Recientemente,
reparamos en que los señores de RC habían agasajado al gran
público, el 11 de septiembre de 2017, con con otra de sus sesudas
argumentaciones teóricas: esta vez en torno a la cuestión nacional
en Cataluña1.
Sin ningún género de mala fe, decidimos hacer una lectura
constructiva del artículo en cuestión. Albergando ya de antemano
pocas expectativas para esta banda de provocadores que posa a partido
obrero, RC (su “comisión ideológica”) tardó poco en confirmar
nuestros augurios.
Los
errores del artículo no llegan en su parte histórica, pues en esta
se hace una radiografía suficiente sobre la historia de la cuestión
nacional en Cataluña. Nada nuevo, pero reconociéndoles que los
datos numéricos que aportan al respecto son informativos y útiles.
El único reproche en este aspecto del artículo es que, cuando trata
el período del franquismo, no se hace ni el intento de enfatizar
cómo unificó a la fuerza las capas superiores de la burguesía de
todas las naciones que componen España y las consecuencias que esto
ha tenido en relación a los acontecimientos actuales. Esto les lleva
al siguiente planteamiento general:
“Convergencia i Unió retoma el poder de la principal
institución catalana en 2010, en el seno de la crisis cíclica del
capitalismo que se iniciara en 2008, e inicia un mandato marcado por
la no correspondencia de las relaciones de producción y el estado de
las fuerzas productivas. Se ataca a las ayudas sociales, a la
cultura, a la educación, a la sanidad, se mete mano en las pensiones
y en los servicios públicos. Mientras los empresarios abaratan
costes, abocan a los obreros a la cola del paro y reciben el apoyo
del poder político. Para eludir la atención de estas
cuestiones primordiales, ante las cuales la clase trabajadora debe
mostrar su fortaleza y organizarse, el nacionalismo catalán ponía
encima de la mesa el somnífero del sentimiento patriótico, de la
vilipendiada nación catalana, para apartar a la clase trabajadora de
sus tareas inmediatas, para amenazar por enésima vez al Estado
español con el fantasma del separatismo, y obligar a la oligarquía
española a jugar sus cartas en la lucha por el mercado y el poder
político. Tras un recorrido que se iniciara en 2009 con la primera
consulta soberanista en Arenys de Munt, acuerdos transicionales,
aprobaciones para referéndums, declaraciones soberanistas, consulta
de 2014, declaración de inicio del proceso independentista y llamada
al referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017, nos vemos a
día de hoy en lo que se conoce popularmente como un “tira i
arronsa”. Una pugna entre las dos de las principales burguesías
del país, entre la catalana y la española.” (Secretaría
ideológica de RC, “Sobre el referéndum catalán y el proceso de
independencia”, 11 de septiembre de 2017).
Reconocemos que se trata de un “tira y afloja”. Pero no de una
pugna entre “dos burguesías”, “la catalana y la española”,
sino entre fuerzas cohesionadas de una misma gran burguesía
española, cada una de las cuales traía a su cola a toda una masa de
elementos pequeñoburgueses y “nacionales” que sí divergían
entre ellos. Esta es la fuerza motriz de los movimientos
nacionalistas, en tanto que el interés del pequeño comercio
provinciano asume mucho mejor que el gran comercio internacional los
procesos de secesión de alguna nación o región de un Estado
plurinacional.
Asimismo, el “tira y afloja” no se debe entender en el sentido de
una encarnizada lucha de posiciones, pues la gran burguesía
financiera de España no la mantiene ni la ha mantenido en su seno
(se trata de un oligopolio muy pertrechado, fundado con capital de la
burguesía de todo el país). El “tira y afloja” se debe entender
en el sentido de que la burguesía posa al independentismo, a un
independentismo cándido y pacifista, es decir, impracticable, y que
acto seguido desanda el camino y vuelve al punto de partida. ¿Qué
razón hay en esto? Movilizar a las masas populares, a la pequeña
burguesía (y al proletariado que por desgracia carece de su propio
partido), por un fin mayor (la independencia y la secesión) cuando
en realidad se quería que fuese un movimiento inerme y que se
frenase, al salir mal parado, en mejoras para la autonomía catalana.
