“Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes
cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino. El progreso social
sólo puede medirse exactamente por la posición social del sexo débil [Marx
no se refiere aquí a nada despectivo sino a la situación doblemente explotada
de la mujer trabajadora. Nota PCTE].” (Carta de Marx a Kugelmann, 12 de diciembre de 1868)
Hoy
día pocas cosas interesantes se han escrito acerca de la cuestión femenina
desde el contemporáneo y hoy ruinoso Movimiento Comunista Español. Igualmente
consideramos que lo que se ha escrito sobre el tema es deficiente y no
marxista. Y además, a lo que nos referimos también es que hasta ahora todos los
documentos y textos acerca de la cuestión femenina no han esclarecido nada,
pues los autores de estos escritos no han sido ni siquiera competentes a la
hora de ligar la teoría con la práctica, esto es, de redactar textos dirigidos a
los revolucionarios para que les sirvan como guía para la acción, como
instrumento para la lucha revolucionaria en el Movimiento Obrero. Nosotros
pretendemos dar una explicación lo más concisa posible a la cuestión de la
mujer, en base a una desarrollada y actualizada teoría
para que sirva a los comunistas revolucionarios de toda España y del mundo.
Nuestra
explicación se fundamenta sobre los siguientes preceptos esenciales, sin los
cuáles sería imposible comprender realmente esta cuestión:
1)
La relación indisoluble que existe entre la posición social y humana de la
mujer y la propiedad privada sobre los medios de producción.
2)
En base a lo dicho anteriormente: la verdadera emancipación de la mujer sólo es
posible mediante el comunismo. De esta manera también delimitaremos las
clarividentes diferencias existentes entre la concepción comunista del problema
de la mujer, y la del gran o pequeño burgués.
3)
Y tras lo cual hemos dicho en el punto número 2, enfocaremos el problema de la
mujer como una parte del problema social, del problema obrero, firmemente
unido, por lo tanto, a la lucha de clases y a la Revolución Comunista. (Lenin)
Primeramente hemos de conocer cómo nació
éste fenómeno social de la opresión de la mujer para entender su figura
presente. La historia de la mujer trabajadora desde el comunismo primitivo
hasta el actual régimen capitalista se resume así:
“En el
antiguo hogar comunista [primitivo. Nota P.C.T.E.], que comprendía numerosas parejas conyugales con sus hijos, la
dirección del hogar, confiada a las mujeres, era también una industria
socialmente tan necesaria como el cuidado de proporcionar los víveres, cuidado
que se confió a los hombres. Las cosas cambiaron con la familia patriarcal y
aún más con la familia individual monogámica. El gobierno del hogar perdió su
carácter público. La sociedad ya no tuvo nada que ver con ello. El gobierno del
hogar se transformó en servicio privado; la mujer se convirtió en la criada
principal, sin tomar ya parte en la producción social. Sólo la gran industria
de nuestros días le ha abierto de nuevo--aunque sólo a la proletaria--el camino
de la producción social. Pero esto se ha hecho de tal suerte, que si la mujer
cumple con sus deberes en el servicio privado de la familia, queda excluida de
la producción social y no puede ganar nada; y si quiere tomar parte en la
industria social y ganar por su cuenta, le es imposible cumplir con sus deberes
de familia. Lo mismo que en la fábrica, le acontece a la mujer en todas las
ramas del trabajo, incluidas la medicina y la abogacía. La familia individual
moderna se funda en la esclavitud doméstica franca o más o menos disimulada de
la mujer, y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias
individuales.” (Friedrich Engels; “El origen de la familia, la propiedad
privada y el estado”, 1884)
privada y el estado”, 1884)
En
muchos casos el hombre era quien mediante el trabajo ganaba los medios de vida
y era quien alimenta tanto a él como su familia. Esa posición preponderante del
hombre sobre la mujer y el resto de los integrantes familiares hacía que, en
palabras de Engels, el hombre jugase en esta clase de familias la
posición del “burgués”; mientras que la mujer representaba en ella el
“proletario”. Y este fenómeno es aun totalmente sensible sobre todo en las
familias obreras y campesinas más pobres. Y mientras que la mujer siga dedicándose exclusivamente a los quehaceres
del hogar aún vivirá oprimida, esclavizada, y por lo tanto: no será libre.
Marx
y Engels, en la época del capitalismo premonopolista, y Lenin y Stalin, en la
época del imperialismo (fase final del capitalismo), indicaban que el
desarrollo del modo de producción
capitalista llevaba a cabo el involucramiento de la mujer en el “mundo laboral”
de la sociedad capitalista debido a las jugosas ganancias que la burguesía extrae
de exprimirlas como asalariadas.
Sin
embargo, esa introducción de la mujer en el mundo laboral, como asalariada, por
una parte, y por otra como capitalista (heredando patrimonio de su padre si no
se tenía un hijo varón, etc.), sustituyó paulatinamente la situación de
sumisión que padecían las mujeres respecto a los hombres por una agudización
evidente de la lucha de clases; de la lucha entre obreras y obreros contra
burguesas y burgueses.
La
mujer, empero, todavía seguía manteniendo una situación desventajosa respecto
al hombre. Esta situación se manifestaba en que no tenía reconocido el derecho
al divorcio, al voto, etc., en una palabra: en el plano jurídico. En esos casos
la mujer trabajadora como burguesa seguía manteniendo ciertos intereses comunes,
del triunfo de los cuáles (como garantías democrático-burguesas) se conseguiría
que la lucha de clases se librase del velo de la opresión descarada de la mujer
por el hombre.
Una
vez se luchó por esos derechos, gracias al movimiento sufragista (que por parte
de la políticamente vacilante gran burguesía, pretendía que ese derecho no
afectase a la situación de explotación padecida por las masas de obreras y
obreros) y especialmente al movimiento comunista (que en la entonces reciente
Unión Soviética había conseguido igualar jurídicamente a las mujeres antes que
cualquier otro país del mundo, gracias a que la revolución socialista finiquita
las tareas democrático-burguesas con una determinación y vigorosidad sin par),
y tras conseguirse los derechos de la mujer al voto, al divorcio, etc. la
polarización de las mujeres y la contradicción de unas con las otras se deshizo
de cualquier ornamento puramente patriarcal y permaneció como única causa de
lucha.
Pero
el capitalismo, reconociendo esos derechos, no se iba a quedar de brazos
cruzados. La diferencia de salarios entre el hombre y la mujer es un hecho. La
mujer padece restos del patriarcado que se manifiestan en su desconsideración
social, en la violencia de género, en su doble explotación como mujer trabajadora,
etc.
