa necesidad de falsear la posición
histórica del marxismo y del revisionismo ante esta cuestión. Sin
embargo la extensión de la contra-crítica en este punto sería tal
que tendríamos que dejarla para otro momento, pues excede con creces
los límites de este epígrafe.
El
autor
prosigue
acto seguido con un falsario ejercicio de dialéctica, con
el que pretende dejar zanjado el asunto:
“En
la actualidad, las condiciones han cambiado radicalmente y sería
trágico que la izquierda no se diera cuenta de lo que eso significa.
Comprendo que, a veces, no es fácil entender los vericuetos de la
dialéctica de los procesos, pero este es un ejemplo de cómo un
derecho progresista o liberador, en una fase histórica, se puede
transformar en su contrario en otra etapa diferente. Esta es la razón
por la cual Naciones Unidas —donde no sé si abundan los
dialécticos— ha concretado su doctrina sobre este tema señalando
que debe respetarse la libre determinación sólo en los casos de
dominio colonial o en supuestos de opresión, persecución o
discriminación, pero en ningún caso para quebrantar la unidad
nacional en países democráticos.” (Nicolás Aznárez; “La
izquierda y el derecho a la autodeterminación”, 23 de octubre de
2017).
El
problema es que, por mucho que este señor lo quiera, el derecho a la
autodeterminación siempre será progresista mientras perdure el
imperialismo en la última esquina remota del mundo. No hay
internacionalismo proletario sin derecho de autodeterminación.
Es
curiosa la dialéctica de este señor: durante el franquismo, la
autodeterminación era algo progresista. Pero hoy en día, con el
imperialismo intacto y más voraz que nunca, resulta que lo
progresista es la manutención forzada de la “unidad de España”.
O sea, que si aceptamos esta lógica deficiente, resulta que el
franquismo, hoy, es progresista. ¿De qué le valió al autor del
artículo pasarse unos años de su juventud padeciendo las prisiones
franquistas? Desde luego, para utilizarlo como excusa para defender,
con la careta de progresista, a quienes lo encarcelaron antaño.
Algunos lo llamarán síndrome de Estocolmo. Otros lo llamarán
oportunismo, carrerismo, arribismo, etc. Todas estas opciones son
correctas.
Siguiendo
con los oportunistas, resalta la posición de medias tintas de Unidos
Podemos17.
Podemos alega por un referéndum pactado al estilo de aquéllos de
Escocia y Québec, pues, para ellos, tan sólo cuando la voluntad
popular se mantiene en el marco legal burgués se convierte en
válida.
Que
este marco sea “democrático” o no, es decir, creer que la
demarcación es el derecho legal burgués, es simplemente
glorificarlo y no entenderlo como una forma de dictadura burguesa que
es irreconciliable con las aspiraciones más profundas de las masas
populares.
Creer,
por lo tanto, que la solución al conflicto proviene de apaciguar la
lucha de clases y no de agudizarla, es un error flagrante y puro
oportunismo. Apaciguar la lucha de clases, es decir, fomentar el odio entre obreros catalanes y españoles y no entre obreros y burgueses, sería producto o bien de no cuidar la solidaridad internacionalista o bien de impedir el ejercicio del derecho de autodeterminación.
Podemos,
de hecho, considera que la única manera de ser solidarios es que los
“ciudadanos” (burgueses y proletarios) catalanes y españoles
formen parte del mismo todo político. Para ellos, el “diálogo”
entre explotadores y explotados es lo fundamental, y la
autodeterminación de los pueblos sólo puede tener efecto si la
“nación central” del Estado plurinacional así lo admite. Esto
equivale, en realidad, a dos cosas:
1.
Mantener el sistema político burgués;
2.
Convenir que sólo votando a Podemos se podrá garantizar un gobierno
central que tome semejante postura – es decir, carrerismo
parlamentario, electoralismo y caza oportunista de votos.
Podemos
apuesta, además, por un sistema político basado en las actuales
autonomías. A fin de cuentas: la postura de Unidos Podemos es la de
creer que la autonomía de las naciones puede sustituir al derecho a
la autodeterminación. Contra ésta postura del autonomismo ya se
manifestó Stalin hace ciento cuatro años, con una actualidad que
sorprende a los menos entendidos:
“Ante
todo, salta a la vista la sustitución absolutamente incomprensible y
no justificada, en modo alguno, de la autodeterminación de las
naciones por la autonomía nacional. Una de dos: o Bauer no comprende
lo que es autodeterminación o lo comprende y, por una u otra razón,
restringe deliberadamente este concepto. Pues es indudable: a) que la
autonomía cultural-nacional implica la integridad del Estado
compuesto por varias nacionalidades, mientras que la
autodeterminación se sale del marco de esta integridad; b) que la
autodeterminación da a la nación toda la plenitud de derechos,
mientras que la autonomía nacional sólo le da derechos
‘culturales’.”
(Iósif
Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).
La
postura de querer mejorar el actual régimen de Comunidades Autónomas
es, básicamente, intentar pintar de oro los barrotes de una cárcel
de pueblos. La solución no es esta sino que las naciones que
componen España tengan la llave de su celda y decidan si se quedan o
se van. Más aún: la única solución viable es que España deje de
ser una cárcel. Y para ello es totalmente necesario acabar con la
sociedad capitalista, con su modo de producción y sus instituciones
reaccionarias. Sólo así querrán los pueblos formar parte de este
Estado. Ahora bien: el reformismo de Podemos, su
no-revolucionarismo, les lleva a ser incapaces de cumplir esta tarea.
Con
esto queda zanjada, en breves palabras, la crítica a la posición de
este nido de oportunistas y socialdemócratas.
Quizás
debiésemos dedicar unas breves líneas a la caída en desgracia de
Gaspar Llamazares, otrora personaje público de la izquierda
burguesa, al que el procés le ha sentado como la primavera a un
capullo de mariposa. Su transformación, empero, no ha sido hacia
algo mejor (como sí ocurre con las larvas y las mariposas), sino que
de su anterior posición democrático-burguesa ha virado
(precisamente por culpa de su procedencia ideológica) hacia
posiciones abiertamente fascistas respecto a la cuestión
nacional. ¡Oigámoslo!
“España
es una democracia con muchas carencias, pero no es un régimen ni un
Estado opresor […] Una cosa es la necesidad urgente de diálogo, la
reforma constitucional y la consulta, y otra muy distinta el derecho
de autodeterminación. […] No hay nada más contradictorio con una
república que la exclusión de su pluralidad basada en la identidad
nacional”
(http://www.larazon.es/espana/gaspar-llamazares-ni-espana-es-un-estado-opresor-ni-cataluna-una-colonia-OE16035874).
Esa
justificación final, la de “no podemos dejar que se desarrolle el
derecho a la autodeterminación porque una república tiene que tener
pluralidad”, es una forma burda y ennervante de posar a
demócrata-burgués y no ser más que un pequeño Zar parlamentario.
¡Qué colorido el Imperio Ruso, con sus múltiples naciones atadas
entre sí de por vida contra su voluntad, la voluntad de su pueblo!
Desde
luego “nuestro” Gaspar Llamazares-Románov I no
ha superado, todavía, las posiciones del despotismo ilustrado,
aunque las ha adaptado a su tiempo de forma concienzuda. Pero no se
queda ahí. Llamazares debe, por su posición como ex- (ejem)
marxista, demostrar que “conoce al dedillo” todos los
principios del marxismo y que “los ha superado”. Con esto en
mente vino a “tuitear” la siguiente desfachatez:
“No
creo en un partido que mantiene el centralismo democrático y
defiende la independencia.”
(https://twitter.com/GLlamazares/status/922376208893038592)
Esta
es la posición del “demócrata amante de la libertad”
Llamazares: “¡no a la autodeterminación!”. Vamos a cotejarla
con la del “dictador-opresor-deportador de naciones” Stalin.
“El
establecimiento del sistema soviético en Rusia y la proclamación
del derecho de las naciones a la secesión cambió completamente las
relaciones entre las masas de las diferentes nacionalidades de Rusia,
golpeó a la raíz de la vieja enemistad nacional, arrancó la base
de la opresión nacional y se ganó para los obreros rusos la
confianza de sus hermanos de otras nacionalidades, no sólo en Rusia,
sino también en Europa y Asia, y elevó esta confianza hasta el
entusiasmo, hasta la preparación para la lucha por la causa común.
El establecimiento de repúblicas soviéticas en Azerbaiyán y
Armenia ha traído los mismos resultados, puesto que ha eliminado los
conflictos nacionales y ha solucionado la milenaria enemistad entre
las masas trabajadoras turcas y armenias y entre las masas
trabajadoras armenias y los azerbaiyanas. Lo mismo debe decirse
acerca de la victoria temporal de los sóviets en Hungría, Bavaria y
Letonia. Por otra parte, se puede decir con confianza que los obreros
rusos no habrían podido derrotar a Kolchak y Denikin, ni las
repúblicas azerbaiyanas y armenias podrían haberse erigido
sólidamente sobre sus pies, de no haberse eliminado la enemistad
nacional y la opresión nacional en el interior; de no haberse ganado
la confianza y alzado el entusiasmo de las masas trabajadoras de las
nacionalidades en el Este y en el Oeste.” (Iósif Stalin;
“La tarea inmediata del Partido en la cuestión nacional”, 1921)
La
política de Llamazares, Aznárez y cía. no es más que una forma de
azuzar las enemistades nacionales, ya que llama a las masas de España
a negar el derecho a la autodeterminación de otra nación; a
imponerle una serie de medidas y a coartar las decisiones de una de
las naciones que componen el Estado español hoy en día. Stalin nos
va a aclarar qué objetivo siguen estos chovinistas disfrazados de
paladines contra el chovinismo; éstos nacionalistas contra el
nacionalismo (¡siendo que el nacionalismo de los primeros se profesa
a una entidad territorial supranacional como España!). Veamos:
“ ‘Divide et impera’: he
ahí el objetivo de la política de azuzamiento. Y en cuanto esta
política tiene éxito, representa un mal tremendo para el
proletariado, un obstáculo formidable que se levanta ante la unión
de los obreros de todas las nacionalidades que integran el Estado.