El hecho del fracaso de esta política, de que el movimiento de masas
haya arrollado a los partidos burgueses de Cataluña, ha supuesto con
total seguridad el fin de la política del “tira y afloja”.
Una vez acaba ese párrafo que hemos citado, el artículo de RC
comienza su festín de estafas antimarxistas camufladas de marxismo.
Lo primero que se vislumbra en el texto es que los autores no
comprenden la relación entre el programa y la cuestión nacional.
Dejemos que Stalin explique el significado de esta relación:
“Así,
pues, los derechos
de las naciones y el ‘sentido preciso’ del programa de la
socialdemocracia
no son una y la misma cosa. Evidentemente,
hay reivindicaciones que, aun no yendo en contra de los derechos de
las naciones, pueden ir en contra del ‘sentido preciso’ del
programa. […] Evidentemente, los ‘derechos de las
naciones’ y el ‘sentido preciso’ del programa son dos planos
completamente distintos. Mientras que el ‘sentido preciso’ del
programa expresa los intereses del proletariado, formulados
científicamente en su programa, los derechos de las naciones pueden
expresar los intereses de cualquier clase: de la burguesía, de la
aristocracia, del clero, etc., con arreglo a la fuerza y a
la influencia de estas clases. Allí son los deberes
del marxista, aquí los derechos de las naciones, integradas por
diversas clases. Los derechos de las naciones y los principios de la
socialdemocracia pueden ir o no ‘en contra’ los unos de los
otros, de la misma manera, por ejemplo, que la pirámide de Keops
y... la famosa Conferencia de los liquidadores. Son, sencillamente,
magnitudes incomparables.” (Iósif Stalin; “El marxismo y
la cuestión nacional”, 1913).
Nadie dudará, con las recientes jornadas huelguísticas (8 de
noviembre) de que la clase obrera catalana marcha a la zaga del
movimiento nacional, precisamente por su poca madurez política; es
decir, porque carece de vanguardia. Por esta misma razón, en lugar
de luchar por su emancipación, el proletariado está luchando por un
Estado burgués independiente en Cataluña, Estado que, en realidad,
no le interesa mientras siga siendo burgués (y lo será en la medida
en que la burguesía dirija el proceso). El proletariado catalán
está luchando, de paso, porque Cataluña ejerza un derecho
intrínseco a las naciones: la autodeterminación. En contra de esta
se está movilizando la burguesía financiera catalana-española, a
la que el nacionalismo le ha dejado de servir de arma para adormecer
la lucha de clases porque, sencillamente, ha fallado en taponar su
agudización en los albores de la presente crisis económica
capitalista. En su movilización, la burguesía financiera
catalana-española está promoviendo y amparando el auge del
fascismo. Si el actual movimiento democrático-burgués es aplastado,
en Cataluña imperará la fascistización más grave que jamás se ha
conocido desde la transición burguesa del franquismo. En vistas a
todo esto, RC nos alecciona:
“Para eludir la atención de estas cuestiones primordiales, ante
las cuales la clase trabajadora debe mostrar su fortaleza y
organizarse, el nacionalismo catalán ponía encima de la mesa el
somnífero del sentimiento patriótico, de la vilipendiada nación
catalana, para apartar a la clase trabajadora de sus tareas
inmediatas, para amenazar por enésima vez al Estado español con el
fantasma del separatismo, y obligar a la oligarquía española a
jugar sus cartas en la lucha por el mercado y el poder político.”