La
raíz de esas permanencias del patriarcado no es otra que la excusa capitalista
para extraer más plusvalía de la explotación del trabajo femenino. Teniendo la
mujer trabajadora una situación desventajosa en la producción, esta situación
se proyecta a las demás esferas de la vida social, manifestándose en la
violencia machista y en otras lacras que, por lo tanto, no son sino lacras
derivadas del modo de producción capitalista.
Adjunto
a esto, el margen de la plusvalía es más alto en los inmigrantes, en las
mujeres y en los jóvenes; es decir, la burguesía sabe que puede explotar de
manera exagerada a estos colectivos. A los inmigrantes por sus penosas
condiciones de vida y su situación desesperada (pudiendo forzarlos a trabajar
por míseros salarios, pues los trabajadores no tienen otro medio de vivir más
que la venta del salario y en la competencia por venderlo al mejor postor, los
capitalistas, compradores de la fuerza de trabajo, pueden esperar el tiempo que
el trabajador no puede, dado al capital acumulado por los primeros). Y a las
mujeres porque el salario de las mismas ha sido históricamente menor,
acomodándolo a lo que se paga en otros sectores por “cuestiones de
competencia”. Estos sectores son fuertemente oprimidos (e impunemente) debido a
la desigualdad jurídica que sufren respecto al ciudadano medio, y, socialmente.
Esta agresión bajo coberturas legales y sociales que padecen, se tensa, si
pertenecen a estratos sociales bajos como
la clase obrera, el campesinado pobre o los pequeños comerciantes
empobrecidos. Esta desigualdad jurídica (en forma de leyes retrógradas,
costumbres obscurantistas, etc.) es herencia del pasado régimen feudal que la
burguesía, como nueva clase explotadora, aprovechó para seguir abusando de los
trabajadores de la ciudad y del campo. Y cuando nos referíamos a la desigualdad
social, nos referimos a las desproporcionadas injusticias que sobrellevan estos
colectivos en forma de odio racial, chovinismo, sexismo, etc., que promueven la
burguesía y sus voceros cosmopolitas.
Con
el desarrollo del trabajo asalariado, asimismo, la mujer trabajadora ha ido
cargando todo el peso de las reminiscencias patriarcales. Por ejemplo, la mujer
burguesa ya no está sujeta al trabajo doméstico, pues puede contratar a una
mujer trabajadora para que esta cargue: a) La explotación asalariada en
condición de pluriempleada; b) La supeditación al hogar doméstico al
servicio de la burguesa; c) La supeditación a las tareas de su propio
hogar, dada la limitada conciencia de clase de los varones obreros, que les
lleva a no trabajar mano a mano con sus mujeres en el espacio doméstico, como
sí se hacía en la Albania socialista y en la URSS socialista.
Pese
a las lamentables y penosas condiciones bajo el capitalismo la gran industria
crea la base para la plena emancipación de la mujer. Aunque la mujer sea más
intensamente explotada, esto es hasta cierto punto un fenómeno progresivo, ya
que incorpora a la gran producción a la mujer, lo cual la convierte en parte
directa del proletariado y las masas laboriosas y la pone en el frente de lucha
contra el capital. Pero hay aún muchas personas que, creyendo tomar una
posición contraria a la explotación de la mujer en el centro de trabajo, hablan
de retroceder la rueda de la historia y de que la mujer vuelva exclusivamente a
las labores del hogar –como si estas labores no estuvieran exentas de
degradación y explotación alguna…- en vista de las penosas circunstancias que
sufre la mujer en estos centros. Sin embargo, esto es una confusión entre la
causa y las consecuencias. Lo que realmente se debe hacer es socializar los
medios de producción y mejorar las condiciones laborales (véase nuestro
Programa Mínimo punto 1). Los problemas de la mujer trabajadora sólo se pueden
solucionar estableciendo la dictadura del proletariado mediante la revolución
comunista.
Pero
como íbamos diciendo pues, conforme nace y se va desarrollando el capitalismo,
aparecen dos figuras antagónicas dentro del género femenino: la mujer burguesa
y la mujer obrera. La mujer burguesa participa en la gestión del capitalismo en
beneficio suyo y en el de su clase, en detrimento de la mujer obrera,
perjudicada cada día más por las pésimas condiciones laborales y en los más
fastidiosos trabajos asalariados, bajo las desiguales y atroces leyes que rigen
la selva de la “civilizada” sociedad burguesa, etc. En general la mujer en
España –tanto la obrera como la burguesa- han ido obteniendo derechos
democrático-burgueses (unos pocos y encima limitados), no porque a la burguesía
le encante otorgar derechos y concesiones sin ninguna causa, sino por la lucha
que han librado el proletario y la proletaria en el contexto de la lucha de
clases, obteniendo así una serie de reivindicaciones que la burguesía tuvo que
ceder. Esta lucha que pretenden acaparar los llamados “feministas”,
“antihetero-patriarcalistas” y demás ralea pequeño burguesa, jamás ha sido ni
será suya. La lucha por la emancipación de las mujeres obreras será obra de las
obreras mismas, bajo su Partido Comunista de vanguardia, no de alienadas y
degeneradas pequeño burguesas ni de reformistas de diferente tipo.
“Instrucción, cultura, civilización,
libertad, todas estas palabras altisonantes van acompañadas en todas las
repúblicas capitalistas, burguesas, del mundo, por una serie de leyes
increíblemente infames, repugnantemente sucias, bestialmente burdas, que
establecen la desigualdad de la mujer en el matrimonio y en el divorcio, que
establecen la desigualdad entre los hijos nacidos fuera del matrimonio y los
“legítimos”, y que otorgan privilegios a los hombres y humillan y degradan a la
mujer. ¡Abajo esas mentiras! Abajo los mentirosos que hablan de libertad e
igualdad para todos mientras existe un sexo oprimido, mientras existan clases
opresoras, mientras existe la propiedad privada del capital y las acciones,
mientras existe gente rica que utiliza sus excedentes de cereales para
esclavizar al hambriento. Nada de libertad para todos, nada de igualdad para
todos, sino lucha contra los opresores y los explotadores, eliminación de toda
posibilidad de oprimir y explotar. ¡Esa es nuestra consigna! ¡Libertad e
igualdad para el sexo oprimido!” (Vladimir Lenin; “El poder soviético y la posición de la
mujer”, 1919)
Los
comunistas, los obreros revolucionarios, las personas progresistas, hemos de
luchar infatigablemente en los países burgueses en los que nos encontremos por
igualar en los derechos (aunque sean democrático-burgueses, limitados) al
hombre y la mujer; en luchar por abolir y derogar las leyes humillantes y
opresoras hacia la mujer. Ya que, como venimos diciendo, incluso en las
democracias burguesas modernas “más democráticas”, la burguesía se manifiesta
como feudal con relación a la mujer y a los hijos bastardos.