Pero los obreros están interesados en la fusión completa de todos
sus camaradas en un ejército internacional único, en su rápida y
definitiva liberación de la esclavitud moral a que la burguesía los
somete, en el pleno y libre desarrollo de las fuerzas espirituales de
sus hermanos, cualquiera que sea la nación a que pertenezcan. Por
eso, los obreros luchan y lucharán contra todas las formas de la
política de opresión de las naciones, desde las más sutiles hasta
las más burdas, al igual que contra todas las formas de la política
de azuzamiento de unas naciones contra otras. Por eso, la
socialdemocracia de todos los países proclama el derecho de las
naciones a la autodeterminación.” (Iósif Stalin; “El
marxismo y la cuestión nacional”, 1913).
Es harto curioso: defienden la “unidad de
España” con el brazo bien estirado en un fotogénico saludo a la
romana, pero con ello no hacen sino defender la división del
proletariado y su conflicto interno. Pues en lugar de fraguar en esta
clase un sentimiento de colaboración y de mutuo apoyo, en vez de
fraguar el auténtico internacionalismo (que no considera que los
obreros deban formar parte de un mismo Estado para colaborar entre
sí), están promoviendo el odio a las masas trabajadoras de
Cataluña, el boicot a sus productos, y demás medidas que no sólo
marchan contra el proletariado catalán, sino contra las afluentes
masas pequeñoburguesas de esta nación. Los burgueses se resbalan de
los efectos de esta política en tanto que son los mismos individuos
en toda España: el desarrollo del capitalismo, primero, y la
violencia terrorista del franquismo, después, se encargaron de
fundir en una sola capa a los estratos medios y ricos de la burguesía
española.
Una vez dicho ésto, Stalin concluye:
“Las
naciones tienen derecho a organizarse con arreglo a sus deseos,
tienen derecho a conservar las instituciones nacionales que les
plazcan, las perniciosas y las útiles: nadie puede (¡nadie tiene
derecho!) inmiscuirse por la fuerza en la vida
de las naciones. Pero esto no quiere decir que la socialdemocracia no
haya de luchar, no haya de hacer propaganda en contra de las
instituciones nocivas de las naciones, en contra de las
reivindicaciones inadecuadas de las naciones. Por el contrario, la
socialdemocracia está obligada a realizar esta propaganda y a
influir en la voluntad de las naciones de modo que éstas se
organicen en la forma que mejor corresponda a los intereses del
proletariado. Precisamente por esto, luchando en favor del derecho de
las naciones a la autodeterminación, realizará, al mismo tiempo,
una campaña de propaganda, por ejemplo, contra la separación de los
tártaros y contra la autonomía cultural-nacional de las naciones
caucásicas, pues tanto una como otra, si bien no van en contra de
los derechos de estas naciones, van, sin
embargo, en contra ‘del sentido preciso’ del programa,
es decir, de los intereses del proletariado caucasiano.” (Iósif
Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).
En
este punto han surgido numerosas discrepancias entre quienes se hacen
llamar comunistas. ¿Beneficia o no la independencia catalana al
proletariado? La escalada de opresión que acompaña a la
fascistización es el mayor peligro actual para el proletariado y las
masas laboriosas. ¿La frenaría la independencia? ¿O la frenaría
que el Gobierno Central suprimiese una autonomía a placer? El
artículo 155 no será aplicado sólo en Cataluña18:
el triunfo de la causa del unitarismo forzado de España sería el
mejor caldo de cultivo para que emergiese un clima de opresión
nacional desconocido desde hacía treinta años. Y todo el mundo sabe
que este clima y el fascismo van de la mano: la fascistización sería
tal que pronto llegaríamos a la prohibición de determinadas fuerzas
políticas contrarias al interés de la gran burguesía financiera
monopolista, y los grupos nazis que operan en España tendrían el
camino libre para tomar las riendas de la vida pública de una forma
u otra.
Un
camarada nuestro dio batalla al señor
Llamzares por la
desfachatez que acabamos de refutar,
y consiguió preciosas declaraciones de aquél,
del
tipo de “yo
cuando era del PCE no éramos ni stalinistas ni leninistas sino
marxistas”, “hace ya que hemos abandonado el centralismo
democrático y la dictadura del proletariado”,
etc. Tiene “gracia” (por decir algo) que el reproche al que
Llamazares respondió la estupidez que hemos
citado más arriba provenía de una
militante de la UJCE, que como sabemos es el burdel juvenil del PCE,
fundido en Izquierda Unida, fundida en Unidos Podemos. La
multitendencia trotskista hace aquí acto en escena y nos muestra su
mueca más tragicómica: la militante de la UJCE dijo que el líder
de IU en Asturias (Llamazares-Románov) “haría
mejor en irse al PSOE”. Pues bien; no sólo no se va sino que tiene
un puesto de confianza en el mismo parapeto al que, indirectamente,
pertenece la UJCE y, con ella,
esta singular militante. Más entretenido que una comedia de Esquilo,
desde luego.
Pero
este señor de IU no tarda en enseñarnos su verdadero rostro: nunca
jamás ha sido marxista, ni mucho menos le queda algo semejante al
marxismo, si descontamos su compasión por el muerto de hambre desde
la cómoda poltrona parlamentaria (ahora ni siquiera son los sillones
del parlamento central). Efectivamente, su discurso es una versión
descafeinada del peor de los Kautsky, pues se limita a vomitar frases
pregrabadas sobre una “democracia” por encima de las clases y un
Estado pensado para “servir y proteger” y no para oprimir.
Refutémosle también en éstos puntos19.
Si
esa convivencia pacífica entre explotadores y explotados (que son
los principales componentes de la sociedad de clases, por ende
también hoy) fuese posible, ¿por qué se compone el Estado de
instituciones violentas especiales como la policía, las cárceles,
etc.? Si esa paz de clases fuese posible, los policías y el ejército
hace ya que hubiesen dejado de usar (como aún hoy usan) las armas
contra el pueblo para dedicarse a discutir con ellos los problemas de
actualidad.
Sin
embargo, el hecho de que esto no ocurra más que en los sueños
húmedos de cualquier utopista bohemio nos enseña que el Estado no
está ahí para “apaciguar” las clases y su lucha inherente
(lucha que pivota en torno al conflicto entre las clases sociales
antagónicas, la burguesía y el proletariado), sino para servir de
arma y herramienta represiva para la clase que se encuentra
empoderada en la economía; que posee los medios de producción y,
con ellos, la llave al dominio de la sociedad. El actual Estado, con
su burocracia bien retribuida y sobornada para seguir fielmente los
intereses de clase capitalistas, es un destacamento armado
ornamentado para cumplir las tareas de gestión de los asuntos
burgueses (capitalismo monopolista de Estado) y para permitir que
esta clase explotadora mantenga en pie su dictadura, la cuál, según
las circunstancias, puede tomar un cariz abierto y terrorista
(fascismo) o velado y “plural” (parlamentarismo, democracia
burguesa), donde cada estrato de la burguesía (y, con ellos y de
rebote, el proletariado) puedan representarse mediante su fracción
consciente, su partido político, en el parlamento.
Resumiendo
magistralmente toda esta argumentación tenemos a Lenin:
“De
una parte, los ideólogos burgueses y especialmente los
pequeñoburgueses, obligados por la presión de hechos históricos
indiscutibles a reconocer que el Estado sólo existe allí donde
existen las contradicciones de clase y la lucha de clases, ‘corrigen’
a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano de la
conciliación de clases. Según Marx, el Estado no podría ni surgir
ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para
los profesores y publicistas mezquinos y filisteos –que invocan a
cada paso en actitud benévola a Marx– resulta que el Estado es
precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un
órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase
por otra, es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta
opresión, amortiguando los choques entre las clases. En opinión de
los políticos pequeñoburgueses, el orden es precisamente la
conciliación de las clases y no la opresión de una clase por otra.
Amortiguar los choques significa para ellos conciliar y no privar a
las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha para
el derrocamiento de los opresores.” (Vladimir
Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).
Pero
si hablamos de “Unidos Podemos” y de su parte componente
“Izquierda Unida”, no podemos sino bajar un escalafón más y
analizar la opinión del PCE, esa conocida agencia socialdemócrata
de la reacción.
El
análisis del PCE no trata sobre las clases sociales que actúan como
fuerzas motrices de tal o cuál posición política, sino que lo
reduce todo al “afán represor de Rajoy” y a la “sordera de
Puigdemont”. ¡Sí señor, un análisis “marxista” que se
reduce a la política! Pero esto no es lo que nos trae al asunto
ahora mismo. Su postura sobre Cataluña sí, y se resume de la
siguiente manera:
“Y
esto es que el presidente Puigdemont admita que el 1 de Octubre fue
una importante movilización -que fue reprimida por el Gobierno del
Partido Popular lo que ha merecido nuestra condena y la exigencia de
responsabilidades a todos los niveles-, pero que no puede legitimar
una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) como si hubiera
sido un Referéndum celebrado en condiciones de normalidad. Y que el
presidente Rajoy abandone la represión, deje de utilizar a la
Fiscalía como brazo armado del Gobierno para impulsar la
encarcelación de dirigentes sociales y admita que es necesario
cambiar el marco constitucional para dar respuesta a las necesidad de
garantizar por ley derechos sociales, democráticos y permitir que
los distintos pueblos del Estado Español puedan decidir libre y
democráticamente su futuro.”
(PCE;
“El PCE llama a las fuerzas
progresistas y de izquierdas a buscar una salida a la actual
situación en beneficio de la clase trabajadora y de las capas
populares”, 20 de octubre de 2017)20.
Este
partido está tan infectado de cretinismo parlamentario que, aunque
reconocen el derecho a la autodeterminación, creen que la iniciativa
de las masas debe permanecer en todo momento en el marco legal
burgués y que cualquier cosa que lo exceda, “por muy popular que
sea”, no tiene credenciales.
Asimismo,
Alberto Garzón, portavoz de Unidos Podemos en el congreso (como
líder de Izquierda Unida), y supuesto “núcleo duro” del PCE,
nos “sorprendía” con declaraciones análogas a las de su colega
de partido, Gaspar Llamazares: “no se puede ser comunista e
independentista”21.
Muy bien; no se puede ser comunista y nacionalista. De acuerdo. Pero
esto le lleva a la típica confusión según la cuál, por ello, los
comunistas no podemos ni debemos apoyar sin ambages el derecho
a la autodeterminación. Tenemos que posicionarnos, a favor o en
contra, según si es útil y beneficioso, o no, para el proletariado
y las masas trabajadoras. Pero esto no se debe hacer mas que sobre el
terreno del reconocimiento insobornable del derecho de las naciones a
la autodeterminación.