(Secretaría ideológica de RC, “Sobre el referéndum
catalán y el proceso de independencia”, 11 de septiembre de 2017)
Por la falta de un Partido Leninista Unificado en España, ese
sentimiento patriótico, ese “somnífero”, acabó por prender
fuertemente en las masas. El movimiento espontáneo de lucha, tan
desarrollado en Cataluña en comparación con gran parte del resto de
España, fue una tierra demasiado fértil para que la burguesía
plantase algo que no se le escapase de las manos al germinar. El
volumen que tomó el movimiento de masas, pese a guiarse por el
nacionalismo, nos abría una nueva tarea. RC no la sabe reconocer,
pues opinan que…
“Qué más da que se salgan del estado español si lo que
quieren es seguir dependiendo de la Unión Europea, de Estados Unidos
o de Israel. ¿Quién en su sano juicio puede pensar que ser
independientes en la Unión Europea debilita el imperialismo?
Nosotros creemos firmemente lo contrario.” (Secretaría
ideológica de RC, “Sobre el referéndum catalán y el proceso de
independencia”, 11 de septiembre de 2017)
Nosotros creemos que esta postura es, básicamente, camuflar la
inactividad absoluta de marxismo-leninismo. El “posicionamiento”
de RC es que…
“Si el proceso independentista estuviera
liderado por la clase obrera, si supusiera un avance para la clase
obrera, lo defenderíamos con todas nuestras fuerzas, seriamos los
más firmes defensores de la independencia de Cataluña, pero como
resulta que es todo lo contrario nos oponemos al actual proceso de
independencia. Nuestra clase es internacional, nuestro enemigo no es
un pueblo u otro, nuestro enemigo es el capitalismo, que ha de ser
derrocado, conquistando el socialismo. Todos los pueblos de España
han de luchar codo con codo por la emancipación de nuestra clase.”
(Secretaría
ideológica de RC, “Sobre el referéndum catalán y el proceso de
independencia”, 11 de septiembre de 2017)
Pero ¿qué sino la existencia de un verdadero
Partido de vanguardia es la única garantía de que los movimientos
espontáneos estén liderados por el proletariado, por su ideología,
su interés de clase, en un país en condiciones de terciarización,
donde el proletariado no es la parte más numerosa de la población?
RC se mete en un buen embrollo: se hacen llamar tal Partido de
vanguardia, ¡y si el movimiento espontáneo no está dirigido, por
arte de magia, por tal Partido de vanguardia, ellos, el “Partido de
vanguardia”, no se dignarán en participar en él! Esto equivale,
en realidad, a la vieja teoría menchevique-anarquista según la cuál
si el movimiento espontáneo no es directamente socialista, no merece
la pena participar en él.
La cuestión no es como la plantea RC, que se
deba esperar a un movimiento homogéneo en toda España. La realidad
es que Cataluña es el puntal de la agudización de la lucha de
clases hoy en día: la clase burguesa, allí, se ha sumido en una
serie de contradicciones internas que seríamos estúpidos en no
aprovechar. Sin aprovechar estas contradicciones en el campo del
enemigo, no podremos triunfar sobre él. Esta es una máxima táctica
del marxismo-leninismo, y la historia del bolchevismo nos ha dado
cientos de casos de su aplicación.
RC, por ende, se mueve en un terreno metafísico
de supuestos ideales: si estos supuestos se desmienten por el
desenvolvimiento de los acontecimientos en la realidad, estos
acontecimientos no merecen sino una mueca de desprecio por el Partido
Marxista-Leninista Pensamiento Roberto Vaquero. No esperemos que
entren en contacto con la realidad a la que desprecian. Movilizarán
todas sus fuerzas, las pondrán en tensión e intentarán ganarse a
las masas… con una política de abstención. “¡Os ordeno que
hagáis lo que queráis!”.
La situación crítica de Cataluña sería el
caldo de cultivo perfecto para que un Partido lo suficientemente
numeroso y pertrechado con el movimiento espontáneo de las masas
convirtiese las instituciones embrionarias de la lucha
revolucionaria, instituciones que, como los CDR, en su estado actual
son inservibles, en unas instituciones capaces de desarrollar la
lucha de clases proletaria y guiadas por un Partido Leninista
Unificado. Pero claro, si, como RC, nos negamos a subir un escalón
porque subirlo no es subir toda la escalera del tirón, no hay
convencimiento de las masas posible, no hay química entre estas y el
marxismo-leninismo.