“...en el capitalismo, la mitad femenina del
género humano está doblemente oprimida. La obrera y la campesina son oprimidas
por el capital y, además, incluso en las repúblicas burguesas más democráticas,
no gozan de plenos derechos, pues la ley les niega la igualdad con el hombre.
Esto, en primer lugar; y en segundo lugar -lo que es principal-, permanecen en
"la esclavitud casera", son "esclavas del hogar", viven
agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora:
la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar
individual.” (Vladimir Lenin; “El día
internacional de la mujer obrera”, 1921)
Y
por ello los obreros debemos luchar en los países burgueses para conseguir que
la mujer disponga de los mismos derechos que el hombre.
Antes
hemos hablado de que la burguesía, en algunos pocos países, reconoció derechos
democrático-burgueses a la mujer. Ahora bien, ¿a la mujer de qué clase?
Pongamos un ejemplo: el divorcio. Es sabido que hoy en día el matrimonio es
rompible por ambas partes también de manera unilateral. Esto es un gran avance.
Pero en el reino de la propiedad privada sobre los medios de producción, hay
procesos, como aquéllos que requieren de servicios de abogacía, que sólo se
pueden permitir los capitalistas o la semiburguesía (la fracción acaudalada de
la pequeña burguesía o “clase media”). En efecto, en España el precio para
divorciarse oscila entre los 400 euros y los 3.000 euros, según cómo sea de
contencioso el proceso (http://www.abc.es/familia/20140226/abci-precio-divorcio-ellos-201402251413.html).
Cabe
alzar la siguiente pregunta: ¿qué mujeres tienen, de hecho, libertad bajo el
capitalismo? ¿La minoría rica, explotadora, o la mayoría explotada que padece
la reclusión asalariada y doméstica por las mujeres ricas, que padece la suya
propia y que trabaja fuera de casa por un ínfimo salario; que cuida a los
hijos, que se ocupa de muchos trámites familiares, etc.? La respuesta está
clara: la liberación de la mujer, de la que está oprimida, puesto que esta opresión
se basa en la extracción de mayor plusvalía a las mujeres; la solución a este
problema no es otra más que la abolición del modo de producción capitalista,
instaurando el socialismo, derrocando a los explotadores y sojuzgándolos por la
fuerza. Y lo volvemos a repetir para que quede fuera de toda concepción
reformista este problema.
No
se puede ser ni comunista ni si quiera progresista sin exigir el derecho al
divorcio gratuito, entre otros, sabiendo que
la única relación auténtica, es la basada en el verdadero amor, ligado
por nobles e inquebrantables motivos comunistas; la relación amorosa entroncada
por la camaradería. En el capitalismo este derecho (al divorcio), como todos
los otros derechos y libertades sobre el papel, es en la práctica estrecho,
limitado. Es decir, se enuncian miles de proclamas y de declaraciones todas
ellas vacías, con una falta total de contenido, ya que jamás se llegan a poner
en práctica. Por ello toda mujer trabajadora debe comprender que por muchos
derechos que se emitan bajo un Estado capitalista, seguirá sufriendo una
situación miserable y penosa, ya que su problema no radica en la falta de
derechos abstractos, de leyes burguesas, sino que su lamentable y desigual
situación es consecuencia de las relaciones de producción capitalistas, en
pocas palabras: la culpa es del capitalismo mismo. La igualdad ante la ley no
es igualdad en la vida real.
Pero
pese a que en los países capitalistas más desarrollados -Europa, Estados
Unidos, Rusia, etc.- se hayan tipificado la falsa igualdad burguesa ante la ley
y, se hayan llegado a establecer multitud de casas-cunas y demás instituciones
para "solucionar" este problema, jamás ha llegado, ni hay ni va a
haber igualdad entre el hombre y la mujer; ni siquiera ante la ley. La aparición
de pocas y lamentables casas-cunas, guarderías, etc., no han servido ni se han
realizado con la finalidad de aliviar la existencia a las familias
trabajadoras, sino como es obvio bajo la cínica y odiosa sociedad burguesa, se
han levantado estos establecimientos con el fin de que la burguesía se lucre a
costa de sus deficientes e incompetentes empresas. ¿Es que las guarderías son
gratis? ¿No es cierto que el capitalismo sólo proporciona los derechos con los
que la clase explotadora se puede lucrar, y que sólo los proporciona en la
medida en que puede lucrarse?
"Donde
hay terratenientes, capitalistas y comerciantes, no puede haber igualdad entre
el hombre y la mujer ni siquiera ante la ley." (Vladimir Lenin; “A las obreras”, 1920)
El
criado y la educación de los hijos del pueblo, de los obreros, campesinos y de
trabajadores humildes, es una tarea, una obligación, del Estado de los obreros
y campesinos fundamentalmente, como también de la sociedad. En tanto que, los
individuos progresistas de la misma han de educar y dar en cada momento el más
vivo ejemplo a seguir para las futuras y mejores generaciones. Ante todo nos
debe quedar claro que sólo puede llevarse a cabo por el Estado, sino caeríamos
en el voluntarismo; y más que revolucionarios que estudiamos crítico-científicamente
la sociedad para ulteriores transformaciones reales nos convertiríamos en meros
charlatanes idealistas. Esto no quita en absoluto que un comunista se mide con
sus actos mediante los que inspira al resto activistas honestos. Y todo esto,
como decimos, SÓLAMENTE –y no nos
cansaremos de repetirlo para aniquilar toda ilusión reformista o pequeño
burguesa- puede conseguirse mediante la Revolución Comunista y la instauración
de la dictadura del proletariado o; a través del desarrollo de una serie de
medidas admirables y pedagógicas llevadas a cabo por un Gobierno Popular
presidido por las progresistas ideas socialistas-comunistas. El cuidado de los
hijos de las familias trabajadoras, tanto como de las labores domésticas ha de
ser laborado socialmente. El criar y educar a los hombres nuevos, a los futuros
hijos obreros es una responsabilidad social, oséase, de las vías anteriormente
comentadas. Convirtiéndose el criado y educación de los hijos, no en un asunto
o problema de cada hogar en particular, sino de todos. Nos aseguraremos así de
que las nuevas generaciones tengan aseguradas una vida sana, feliz y plena;
acabaremos con el patriarcalismo-aislacionista de algunas familias tanto como
del burocratismo obscurantista y reaccionario que rigen en las instituciones
estatales como privadas dirigidas por inútiles.
