miércoles, 12 de abril de 2017

La emancipación de la mujer

“Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino. El progreso social sólo puede medirse exactamente por la posición social del sexo débil [Marx no se refiere aquí a nada despectivo sino a la situación doblemente explotada de la mujer trabajadora. Nota PCTE].” (Carta de Marx a Kugelmann, 12 de diciembre de 1868)
Hoy día pocas cosas interesantes se han escrito acerca de la cuestión femenina desde el contemporáneo y hoy ruinoso Movimiento Comunista Español. Igualmente consideramos que lo que se ha escrito sobre el tema es deficiente y no marxista. Y además, a lo que nos referimos también es que hasta ahora todos los documentos y textos acerca de la cuestión femenina no han esclarecido nada, pues los autores de estos escritos no han sido ni siquiera competentes a la hora de ligar la teoría con la práctica, esto es, de redactar textos dirigidos a los revolucionarios para que les sirvan como guía para la acción, como instrumento para la lucha revolucionaria en el Movimiento Obrero. Nosotros pretendemos dar una explicación lo más concisa posible a la cuestión de la mujer, en base a una desarrollada y actualizada teoría para que sirva a los comunistas revolucionarios de toda España y del mundo.

Nuestra explicación se fundamenta sobre los siguientes preceptos esenciales, sin los cuáles sería imposible comprender realmente esta cuestión:

1) La relación indisoluble que existe entre la posición social y humana de la mujer y la propiedad privada sobre los medios de producción.

2) En base a lo dicho anteriormente: la verdadera emancipación de la mujer sólo es posible mediante el comunismo. De esta manera también delimitaremos las clarividentes diferencias existentes entre la concepción comunista del problema de la mujer, y la del gran o pequeño burgués.

3) Y tras lo cual hemos dicho en el punto número 2, enfocaremos el problema de la mujer como una parte del problema social, del problema obrero, firmemente unido, por lo tanto, a la lucha de clases y a la Revolución Comunista. (Lenin)

Primeramente hemos de conocer cómo nació éste fenómeno social de la opresión de la mujer para entender su figura presente. La historia de la mujer trabajadora desde el comunismo primitivo hasta el actual régimen capitalista se resume así:

 “En el antiguo hogar comunista [primitivo. Nota P.C.T.E.], que comprendía numerosas parejas conyugales con sus hijos, la dirección del hogar, confiada a las mujeres, era también una industria socialmente tan necesaria como el cuidado de proporcionar los víveres, cuidado que se confió a los hombres. Las cosas cambiaron con la familia patriarcal y aún más con la familia individual monogámica. El gobierno del hogar perdió su carácter público. La sociedad ya no tuvo nada que ver con ello. El gobierno del hogar se transformó en servicio privado; la mujer se convirtió en la criada principal, sin tomar ya parte en la producción social. Sólo la gran industria de nuestros días le ha abierto de nuevo--aunque sólo a la proletaria--el camino de la producción social. Pero esto se ha hecho de tal suerte, que si la mujer cumple con sus deberes en el servicio privado de la familia, queda excluida de la producción social y no puede ganar nada; y si quiere tomar parte en la industria social y ganar por su cuenta, le es imposible cumplir con sus deberes de familia. Lo mismo que en la fábrica, le acontece a la mujer en todas las ramas del trabajo, incluidas la medicina y la abogacía. La familia individual moderna se funda en la esclavitud doméstica franca o más o menos disimulada de la mujer, y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias individuales.” (Friedrich Engels; “El origen de la familia, la propiedad
privada y el estado”, 1884)
En muchos casos el hombre era quien mediante el trabajo ganaba los medios de vida y era quien alimenta tanto a él como su familia. Esa posición preponderante del hombre sobre la mujer y el resto de los integrantes familiares hacía que, en palabras de Engels, el hombre jugase en esta clase de familias la posición del “burgués”; mientras que la mujer representaba en ella el “proletario”. Y este fenómeno es aun totalmente sensible sobre todo en las familias obreras y campesinas más pobres. Y mientras que la mujer siga  dedicándose exclusivamente a los quehaceres del hogar aún vivirá oprimida, esclavizada, y por lo tanto: no será libre.

Marx y Engels, en la época del capitalismo premonopolista, y Lenin y Stalin, en la época del imperialismo (fase final del capitalismo), indicaban que el desarrollo del  modo de producción capitalista llevaba a cabo el involucramiento de la mujer en el “mundo laboral” de la sociedad capitalista debido a las jugosas ganancias que la burguesía extrae de exprimirlas como asalariadas.

Sin embargo, esa introducción de la mujer en el mundo laboral, como asalariada, por una parte, y por otra como capitalista (heredando patrimonio de su padre si no se tenía un hijo varón, etc.), sustituyó paulatinamente la situación de sumisión que padecían las mujeres respecto a los hombres por una agudización evidente de la lucha de clases; de la lucha entre obreras y obreros contra burguesas y burgueses.

La mujer, empero, todavía seguía manteniendo una situación desventajosa respecto al hombre. Esta situación se manifestaba en que no tenía reconocido el derecho al divorcio, al voto, etc., en una palabra: en el plano jurídico. En esos casos la mujer trabajadora como burguesa seguía manteniendo ciertos intereses comunes, del triunfo de los cuáles (como garantías democrático-burguesas) se conseguiría que la lucha de clases se librase del velo de la opresión descarada de la mujer por el hombre.

Una vez se luchó por esos derechos, gracias al movimiento sufragista (que por parte de la políticamente vacilante gran burguesía, pretendía que ese derecho no afectase a la situación de explotación padecida por las masas de obreras y obreros) y especialmente al movimiento comunista (que en la entonces reciente Unión Soviética había conseguido igualar jurídicamente a las mujeres antes que cualquier otro país del mundo, gracias a que la revolución socialista finiquita las tareas democrático-burguesas con una determinación y vigorosidad sin par), y tras conseguirse los derechos de la mujer al voto, al divorcio, etc. la polarización de las mujeres y la contradicción de unas con las otras se deshizo de cualquier ornamento puramente patriarcal y permaneció como única causa de lucha.