Negarse a participar de un movimiento
espontáneo de masas por su imperfección es igual que esperar al
socialismo espontáneo. Sólo cuando este movimiento de masas
espontáneo tenga fines marxistas-leninistas, sólo entonces el
supuesto Partido Marxista-Leninista se dignará en hacer aparición
en escena. Para ellos esta aparición no precede a la elevación
marxista-leninista del movimiento espontáneo, sino que es una
consecuencia de ella. De cómo se produce esa elevación tendrán que
hacerse cargo en un Tratado de Metafísica los sesudos componentes de
la Comisión Ideológica de RC. O quizás prefieran seguir perdiendo
el tiempo en “La Revolu News”, que está más a la altura de lo
que significan estos señores para el movimiento obrero.
Si no convencemos a las masas participando allá
donde estén (¡aunque todas se movilicen por dignificar a un burgués
como Puigdemont!) nunca jamás entraremos en contacto con ellas y
podremos influenciarlas para que corrijan su error. Y queremos
recalcar: participar en el movimiento de masas con una política de
abstención es exactamente lo mismo que hacer seguidismo al
movimiento espontáneo, ya que la política de abstención no es
capaz de impulsar nada, sino que deja al movimiento espontáneo a su
antojo. Abstención significa que ocurra lo que ocurra, nos da igual.
No nos posicionamos. Y esto es un error supino criticado con
vehemencia por los clásicos del marxismo-leninismo:
“La abstención absoluta en política es imposible; todos los
periódicos abstencionistas hacen también política. El quid de la
cuestión consiste únicamente en cómo la hacen y qué política
hacen. Por lo demás, para nosotros la abstención es imposible. El
partido obrero existe ya como partido político en la mayoría de los
países. Y no seremos nosotros los que lo destruyamos predicando la
abstención. La experiencia de la vida actual, la opresión política
a que someten a los obreros los gobiernos existentes, tanto con fines
políticos como sociales, les obligan a dedicarse a la política,
quiéranlo o no. Predicarles la abstención significaría arrojarlos
en los brazos de la política burguesa. La abstención es
completamente imposible, sobre todo después de la Comuna de París,
que ha colocado la acción política del proletariado a la orden del
día.” (Friedrich Engels; “Sobre la acción política de
la clase obrera”, 1871).
Algunos querrán decir que esto no tiene nada
que ver con el movimiento nacional. Pero bien es sabido que Lenin
siempre hablaba de la autodeterminación como una proclama
democrático-burguesa, y en vistas a esto, su famosa cita,
reproducida en “En torno a las cuestiones del leninismo” (Stalin,
1926), vuelve a caracterizar a RC como una organización guiada por
principios revisionistas, basada en el engaño a jóvenes a base de
simbología exuberante:
“De la revolución democrática
comenzaremos a pasar en seguida, y precisamente en la medida de
nuestras fuerzas, de las fuerzas del proletariado consciente y
organizado, a la revolución socialista.” (Lenin).