A propósito, tampoco podemos dejar que se aterrorice
a la población con las ideuchas anacrónicas, reaccionarias, propias de
pervertidos y enfermos mentales, que predican la burguesía y sus perros de
presa: los revisionistas. Hablamos del tan famoso neomalthusianismo. Sus ideas
se resumen en la siguiente exposición: "obreras y obreros, campesinas y
campesinos, el mundo se va al carajo y vuestros hijos sufrirán. No hay
alimentos para todos y os reproducís como conejos. ¡Dejad de tener hijos! ¡Sois
demasiados, de ahí vuestra miseria! ¡Y seréis más! ¡¡¡Mayor entonces será
vuestra miseria!!! ¡¡¡El derecho a tener hijos sólo es un lujo de gente noble
como nosotros, los burgueses y de los ridículos y ruines que aspiramos a serlo
(los pequeño burgueses acomodados)!!!". Obviamente, el marxismo-leninismo
ya ha dado repetidas veces su refutación contundente a ésta vulgar "corriente propia de las parejas mesocráticas
[pequeño burguesas. Nota del P.C.T.E.] fosilizadas
y egoístas que cuchichean despavoridas: vivamos nosotros como podamos y mejor
será no tener hijos." (Vladimir Lenin; “La clase obrera y el
neomaltusianismo”, 1913). El neomalthusianismo es un punto de vista
intelectualoide, pequeño burgués, que se reduce a que: los obreros renuncien a
tener hijos por la miseria que vivirán. Sin embargo, contrario a éste punto de
vista, el punto de vista marxista-proletario dice lo siguiente: que los
trabajadores tengan hijos y luchen para que sus hijos vivan libres.
Cabe
añadir que la población se regula por su propio desarrollo. Tomemos el viejo
modelo de población, donde se daba mucha fecundidad y mucha mortalidad. No
tengamos en cuenta el fenómeno migratorio, que altera los resultados que vamos
a exponer pero sólo en la medida en que los países emisores de emigrantes aún
conservan el viejo modelo demográfico; conservan una calidad de vida ínfima por
culpa del capitalismo, del imperialismo y la explotación brutal que padecen.
Suponiendo que el capitalismo fuese, pues derrocado (como lo será,
inevitablemente), vemos que cuando, con los avances médicos, la mortalidad se
reduce, se va con ella una de las causas de la antigua alta natalidad. ¿Por
qué? Porque la población ve aumentada su esperanza de vida y, así, aumenta el
tiempo en el que viven y no pueden producir hijos. Además, ya no es necesario
tener muchos hijos para que sobrevivan sólo varios.
Con
esta reducción de la fecundidad, la población va envejeciendo y, en
consecuencia, la mortalidad se acrecentaría de nuevo y la población volvería a
reducirse. Sólo en un sistema socialista mundial, donde no exista la
opresión imperialista, podría conseguirse este fin. Sólo con la abolición
del capitalismo, el decrecimiento de la población no supondría ninguna crisis,
puesto que las máquinas, no estando en manos de los explotadores, nos
permitirían reducir el tiempo de trabajo necesario para poder vivir
adecuadamente y reduciríamos así la jornada laboral pasado un tiempo de la
socialización de los medios de producción, como consecuencia de la misma.
¿Por
qué pasa esto? Además de las razones aducidas, si disminuye la mortalidad, ya
no es necesario que se tengan muchos hijos para poder tener unos pocos que
sobrevivan. Se tendrían tres hijos para tener tres, y no diez para tener tres.
Por esto no crece la población más que temporalmente con la reducción de la
mortalidad; en el tránsito de seguir teniendo los mismos hijos a ver menos
necesario tener muchos para que sobrevivan unos pocos. Así, la fecundidad
acabaría bajando junto con la mortalidad.
Se
habla de que esto sólo pasa con el derrocamiento mundial del capitalismo porque
la única causa que está llevando al crecimiento demográfico aún con la
fecundidad tendiendo naturalmente a descender a la par que desciende la
mortalidad; la única causa de que esto no se de, son los movimientos
migratorios y la miseria del imperialismo, que los engendra y que mantiene en
las neocolonias una situación tan mísera que aún se sigue con el “viejo régimen
demográfico” (mucha mortalidad y natalidad).
Pero
volviendo a nuestra exposición, estar en contra de las teorías que preconizan
la reducción artificial de la población no nos hace estar categóricamente en
contra del aborto. Más bien, los comunistas estamos a favor del aborto y leyes
similares pese a que sean leyes que hoy por hoy demuestren la hipocresía de la
burguesía; que el capitalismo y un futuro estable y libre para nuestros hijos
son fenómenos incompatibles.
Apoyamos
provisionalmente bajo el capitalismo e inicialmente (debido a las dificultades
que sobrevendrán) en el Estado obrero el aborto pero, nos proponemos de cara al
futuro Estado socialista desarrollado solo establecerlo en casos excepcionales
tales como enfermedades, inconveniencias, impedimentos, etc. Un hijo ya no
pasará a ser un asunto privado de la familia, sino será asunto de todo el
pueblo. Por esto, la madre podrá cuidar perfectamente a un hijo “no deseado”
-no previsto- sin necesidad de abortarlo gracias al servicio gratuito y
universal de casas-cuna, y garantizará así un futuro para ese hijo, que podrá
ser de gran ayuda en la construcción del socialismo. Se ayudará así a acabar
con los sucesos más negros que se viven en las familias trabajadoras, como el
maltrato, pederastia, y un largo etcétera de diversos abusos. El comunismo
demanda hombres nuevos, el comunismo no se opone al crecimiento y desarrollo de
la humanidad. El progreso de la humanidad se desenvuelve armónicamente bajo el
socialismo y el comunismo. Un hijo bajo el socialismo o el comunismo no es un
problema el cual urge solución (financiar estudios, manutención, futuro
trabajo, etc.), es un hecho natural y necesario para la prosperidad del mundo.
Es hora de callar a los "ahijados" charlatanes de la burguesía: la
única desgracia vigente es que la burguesía y el capitalismo con sus leyes
reaccionarias aún sigan existiendo.