Pero el capitalismo, reconociendo esos derechos, no se iba a quedar de brazos cruzados. La diferencia de salarios entre el hombre y la mujer es un hecho. La mujer padece restos del patriarcado que se manifiestan en su desconsideración social, en la violencia de género, en su doble explotación como mujer trabajadora, etc.

La raíz de esas permanencias del patriarcado no es otra que la excusa capitalista para extraer más plusvalía de la explotación del trabajo femenino. Teniendo la mujer trabajadora una situación desventajosa en la producción, esta situación se proyecta a las demás esferas de la vida social, manifestándose en la violencia machista y en otras lacras que, por lo tanto, no son sino lacras derivadas del modo de producción capitalista.

Adjunto a esto, el margen de la plusvalía es más alto en los inmigrantes, en las mujeres y en los jóvenes; es decir, la burguesía sabe que puede explotar de manera exagerada a estos colectivos. A los inmigrantes por sus penosas condiciones de vida y su situación desesperada (pudiendo forzarlos a trabajar por míseros salarios, pues los trabajadores no tienen otro medio de vivir más que la venta del salario y en la competencia por venderlo al mejor postor, los capitalistas, compradores de la fuerza de trabajo, pueden esperar el tiempo que el trabajador no puede, dado al capital acumulado por los primeros). Y a las mujeres porque el salario de las mismas ha sido históricamente menor, acomodándolo a lo que se paga en otros sectores por “cuestiones de competencia”. Estos sectores son fuertemente oprimidos (e impunemente) debido a la desigualdad jurídica que sufren respecto al ciudadano medio, y, socialmente. Esta agresión bajo coberturas legales y sociales que padecen, se tensa, si pertenecen a estratos sociales bajos como  la clase obrera, el campesinado pobre o los pequeños comerciantes empobrecidos. Esta desigualdad jurídica (en forma de leyes retrógradas, costumbres obscurantistas, etc.) es herencia del pasado régimen feudal que la burguesía, como nueva clase explotadora, aprovechó para seguir abusando de los trabajadores de la ciudad y del campo. Y cuando nos referíamos a la desigualdad social, nos referimos a las desproporcionadas injusticias que sobrellevan estos colectivos en forma de odio racial, chovinismo, sexismo, etc., que promueven la burguesía y sus voceros cosmopolitas.

Con el desarrollo del trabajo asalariado, asimismo, la mujer trabajadora ha ido cargando todo el peso de las reminiscencias patriarcales. Por ejemplo, la mujer burguesa ya no está sujeta al trabajo doméstico, pues puede contratar a una mujer trabajadora para que esta cargue: a) La explotación asalariada en condición de pluriempleada; b) La supeditación al hogar doméstico al servicio de la burguesa; c) La supeditación a las tareas de su propio hogar, dada la limitada conciencia de clase de los varones obreros, que les lleva a no trabajar mano a mano con sus mujeres en el espacio doméstico, como sí se hacía en la Albania socialista y en la URSS socialista.

Pese a las lamentables y penosas condiciones bajo el capitalismo la gran industria crea la base para la plena emancipación de la mujer. Aunque la mujer sea más intensamente explotada, esto es hasta cierto punto un fenómeno progresivo, ya que incorpora a la gran producción a la mujer, lo cual la convierte en parte directa del proletariado y las masas laboriosas y la pone en el frente de lucha contra el capital. Pero hay aún muchas personas que, creyendo tomar una posición contraria a la explotación de la mujer en el centro de trabajo, hablan de retroceder la rueda de la historia y de que la mujer vuelva exclusivamente a las labores del hogar –como si estas labores no estuvieran exentas de degradación y explotación alguna…- en vista de las penosas circunstancias que sufre la mujer en estos centros. Sin embargo, esto es una confusión entre la causa y las consecuencias. Lo que realmente se debe hacer es socializar los medios de producción y mejorar las condiciones laborales (véase nuestro Programa Mínimo punto 1). Los problemas de la mujer trabajadora sólo se pueden solucionar estableciendo la dictadura del proletariado mediante la revolución comunista.

Pero como íbamos diciendo pues, conforme nace y se va desarrollando el capitalismo, aparecen dos figuras antagónicas dentro del género femenino: la mujer burguesa y la mujer obrera. La mujer burguesa participa en la gestión del capitalismo en beneficio suyo y en el de su clase, en detrimento de la mujer obrera, perjudicada cada día más por las pésimas condiciones laborales y en los más fastidiosos trabajos asalariados, bajo las desiguales y atroces leyes que rigen la selva de la “civilizada” sociedad burguesa, etc. En general la mujer en España –tanto la obrera como la burguesa- han ido obteniendo derechos democrático-burgueses (unos pocos y encima limitados), no porque a la burguesía le encante otorgar derechos y concesiones sin ninguna causa, sino por la lucha que han librado el proletario y la proletaria en el contexto de la lucha de clases, obteniendo así una serie de reivindicaciones que la burguesía tuvo que ceder. Esta lucha que pretenden acaparar los llamados “feministas”, “antihetero-patriarcalistas” y demás ralea pequeño burguesa, jamás ha sido ni será suya. La lucha por la emancipación de las mujeres obreras será obra de las obreras mismas, bajo su Partido Comunista de vanguardia, no de alienadas y degeneradas pequeño burguesas ni de reformistas de diferente tipo.
“Instrucción, cultura, civilización, libertad, todas estas palabras altisonantes van acompañadas en todas las repúblicas capitalistas, burguesas, del mundo, por una serie de leyes increíblemente infames, repugnantemente sucias, bestialmente burdas, que establecen la desigualdad de la mujer en el matrimonio y en el divorcio, que establecen la desigualdad entre los hijos nacidos fuera del matrimonio y los “legítimos”, y que otorgan privilegios a los hombres y humillan y degradan a la mujer. ¡Abajo esas mentiras! Abajo los mentirosos que hablan de libertad e igualdad para todos mientras existe un sexo oprimido, mientras existan clases opresoras, mientras existe la propiedad privada del capital y las acciones, mientras existe gente rica que utiliza sus excedentes de cereales para esclavizar al hambriento. Nada de libertad para todos, nada de igualdad para todos, sino lucha contra los opresores y los explotadores, eliminación de toda posibilidad de oprimir y explotar. ¡Esa es nuestra consigna! ¡Libertad e igualdad para el sexo oprimido!” (Vladimir Lenin; “El poder soviético y la posición de la mujer”, 1919)
Los comunistas, los obreros revolucionarios, las personas progresistas, hemos de luchar infatigablemente en los países burgueses en los que nos encontremos por igualar en los derechos (aunque sean democrático-burgueses, limitados) al hombre y la mujer; en luchar por abolir y derogar las leyes humillantes y opresoras hacia la mujer. Ya que, como venimos diciendo, incluso en las democracias burguesas modernas “más democráticas”, la burguesía se manifiesta como feudal con relación a la mujer y a los hijos bastardos.