Que
Finlandia se separase de la Rusia soviética en 1918 no era útil
para la aplastante mayoría de la población de ambos territorios. Y
los bolcheviques, rusos y finlandeses, hicieron grandes esfuerzos de
agitación entre las masas trabajadoras de Finlandia para que la
secesión se sustituyese por la colaboración revolucionaria con el
país de los sóviets. Pero en todo caso el gobierno soviético no se
opuso ni trabó el libre ejercicio de Finlandia para decidir sobre si
seguía formando parte de Rusia o no.
La
segunda gran agencia revisionista de España, el PCPE, donde se
acumulan los jóvenes suficientemente conscientes como para estar
descontentos con el PCE pero no como para superar el eclecticismo
ideológico que caracteriza a esta segunda agencia, en tanto al
problema catalán ha pedido el voto nulo22.
Esto,
como táctica, es absurdo. No soluciona el problema sino que se sale
al margen del mismo, si no contamos como posicionarse las cuatro
consignas diciendo lo obvio (“¡Rajoy opresor!”). El PCPE está
lejos de llegar a la solución acertada; a saber: hay que fomentar la
solidaridad entre las masas catalanas y españolas en la situación
en que los primeros se constituyan como nación independiente en la
política.
Cuesta
entender (hasta que nos acordamos de que el PCPE es, ideológicamente,
nulo) que un partido, es decir, un puñado de militantes
supuestamente comunistas que (suponemos) debaten entre sí, no haya
llegado a más que resoluciones estereotipadas que no sirven para
nada como guía de acción de los comunistas. Que tengamos que venir
los “peces pequeños” a sacarles las castañas del fuego, dice
mucho, pero nada bueno, de este sindicato con siglas de partido.
Siguiendo
el curso del PCPE, de sus escisiones, debemos dedicar unas breves
palabras a RC y su “posicionamiento” ante la situación de
Cataluña23.
Nuestros archiconocidos doctrinaristas, al verse ante un vendaval de
acontecimientos históricos que los superaba ideológicamente, han
optado por el camino más fácil (que no suele ser el más correcto).
Habrán leído que el movimiento por la autodeterminación no
soluciona la contradicción burguesía-proletariado. Y esto es así.
Pero como no sabían qué hacer, en vistas a esto, pues no han
estudiado ni entendido el pensamiento de Lenin y Stalin ante el
asunto, han acabado por lavarse las manos y pensar “¡para qué
participar en un movimiento que no es socialista!”. Básicamente
han huido del problema y han repetido, en esencia, la posición del
PCPE con la diferencia de no acudir a las urnas.
Pidiendo
la abstención en el referéndum del 1 de octubre nos demostraron dos
cosas: primero, que no tienen ni la mitad de la fuerza de la que
fardan en redes sociales; y segundo que no sabían afrontar el
problema de Cataluña.
En
efecto: la táctica adecuada hubiese sido la de votar un sí a la
independencia mientras se aseguraban los lazos solidarios entre la
clase obrera del país. Claramente esto sólo se podía llevar a cabo
con una organización mínimamente pertrechada y con las cosas claras
en el plano teórico. RC no es ninguna de las dos cosas.
No
tomar partido en el movimiento nacional por no ser un movimiento
socialista es, sin duda, una posición anarquista-menchevique. Lenin
nos enseñaba precisamente lo contrario:
“De
la revolución democrática, sólo en la medida de nuestras fuerzas
(de las fuerzas del proletariado organizado y con conciencia de
clase), comenzaremos a pasar a la revolución socialista”
(Vladimir Lenin; “Dos tácticas de la socialdemocracia en la
revolución democrática”, 1905).
Sigamos
con organizaciones que tienen que ver con el PCPE. La visión
del PCOE en torno a los acontecimientos al menos define un
posicionamiento dado, pero en éste peca de una candidez extrema24.
La base de su argumentación es la siguiente falsedad: el
movimiento en Cataluña obedece sencillamente a fines populares y
todo se reduce a “Cataluña-bien vs. Estado Central-mal”. No
se quiere ver de qué fuerza política partió el proceso, quiénes
lo dirigían (¿resulta que el PDCat y cía representan a las masas y
sus aspiraciones?), qué ideología movía a las masas en Cataluña y
en España, etc.
Nosotros
no podemos decir que el proceso independentista obedezca a fines
populares. Primero porque la clase obrera va a la zaga del movimiento
y segundo porque el nacionalismo, en estas condiciones, es un veneno
contra la unidad de la clase trabajadora. Sin embargo, sí
coincidimos en el apoyo al procés, pero por razones opuestas a las
del PCOE.
Ellos
ven el procés como un movimiento capaz de conseguir algo en su
estado actual, mientras que nosotros hemos expuesto qué derroteros
puede seguir y que sólo interesaría apoyarlo mientras se educase a
la clase obrera en España por el internacionalismo y a su vez se
empujase a dicha clase al frente del movimiento en Cataluña. Para
nosotros, pues, este movimiento, el procés, no es mas que un medio
de agudizar la lucha de clases: fuera de esto, no va a conseguir nada
(si es que llega a conseguir algo). Mas si dejamos que esta
agudización ocurra a “su libre albedrío” no desembocará mas
que en conflictos internos en la clase obrera, pues esta clase carece
de su Estado Mayor de combate (su Partido M-L unificado) y se
encuentra totalmente expuesta, al desnudo, ante la ideología
reaccionaria de la burguesía: sus medios de comunicación, su
manipulación, su alienación.
Por
otra parte, tenemos al nuevo PCE (m-l), que se esfuerza en hacer
cierta aquélla correción de la vieja fórmula de Hegel, realizada
por Marx, según la cuál la historia se repite dos veces: la primera
como tragedia y la segunda como farsa. El viejo “republicanismo”
del primer PCE (m-l) tenía toda su razón de ser, al tratarse de una
estrategia progresista ante el franquismo y las primeras etapas del
régimen parlamentario burgués, además de tratarse de un
republicanismo de corte socialista. Sin embargo, el republicanismo
actual del nuevo PCE (m-l) es una farsa. La cuestión no está en
defender un régimen burgués menos malo por ser incapaces para
dirigir a las masas hacia la consecución de la dictadura del
proletariado. Actualmente, pese a la fascistización (que
analizaremos más adelante en el presente artículo), se goza de las
libertades políticas burguesas. Reclamar una república burguesa es,
por lo tanto, una absurdez. Esto ya lo hemos explicado en nuestro
artículo acerca del republicanismo. La lucha es hoy por la dictadura
del proletariado, y no podemos ponernos otro objetivo. Si el tiempo
nos hace tener que tomar una posición coyuntural por algo “menos
malo”, aún no lo sabemos, y elucubrar todo un programa político
en base a la suposición de que no vamos a conseguir la fuerza
necesaria es característico del derrotismo republicanista del nuevo
PCE (m-l).
Todo
esto ha dejado su huella en la posición de este chiringuito de Raúl
Marco ante el proceso en Cataluña, cuando se refiere a los términos
“monárquico”, “republicano”, etc.
Sin
embargo, el análisis del PCE (m-l) es el que encontramos más serio
de todas las organizaciones “comunistas” de España. A pesar de
esto, sigue dejando ver errores flagrantes, como creer que los
representantes políticos de la burguesía en Cataluña, esos que se
han visto obligados a posar de independentistas (es decir, a defender
la posición de la pequeña burguesía), no se acobardarían después
de los sucesos de brutalidad represiva del gobierno central.
Tienen
a su favor no hablar de que “España es fascista”, sino de
“deriva fascistizante”, así como el planteamiento en torno a la
cuestión de la autodeterminación, por una parte, y a la cuestión
de programa, por otra, tal y como hemos explicado en detalle más
arriba. Pero el error, derivado de su republicanismo, no tarda en
echar por tierra todos estos aciertos parciales. Terminan su
comunicado del 1 de octubre de la siguiente manera:
“No, la solución al problema nacional
catalán, al de la cuestión nacional en el conjunto del estado y al
de las condiciones de vida de las clases populares pasa por un cambio
de régimen en España. Desde luego que apoyaremos al pueblo de
Cataluña en su lucha por las libertades democráticas, incluido el
derecho a la autodeterminación, y contra la represión que pueda aún
abatirse sobre él. Pero, al mismo tiempo, seguiremos peleando por
levantar un Frente Popular republicano y antifascista que, partiendo
del rechazo contundente a la deriva fascistizante del Estado, trabaje
en todos los ámbitos y a todas las escalas territoriales por romper
con el régimen monárquico de la oligarquía, hasta hacer realidad
una República Popular y Federativa en la que los diferentes pueblos
puedan decidir sobre su encaje con el resto. Llamamos, por tanto, a
todas las fuerzas democráticas a constituir mesas por la democracia,
por la República y contra el fascismo, que den curso a la oleada de
indignación y rebeldía con que los pueblos de España están
respondiendo a la barbarie del Estado monárquico.” (PCE
(m-l); “El pueblo catalán habla, el Estado monárquico agrede”,
1 de octubre de 2017)25.
¡Ah, el viejo etapismo! ¡Su aroma
inconfundible…! Helo aquí: “luchemos por una república
indefinida que nos sirva de lanzadera para luchar por el
socialismo”. He aquí la misma falsificación dogmática de las
citas de Lenin en tanto a la relación de el zarismo con la república
burguesa, la falsificación de las citas de Marx y Engels según las
cuáles una república liberal ampliaría el terreno sobre el cuál
el proletariado y su partido pueden esgrimir su lucha de clases por
la revolución y la dictadura del proletariado, el socialismo.
La concepción que hemos citado (“primero
república, luego socialismo”) era acertada durante el franquismo,
cuando el PCE (m-l) hacía honor a sus siglas y se sabía en posesión
de fuerzas insuficientes como para lanzar a las masas contra la
dictadura burguesa en general. Pero hoy en día, ¿se puede
saber qué beneficios tácticos nos traería sustituir el parlamento
por otro parlamento y luchar por ello; movilizar por ello a las
masas? ¡Nada, salvo confundir sus miras políticas! Es el mismo
error político que cometen agencias socialdemócratas como el
llamado “Partido del Trabajo Democrático” (PTD).
Pasemos
al trotskismo.
Las
diversas organizaciones trotskistas confluyen en ver los “Comités
de Defensa del Referéndum” como una especie de contrapoder26.
Aquí entra en juego su teoría del “doble poder”, una
malinterpretación de la situación histórica de la dualidad de
poderes en Rusia en 1917. ¿En qué consiste esta teoría? En creer
que, con el régimen capitalista intacto, se puede ir arrebatando
paulatinamente el poder al Estado capitalista, creando una serie de
comisiones que convivan con la máquina especial de represión
burguesa y la vayan sustituyendo poco a poco.