Haciendo
repaso a las innumerables vejaciones que sufre la mujer trabajadora no podemos
omitir el problema de la prostitución. Lenin se refirió siempre a la
prostitución como un lamentable oficio que, quienes lo practican (las
prostitutas), son víctimas dobles de la sociedad burguesa dignas de compasión.
Dobles porque primero son víctimas del desgraciado sistema capitalista y,
segundo, son víctimas de la hipocresía moral que es inherente a la canalla y ruin
sociedad capitalista. Históricamente la burguesía, leal a su impúdica moral, ha
combatido (y combate) a la prostitución mediante la policía y la religión.
Claro está que este “combate” es en extremo hipócrita y falso, ya que cansa en
absoluto de estimular el comercio con el cuerpo de la mujer y violar en las
neo-colonias y países dependientes regularmente a muchachas adolescentes e
infantes indefensas. Además usar a la religión en esa cruzada es totalmente
estúpido en el sentido histórico y social, primero porque los lupanares de la
Baja Edad Media pertenecían en parte al clero, y segundo porque la religión
pretende mantener el orden actual de cosas, que engendra la prostitución en
cada esquina, como una plaga que destroza la moral de quienes la padecen y que
corrompe a quienes la utilizan.
Pero
desde hace poco tiempo, una nueva corriente entre las figuras más negras y
oscurantistas dentro de los reaccionarios (incluidos muchos revisionistas) ha
salido a flote y defienden la prostitución de mil maneras, desde legalizarlo,
regularizarlo, etcétera... es decir, defienden que las prostitutas,
descendientes de las familias obreras y campesinas más pobres, sigan padeciendo
diariamente con su infierno diario de
mientras que los proxenetas y burgueses se forran con millones de euros y, los
enfermos más despreciables de la putrefacta sociedad imperialista acuden a
hincar los dientes a estas pobres mujeres tan humilladas y oprimidas. A este
vil y lamentable circo de apoyo y legalización a la prostitución, se han sumado
las mujeres más desmoralizadas y furcias dentro de la burguesía y de la
acomodada pequeña burguesía: algunas de las llamadas scorts de alto rango
(véase la militante de PODEMOS Amarna Miller). Se pretende decir que “la
prostitución es una forma de ejercer la libertad sexual de la mujer sin
complejos”. Traduzcamos del iluso al realista: ¿Vender tu cuerpo por dinero
para que seres humillantes lo mancillen a placer, someterse a la esclavitud del
fajo de billetes de quien te oprime en el centro de trabajo y te roba el
esfuerzo, engrosar el mercado capitalista y con él las barbaridades cometidas
en todo el mundo: esto te hace libre? ¡Se habla de libertad sexual! ¿Para quién
padece la prostitución o para quien la paga? ¡Aclárense los falsos progresistas
con su apoyo a la prostitución y a su garante moral la pornografía!
Sin
embargo, parte de la gran burguesía monopolista de Estado que no ocupa
posiciones en este lucrativo mundo criminal quiere entrar a formar parte
invirtiendo capital y obtener las fabulosas ganancias que se consiguen. Para
poder llegar a tener acciones en esta "gran" empresa ha financiado
con millones de euros a toda una gran lista de periodistas, canales televisivos
y de radio, prensa, etc., hasta incluso representantes políticos de famosos partidos
como el reformista-burgués de PODEMOS. La vulgar tesis principal de estos
teóricos y propagandistas se reduce a que la prostitución al legalizarse
"mejorará" -¡¡qué asquerosos!! ¡¡"mejorar" la
prostitución!!- mágicamente la situación de las prostitutas y acabará con las grandes mafias -obviamente,
con las "grandes mafias" se refieren a sus enemigos del mundo de los
negocios-. En cambio, nada más fijarnos en nuestro cercano país vecino Holanda
(país donde la prostitución se encuentra legalizada) decenas de organizaciones
supranacionales han obligado al Estado holandés a reconocer que la situación de
la prostitución es insostenible, y que Holanda actualmente, es un trepidante
paraíso para todo tipo de burgueses, dónde ha aumentado con un número extraordinariamente
alto la prostitución infantil, el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero y
otros delitos comunes.
“Todas las
clases oprimidas y explotadas de la historia de las sociedades humanas se han
visto obligadas (pues en ello consiste su explotación) a entregar a sus
opresores primero su trabajo no pagado y luego sus mujeres, de las cuales los
"señores" hacían sus amantes.” (Vladimir Lenin; “El capitalismo y el trabajo de la mujer”,
1913)
¿Solución?
Los comunistas con el corazón en el padecimiento de las sencillas masas
populares y el cerebro puesto en el progreso
histórico-social (el comunismo) lucharán incorruptiblemente para que las
prostitutas retornen al trabajo productivo, encontrándola un honorable puesto
en la economía social. Y no queremos terminar con esta parte sin hacer notar
una cosa: los comunistas no estamos en contra de las prostitutas (al contrario,
luchamos por su liberación), sino estamos en contra de la prostitución.
Por la emancipación definitiva de la
mujer: organicemos la Revolución Proletaria Socialista en España
“Finalmente,
el actual movimiento de liberación del proletariado -el más profundo y poderoso
de todos los movimientos de liberación de la humanidad- , no sólo ha destacado
a heroínas y mártires, sino que ha puesto en marcha un movimiento socialista de
masas, en el que participan millones de trabajadoras, que luchan
victoriosamente bajo la común bandera proletaria.” (Iósif Stalin; “Saludo al Primer Congreso de Mujeres Montañesas”,
1921)
También
es cierto que muchos sectores provenientes de la pequeña burguesía manifiestan
un cuadro más que aburrido y dantesco acerca de la mujer desde el punto de
vista de un proletario, de un revolucionario profesional. Estos elementos
perfilan una mujer alienada y degenerada, una mujer burguesa o pequeño burguesa
que se desenvuelve en la vida lumpen-capitalista y que, a lo único que aspira,
es a explotar y a vivir a costa del hombre y de la mujer proletaria. Una mujer
a todas luces que pertenece al viejo mundo, al régimen burgués, no a la mujer
nueva junto a su hombre nuevo que pretendemos crear los comunistas. Aquélla
mujer, como nos es visto, irá a parar junto con sus “amigas y amigos” burgueses
al estercolero de la historia. La gran mayoría que promueven este tipo de vida
como solución al problema femenino son las llamadas y llamados “feministas”. Un
movimiento que:
“En
comparación con este poderoso movimiento de las trabajadoras, el movimiento
liberal de las intelectuales burguesas es un juego de niños inventado como
pasatiempo.” (Ibídem.)