 “...en el capitalismo, la mitad femenina del género humano está doblemente oprimida. La obrera y la campesina son oprimidas por el capital y, además, incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, no gozan de plenos derechos, pues la ley les niega la igualdad con el hombre. Esto, en primer lugar; y en segundo lugar -lo que es principal-, permanecen en "la esclavitud casera", son "esclavas del hogar", viven agobiadas por la labor más mezquina, más ingrata, más dura y más embrutecedora: la de la cocina y, en general, la de la economía doméstica familiar individual.” (Vladimir Lenin; “El día internacional de la mujer obrera”, 1921)
Y por ello los obreros debemos luchar en los países burgueses para conseguir que la mujer disponga de los mismos derechos que el hombre.

Antes hemos hablado de que la burguesía, en algunos pocos países, reconoció derechos democrático-burgueses a la mujer. Ahora bien, ¿a la mujer de qué clase? Pongamos un ejemplo: el divorcio. Es sabido que hoy en día el matrimonio es rompible por ambas partes también de manera unilateral. Esto es un gran avance. Pero en el reino de la propiedad privada sobre los medios de producción, hay procesos, como aquéllos que requieren de servicios de abogacía, que sólo se pueden permitir los capitalistas o la semiburguesía (la fracción acaudalada de la pequeña burguesía o “clase media”). En efecto, en España el precio para divorciarse oscila entre los 400 euros y los 3.000 euros, según cómo sea de contencioso el proceso (http://www.abc.es/familia/20140226/abci-precio-divorcio-ellos-201402251413.html).

Cabe alzar la siguiente pregunta: ¿qué mujeres tienen, de hecho, libertad bajo el capitalismo? ¿La minoría rica, explotadora, o la mayoría explotada que padece la reclusión asalariada y doméstica por las mujeres ricas, que padece la suya propia y que trabaja fuera de casa por un ínfimo salario; que cuida a los hijos, que se ocupa de muchos trámites familiares, etc.? La respuesta está clara: la liberación de la mujer, de la que está oprimida, puesto que esta opresión se basa en la extracción de mayor plusvalía a las mujeres; la solución a este problema no es otra más que la abolición del modo de producción capitalista, instaurando el socialismo, derrocando a los explotadores y sojuzgándolos por la fuerza. Y lo volvemos a repetir para que quede fuera de toda concepción reformista este problema.

No se puede ser ni comunista ni si quiera progresista sin exigir el derecho al divorcio gratuito, entre otros, sabiendo que  la única relación auténtica, es la basada en el verdadero amor, ligado por nobles e inquebrantables motivos comunistas; la relación amorosa entroncada por la camaradería. En el capitalismo este derecho (al divorcio), como todos los otros derechos y libertades sobre el papel, es en la práctica estrecho, limitado. Es decir, se enuncian miles de proclamas y de declaraciones todas ellas vacías, con una falta total de contenido, ya que jamás se llegan a poner en práctica. Por ello toda mujer trabajadora debe comprender que por muchos derechos que se emitan bajo un Estado capitalista, seguirá sufriendo una situación miserable y penosa, ya que su problema no radica en la falta de derechos abstractos, de leyes burguesas, sino que su lamentable y desigual situación es consecuencia de las relaciones de producción capitalistas, en pocas palabras: la culpa es del capitalismo mismo. La igualdad ante la ley no es igualdad en la vida real.

Pero pese a que en los países capitalistas más desarrollados -Europa, Estados Unidos, Rusia, etc.- se hayan tipificado la falsa igualdad burguesa ante la ley y, se hayan llegado a establecer multitud de casas-cunas y demás instituciones para "solucionar" este problema, jamás ha llegado, ni hay ni va a haber igualdad entre el hombre y la mujer; ni siquiera ante la ley. La aparición de pocas y lamentables casas-cunas, guarderías, etc., no han servido ni se han realizado con la finalidad de aliviar la existencia a las familias trabajadoras, sino como es obvio bajo la cínica y odiosa sociedad burguesa, se han levantado estos establecimientos con el fin de que la burguesía se lucre a costa de sus deficientes e incompetentes empresas. ¿Es que las guarderías son gratis? ¿No es cierto que el capitalismo sólo proporciona los derechos con los que la clase explotadora se puede lucrar, y que sólo los proporciona en la medida en que puede lucrarse?