“Es
innegable que esta ‘teoría’ no es más que una variante de la
concepción revisionista acerca de la transición pacífica hacia el
socialismo, basada en que la correlación de fuerzas ha cambiado en
favor del proletariado. Ambas; hacen abstracción del principio de
que la ferocidad de la reacción que detenta el poder se incrementa
ante el desarrollo de las luchas populares, y que abundan los casos
en la historia de los últimos 30 años de cómo, cuando ve su
existencia en peligro, la reacción capitalista violando su propia
legalidad procede a la instauración de feroces dictaduras de tipo
fascista para tratar de reprimir a sangre y fuego todo proceso
revolucionario y de desarrollo de las fuerzas populares. Resulta,
pues, evidente que sólo la preparación y la organización de las
nasas para la lucha revolucionaria armada, para derrocar a la
reacción, puede garantizar al proletariado y demás fuerzas
populares la victoria, es decir, la instauración de su propio poder.
Pretender lo contrario es sembrar absurdas ilusiones, con las que,
objetivamente, se hace el juego a la reacción.” (P.C.E.
(m-l); “¿Marxismo-leninismo o trotskismo?”, 1969).
Este
reformismo pseudorrevolucionario
es lo
que ha caracterizado, igualmente,
la política pequeñoburguesa
de la CUP. Reducir el
derecho a la autodeterminación a una votación, y reducir las
organizaciones de masas a unos inocuos “comités de defensa del
referéndum”. Tal ha sido la política de los partidos
pequeñoburgueses
catalanes, que ha llevado a la representación de una estéril
tragicomedia el día 1 de octubre. Así,
puesto que no eran capaces de arrebatar la dirección burguesa del
procés con estos medios, los partidos pequeñoburgueses han dejado
que la crispación y la voluntad popular “caigan en saco roto” y
el problema de la lucha por un Estado nacional independiente se
reduzca al problema de una mera consulta de la burguesía empoderada
al pueblo, por los propios fines de esta burguesía. Que esto haya
ocurrido en contra de los planteamientos de los propios partidos
pequeñoburgueses no es sino muestra de su impotencia actual.
Por
otra parte, debemos adentrarnos en el análisis marxista-leninista de
la cuestión de la dualidad de poderes. Está claro que se deben ir
conformando Consejos del Pueblo, para organizar la lucha
revolucionaria de los trabajadores. Pero sería absurdo creer que
éstos van a poder erigirse como un poder aparte mientras el poder
burgués, su Estado, siga intacto. Estos Consejos no son una
institución antes del estallido de la revolución; por el contrario,
deben ser un punto de apoyo de todas las luchas de las masas
trabajadoras, dirigidos por el (hoy todavía hipotético) Partido
Leninista unificado. Su función es preparar a las masas para la
revolución.
La
dualidad de poderes que se dio en Rusia en 1917 fue producto de algo
muy particular. Su causa fundamental se reduce a que la revolución
democráticoburguesa de 1917 dejó tras de sí una herencia inmediata
de organizaciones obreras y de masas potentísimas, que los
bolcheviques supieron potenciar de tal modo que se lanzasen a la
revolución, ganando el pulso al gobierno burgués del imperialista
de Kerenski. Las armas -nos decía Lenin- estaban en manos de los
obreros y los campesinos, y no de la burguesía. Esto fue
¿Se
puede decir que los CDR sean una organización semejante? Han
emergido de un proceso democráticoburgués arraigado en las masas.
Pero actualmente no existe organización capaz de impulsarlos a
superar su forma actual y ser organizaciones de masas (cosa que aún
no han llegado a ser, ni de lejos) preparadas para una revolución.
Además, carecen de armas; carecen de medios de defensa ante el
Estado burgués, siendo imposible que la estructura de los CDR pueda
mantener un pulso con dicho Estado burgués.
No
podemos pensar que las “dualidades de poderes” se pueden forzar,
y, así, no deben formar parte de la estrategia de un partido
supuestamente leninista. Nuestra prioridad no es armar a los
trabajadores y dejarlos a su antojo, sin una dirección ni unos
objetivos claros. Sólo unos obreros armados, organizados pero
ideológicamente dispersos e incapaces de centrar sus ataques ni de
pasar a la ofensiva; sólo esto es lo que garantiza que exista una
dualidad de poderes, pues garantiza que los obreros se pueden
defender en sus comités de los intentos del viejo Estado burgués
por desorganizarlos, pero asimismo garantiza que, puesto que carecen
de una dirección marxista-leninista, estos obreros destrocen el
escollo de su camino a la revolución; se enfrenten y derroten al
viejo Estado burgués. Y nosotros no podemos coincidir en que este
punto intermedio sea un objetivo de los marxistas-leninistas.
Nuestro objetivo es armar y organizar a las masas, pero no sin
dotarlas de su Estado Mayor de combate, de su Partido.
Nos
reprocharán los más listillos: “¿no estáis tirando piedras
sobre vuestro propio tejado? ¡Vuestros Consejos del Pueblo son lo
mismo!”. Pero lo cierto es que no. Poniéndonos en una situación
en la que pudiésemos ser una mayoría parlamentaria, en nuestro
programa mínimo, nosotros comentábamos como una de las medidas para
agudizar la lucha de clases y lanzar una ofensiva contra el Estado
burgués lo siguiente:
“11.
Sustitución paulatina de los cuerpos de Policía, del Ejército, de
la Guardia Civil, Mossos, etc. por milicias populares armadas, que
sean parte de los Consejos del Pueblo, que las eligen. Esta medida
comenzará al hacerse electivos y revocables todos los cargos del
Ejército, de la Policía, etc. y al traspasarse armas a cuenta de
estos cuerpos hacia los Consejos del Pueblo.” (O.C.T.E.;
“Programa Mínimo”, 19 de marzo de 2017).
El
trotskismo, no contento con esto, pretende que ¡estos CDR inermes
proclamen la república catalana! ¡Y además socialista! Si ni
siquiera existe un Partido Leninista en España, y ni mucho menos
tiene visibilidad alguna entre las masas y las lleva tras su
política, las organiza, las arma, las templa en largos años de
lucha, etc. ¿cómo se puede esperar una revolución socialista? Ésto
es tan sólo un conato más de aquélla podrida teoría de
revisionismos tan variopintos como el cubano, el soviético, el
chino, etc. según los cuáles “un partido no marxista podría
construir el socialismo”. Esto es renegar del marxismo
abiertamente; equivale a decir que los intereses de clase de una
clase social no proletaria pueden construir el socialismo. Lenin nos
enseñaba que los estratos no proletarios de los trabajadores, los
semiproletarios, sólo podían participar activamente en la
construcción del socialismo si estaban dirigidos por el
proletariado, si confiaban y seguían la política del Partido
proletario, y participaban en la dictadura del proletariado.
Con
esto queda todo aclarado. Pero dejemos a los trotskistas y pasemos a
ocuparnos de sus primos hermanos, los maoístas. El PCE (r), desde su
página vocera “PRES.O.S.”, nos dejaba ver un posicionamiento
infantil acerca del procés, del mismo modo que el PCOE.
La
posición del maoísmo no es nada nuevo bajo el sol27.
Se sigue basando en sus dogmas repetidos hasta la saciedad; a saber:
“España es un Estado fascista”. Y por eso su web sigue en pie,
por ejemplo.
Dicho
esto, su posición es “más o menos correcta” en tanto que
entienden que el procés ha debilitado la dictadura burguesa (en su
forma parlamentaria, deberíamos añadir) y se necesita la
solidaridad de las masas de todo el Estado español para que dicho
procés acabe en buen puerto. Pero no hablan de hacer el necesario
trabajo de masas (¡esto se lleva con el maoísmo y su blanquismo
como el agua y un gato!), mientras que le hacen un inaceptable
seguidismo a la “burguesía nacional” catalana, no haciendo la
necesaria separación de las fuerzas motrices que se esconden detrás
de los acontecimientos políticos actuales.
*
* *
En
relación con todas estas posturas ha ido surgiendo la idea de que
Cataluña podría ser una colonia de España. Pero, ¿es Cataluña
una colonia? Si nos basamos en las consideraciones de la Komintern,
vemos que una colonia cumple el siguiente rol:
“La
burguesía de las potencias imperialistas, a cuenta de las
extraganacias suplementarios obtenidos como resultado de su posición
en el mercado mundial (mayor desarrollo de la técnica, exportación
del capital a países con una cuota de ganancia más elevada,
etcétera), así como por medio del pillaje de las colonias, aumenta
el salario de una parte de ‘sus’ obreros, interesándolos así en
el desenvolvimiento del capitalismo de su ‘patria’, en el saqueo
colonial y en la fidelidad al estado imperialista.” (Programa
del VI Congreso de la Komintern, 1929)
Una
colonia es, pues, un territorio donde el pillaje de la metrópolis
procura superbeneficios o extraganancias para ésta última, pudiendo
costearse un cierto “bienestar” para una capa de sus
trabajadores, intentando así apaciguar la lucha de clases por un
tiempo (hasta que tiene lugar una nueva crisis económica). Si
aceptásemos que Cataluña es una colonia de España, tendríamos que
poder ver una diferencia abismal en el desarrollo técnico-científico
y en el nivel de vida en general entre Cataluña y el resto de
España. Pero en realidad no existe un desarrollo tan abismal entre
el nivel de vida entre los territorios y naciones que componen España
actualmente, como sí lo había y lo hay entre las metrópolis y las
colonias que aún hoy permanecen como tales (como por ejemplo
Guadalupe respecto a Francia).
*
* *
Una
vez hemos hablado de los oportunistas y los revisionistas, toca
exponer nuestro propio punto de vista, oponiéndolo al punto de vista
de aquéllos. Nuestro posicionamiento difiere de aquéllos de las
organizaciones revisionistas de España.