El
feminismo como término, como concepto, es totalmente erróneo y reaccionario
desde un punto de vista científico, marxista. Según autores revisionistas y
burgueses el surgimiento del “feminismo” se debe a los movimientos sufragistas
–partidarios de la concesión del voto a la mujer- y que, transcurridos unos
años tras estos, se comenzó a acuñar el término “feminismo”. Pero esto es del
todo incorrecto, es una absoluta mentira. Para empezar, los movimientos
democrático-burgueses que exigían la concesión del voto a la mujer no se
proclamaban “feministas”, hubo muchísimas denominaciones, pero feminismo no se
encontraba entre ellas. Es más, los pocos y minúsculos grupos de mujeres que se
denominaban “feministas” en su mayoría eran organizaciones netamente pequeño
burguesas que despreciaban a los obreros y contraponían al hombre abstracto
respecto a la mujer abstracta. En los años 40-50 del pasado siglo XX todos los
Movimientos Obreros Femeninos fueron absorbidos por los Partidos Comunistas de
entonces en sus frentes de masas, dejando en completo ridículo a esos grupos de
pequeño burgueses “feministas” aliados del imperialismo y del fascismo. El
distintivo de “feminismo” apareció después, tras la llegada de los
revisionistas al poder de la Unión Soviética y de los Partidos Comunistas,
cuando a consecuencia de esto último comenzaron a nacer y a invadir
ininterrumpidamente un conjunto de ideas revisionistas, pequeño burguesas, en
el seno Movimiento Obrero y Comunista, tanto como en el Movimiento Obrero
Femenino. A partir de aquí miles de teóricos e intelectuales burgueses y
revisionistas comenzaron generalizada y sistemáticamente a inventarse una serie
de tesis que describían a aquel monstruo ideológico que se decía ser el
“feminismo” y los “feministas”.
Sin
embargo, a propósito de esta sección, tampoco nos podemos olvidar de los
ridículos pseudocomunistas que se llaman también feministas, y, por ello, hemos
de decir lo siguiente:
·
Marx y
Engels nunca se proclamaron como “comunistas feministas”, dejando escrito que los
verdaderos comunistas hemos de dirigir el Movimiento Obrero Femenino.
Teorizaron con el término femenino
no feminista;
·
Lenin y
Stalin del mismo modo jamás emplearían la expresión “feminismo” ni “feminista”,
en cambio sí femenino al igual que Marx y Engels (véase Movimiento Obrero
Femenino);
·
Enver Hoxha
y los marxistas-leninistas de entonces condenaron a las organizaciones
“feministas” despectivamente observando en ellas las entrañas ideológicas y
políticas de la mujer pequeño burguesa tratando de envenenar la conciencia de
la mujer trabajadora y de todo el Movimiento Obrero en general.
Algunos
otros nos pueden decir que no entendemos el significado del “feminismo”; que el
propósito de éste es igualar a los hombres y las mujeres en sus derechos y deberes.
Pero ahora bien, este supuesto solo abarcaría los derechos sobre el papel, sin
derrocar (ni pretender) a los capitalistas. Y como hemos visto con el derecho
al aborto, estos derechos son tan sólo derechos paras las clases explotadoras
dominantes. Sin abolir la propiedad privada sobre los medios de producción no
se podrá hablar de acabar con las diferencias entre hombres y mujeres en el
plano jurídico, político, económico… Por lo tanto, si el “feminismo” no se
propone acabar con la propiedad privada sobre los medios de producción (y desde
el momento en que lo reconoce deja de ser “feminista”, pasando a ser comunista,
pues tal tarea es una tarea de clase y no de sexo o género), en realidad no se
propone la igualdad de hecho entre los sexos. Si a los comunistas nos
pareciese suficiente reconocer derechos sobre el papel como derechos reales,
hace tiempo que habríamos sucumbido a la demagogia de las constituciones
burguesas, que reconocen en su artículo 10 el derecho inalienable de los
trabajadores para reconocer en el artículo 11 el derecho inalienable de los
capitalistas, cuando ambos se contraponen y los capitalistas siguen teniendo en
sus zarpas los medios de producción, garantes del auténtico poder.
Pero
para finalizar con este apartado debemos dejar en claro varias cuestiones. Al
igual que existe el problema colonial y nacional, existe el problema femenino.
Pero no el “problema feminista”, ni la cuestión “feminista”. Al igual que
existe el Movimiento de Liberación Nacional, existe el Movimiento Obrero Femenino.
Pero no el Movimiento Feminista. Camaradas obreros y comunistas: dejemos que
los revisionistas se queden con sus degeneradas feministas y su “precioso”
término; forjemos nosotros a las mujeres revolucionarias que insertarán junto a
nosotros las ideas marxistas-leninistas en el Movimiento Obrero Femenino para
liberarnos del yugo imperialista, de las miles de cadenas que impone el
capitalismo ya sea por ser obreros, campesinos, mujeres trabajadoras, por ser
de diferente raza o nacionalidad, etc.
Y conectado
con estos sectores atrasados, también hemos de destacar aquí a los reformistas
y socialdemócratas que propugnan la posibilidad de lograr la igualdad efectiva
y real entre la mujer y el hombre en la sociedad capitalista. Es lógico, que
esta verborrea salga de una mujer burguesa o pequeño burguesa que explota el
trabajo ajeno (tanto de obreros como de obreras) ya que su posición social al
menos siempre estará por encima de la gran mayoría de los hombres y sobre la
inmensa mayoría de las mujeres obreras. Y la posición social de la mujer
burguesa variará de acuerdo a la Revolución Proletaria debido a que se acabará
de traficar con la imagen de la mujer trabajadora y se establecerá la igualdad
verdadera, tanto material como jurídica, de fondo como de forma. Pese a todo,
también nos es lógico que esta versión la propague un oportunista debido a que
de un modo indirecto y directo vive a costa de la miseria y explotación de la
mujer trabajadora. Querer traernos dos limosnas, o establecernos una república
(cómo no, burguesa) en España no hará ni cosquillas a la solución de este
problema:
“La
república democrática no suprime el antagonismo entre las dos clases; por el
contrario, no hace más que suministrar el terreno en que se lleva a su término
la lucha por resolver este antagonismo. Y, de igual modo, el carácter
particular del predominio del hombre sobre la mujer en la familia moderna, así
como la necesidad y la manera de establecer una igualdad social efectiva de
ambos, no se manifestarán con toda nitidez sino cuando el hombre y la mujer
tengan, según la ley, derechos absolutamente iguales. Entonces se verá que la
manumisión de la mujer exige, como condición primera, la reincorporación de
todo el sexo femenino a la industria social, lo que a su vez requiere que se
suprima la familia individual como unidad económica de la sociedad.” (Friedrich Engels, “El origen de la familia, la propiedad
privada y el estado”, 1884)
“Desde hace mucho tiempo, los representantes de todos los
movimientos emancipadores de Europa occidental formularon a lo largo, no ya de
décadas, sino de siglos, la reivindicación de abolir las leyes caducas y de
equiparar legalmente la mujer al hombre, pero sin que ni uno solo de los países
democráticos europeos, ni una sola de las repúblicas más adelantadas, lograse
realizarlo; porque allí donde existe el capitalismo, donde se mantiene en pie
la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas y plantas industriales,
donde persiste el poder del capital, siguen conservando los hombres los
privilegios.” (Vladimir Lenin; “Las tareas del movimiento obrero femenino en
la República Soviética”, 1919)
“Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real
y efectiva con el hombre, es necesario que la economía nacional sea socializada
y que la mujer participe en el trabajo general de producción. Entonces sí la
mujer ocupará el mismo lugar que el hombre.”