"Donde hay terratenientes, capitalistas y comerciantes, no puede haber igualdad entre el hombre y la mujer ni siquiera ante la ley." (Vladimir Lenin; “A las obreras”, 1920)
El criado y la educación de los hijos del pueblo, de los obreros, campesinos y de trabajadores humildes, es una tarea, una obligación, del Estado de los obreros y campesinos fundamentalmente, como también de la sociedad. En tanto que, los individuos progresistas de la misma han de educar y dar en cada momento el más vivo ejemplo a seguir para las futuras y mejores generaciones. Ante todo nos debe quedar claro que sólo puede llevarse a cabo por el Estado, sino caeríamos en el voluntarismo; y más que revolucionarios que estudiamos crítico-científicamente la sociedad para ulteriores transformaciones reales nos convertiríamos en meros charlatanes idealistas. Esto no quita en absoluto que un comunista se mide con sus actos mediante los que inspira al resto activistas honestos. Y todo esto, como decimos, SÓLAMENTE –y no nos cansaremos de repetirlo para aniquilar toda ilusión reformista o pequeño burguesa- puede conseguirse mediante la Revolución Comunista y la instauración de la dictadura del proletariado o; a través del desarrollo de una serie de medidas admirables y pedagógicas llevadas a cabo por un Gobierno Popular presidido por las progresistas ideas socialistas-comunistas. El cuidado de los hijos de las familias trabajadoras, tanto como de las labores domésticas ha de ser laborado socialmente. El criar y educar a los hombres nuevos, a los futuros hijos obreros es una responsabilidad social, oséase, de las vías anteriormente comentadas. Convirtiéndose el criado y educación de los hijos, no en un asunto o problema de cada hogar en particular, sino de todos. Nos aseguraremos así de que las nuevas generaciones tengan aseguradas una vida sana, feliz y plena; acabaremos con el patriarcalismo-aislacionista de algunas familias tanto como del burocratismo obscurantista y reaccionario que rigen en las instituciones estatales como privadas dirigidas por inútiles.

A propósito, tampoco podemos dejar que se aterrorice a la población con las ideuchas anacrónicas, reaccionarias, propias de pervertidos y enfermos mentales, que predican la burguesía y sus perros de presa: los revisionistas. Hablamos del tan famoso neomalthusianismo. Sus ideas se resumen en la siguiente exposición: "obreras y obreros, campesinas y campesinos, el mundo se va al carajo y vuestros hijos sufrirán. No hay alimentos para todos y os reproducís como conejos. ¡Dejad de tener hijos! ¡Sois demasiados, de ahí vuestra miseria! ¡Y seréis más! ¡¡¡Mayor entonces será vuestra miseria!!! ¡¡¡El derecho a tener hijos sólo es un lujo de gente noble como nosotros, los burgueses y de los ridículos y ruines que aspiramos a serlo (los pequeño burgueses acomodados)!!!". Obviamente, el marxismo-leninismo ya ha dado repetidas veces su refutación contundente a ésta vulgar "corriente propia de las parejas mesocráticas [pequeño burguesas. Nota del P.C.T.E.] fosilizadas y egoístas que cuchichean despavoridas: vivamos nosotros como podamos y mejor será no tener hijos." (Vladimir Lenin; “La clase obrera y el neomaltusianismo”, 1913). El neomalthusianismo es un punto de vista intelectualoide, pequeño burgués, que se reduce a que: los obreros renuncien a tener hijos por la miseria que vivirán. Sin embargo, contrario a éste punto de vista, el punto de vista marxista-proletario dice lo siguiente: que los trabajadores tengan hijos y luchen para que sus hijos vivan libres.

Cabe añadir que la población se regula por su propio desarrollo. Tomemos el viejo modelo de población, donde se daba mucha fecundidad y mucha mortalidad. No tengamos en cuenta el fenómeno migratorio, que altera los resultados que vamos a exponer pero sólo en la medida en que los países emisores de emigrantes aún conservan el viejo modelo demográfico; conservan una calidad de vida ínfima por culpa del capitalismo, del imperialismo y la explotación brutal que padecen. Suponiendo que el capitalismo fuese, pues derrocado (como lo será, inevitablemente), vemos que cuando, con los avances médicos, la mortalidad se reduce, se va con ella una de las causas de la antigua alta natalidad. ¿Por qué? Porque la población ve aumentada su esperanza de vida y, así, aumenta el tiempo en el que viven y no pueden producir hijos. Además, ya no es necesario tener muchos hijos para que sobrevivan sólo varios.

Con esta reducción de la fecundidad, la población va envejeciendo y, en consecuencia, la mortalidad se acrecentaría de nuevo y la población volvería a reducirse. Sólo en un sistema socialista mundial, donde no exista la opresión imperialista, podría conseguirse este fin. Sólo con la abolición del capitalismo, el decrecimiento de la población no supondría ninguna crisis, puesto que las máquinas, no estando en manos de los explotadores, nos permitirían reducir el tiempo de trabajo necesario para poder vivir adecuadamente y reduciríamos así la jornada laboral pasado un tiempo de la socialización de los medios de producción, como consecuencia de la misma.

¿Por qué pasa esto? Además de las razones aducidas, si disminuye la mortalidad, ya no es necesario que se tengan muchos hijos para poder tener unos pocos que sobrevivan. Se tendrían tres hijos para tener tres, y no diez para tener tres. Por esto no crece la población más que temporalmente con la reducción de la mortalidad; en el tránsito de seguir teniendo los mismos hijos a ver menos necesario tener muchos para que sobrevivan unos pocos. Así, la fecundidad acabaría bajando junto con la mortalidad.

Se habla de que esto sólo pasa con el derrocamiento mundial del capitalismo porque la única causa que está llevando al crecimiento demográfico aún con la fecundidad tendiendo naturalmente a descender a la par que desciende la mortalidad; la única causa de que esto no se de, son los movimientos migratorios y la miseria del imperialismo, que los engendra y que mantiene en las neocolonias una situación tan mísera que aún se sigue con el “viejo régimen demográfico” (mucha mortalidad y natalidad).

Pero volviendo a nuestra exposición, estar en contra de las teorías que preconizan la reducción artificial de la población no nos hace estar categóricamente en contra del aborto. Más bien, los comunistas estamos a favor del aborto y leyes similares pese a que sean leyes que hoy por hoy demuestren la hipocresía de la burguesía; que el capitalismo y un futuro estable y libre para nuestros hijos son fenómenos incompatibles.