·Primero,
nosotros entendemos que puede haber autodeterminación política en
el capitalismo (otra cosa es la emancipación social). Pero este
movimiento estancado en la autodeterminación política de las
naciones es obra del liderazgo de la pequeña burguesía, la que es,
en el fondo, el corazón de todos los movimientos nacionales. Que
la secesión catalana sea o no beneficiosa para el proletariado no
afecta a los derechos generales de las naciones. Podemos tomar una
posición u otra respecto a la autodeterminación en función de si
beneficia o no al proletariado. Pero esto no afecta al reconocimiento
del derecho de las naciones a la autodeterminación. Nosotros debemos
posicionarnos, pero hagámoslo como lo hagamos, nunca jamás se debe
obligar a que una nación que quiere la secesión no lo haga. El
ejemplo más claro es la secesión de Finlandia respecto a Rusia en
1917-1918. Pero resulta que no seguir la táctica de fascistización
del Gobierno Central es beneficioso para el proletariado, mas siempre
que se eduque a las masas de toda España en la solidaridad de clase
y se agite para que, aprovechando la movilización política de
Cataluña, tomen las riendas de la situación y la dirijan a una
revolución socialista. Nosotros diferimos del posicionamiento
trotskista en que ellos ya llaman al asalto revolucionario, cuando no
existen las fuerzas suficientes, y lo hacen tomando como base unas
organizaciones de masas (los CDR) que no están armadas y no abarcan
más que estudiantes, en su mayoría.
·El
procés se ha convertido en su opuesto: de ser útil a la burguesía
se ha convertido, conforme parecía hacerse realizable (es decir,
conforme prendía en las masas trabajadoras), en una forma de
agudización de la lucha de clases y de poner trabas al comercio y a
la circulación de capital por España, hecho este ante el que los
capitalistas han actuado con la violencia abierta, la cuál es
directamente proporcional al miedo que tienen de la efervescencia
política en un momento dado.
·Un
movimiento aislado en Cataluña no sería de ayuda si no se expande a
España. Por esto, nuestra tarea es la agitación por la revolución
en toda España. Además: defender la autodeterminación de las
naciones que componen España es un deber de los comunistas. Sin
embargo, esto no ayudaría a la confraternización de los obreros de
toda España sin inculcarles este derecho a la autodeterminación de
los pueblos. Que Cataluña se independice, si tal es la voluntad de
las masas trabajadoras catalanas. El internacionalismo proletario
sería boicotear el boicot de España a la autodeterminación de las
naciones. Internacionalismo proletario no es boicotear la
autodeterminación de los pueblos, sea esto mediante la abstención o
mediante la negación de este derecho. Nuestra labor, empero, no se
reduce a defender el derecho a la autodeterminación. Debemos
enfatizar que si esa nueva república catalana se mantiene en el
capitalismo no habrá emancipación social alguna, aunque sí la haya
en el terreno político.
·La
mejor forma de asegurar la colaboración entre los obreros españoles
y catalanes es que los primeros estén dispuestos a ayudar a que los
segundos decidan su destino libremente, sea cual sea, y que luchar
ante el enemigo común no es cosa solo de quienes están bajo un
mismo Estado sino de los trabajadores de todo el mundo, con intereses
iguales: librarse de la explotación capitalista. El proletariado
sabe que su fuerza reside en la lucha unida, internacionalista. Pero
este internacionalismo, esta lucha por la unidad política
proletaria, no se ciñe a las fronteras de un Estado. Por ello, se
debe estimular a los obreros de las naciones de España (Cataluña,
Galicia, Euskadi, Castilla) a que reconozcan y practiquen la
autodeterminación nacional, política. Sólo así se fragua la
unidad internacionalista. Lenin fue claro, cuando expuso el caso de
la separación entre Noruega y Suecia.
“La
estrecha unión de los obreros noruegos y suecos y su plena
solidaridad de camaradas de clase ganaban, al reconocer de este modo
los obreros suecos el derecho de los noruegos a la separación.
Porque los obreros noruegos se convencían de que los obreros suecos
no estaban contagiados de nacionalismo sueco, de que la fraternidad
con los proletarios noruegos estaba, para ellos, por encima de los
privilegios de la burguesía y de la aristocracia suecas. La ruptura
de los lazos impuestos a Noruega por los monarcas europeos y los
aristócratas suecos fortaleció los lazos entre los obreros noruegos
y suecos. Los obreros suecos han demostrado que, a través de todas
las vicisitudes de la política burguesa -¡bajo las relaciones
burguesas es perfectamente posible que renazca la sumisión de los
noruegos a los suecos por la fuerza!-, sabrán mantener y defender la
completa igualdad de derechos y la solidaridad de clase de los
obreros de ambas naciones en la lucha tanto contra la burguesía
sueca como contra la noruega.” (Vladimir Lenin; “El
derecho de las naciones a la autodeterminación”, 1914).
Sólo
esa “estrecha unión de los obreros noruegos y suecos y su plena
solidaridad de camaradas de clase” consiguió que la separación
de Noruega respecto a Suecia tomase cauces relativamente pacíficos.
Noruega, con su separación, conseguiría un régimen político algo
más democrático que el mantenido hasta entonces. Con Cataluña
ocurre algo similar, puesto que el procés se plantea establecer una
república burguesa en lugar de la monarquía parlamentaria actual.
Esto, a groso modo, en materia de táctica, no significa nada para
los comunistas. Sin embargo…
“Ni
un solo socialdemócrata, si no se decide a declarar que le son
indiferentes la libertad política y la democracia (y en tal caso,
naturalmente, dejaría de ser socialdemócrata), podrá negar que
este ejemplo demuestra de hecho que los obreros conscientes tienen la
obligación de desarrollar una labor constante de propaganda y
preparación a fin de que los posibles choques motivados por la
separación de naciones se ventilen sólo como se ventilaron en 1905
entre Noruega y Suecia y no "al modo ruso" [o sea,
oprimiendo con las armas a las naciones que se querían independizar
del Imperio Ruso – E. O.]. Esto
es precisamente lo que expresa la reivindicación programática de
reconocer el derecho de las naciones a la autodeterminación.”
(Vladimir Lenin; “El derecho de las naciones a la
autodeterminación”, 1914).
·Sin
un Partido Leninista unificado, ese proceso nacional que
hipotéticamente puede acelerarse nunca va a tomar un cariz
revolucionario tal que consiga un cambio de las cosas. El problema
de Cataluña es que bajo la dirección de partidos burgueses (la
burguesía es la misma en Cataluña que en España) nunca jamas se va
a llegar a la autodeterminación del pueblo catalán. A lo mas que se
llega es a intentar embaucar a las masas y distraerlos de la lucha de
clases. La burguesía catalana-española (son homogéneas en sus
capas superiores) embaucó al pueblo catalán en una campaña desde
2010 para que confiase que un Estado capitalista independiente en
Cataluña solucionaría su miseria. Ahora bien: el fracaso del procés
va a crispar mas los ánimos y a desacreditar a los partidos
burgueses ante el pueblo. El discurso de Puigdemont no es sino una
prueba de esto. Los políticos burgueses están tan preocupados en
Cataluña por mantener su engaño ante el pueblo y por mostrarse
confiables ante su clase, partidaria de la “España indivisible”,
que han tenido que “sentarse en dos sillas a la vez”. Ahora la
burguesía catalana-española se ha puesto cara a cara con el pueblo
al que creía manipular. Poco a poco se están volviendo frente a
frente. Se masca la agudización de sus contradicciones antagónicas.
Desde luego, el problema nacional de Cataluña puede llegar a ser un
poderoso punto de inflexión en el enfrentamiento del pueblo contra
el PP.
Por
estas razones, repetimos lo ya dicho más arriba: nuestras tareas
son…
1)
Apoyar y defender el derecho a la autodeterminación;
2)
Inocular la solidaridad de clase necesaria en el proletariado y las
masas de toda España para asegurar la autodeterminación de
Cataluña;
3)
Si apoyamos la autodeterminación divorciados de las masas
trabajadoras de toda España, no haremos sino confirmar el actual
divorcio práctico entre comunistas y proletariado, cuando lo que hay
que hacer es superarlo.
4)
Convertir la lucha contra el PP en una lucha contra el capitalismo en
general, y para ello…
5)
Conseguir la tan necesaria unidad marxista-leninista de las fuerzas
comunistas y progresistas de España, y erigir la organización
resultante en la vanguardia efectiva del proletariado y las
masas.
La
posición espontánea de las masas trabajadoras del
resto
de España ante la independencia de Cataluña
Ya
hemos citado con anterioridad que un 66 % de los catalanes se
posiciona en contra del artículo 155 y que un 63% de los españoles
se posiciona a favor del mismo. La cuestión entronca con una especie
de “odio” contra Cataluña que viene desde muy atrás. Es muy
sonado, especialmente en Andalucía (que ha proveído de trabajadores
inmigrantes a Cataluña durante siglos), que, como Comunidad
Autónoma, Cataluña ha acaparado la financiación pública al
recibir unos presupuestos estatales mejores y más abultados que
otras comunidades, más sumidas en el pauperismo, como Extremadura,
la propia Andalucía, etc. Con esto se pretende crear la idea de que
Cataluña lo ha tenido todo y se ha ido descontenta, mientras que
otras Comunidades (e incluso naciones componentes de la actual
España) han sufrido más y no han “abierto el pico”. Se
pretende, por lo tanto, dar una imagen de la autodeterminación de
Cataluña como la pataleta de un “niño consentido”. Pero esta
idea está equivocada hasta el tuétano.
Sin
caer en el tópico de que Cataluña es una colonia, cosa equivocada,
como hemos visto, debemos refutar que hayan sido “los catalanes”
en general quienes hayan estado cebándose a costa de los impuestos
(de los que se componen los presupuestos del Estado mayormente) del
resto de España. Es totalmente justificable la ira popular contra
los parásitos. Pero aquí somos testigos de una infeliz equivocación
a la hora de señalar a los auténticos parásitos. En efecto. ¿Por
qué se dice que un pagés catalán es un parásito y se le
ataca cuando quiere decidir el futuro de su nación, pero se le opone
a este “parásito” trabajador a una figura idealizada del rey
Felipe VI? ¿Quién es el parásito? ¿El trabajador catalán o el
monarca español? ¿El trabajador español o el capitalista catalán?
Las cosas deben esclarecerse a ojos de las masas trabajadoras en
estos términos. Quienes han usurpado impuestos como sanguijuelas
incansables asidas a sus víctimas no han sido los catalanes,
ni los españoles. Han sido ciertos españoles y ciertos
catalanes. Y no se trata de dar nombres. No. Todos ellos se reúnen
bajo un mismo paraguas. Este paraguas se llama clase capitalista.