Finalizaremos con unas conclusiones:
a) Los marxistas-leninistas deben fundirse con
el movimiento de masas, sea este lo imperfecto que sea, para
dirigirlo y elevarlo a un movimiento revolucionario;
b) Ante nuestra escasez de fuerzas, no podemos
optar a dirigir semejante movimiento, de forma que, al menos,
procuraremos que se solucione de forma que la fascistización no
triunfe en Cataluña (esto ahogaría al movimiento de masas catalán);
c) Con ello, pese a ser partidarios del
socialismo, como no podemos optar a luchar por el mismo, al menos
debemos garantizar el derecho democrático-burgués de las naciones a
la autodeterminación;
d) Que en esa lucha contra la fascistización
unas fuerzas marxistas-leninistas pertrechadas deberían tomar la
delantera y ganarse a las masas para:
d.1) Que abandonen la cola de los partidos
políticos burgueses;
d.2) Que expandan y armen las estructuras de
los CDR;
d.3.) Que desarrollen las bases para que, en la
medida de nuestras fuerzas, pasemos del movimiento espontáneo a la
revolución democrática y que esta se transforme, igualmente en
medida de nuestras fuerzas, en revolución socialista, cuando un
Partido Leninista Unificado se erija como vanguardia de hecho del
proletariado y las masas catalanes;
d.4) Que ese movimiento, al hacerse un
movimiento por el socialismo, pueda contar con las simpatías más
sencillas de los trabajadores del resto de España y pueda, así,
expandirse, tal y como la revolución rusa se expandió a todo el
Imperio.
d.5) Que sólo así se conseguirá la unidad
internacionalista de las masas trabajadoras no ya de España sino del
mundo, razón esta que precaverá y nos protegerá ante una invasión
de las fuerzas imperialistas de Europa y el mundo.
“Pero no se puede ir hacia este objetivo sin luchar contra todos
los nacionalismos y sin propugnar la igualdad de todas las naciones.
Así, por ejemplo, depende de mil factores, desconocidos de antemano,
si a Ucrania le cabrá en suerte formar un Estado independiente. Y,
como no queremos hacer "conjeturas" vanas, estamos
firmemente por lo que es indudable: el derecho de Ucrania a semejante
Estado. Respetamos este derecho, no apoyamos los privilegios del ruso
sobre los ucranios, educamos a las masas en el espíritu del
reconocimiento de este derecho, en el espíritu de la negación de
los privilegios estatales de cualquier nación.” (Vladimir
Lenin; “Sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación”,
1914)
Así,
pues, debemos aclarar lo siguiente: luchamos contra todos los
nacionalismos, pero apoyamos el movimiento nacional de las naciones
oprimidas. Con esto debemos asegurarnos que el proletariado de la
nación oprimida no marche a la zaga de “su” burguesía, sino que
dirija el movimiento. Y cuando este movimiento deje de ser un
movimiento practicista, burgués, que busca satisfacer los
privilegios de una nación en concreto y no los derechos de todas
ellas, se convertirá en una fase de la revolución proletaria.
Apoyar un movimiento nacional no quiere decir actuar por practicismo,
por esa nación contra otra, en detrimento de otra (de sus masas
laboriosas). Apoyamos que el movimiento nacional en Cataluña pueda
conseguir un Estado independiente. Y apoyamos que el proletariado
catalán tome la delantera de ese proceso para que tal Estado sea un
Estado socialista cuyo ejemplo en la ejecución de la dictadura
contra sus burgueses se expanda por toda España y el mundo.
Sólo así podremos garantizar el internacionalismo proletario.
Apoyar la secesión no quiere decir que la apoyemos en todo caso. Si
es perjudicial para las masas, no la apoyaremos. Pero en este caso
debemos decir que la independencia de Cataluña no tendría por qué
tener consecuencias negativas en la clase obrera de España y de
Cataluña; después de su independencia podría mantener unas
relaciones comerciales tales que dejasen la situación tal y como
está ahora. El boicot a la independencia de Cataluña (y abstenerse
es boicotearlo también) es lo que provoca unas consecuencias
negativas para la clase obrera de toda España. Nosotros ya hemos
tratado esto al referirnos a las críticas del gobierno extremeño al
boicot a los productos catalanes (críticas que incluso Mariano Rajoy
ha compartido).
Por
ende…
1) Apoyar la independencia de Cataluña porque no corre en detrimento
de las masas laboriosas;
2) Conseguir que el proletariado dirija al socialismo ese movimiento.