Apoyamos provisionalmente bajo el capitalismo e inicialmente (debido a las dificultades que sobrevendrán) en el Estado obrero el aborto pero, nos proponemos de cara al futuro Estado socialista desarrollado solo establecerlo en casos excepcionales tales como enfermedades, inconveniencias, impedimentos, etc. Un hijo ya no pasará a ser un asunto privado de la familia, sino será asunto de todo el pueblo. Por esto, la madre podrá cuidar perfectamente a un hijo “no deseado” -no previsto- sin necesidad de abortarlo gracias al servicio gratuito y universal de casas-cuna, y garantizará así un futuro para ese hijo, que podrá ser de gran ayuda en la construcción del socialismo. Se ayudará así a acabar con los sucesos más negros que se viven en las familias trabajadoras, como el maltrato, pederastia, y un largo etcétera de diversos abusos. El comunismo demanda hombres nuevos, el comunismo no se opone al crecimiento y desarrollo de la humanidad. El progreso de la humanidad se desenvuelve armónicamente bajo el socialismo y el comunismo. Un hijo bajo el socialismo o el comunismo no es un problema el cual urge solución (financiar estudios, manutención, futuro trabajo, etc.), es un hecho natural y necesario para la prosperidad del mundo. Es hora de callar a los "ahijados" charlatanes de la burguesía: la única desgracia vigente es que la burguesía y el capitalismo con sus leyes reaccionarias aún sigan existiendo.

Haciendo repaso a las innumerables vejaciones que sufre la mujer trabajadora no podemos omitir el problema de la prostitución. Lenin se refirió siempre a la prostitución como un lamentable oficio que, quienes lo practican (las prostitutas), son víctimas dobles de la sociedad burguesa dignas de compasión. Dobles porque primero son víctimas del desgraciado sistema capitalista y, segundo, son víctimas de la hipocresía moral que es inherente a la canalla y ruin sociedad capitalista. Históricamente la burguesía, leal a su impúdica moral, ha combatido (y combate) a la prostitución mediante la policía y la religión. Claro está que este “combate” es en extremo hipócrita y falso, ya que cansa en absoluto de estimular el comercio con el cuerpo de la mujer y violar en las neo-colonias y países dependientes regularmente a muchachas adolescentes e infantes indefensas. Además usar a la religión en esa cruzada es totalmente estúpido en el sentido histórico y social, primero porque los lupanares de la Baja Edad Media pertenecían en parte al clero, y segundo porque la religión pretende mantener el orden actual de cosas, que engendra la prostitución en cada esquina, como una plaga que destroza la moral de quienes la padecen y que corrompe a quienes la utilizan.

Pero desde hace poco tiempo, una nueva corriente entre las figuras más negras y oscurantistas dentro de los reaccionarios (incluidos muchos revisionistas) ha salido a flote y defienden la prostitución de mil maneras, desde legalizarlo, regularizarlo, etcétera... es decir, defienden que las prostitutas, descendientes de las familias obreras y campesinas más pobres, sigan padeciendo diariamente con su infierno diario  de mientras que los proxenetas y burgueses se forran con millones de euros y, los enfermos más despreciables de la putrefacta sociedad imperialista acuden a hincar los dientes a estas pobres mujeres tan humilladas y oprimidas. A este vil y lamentable circo de apoyo y legalización a la prostitución, se han sumado las mujeres más desmoralizadas y furcias dentro de la burguesía y de la acomodada pequeña burguesía: algunas de las llamadas scorts de alto rango (véase la militante de PODEMOS Amarna Miller). Se pretende decir que “la prostitución es una forma de ejercer la libertad sexual de la mujer sin complejos”. Traduzcamos del iluso al realista: ¿Vender tu cuerpo por dinero para que seres humillantes lo mancillen a placer, someterse a la esclavitud del fajo de billetes de quien te oprime en el centro de trabajo y te roba el esfuerzo, engrosar el mercado capitalista y con él las barbaridades cometidas en todo el mundo: esto te hace libre? ¡Se habla de libertad sexual! ¿Para quién padece la prostitución o para quien la paga? ¡Aclárense los falsos progresistas con su apoyo a la prostitución y a su garante moral la pornografía!

Sin embargo, parte de la gran burguesía monopolista de Estado que no ocupa posiciones en este lucrativo mundo criminal quiere entrar a formar parte invirtiendo capital y obtener las fabulosas ganancias que se consiguen. Para poder llegar a tener acciones en esta "gran" empresa ha financiado con millones de euros a toda una gran lista de periodistas, canales televisivos y de radio, prensa, etc., hasta incluso representantes políticos de famosos partidos como el reformista-burgués de PODEMOS. La vulgar tesis principal de estos teóricos y propagandistas se reduce a que la prostitución al legalizarse "mejorará" -¡¡qué asquerosos!! ¡¡"mejorar" la prostitución!!- mágicamente la situación de las prostitutas  y acabará con las grandes mafias -obviamente, con las "grandes mafias" se refieren a sus enemigos del mundo de los negocios-. En cambio, nada más fijarnos en nuestro cercano país vecino Holanda (país donde la prostitución se encuentra legalizada) decenas de organizaciones supranacionales han obligado al Estado holandés a reconocer que la situación de la prostitución es insostenible, y que Holanda actualmente, es un trepidante paraíso para todo tipo de burgueses, dónde ha aumentado con un número extraordinariamente alto la prostitución infantil, el tráfico de drogas, el blanqueo de dinero y otros delitos comunes.