(Ibídem.)
La
emancipación de las mujeres trabajadoras bajo el capitalismo no sólo es un
sueño absurdo, sino reaccionario, al separar el problema obrero (el problema
general) al problema de la mujer trabajadora (el problema particular).
Cualquier que haya trabajado en cualquier fábrica, taller u obra, habrá
conocido de primera mano la desigualdad entre el hombre y la mujer para acceder
a puestos de responsabilidad dentro de las empresas, así como, las normas
humillantes a las que se ve obligada la mujer. Las mujeres trabajadoras y los
niños pobres siempre han sido “carne fresca” para la carroñera de la burguesía
que no duda no sólo en exprimir hasta martirizar de completo al obrero, sino
que también exige su familia por entero para satisfacer su sed de ganancias.
La
desigualdad de género en España hoy es una realidad tangible. La explotación de
las mujeres obreras en los centros de trabajo es aún mayor que la del hombre,
véase como ejemplo los siguientes casos: las mujeres remuneran un 20 por ciento
menos que el hombre, las mujeres realizan muchas más horas laborales que los
hombres aunque no se las paguen, mayor tasa de paro femenino, etc. Todo esto sumado
a que la mayoría de las mujeres llevan el peso de las labores del hogar y la
familia. Añadiendo todas las innumerables vejaciones y humillaciones que sufren
los sectores más débiles bajo la selva del capitalismo como los siguientes
sectores de las familias obreras: los niños provenientes de familias obreras
pobres, inmigrantes, discapacitados o gente con enfermedades, etc., y dentro de
estos sectores cómo hemos estado explicando, las mujeres obreras también van
incluidas. Las mujeres explotadas y oprimidas constituyen una vital y
extraordinaria reserva que el Partido Comunista no ha de despreciar ni ignorar.
Más bien, convencerlas para que se unan a su causa, a la de las mujeres y
hombres trabajadores.
“Las
mujeres y trabajadoras, las obreras y campesinas, constituyen la gran reserva
de la clase obrera. Esta reserva representa a una buena mitad de la población.
¿Estará la reserva femenina con la clase obrera o contra ella? De eso dependen
el destino del movimiento proletario, la victoria o derrota de la revolución
proletaria, la victoria o derrota del poder proletario. Por eso, la primera
tarea del Partido y de su destacamento más avanzado, el Partido comunista,
consiste en llevar a cabo una lucha decisiva para liberar a las mujeres,
obreras y campesinas, de la influencia de la burguesía, para educar
políticamente y organizar a las obreras y campesinas bajo la bandera del
proletariado.” (Iósif Stalin; “Con
motivo del día internacional de la mujer”, 1925)
La
historiografía burguesa y pequeño burguesa nos presenta, como le es propio, la
historia de la mujer en un segundo plano con respecto al hombre. La mujer no es
dada apenas valor, más que de sostén del hogar o como servidora de los placeres
más groseros de ese “fantasioso hombre lumpen-burgués” que nos dibuja la
ideología burguesa. Si bien es cierto, que por los largos siglos que la mujer
ha estado condenada a la más mísera y cruel explotación e ignorancia
obscurantista; estuvo y está todavía en muchos países sin adquirir apenas
protagonismo por las propias condiciones materiales y culturales en las que
vive. Condiciones materiales y culturales que emanan del propio capitalismo,
del feudalismo y del esclavismo, no de una desigualdad abstracta y metafísica.
Pero sopesando científicamente la historia, a través de la lucha de clases, la
mujer ha desempeñado un papel extraordinario y principal en la lucha de los
oprimidos por la emancipación, cuando éstos, tomaban las armas y se sublevaban
contra sus opresores. En palabras de Stalin:
“Ningún gran movimiento de los oprimidos ha transcurrido en la
historia de la humanidad sin la participación de las mujeres trabajadoras. Las
mujeres trabajadoras, las más oprimidas de todos los oprimidos, no quedaron
nunca, ni podían quedar, al margen del gran camino del movimiento de
liberación. El movimiento de liberación de los esclavos destacó, como es
sabido, cientos y miles de grandes mártires y heroínas. En las filas de los
luchadores por la emancipación de los siervos hubo decenas de miles de mujeres
trabajadoras. No es extraño que el movimiento revolucionario de la clase
obrera, el más poderoso de todos los movimientos de liberación de las masas
oprimidas, haya atraído bajo su bandera a millones de mujeres trabajadoras.” (Ibídem.)
“En la
historia de la humanidad, ningún movimiento liberador de importancia ha
transcurrido sin que las mujeres participasen de cerca en él, ya que cada paso
de la clase oprimida por el camino de la liberación es, al mismo tiempo, un
alivio en la situación de las mujeres. El movimiento de liberación de los
esclavos en la antigüedad, lo mismo que el movimiento de liberación de los
siervos en la Edad Moderna, tenía en sus filas, no sólo a hombres, sino también
a mujeres, a luchadoras y mártires, que sellaron con sangre su fidelidad a la
causa de los trabajadores.” (Iósif
Stalin, “Saludo al Primer Congreso de Mujeres Montañesas”, 1921)
No
sólo es inevitable que el Partido Comunista participe en el Movimiento Obrero
Femenino, sino necesario para llevar a cabo la Revolución Socialista. Pese a
que la mujer se incorpore con más dificultades al Movimiento Comunista no puede
haber una Revolución si la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras no
participan ni lo protagonizan. Y tomando en cuenta esto diría Lenin:
“La
experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la
revolución depende del grado en que participen en ella las mujeres.” (Vladimir Lenin; “Discurso pronunciado en el I Congreso de
obreras de toda Rusia”, 1918)
El
movimiento obrero femenino constituye una parte esencial del movimiento de
masas, del que, en determinadas condiciones, puede ser parte decisiva. Por
ello, debemos crear un potente Movimiento Obrero Femenino Internacional sobre
unas bases teóricas claras y precisas. El frente comunista de mujeres que se
cree con vistas a dirigir este movimiento debe trabajar por despertar la
conciencia en las mujeres trabajadoras y oprimidas y lograr la unidad orgánica
de estas mismas mujeres bajo la dirección de las mujeres proletarias, las
mujeres obreras. Y éstas todas a su vez, serán dirigidas por su destacamento de
vanguardia: el Partido Comunista.