¿Es
que no hay pobres en Cataluña? ¿Es que acaso estos ganan cuando sus
capitalistas acaparan unos presupuestos comunitarios mayores que en
otra Comunidad Autónoma? ¡Claro que no! Y tan culpables de usura
son los capitalistas catalanes como los capitalistas españoles y la
monarquía, ocurriendo que sobre estos dos últimos se mantiene un
silencio insultante (¿y acaso se pueden separar las capas más
pudientes de la clase capitalista en toda España? ¡Son una sola, de
intereses homogéneos!). Porque, claramente, no hay sanguijuelas
buenas y malas según su color o su bandera. Las sanguijuelas, se
disfracen o se pinten como quiera que lo hagan, siguen siendo, en
efecto, sanguijuelas. Igual ocurre con los explotadores, con la clase
capitalista y la burguesía.
Asimismo,
la demagogia de los medios de comunicación y de los politicastros
burgueses han intentado asustar a los obreros y las masas
trabajadoras de todo el país (consiguiéndolo en ciertos casos, más
de lo que nos gustaría, explicándose esto por la carencia de un
Partido Leninista unificado en España). ¿Qué han intentado hacer
creer a las masas? Que si “Cataluña desafía al Estado” está
desafiando y menguando los servicios sociales que este Estado dice
prestar a los más pobres y desfavorecidos, a los explotados y
oprimidos. Pero para que esto mengüe no hemos necesitado de ningún
desafío. La crisis capitalista de 2008, una más de las cíclicas
crisis inseparables de la explotación capitalista, ya se encargó de
acabar con todo lustro en los servicios sociales, precarizándolos
aún más, dificultando el acceso a los mismos, etc. ¿Es fácil
conseguir una prestación por desempleo? ¡Para nada! Pero que el rey
cobre 15.000 euros por disfrutar de todo el trabajo que le ha robado
y le roba a los trabajadores se paga de buen grado.
Pero
seríamos injustos si hiciésemos esta opinión, que acabamos de
refutar, la “opinión absoluta” de las masas trabajadoras. Esto
sería un error injustificable. Y es así porque junto a aquélla
deplorable opinión, fruto o bien de la aristocracia obrera, o bien
de la alienación, se ha situado cual línea paralela una actitud
(mucho más minoritaria, eso sí) de internacionalismo proletario.
Ya son más de varias decenas las ciudades donde las masas se han
manifestado en contra de la represión brutal que la policía y la
Guardia Civil propinaron a un pueblo inerme que tan sólo quería
expresar su voluntad, con el error de hacerlo bajo el marco legal de
la democracia burguesa, con el capitalismo en pie en España28.
Esta
actitud debe ser estimulada por los verdaderos comunistas, por los
marxistas-leninistas. Y se debe procurar que no quede ahí. La
burguesía española-catalana está asfixiando al pueblo catalán
porque, en el resto de España, reina con toda tranquilidad. ¡Pero
pueblo de España…! ¡Cómo puede ser que te pongan del lado de
quienes te han esquilmado, de quienes te han desahuciado, explotado,
humillado y te enfrentes junto a ellos a quienes sufren igual que tú
en Cataluña…!
Por
desgracia, sabemos cómo ha ocurrido esto. La culpa recae
principalmente en treinta y un años de orgía revisionista en el
plano político español, sin que nadie les ponga un freno. Ocurrió
que el revisionismo tomó las posiciones que el PCE de Díaz y el
PSUC Comorera había conquistado con tanto sudor. Ocurrió que el
revisionismo se nutrió, para fundirse poco después con la burguesía
y escindir, rompiendo en mil pedazos, al otrora poderoso movimiento
obrero que albergaban los límites geográficos del Estado español.
La clase obrera catalana pasó por ser una de las más organizadas y
avanzadas en posiciones ideológicas dentro de la realidad española,
este hecho fue conseguido gracias a la acertada dirigencia del PSUC
de Joan Comorera –la refundación es solo una despreciable
caricatura al servicio de los revisionismos–. Dos cosas sucedieron
para desactivar por completo aquella organización y avanzado
desarrollo ideológico alcanzada:
1)
El PCE fue hegemonizado, como
decíamos, por un grupo
de revisionistas sin escrúpulos al frente de los cuales se estaban
Carrillo-Ibárruri. Estos
revisionistas
torpedearon al PSUC hasta destruir a la dirigencia de Comorera con el
solo propósito de hacerse con el control del proletariado catalán,
estos hechos ocurrieron no sin la ayuda de la “quinta columna”
que se enquistó en las filas catalanas;
2)
Esa primera condición llevó a que la profundamente desacreditada
izquierda burguesa, la
“progresía” burguesa y pequeñoburguesa concentrada en las filas
de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC),
en complicidad con los anarquistas y trotskistas primero y con la
burguesía compradora independentista después, hicieran que la
clases trabajadoras catalanas confundieran hasta el día de hoy
izquierda con nacionalismo, y hasta con chovinismo. Dicho de otro
modo: la progresía burguesa y pequeñoburguesa ha trabajado en todo
momento como un disolvente de la lucha de clases; y bajo esta premisa
es que la independencia de Cataluña
tal y como está planteada hoy se encuentre completamente encuadrada
en una noción sin más objetivo que la independencia, y que en
consecuencia estén ausentes las grandes preguntas: ¿Independencia
en beneficio de que clase? ¿En beneficio de la burguesía compradora
catalana que tiene hegemonizada las instituciones catalanas y que por
otro lado ha participado activamente en la conformación del Estado
Español actual y que por lo demás ha resultado en igual o más
represiva y explotadora? ¿Se olvida la clase obrera catalana que
tiene más en común con la clase obrera de las demás comunidades
que con la clase que está dirigiendo los pasos independentistas, y
que esa clase de hecho ha explotado por igual a catalanes en
particular y a españoles en general?
La
burguesía ha intentado utilizar la alienación que provoca el
deporte en la era del imperialismo para atemorizar a las masas con
problemas relacionados con el mismo. En este sentido la burguesía y
sus voceros han hablado de las sanciones a una hipotética Cataluña
independiente, de problemas relacionados con la Liga de Fútbol (que
los pujantes equipos catalanes quedarían excluidos), etc.: todo para
atemorizar a las masas con el fin del status quo. Pero estos
problemas no lo son más que a ojos del opresor nacional. Asimismo,
lo que para los filisteos cabeza hueca llamados hinchas de fútbol
presenta un argumento de peso, en realidad es una pequeñez, porque
son ya muy conocidas las ligas deportivas que aúnan a más de un
país, siendo la opresión nacional la única razón para no
organizarlas. Tampoco vamos a defender que esas organizaciones
deportivas supranacionales sean el vademécum de la “democracia”
(exceptuando la democracia burguesa, dictadura contra los
trabajadores), puesto que se extienden a los mismos países a los que
el control financiero de determinado núcleo imperialista se expade:
por ejemplo, la Liga Continental de hockey sobre hielo aúna a Rusia
y a países dependientes de sus productos y capital, en mayor o menor
medida, como Bielorrusia, Finlandia, Kazajistán, etc.
Las
sanciones a las que España alega que sometería a una hipotética
Cataluña independiente corren la misma suerte que el problema del
deporte: son problemas sólo a ojos del opresor nacional. Porque no
hay razón alguna para que España coopere y comercie con todos los
Estados-nación de la Unión Europea y no lo haga con Cataluña. La
posibilidad de mantener lazos económicos similares a los actuales
está ahí, y es muy palpable. Pero no se cuenta entre los planes de
la burguesía catalana-española, porque el mero hecho de la
autodeterminación de Cataluña les llenaría de incertidumbre y
complicaría sus manejos conjuntos.
Los
capitalistas españoles, por esto, se llenan la boca de ataques a lo
“inconstitucional”, a lo “antidemocrático”, etc. Pero se les
ve el plumero, cuando con esta verborrea liberal en realidad quieren
decir, únicamente, “aquéllo que marcha en contra de nuestros
intereses de clase aunque sea un ápice”. La manifestación
tangible de esto es el apoyo y la protección a manifestaciones
fascistas mientras los medios de comunicación, en su afamada
libertad de expresión (la del capital, querrán matizar) las ocultan
como “manifestaciones ciudadanas”, sin hacer referencia ninguna a
su carácter fascista y a los grupos políticos que se esconden
detrás de ellas (por nombrar al más vomitivo: Falange).
Por
supuesto, del lado del Gobierno del PP, y las instituciones del
Estado español, como cabría esperar dentro del discurrir de una
democracia burguesa representativa, se ha producido reacciones que
los independentistas se han apresurado a catalogar como ejercicio
represivos fascistas,
cuando en realidad son
la respuesta esperable de
toda forma de
dictadura burguesa (velada
y parlamentaria o abierta y terrorista)
ante un desafío a
la integridad territorial sancionada
en la misma
constitución española
que fuese
construida con la complicidad de los partidos políticos burgueses
catalanes que hoy se encuentran en la vanguardia del independentismo.
¿Qué queremos decir
con esto? Que el culto a la legalidad burguesa no puede enfrentarse
desde posiciones burguesas.
“¡Va
contra la ley…!”
Deberíamos
dedicar unas palabras a esta exclamación farisea (es decir,
hipócrita). “¡La ley! ¡Qué va a ser de la ley! ¡Fuera de la
ley no hay democracia!”, etc.: tal ha sido la posición del
Gobierno desde el primer minuto. Y esta posición no podía ser más
desastrosa. Primero porque se llenan la boca con el cumplimiento de
la Constitución cuando se trata de negar el derecho a la
autodeterminación, pero se van a la chita callando cuando se trata
de cumplir artículos como el n.º 35
o el n.º 47;
el derecho al trabajo y el derecho a una vivienda. ¡Que se lo digan
a los casi cuatro millones de parados! ¡Que se lo digan a las
600.000 familias
desahuciadas! ¿Dónde está esa “defensa del Estado de derecho”?
¡Aquí mismo, la estamos viendo! ¡Defensa al derecho a morirse de
hambre y defensa al derecho a no votar! Esos son los pilares del
famoso “Estado de derecho” por el que el PP, Ciudadanos, PSOE y
cía llenan sus rabiosas bocas de espuma y balbucean en el
parlamento. Y en segundo lugar, porque la legalidad defiende la
explotación. “Democracia” no es igual a ley. La ley es, hoy,
igual a la democracia burguesa; es decir, a la dictadura (mejor o
peor velada) contra los trabajadores.
El
reproche de Podemos, ERC y partidos/organizaciones similares de que
“Rajoy no es nadie para hablar de condenar a quienes se salen de
la ley”, dada la archiconocida faceta del PP como organización
criminal, es un reproche a medias. Sí. En efecto: muestra la
hipocresía del PP. Pero no deja de mantener una ilusión cuasi
religiosa en que la constitución burguesa puede hacer valer, en
efecto, sus derechos de papel para defender unos intereses que no
sean los de la burguesía. Esto no es más que reformismo.