“Todas las clases oprimidas y explotadas de la historia de las sociedades humanas se han visto obligadas (pues en ello consiste su explotación) a entregar a sus opresores primero su trabajo no pagado y luego sus mujeres, de las cuales los "señores" hacían sus amantes.” (Vladimir Lenin; “El capitalismo y el trabajo de la mujer”, 1913)
¿Solución? Los comunistas con el corazón en el padecimiento de las sencillas masas populares y el cerebro puesto en el progreso  histórico-social (el comunismo) lucharán incorruptiblemente para que las prostitutas retornen al trabajo productivo, encontrándola un honorable puesto en la economía social. Y no queremos terminar con esta parte sin hacer notar una cosa: los comunistas no estamos en contra de las prostitutas (al contrario, luchamos por su liberación), sino estamos en contra de la prostitución.


Por la emancipación definitiva de la mujer: organicemos la Revolución Proletaria Socialista en España

“Finalmente, el actual movimiento de liberación del proletariado -el más profundo y poderoso de todos los movimientos de liberación de la humanidad- , no sólo ha destacado a heroínas y mártires, sino que ha puesto en marcha un movimiento socialista de masas, en el que participan millones de trabajadoras, que luchan victoriosamente bajo la común bandera proletaria.” (Iósif Stalin; “Saludo al Primer Congreso de Mujeres Montañesas”, 1921)
También es cierto que muchos sectores provenientes de la pequeña burguesía manifiestan un cuadro más que aburrido y dantesco acerca de la mujer desde el punto de vista de un proletario, de un revolucionario profesional. Estos elementos perfilan una mujer alienada y degenerada, una mujer burguesa o pequeño burguesa que se desenvuelve en la vida lumpen-capitalista y que, a lo único que aspira, es a explotar y a vivir a costa del hombre y de la mujer proletaria. Una mujer a todas luces que pertenece al viejo mundo, al régimen burgués, no a la mujer nueva junto a su hombre nuevo que pretendemos crear los comunistas. Aquélla mujer, como nos es visto, irá a parar junto con sus “amigas y amigos” burgueses al estercolero de la historia. La gran mayoría que promueven este tipo de vida como solución al problema femenino son las llamadas y llamados “feministas”. Un movimiento que:

“En comparación con este poderoso movimiento de las trabajadoras, el movimiento liberal de las intelectuales burguesas es un juego de niños inventado como pasatiempo.” (Ibídem.)
El feminismo como término, como concepto, es totalmente erróneo y reaccionario desde un punto de vista científico, marxista. Según autores revisionistas y burgueses el surgimiento del “feminismo” se debe a los movimientos sufragistas –partidarios de la concesión del voto a la mujer- y que, transcurridos unos años tras estos, se comenzó a acuñar el término “feminismo”. Pero esto es del todo incorrecto, es una absoluta mentira. Para empezar, los movimientos democrático-burgueses que exigían la concesión del voto a la mujer no se proclamaban “feministas”, hubo muchísimas denominaciones, pero feminismo no se encontraba entre ellas. Es más, los pocos y minúsculos grupos de mujeres que se denominaban “feministas” en su mayoría eran organizaciones netamente pequeño burguesas que despreciaban a los obreros y contraponían al hombre abstracto respecto a la mujer abstracta. En los años 40-50 del pasado siglo XX todos los Movimientos Obreros Femeninos fueron absorbidos por los Partidos Comunistas de entonces en sus frentes de masas, dejando en completo ridículo a esos grupos de pequeño burgueses “feministas” aliados del imperialismo y del fascismo. El distintivo de “feminismo” apareció después, tras la llegada de los revisionistas al poder de la Unión Soviética y de los Partidos Comunistas, cuando a consecuencia de esto último comenzaron a nacer y a invadir ininterrumpidamente un conjunto de ideas revisionistas, pequeño burguesas, en el seno Movimiento Obrero y Comunista, tanto como en el Movimiento Obrero Femenino. A partir de aquí miles de teóricos e intelectuales burgueses y revisionistas comenzaron generalizada y sistemáticamente a inventarse una serie de tesis que describían a aquel monstruo ideológico que se decía ser el “feminismo” y los “feministas”.

Sin embargo, a propósito de esta sección, tampoco nos podemos olvidar de los ridículos pseudocomunistas que se llaman también feministas, y, por ello, hemos de decir lo siguiente:

·                    Marx y Engels nunca se proclamaron como “comunistas feministas”, dejando escrito que los verdaderos comunistas hemos de dirigir el Movimiento Obrero Femenino. Teorizaron con el término femenino no feminista;

·                    Lenin y Stalin del mismo modo jamás emplearían la expresión “feminismo” ni “feminista”, en cambio sí femenino al igual que Marx y Engels (véase Movimiento Obrero Femenino);

·                    Enver Hoxha y los marxistas-leninistas de entonces condenaron a las organizaciones “feministas” despectivamente observando en ellas las entrañas ideológicas y políticas de la mujer pequeño burguesa tratando de envenenar la conciencia de la mujer trabajadora y de todo el Movimiento Obrero en general.

Algunos otros nos pueden decir que no entendemos el significado del “feminismo”; que el propósito de éste es igualar a los hombres y las mujeres en sus derechos y deberes. Pero ahora bien, este supuesto solo abarcaría los derechos sobre el papel, sin derrocar (ni pretender) a los capitalistas. Y como hemos visto con el derecho al aborto, estos derechos son tan sólo derechos paras las clases explotadoras dominantes. Sin abolir la propiedad privada sobre los medios de producción no se podrá hablar de acabar con las diferencias entre hombres y mujeres en el plano jurídico, político, económico… Por lo tanto, si el “feminismo” no se propone acabar con la propiedad privada sobre los medios de producción (y desde el momento en que lo reconoce deja de ser “feminista”, pasando a ser comunista, pues tal tarea es una tarea de clase y no de sexo o género), en realidad no se propone la igualdad de hecho entre los sexos. Si a los comunistas nos pareciese suficiente reconocer derechos sobre el papel como derechos reales, hace tiempo que habríamos sucumbido a la demagogia de las constituciones burguesas, que reconocen en su artículo 10 el derecho inalienable de los trabajadores para reconocer en el artículo 11 el derecho inalienable de los capitalistas, cuando ambos se contraponen y los capitalistas siguen teniendo en sus zarpas los medios de producción, garantes del auténtico poder.