La
tarea, en resumidas cuentas, es simple de plantear. La lucha de
clases está despuntando en Cataluña, tomando la forma de una lucha
por una proclama democrático-burguesa. No debemos aislarnos de esta
lucha sino participar de ella y empujarla más allá de sus límites
democráticoburgueses, en la medida de nuestras fuerzas. Tal es la
tarea general de los marxistas-leninistas ante la situación en
Cataluña.
Hay
que tomar en cuenta, empero, la siguiente cita de Stalin:
“La política de represión nacionalista es también peligrosa
en otro aspecto para la causa del proletariado. Esta política desvía
la atención de extensas capas del mismo de las cuestiones sociales,
de las cuestiones de la lucha de clases hacia las cuestiones
nacionales, hacia las cuestiones ‘comunes’ al proletariado y a la
burguesía. Y esto crea un terreno favorable para las prédicas
mentirosas sobre la ‘armonía de intereses’, para velar los
intereses de clase del proletariado, para esclavizar moralmente a los
obreros. De este modo, se levanta una seria barrera ante la
unificación de los obreros de todas las nacionalidades.”
(Iósif Stalin; “El marxismo y la cuestión nacional”, 1913).
Actualmente
en Cataluña se dan las siguientes condiciones:
·El movimiento nacional es fuerte porque ha prendido en las amplias
masas trabajadoras catalanas;
·El proletariado catalán marcha a la zaga de los vacilantes e
inseguros partidos burgueses, que no tienen un interés real en que
el movimiento nacional actual siga en ascenso y no se hartan de
predicar la paz de clases y la mesura a las masas;
·La represión “unitarista” del gobierno central ha fortalecido
este hecho – que el pueblo en Cataluña marche a la zaga de los
partidos burgueses de allí.
De
esta forma, para que no tenga lugar esa separación nacional de los
obreros catalanes y españoles, el movimiento de masas en Cataluña
debe utilizar su inercia para un fin no común suyo y de “su”
burguesía, sino común a los trabajadores de toda España. Sólo si
la secesión catalana toma el cariz de una lucha obrera independiente
(y esto lo hará en la medida en que las fuerzas marxistas-leninistas
se unifiquen y dirijan tal movimiento) se podrá garantizar que su
ejemplo de movilización y lucha se expandirá al resto de España.
Transformar una lucha meramente nacional en un ejemplo para los
trabajadores de toda España: ese es nuestro cometido, el de todos
los que se hacen llamar marxistas-leninistas. Llenándonos la boca
“contra el nacionalismo” no ganamos nada, porque se suele olvidar
que el unitarismo se basa en un principio igualmente nacionalista y
aún más artificial. Apoyando la autodeterminación de Cataluña, si
no tuviésemos fuerzas para transformar el movimiento de masas que
la subyace en un movimiento por la revolución socialista, al
menos ganaríamos un derecho democrático-burgués (la
autodeterminación), lo cuál es mejor que hacerle el juego a los
“unitaristas”, que son la pata legal y parlamentaria-burguesa del
fascismo.
Es
necesario que el actual movimiento nacional en Cataluña mute de lo
que es ahora (un movimiento guiado por políticos timoratos,
valientes en la distancia, vencidos en la cercanía) a un movimiento
guiado por los intereses radicales del proletariado y que no se aísle
del resto de España. Pero esto sólo se podrá hacer si participamos
de esta lucha democráticoburguesa y, en lugar de tirar de ella en la
dirección contraria, la impulsamos al frente hasta que rompa sus
limitaciones democráticoburguesas trocándose en algo superior capaz
de fomentar el internacionalismo proletario. Que para que todo esto
tenga algún sentido es necesario unificar las fuerzas comunistas
bajo el marxismo-leninismo es un hecho innegable que no se debe
seguir postergando. Las consecuencias de esta procrastinación son
terribles y lo serán aún más, especialmente con el revivir del
fascismo en Europa y el resto del mundo, auspiciado por la
fascistización de la democracia burguesa. Sólo podemos apuntar
esto, desde nuestra humilde posición.
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