Para
los burgueses, la legalidad es que su Estado mande (legisle y
ejecute) y el pueblo obedezca y se someta. Para el proletariado, en
cambio, la ley es su interés de clase, y si este choca con la
legislación vigente, ésta debe apartarse del camino. “¡Que el
pueblo mande y el gobierno obedezca!” es una consigna que se
está repitiendo mucho últimamente en Cataluña. Nosotros añadimos:
¡que el pueblo s e a el Gobierno!
Sólo así se podrá sentir
su interés general y podrá, además, ejecutarse.
Como
vemos, la cuestión no está tanto en medir si tal o cuál artículo
de la constitución de 1978 se cumple o no. La cuestión está en
saber que los artículos “sociales” y “del Estado del
bienestar” son derechos mojados, anulados por otros artículos. Por
ejemplo: “el derecho al trabajo” se anula por el “derecho a la
propiedad privada sobre los medios de producción” (arts.
n.º 35 y
33
respectivamente). Asimismo el quid de la cuestión es (valga
la redundancia) cuestionar qué es esa legalidad a la que se apela; a
qué clase representa y beneficia y de dónde surgió. Si la ley la
hacen los ricos, protegidos por los tanques de los ricos, la
democracia es de los ricos. Ahora pretender que esa democracia
represente a la mayoría trabajadora de la población, esto ya es
otra cosa… una cosa, de hecho, deleznable.
Pero
permitámonos por un segundo seguir la lógica del gobierno central…
Si era ilegal votar durante la dictadura fascista de Franco,
democracia significaría seguir las leyes: es decir, algo
democrático sería no votar. ¡Ahora entendemos por qué el heredero
de aquél rey elegido por mayoría absoluta (1 voto de entre 1 voto;
el del “bueno” de Franco) puede dar lecciones de democracia!
Pedirles
a los ideólogos de la burguesía y la pequeña burguesía que
razonen más allá del paradigma “votar – no votar” es,
por otra parte, inútil. Les da exactamente igual (por su carácter
de clase y sus deficiencias científicas) que ese voto sea para
elegir a unos señores situados por encima de la sociedad e
irresponsables ante la misma, y, con esto, no ven el paralelismo
existente entre el voto burgués y el fascismo (el no poder siquiera
votar qué representantes de la clase explotadora nos deben aplastar
en el parlamento); se anclan en las existentes diferencias entre
ambos procedimientos de la dictadura del capital, sin superar el
marco de la misma.
Pero
es que además no se contentan con ésto. No. ¡Tenían que meterse
en el traje de víctimas, en el que caben tan bien como un adulto en
una cuna! La esperpéntica imagen tuvo cierto apogeo durante el 9 de
octubre, cuando organizaciones reaccionarias (Falange, Ciudadanos,
“Societat Civil”, etc.) convocaron una manifestación para “dar
alas a la mayoría silenciada de Cataluña”.
Pero
¿qué “mayoría silenciada” en Cataluña ni qué bobadas?
¡Vinieron de toda España; había banderas donde se leía
“Marbella”, por ejemplo! Y encima ni con esas superaban a las
manifestaciones independentistas. A nosotros ni nos apena ni nos
alegra esta cuestión de números; en ambos casos se está intentando
embaucar a las masas con el nacionalismo. Y este, venga de donde
venga, hace peligrar el internacionalismo proletario. “Divide et
impera”, dicen los cónsules de los capitalistas, recordando la
máxima romana. Por esto nosotros defendemos la autodeterminación de
toda nación que así lo desee; es la única forma de no oponer un
nacionalismo a otro; de no limpiar la basura con basura.
Detengámonos
en la cuestión numérica un segundo, empero. Si el artículo 155
cuenta con la oposición del 66% de los catalanes, ¿debemos suponer
que parte de este porcentaje se presentó a hacer bulto en la
manifestación de la “mayoría silenciada”? ¿O bien debemos
tirar por el desagüe los libros de matemáticas y suponer que el 44%
constituye la mayoría? Quizás -y sólo quizás- esa mayoría no es
tal, siendo así que está… ¿silenciada? ¡Tampoco! Pese al
esfuerzo de los medios de comunicación en inventarse historias de
terror catalanista contra quienes no piensan como ellos, aquí las
únicas pruebas fehacientes de ejercicio de la violencia han sido
(por mucho que las niegue el ministro Dastis, haciendo el ridículo
en el extranjero)29
las del Gobierno de España, que, casualmente, defiende la posición
de esa “mayoría silenciada”: tan silenciada, en efecto, que
puede esgrimir sus ideas sin riesgo de que les arranquen el
espacio físico donde las almacenan de sobre los hombros. Los
anti-independentistas nunca han sido silenciados en Cataluña. Entre
otras cosas porque semejante posición es la que abandera la gran
burguesía y esta se encuentra en el poder en España; posee los
medios de producción y distribución y controla un Estado adecuado a
sus formas explotadoras de dominación.
Esto
nos lleva a dedicar, de nuevo, unas breves palabras al régimen de
las autonomías. “Aunque la mona se vista de seda, mona
se queda”, reza el sabio dicho popular. Podríamos traducirlo
en que “aunque el capitalismo se vista de derechos de papel, sigue
siendo capitalismo”. Y para esos papeles las crisis capitalistas,
tan inseparables de este modo de producción, son un día lluvioso
sin refugio.
El
régimen de CC.AA. lleva implícita la negación del derecho a la
autodeterminación (art. 155 y artículo 2 [1]). “Es la
vieja consigna mohosa de ‘Una, Grande y -¡ejem!- Libre’
maquillada”, escuchamos de labios de un camarada nuestro. ¡Y
con qué razón! ¿Qué esperar del régimen con que le era más
provechoso a la gran burguesía liberal sustituir la caduca forma
terrorista de dictadura del capital en la que se erigía el
franquismo?
Pero
a esta “autonomía” limitada se le unen derechos de papel tales
como el derecho a una vivienda digna, al trabajo, etc. ¡Qué
dolorosa mueca irónica se le debe dibujar a los trabajadores en paro
y a los miles de desahuciados!
La
fascistización
A
este problema le volvemos a deber unas palabras, en vistas a lo
sucedido en Cataluña y a raíz de este asunto.
Nosotros
hemos definido “fascistización” en varios de nuestros artículos
anteriores. Destacamos la siguiente:
“Ahora
bien, que España no sea un Estado fascista no quiere decir que no se
esté fascistizando su régimen de democracia burguesa (es decir, que
esté estrechando las “libertades” políticas, ya de por sí
estrechas en el capitalismo) ni que no se esté fraguando un
peligroso movimiento fascista entre bastidores, ante la silenciosa
complicidad del Estado capitalista.” (O.C.T.E., “El
fascismo en España y las tareas de los comunistas
marxistas-leninistas”, 8 de mayo de 2017)30.
La
fascistización tiene, pues, dos aristas fundamentales:
-Por
una parte, la progresiva defenestración de los rasgos típicos del
liberalismo;
-Por
otra parte, la vista gorda judicial para con los grupúsculos
fascistas en auge.
La
fascistización no es fascismo; con la fascistización aún podemos
mantener la combinación de las luchas legal e ilegal de forma
abierta. Pero aunque esta distinción tenga importancia a efectos
tácticos, debemos mantenernos siempre alerta. Los conatos de
fascistización no deben entenderse separados del fascismo: a fin de
cuentas son un camino hacia el mismo.
“Camaradas,
no hay que representar la subida del fascismo al poder de una forma
tan simplista y llana, como si un comité cualquiera del capital
financiero tomase el acuerdo de implantar en tal o cual día la
dictadura fascista. En realidad, el fascismo llega generalmente al
poder en lucha, a veces enconada, con los viejos partidos burgueses o
con determinada parte de éstos, en lucha incluso en el seno del
propio campo fascista, que muchas veces conduce a choques armados,
como hemos visto en Alemania, Austria y otros países. Todo esto, sin
embargo, no disminuye la significación del hecho de que, antes
de la instauración de la dictadura fascista, los gobiernos burgueses
pasen habitualmente por una serie de etapas preparatorias y realicen
una serie de medidas reaccionarias, que facilitan directamente el
acceso del fascismo al poder.
Todo
el que no luche en estas etapas preparatorias contra las medidas
reaccionarias de la burguesía y contra el creciente fascismo, no
está en condiciones de impedir la victoria del fascismo,
sino que, por el contrario, la facilitará”. (Georgi
Dimitrov; “La clase obrera contra el fascismo – Informe en el
VIIº Congreso de la Komintern”, 1935)
No
cabe duda. Las palabras de Dimitrov son providenciales.
Con
esto, nos debemos plantear qué formas está tomando la
fascistización en España, sabiendo que el problema nacional está
agudizándola. Enumerando las características actuales de la
fascistización encontramos las siguientes:
-Negación
violenta del derecho a la autodeterminación, incitando a parapetos
fascistas a atemorizar a las masas en Cataluña;
-Disolución
de una institución democráticoburguesa (el Parlament autonómico
catalán) por vías policiales;
-Aumento
de la presión policial y militar en Cataluña, con vistas a que el
pueblo no se manifieste al margen de una legalidad que se ha probado
opresiva para con las masas trabajadoras catalanas y cuyas leyes
salen de la pluma de los capitalistas, que poseen los medios de
producción y de distribución;
-Exaltación
del chovinismo español e intento de inoculárselo a las masas
trabajadoras en toda España;
-Ley
mordaza y derivados, que coartan y dificultan el desarrollo de las
protestas populares en el marco legal;
-Protección
de las manifestaciones de músculo de las organizaciones abiertamente
fascistas;
-Encarcelamiento
sumario, sin juicio, de disidentes políticos;
-Boicot
a los productos catalanes.
La
burguesía mantiene una actitud contradictoria en lo referente al
boicot31.
Por eso no es una política de Estado, aunque ciertos estadistas la
hayan adoptado (la exministra Trujillo, del PSOE, siendo el caso más
notorio). Dicha política afecta, sobretodo, a los pequeños
capitalistas32;
es decir, a quienes mantienen una empresa mediante la contratación
de un número reducido de proletarios. En realidad no afecta
directamente a los pequeños comerciales, individuales, porque
estos venden sus productos sobre todo para el mercado interno, en un
ámbito muy reducido (el barrio, por ejemplo). Pero la mayoría de
estos pequeños comerciales
Sobretodo
parte de los grupúsculos fascistas que el PP, PSOE, C’s y cía
dejan que se desarrollen.