Pero para finalizar con este apartado debemos dejar en claro varias cuestiones. Al igual que existe el problema colonial y nacional, existe el problema femenino. Pero no el “problema feminista”, ni la cuestión “feminista”. Al igual que existe el Movimiento de Liberación Nacional, existe el Movimiento Obrero Femenino. Pero no el Movimiento Feminista. Camaradas obreros y comunistas: dejemos que los revisionistas se queden con sus degeneradas feministas y su “precioso” término; forjemos nosotros a las mujeres revolucionarias que insertarán junto a nosotros las ideas marxistas-leninistas en el Movimiento Obrero Femenino para liberarnos del yugo imperialista, de las miles de cadenas que impone el capitalismo ya sea por ser obreros, campesinos, mujeres trabajadoras, por ser de diferente raza o nacionalidad, etc.

Y conectado con estos sectores atrasados, también hemos de destacar aquí a los reformistas y socialdemócratas que propugnan la posibilidad de lograr la igualdad efectiva y real entre la mujer y el hombre en la sociedad capitalista. Es lógico, que esta verborrea salga de una mujer burguesa o pequeño burguesa que explota el trabajo ajeno (tanto de obreros como de obreras) ya que su posición social al menos siempre estará por encima de la gran mayoría de los hombres y sobre la inmensa mayoría de las mujeres obreras. Y la posición social de la mujer burguesa variará de acuerdo a la Revolución Proletaria debido a que se acabará de traficar con la imagen de la mujer trabajadora y se establecerá la igualdad verdadera, tanto material como jurídica, de fondo como de forma. Pese a todo, también nos es lógico que esta versión la propague un oportunista debido a que de un modo indirecto y directo vive a costa de la miseria y explotación de la mujer trabajadora. Querer traernos dos limosnas, o establecernos una república (cómo no, burguesa) en España no hará ni cosquillas a la solución de este problema:

“La república democrática no suprime el antagonismo entre las dos clases; por el contrario, no hace más que suministrar el terreno en que se lleva a su término la lucha por resolver este antagonismo. Y, de igual modo, el carácter particular del predominio del hombre sobre la mujer en la familia moderna, así como la necesidad y la manera de establecer una igualdad social efectiva de ambos, no se manifestarán con toda nitidez sino cuando el hombre y la mujer tengan, según la ley, derechos absolutamente iguales. Entonces se verá que la manumisión de la mujer exige, como condición primera, la reincorporación de todo el sexo femenino a la industria social, lo que a su vez requiere que se suprima la familia individual como unidad económica de la sociedad.” (Friedrich Engels, “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, 1884)
“Desde hace mucho tiempo, los representantes de todos los movimientos emancipadores de Europa occidental formularon a lo largo, no ya de décadas, sino de siglos, la reivindicación de abolir las leyes caducas y de equiparar legalmente la mujer al hombre, pero sin que ni uno solo de los países democráticos europeos, ni una sola de las repúblicas más adelantadas, lograse realizarlo; porque allí donde existe el capitalismo, donde se mantiene en pie la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas y plantas industriales, donde persiste el poder del capital, siguen conservando los hombres los privilegios.” (Vladimir Lenin; “Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética”, 1919)

“Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre, es necesario que la economía nacional sea socializada y que la mujer participe en el trabajo general de producción. Entonces sí la mujer ocupará el mismo lugar que el hombre.” (Ibídem.)

La emancipación de las mujeres trabajadoras bajo el capitalismo no sólo es un sueño absurdo, sino reaccionario, al separar el problema obrero (el problema general) al problema de la mujer trabajadora (el problema particular). Cualquier que haya trabajado en cualquier fábrica, taller u obra, habrá conocido de primera mano la desigualdad entre el hombre y la mujer para acceder a puestos de responsabilidad dentro de las empresas, así como, las normas humillantes a las que se ve obligada la mujer. Las mujeres trabajadoras y los niños pobres siempre han sido “carne fresca” para la carroñera de la burguesía que no duda no sólo en exprimir hasta martirizar de completo al obrero, sino que también exige su familia por entero para satisfacer su sed de ganancias.

La desigualdad de género en España hoy es una realidad tangible. La explotación de las mujeres obreras en los centros de trabajo es aún mayor que la del hombre, véase como ejemplo los siguientes casos: las mujeres remuneran un 20 por ciento menos que el hombre, las mujeres realizan muchas más horas laborales que los hombres aunque no se las paguen, mayor tasa de paro femenino, etc. Todo esto sumado a que la mayoría de las mujeres llevan el peso de las labores del hogar y la familia. Añadiendo todas las innumerables vejaciones y humillaciones que sufren los sectores más débiles bajo la selva del capitalismo como los siguientes sectores de las familias obreras: los niños provenientes de familias obreras pobres, inmigrantes, discapacitados o gente con enfermedades, etc., y dentro de estos sectores cómo hemos estado explicando, las mujeres obreras también van incluidas. Las mujeres explotadas y oprimidas constituyen una vital y extraordinaria reserva que el Partido Comunista no ha de despreciar ni ignorar. Más bien, convencerlas para que se unan a su causa, a la de las mujeres y hombres trabajadores.