La
mujer trabajadora y los hombres trabajadores sin-partido guiados por los
comunistas marxistas-leninistas deben luchar por hacer valer correctamente el
peso que tiene la mujer en la sociedad, en el frente, en los sindicatos, en la
juventud y en el partido. Las mujeres, al igual que el hombre, tienen la tarea
de llevar a cabo la Revolución Proletaria Mundial y edificar el comunismo. La
mujer trabajadora acompañada de su hombre trabajador han de luchar para liberar
a los sectores atrasados de las trabajadoras del sojuzgamiento ideológico,
político y económico que padecen de la nociva influencia de la burguesía.
La
emancipación completa de la mujer trabajadora española sólo será posible bajo
la dirección del actual Partido Comunista del Trabajo de España a través del
comunismo. El problema de la mujer sólo podrá ser esclarecido, tratado y
solucionado realmente por el Estado socialista soviético bajo la dirección del
partido de vanguardia del proletariado. Para ello, los militantes del P.C.T.E.
deben trabajar allá donde esté la mujer trabajadora: tanto en el campo como en
la ciudad. Deben llevar a cabo un amplio y variado trabajo ideológico,
político, moral, económico y social, ya que en todos entornos la mujer
trabajadora se ve oprimida y explotada. “El
movimiento comunista femenino debe ser un movimiento de masas, debe ser una
parte del movimiento general de masas, no solo del movimiento de los
proletarios, sino de todos los explotados y oprimidos, de todas las víctimas
del capitalismo. En esto consiste la importancia del movimiento femenino para
la lucha de clase del proletariado y para su misión histórica creadora: la
organización de la sociedad comunista.” (Lenin). Debemos trabajar por un
Movimiento Obrero Femenino consciente. Organizaremos incansablemente para que
las mujeres trabajadoras de todas las partes del mundo se agrupen en una
familia laboriosa en torno al proletariado revolucionario. La rueda de la
historia gira y seguirá girando hasta el triunfo definitivo del comunismo. El
siempre heroico proletario revolucionario internacional en alianza con las
masas trabajadoras dirigirá a las
mujeres obreras y campesinas bajo la bandera del verdadero partido comunista
hacia la victoria final contra el enemigo de todas las causas progresistas: la
putrefacta y sangrienta burguesía mundial.
Como
expresa el pueblo: 4 ojos ven más que dos. Por lo tanto, la mujer es
imprescindible para la construcción del Partido Comunista asentado en el
Movimiento Obrero de masas y de la sociedad comunista. Es de vital importancia
que ella sienta y examine aquellas algunas reminiscencias feudales y
capitalistas que asimismo subsistirán en la sociedad socialista y que oprimen a
la mujer trabajadora: a la obrera y campesina. En base a su participación en la
política, en la economía y en la ideología del Estado Obrero deberá preocuparse
y velar por desarrollar las leyes revolucionarias, las instituciones,
actividades culturales, etc., que sirvan para erradicar esa desdichada herencia
fruto de las sociedades explotadoras. La emancipación de los obreros debe ser
obra de los obreros mismos, de la misma manera la emancipación de las obreras
debe ser obra de las obreras mismas.
Y
teniendo en cuenta todo esto el Estado Obrero deberá:
1.
Liquidar
todos los rastros de desigualdad jurídica, ante la ley, entre el hombre y la
mujer. Debemos conceder a la mujer la plena igualdad de derechos y libertades
respecto al hombre, y no formalmente sobre el papel como hacen todos los burgueses
y pequeño burgueses, sino sobre la realidad viva cotidiana de las masas
populares.
2.
Segundo, y
el PRINCIPAL es: "la abolición de la propiedad privada de la tierra y de
las fábricas. Así, y sólo así, se abre el camino para la emancipación completa y
efectiva de la mujer, para su liberación de "la
esclavitud casera" mediante el paso de la pequeña economía doméstica
individual a la grande y socializada." (Lenin; El día internacional de
la obrera, 1921). Y así: “transformar el
trabajo doméstico privado en una industria pública.” (Engels) “La emancipación de la mujer no se hace
posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en
la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo
insignificante.” (Engels). En cuanto al campo la colectivización asistirá a
la mujer campesina para su liberación e incorporación al trabajo mediante el
desarrollo de las fuerzas productivas, y para ello, ha de agruparse en torno al
proletariado en la edificación socialista, cuidar y velar por mantener
férreamente la alianza obrero-campesina. La mujer burguesa siempre será nuestra
enemiga y el deber del proletariado ante ésta, como al hombre burgués, es
liquidarla como clase.
3.
Tercero,
incorporando a la mujer al poder político. ¿Y cómo? Primero hace falta
establecer el poder de los consejos, por su claridad y sus normas y
funcionamiento sencillo y plenamente asequible y necesario para toda mujer
trabajadora. Entonces la mujer ocupará la misma situación que su inseparable y
fiel camarada: el obrero, el campesino cooperativista.
4.
Por último,
una vez establecida la dictadura del proletariado, luchar por exterminar todo
rastrojo de costumbre, concepción, moral, etc., reaccionaria, atrasada, que se
desarrolla en las mentes de las personas como herencia del pasado capitalista y
del cerco imperialista. Naturalmente, nosotros no exigimos estos derechos como
medidas adormecedoras de tutela; no, por supuesto que no, sino como
revolucionarios, llamamos a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la
transformación de la economía y de la superestructura ideológica. El
proletariado no puede lograr la libertad completa sin conquistar la plena
libertad para la mujer proletaria.
***
(Extraído del Programa aprobado en el I Congreso del Partido Comunista del Trabajo de España; La Emancipación de la Mujer)
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