Para
poner una solución a este problema del boicot tendríamos que
suponer muchas cosas. Tendríamos que suponer, en primer lugar, la
solidaridad de clase del proletariado y las masas de toda España con
sus camaradas catalanes. Y tendríamos que suponer un Partido
Leninista que presionase las movilizaciones de Cataluña (mayores que
en cualquier otro punto de España, a día de hoy) para conseguir una
revolución socialista y organizar la dictadura del proletariado.
Tendríamos que suponer, por tanto, que los obreros del resto del
Estado o bien boicoteasen el boicot de los capitalistas en general a
esa supuesta Cataluña socialista aislada o bien expandiesen su
revolución por todo el territorio. Y tendríamos que suponer, por
ende, una organización racional de la industria catalana, en base a
las necesidades del pueblo.
Pero
como estas suposiciones, hoy por hoy, son hablar sobre lo
inexistente, debemos orientar una solución práctica para el boicot,
que sería empero una solución parcial. A fin de cuentas, aún hoy
tenemos como tarea pendiente de primerísimo orden unificar a las
fuerzas comunistas bajo el marxismo-leninismo, y sin ésto no puede
haber una solución real, de raíz o “radical”.
Esta
solución parcial no es sino boicotear el boicot y hacer una
agitación y propaganda seria entre las masas para contradecirlo.
Porque, manteniendo las condiciones capitalistas, el boicot a una
serie de empresas no puede ser fehaciente más que en el contexto de
una huelga y para mejorar las condiciones de explotación de los
trabajadores, organizándolos y pertrechando sus fuerzas en esta
batalla preparatoria para asaltar la razón de sus males en el
futuro: la propiedad privada sobre los medios de producción. Un
boicot por razones chovinistas no es sino un boicot que no interesa
al pueblo. Porque la reducción de la producción no estaría ligada
a la huelga, y por lo tanto sólo tendría consecuencias negativas.
Expliquémonos.
Los
productos catalanes son más baratos y de calidad, ya que ha sido el
territorio donde más concentrada ha estado la industria en España,
históricamente. Por ello, hoy gozan de tales condiciones de
producción que provocan que las empresas del resto de España se
provean, directa o indirectamente, de Cataluña. Boicotear a Cataluña
es boicotear al resto de España. Y los capitalistas que siguen
imperando responden a la reducción de sus beneficios, cuando estos
no se han conseguido por medio de una huelga y la movilización
obrera (es decir, a la lucha por el aumento del salario), de la
siguiente manera: expulsando a los trabajadores.
Entonces,
la táctica del boicot no va a originar más que miseria y paro en
toda España, si se lleva adelante. ¿No es esto una prueba bastante
dura de que lo que quiere el fascismo es una España unida con
cadenas y fundamentada en su sacrosanto principio de la miseria de la
amplia mayoría trabajadora? Exactamente.
Participando
en el boicot somos partícipes del fascismo.
Si
hay un partido no directamente fascista, pero fundado por fascistas y
benevolente con el fascismo, ese es el PP. Del mismo modo, es este
partido, esencialmente, aquél que puede permitir con mayor holgura
el impune desarrollo de la organización de las fuerzas
auténticamente fascistas en España. La táctica que debemos tomar
los marxistas-leninistas, que aconsejamos desde la O.C.T.E., es la de
aprovechar los enfrentamientos internos entre las diferentes fuerzas
políticas burguesas (Unidos Podemos, PSOE, PP, C’s, etc.), para
intentar sacar del Estado al gabinete del PP.
Mas
esto no tendría utilidad alguna si nos limitásemos a pedir que un
partido burgués le tomase el relevo a otro, independientemente de su
barniz. Esta táctica (la de aprovechar las discordancias internas de
la burguesía) sólo sería útil si las fuerzas marxistas-leninistas
estuviésemos agrupadas políticamente y pudiésemos utilizar el
proceso de ese relevo de partidos burgueses para desacreditar la
oposición burguesa a la burguesía a ojos de las masas
trabajadoras, y si estuviésemos capacitados para ir arrancándole
posiciones a dicha oposición burguesa, para transformar la lucha
contra el PP en una lucha contra el capitalismo. El seguidismo
trotskista a Podemos es una prueba fehaciente del fracaso de
“aprovechar” las contradicciones internas de la burguesía para
llevar más allá la lucha contra el PP; además, en el caso de estos
trotskistas (“Izquierda Anticapitalista”), la táctica se planteó
mal y les llevó a hacer un estéril entrismo en una formación
pequeñoburguesa a la que le aplaudían prácticamente todo. Esto,
entre otras cosas, les llevó a la escisión.
Con
esta exposición queda clara, como siempre, la perenne tarea de los
marxistas-leninistas en España: la unidad bajo el
marxismo-leninismo. Esta queda bien expuesta en nuestro
Comunicado de Autocrítica, cuando decimos que…
“Dada
esta situación, no podemos abstraernos de la colaboración de base
entre comunistas de diferentes grupos. Esta colaboración por
objetivos comunes que la vida pone en la línea de frente es la base
de la posterior unificación, en base a la lucha ideológica, de los
comunistas bajo la bandera leninista. De este modo tampoco obviamos
la posibilidad de pactos entre diferentes grupos.
Para
poder desarrollarla de forma satisfactoria es necesario que
previamente colaboremos todos nosotros, las
bases, sin
miramientos ni rencillas políticas, por el bien del proletariado y
las masas laboriosas de España y del mundo. […]
Visto lo
anterior, no debe parecer que le prestamos poca atención a la lucha
ideológica. No conseguiríamos ninguno de los propósitos antes
mencionados si no llevásemos a cabo, constantemente, la labor de
principio de denunciar a los líderes oportunistas de todos los
pseudo-partidos comunistas existentes en España actualmente.
Para
esto, sólo cabe una táctica: la constante lucha ideológica en
todos los frentes y contra todo enemigo. Pues sólo
desenmascarándolos en teoría, podremos construir el impulso que
lleve al trabajo conjunto de las bases de los diferentes grupos a su
evolución hacia una plataforma de unificación de estos grupos
auténticamente comunistas, por la organización de un Congreso
Unificado de todos ellos que sirva de arena para desencadenar la
lucha contra las corrientes hostiles al Marxismo-Leninismo en un
nivel superior.
Sólo
la lucha ideológica unida a la práctica de masas bolchevique nos
dará a conocer entre los comunistas del Estado y nos garantizará
las simpatías de los elementos más honestos, hecho este que no sólo
impulsará sino que posibilitará nuestra actividad según lo
indicado en la presente.” (Comunicado de autocrítica del
P.C.T.E. – Autocrítica sobre los errores del período P.C.T.E. y
tareas de la organización en el momento actual, IV Pleno de la
O.C.T.E., 15 de septiembre de 2017).
Dado
el peligro para la burguesía de que el PP sucumba, empero, se está
preparando y se están pertrechando las fuerzas en torno a un seguro
heredero de esas tradiciones benévolas con el fascismo. Hablamos de
Ciudadanos (C’s), que ya hoy representa, según los barómetros de
opinión, la tercera fuerza política, por detrás del PSOE
colaboracionista y del PP.33
¡QUE
CATALUÑA SEA INDEPENDIENTE Y SOBERANA! ¡QUE PARA ESTO SE FRAGÜE LA
SOLIDARIDAD INTERNACIONALISTA DE LOS PUEBLOS DE ESPAÑA!
28
de octubre de 2017
N
O T A S
[1]
He aquí el famoso artículo 155:
“1.
Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las
obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o
actuare de forma que atente gravemente al interés general de España,
el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad
Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por
mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias
para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas
obligaciones o para la protección del mencionado interés general.
2.
Para la ejecución de las medidas previstas en el
apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las
autoridades de las Comunidades Autónomas.”
(http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=155&tipo=2)
Por
su parte, el artículo 2 reza:
“La
Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles, y
reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades
y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”
Siendo
que su confusión de términos les lleva a hablar de una nación
compuesta de naciones. Deberían haber dicho “Estado español”.
Pero esto son pequeñeces si se comparan con la flagrante negación
de la libre separación y unión de las naciones que componen dicho
Estado.
1 No
le es provechoso porque la Unión Europea se ha negado a reconocer a
un hipotético Estado catalán independiente. Con esa negativa, el
problema de los aranceles no se solventaría (porque si Cataluña no
fuese parte de España ni tampoco un Estado miembro de la U.E., las
tasas al comercio volverían a erguirse); más bien, el problema de
los aranceles sería demasiado pesado como para que una Cataluña
independiente y capitalista lo solucionase.
2 Las
bases y apoyos de este partido, típicamente pequeño-burgués, se
distinguen de las de los partidos burgueses en que éstos últimos
han sido mucho menos activos “en la calle”: exceptuando fechas
como el 1 de octubre, las Diadas, etc., ni ERC ni el PDCat han
“sacado músculo” fuera de las instituciones parlamentarias,
mientras que la CUP, pese a tener un electorado mucho más modesto
en números, está “liderando” las protestas callejeras de todo
este mes de octubre. La razón de este hecho se encuentra en el
carácter de clase de la CUP. Ésta es el partido típicamente
pequeñoburgués de Cataluña, y, como nos dice Stalin, es la
pequeña burguesía la que sirve de centro al movimiento nacional.
15 Igualmente,
su compostura política vira cuasi definitivamente hacia el
socialismo una vez éste se ha empezado a construir. Esto, claro
está, si hablamos de los estratos pobres y medios de la pequeña
burguesía, que el proletariado debe arrancar del lado de la
burguesía. Los estratos superiores de la pequeña burguesía
siempre formarán “una sola masa reaccionaria” junto a la
burguesía, excepto en la revolución democrática dada en regímenes
semifeudales (capitalismo que ha transitado pacíficamente desde el
feudalismo, mediante un acuerdo entre feudales y burgueses: una vez
el tránsito se retrasa tanto que ya existe un cierto proletariado
del que defenderse en tal santa alianza) – aquí toman la posición
de la burguesía y llegan hasta el final de dicha revolución,
mientras que la burguesía sigue buscando el acuerdo con la vieja
sociedad (o bien se echa a manos del fascismo). Obviamente, se
quedan a mitad de camino sí o sí, pues continuar la revolución
democrática hasta la socialista sería tirarse piedras sobre el
propio tejado.
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