“Las mujeres y trabajadoras, las obreras y campesinas, constituyen la gran reserva de la clase obrera. Esta reserva representa a una buena mitad de la población. ¿Estará la reserva femenina con la clase obrera o contra ella? De eso dependen el destino del movimiento proletario, la victoria o derrota de la revolución proletaria, la victoria o derrota del poder proletario. Por eso, la primera tarea del Partido y de su destacamento más avanzado, el Partido comunista, consiste en llevar a cabo una lucha decisiva para liberar a las mujeres, obreras y campesinas, de la influencia de la burguesía, para educar políticamente y organizar a las obreras y campesinas bajo la bandera del proletariado.” (Iósif Stalin; “Con motivo del día internacional de la mujer”, 1925)
La historiografía burguesa y pequeño burguesa nos presenta, como le es propio, la historia de la mujer en un segundo plano con respecto al hombre. La mujer no es dada apenas valor, más que de sostén del hogar o como servidora de los placeres más groseros de ese “fantasioso hombre lumpen-burgués” que nos dibuja la ideología burguesa. Si bien es cierto, que por los largos siglos que la mujer ha estado condenada a la más mísera y cruel explotación e ignorancia obscurantista; estuvo y está todavía en muchos países sin adquirir apenas protagonismo por las propias condiciones materiales y culturales en las que vive. Condiciones materiales y culturales que emanan del propio capitalismo, del feudalismo y del esclavismo, no de una desigualdad abstracta y metafísica. Pero sopesando científicamente la historia, a través de la lucha de clases, la mujer ha desempeñado un papel extraordinario y principal en la lucha de los oprimidos por la emancipación, cuando éstos, tomaban las armas y se sublevaban contra sus opresores. En palabras de Stalin:

“Ningún gran movimiento de los oprimidos ha transcurrido en la historia de la humanidad sin la participación de las mujeres trabajadoras. Las mujeres trabajadoras, las más oprimidas de todos los oprimidos, no quedaron nunca, ni podían quedar, al margen del gran camino del movimiento de liberación. El movimiento de liberación de los esclavos destacó, como es sabido, cientos y miles de grandes mártires y heroínas. En las filas de los luchadores por la emancipación de los siervos hubo decenas de miles de mujeres trabajadoras. No es extraño que el movimiento revolucionario de la clase obrera, el más poderoso de todos los movimientos de liberación de las masas oprimidas, haya atraído bajo su bandera a millones de mujeres trabajadoras.” (Ibídem.)

“En la historia de la humanidad, ningún movimiento liberador de importancia ha transcurrido sin que las mujeres participasen de cerca en él, ya que cada paso de la clase oprimida por el camino de la liberación es, al mismo tiempo, un alivio en la situación de las mujeres. El movimiento de liberación de los esclavos en la antigüedad, lo mismo que el movimiento de liberación de los siervos en la Edad Moderna, tenía en sus filas, no sólo a hombres, sino también a mujeres, a luchadoras y mártires, que sellaron con sangre su fidelidad a la causa de los trabajadores.” (Iósif Stalin, “Saludo al Primer Congreso de Mujeres Montañesas”, 1921)
No sólo es inevitable que el Partido Comunista participe en el Movimiento Obrero Femenino, sino necesario para llevar a cabo la Revolución Socialista. Pese a que la mujer se incorpore con más dificultades al Movimiento Comunista no puede haber una Revolución si la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras no participan ni lo protagonizan. Y tomando en cuenta esto diría Lenin:

“La experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución depende del grado en que participen en ella las mujeres.” (Vladimir Lenin; “Discurso pronunciado en el I Congreso de obreras de toda Rusia”, 1918)
El movimiento obrero femenino constituye una parte esencial del movimiento de masas, del que, en determinadas condiciones, puede ser parte decisiva. Por ello, debemos crear un potente Movimiento Obrero Femenino Internacional sobre unas bases teóricas claras y precisas. El frente comunista de mujeres que se cree con vistas a dirigir este movimiento debe trabajar por despertar la conciencia en las mujeres trabajadoras y oprimidas y lograr la unidad orgánica de estas mismas mujeres bajo la dirección de las mujeres proletarias, las mujeres obreras. Y éstas todas a su vez, serán dirigidas por su destacamento de vanguardia: el Partido Comunista.

La mujer trabajadora y los hombres trabajadores sin-partido guiados por los comunistas marxistas-leninistas deben luchar por hacer valer correctamente el peso que tiene la mujer en la sociedad, en el frente, en los sindicatos, en la juventud y en el partido. Las mujeres, al igual que el hombre, tienen la tarea de llevar a cabo la Revolución Proletaria Mundial y edificar el comunismo. La mujer trabajadora acompañada de su hombre trabajador han de luchar para liberar a los sectores atrasados de las trabajadoras del sojuzgamiento ideológico, político y económico que padecen de la nociva influencia de la burguesía.

La emancipación completa de la mujer trabajadora española sólo será posible bajo la dirección del actual Partido Comunista del Trabajo de España a través del comunismo. El problema de la mujer sólo podrá ser esclarecido, tratado y solucionado realmente por el Estado socialista soviético bajo la dirección del partido de vanguardia del proletariado. Para ello, los militantes del P.C.T.E. deben trabajar allá donde esté la mujer trabajadora: tanto en el campo como en la ciudad. Deben llevar a cabo un amplio y variado trabajo ideológico, político, moral, económico y social, ya que en todos entornos la mujer trabajadora se ve oprimida y explotada. “El movimiento comunista femenino debe ser un movimiento de masas, debe ser una parte del movimiento general de masas, no solo del movimiento de los proletarios, sino de todos los explotados y oprimidos, de todas las víctimas del capitalismo. En esto consiste la importancia del movimiento femenino para la lucha de clase del proletariado y para su misión histórica creadora: la organización de la sociedad comunista.” (Lenin). Debemos trabajar por un Movimiento Obrero Femenino consciente. Organizaremos incansablemente para que las mujeres trabajadoras de todas las partes del mundo se agrupen en una familia laboriosa en torno al proletariado revolucionario. La rueda de la historia gira y seguirá girando hasta el triunfo definitivo del comunismo. El siempre heroico proletario revolucionario internacional en alianza con las masas trabajadoras dirigirá  a las mujeres obreras y campesinas bajo la bandera del verdadero partido comunista hacia la victoria final contra el enemigo de todas las causas progresistas: la putrefacta y sangrienta burguesía mundial.

Como expresa el pueblo: 4 ojos ven más que dos. Por lo tanto, la mujer es imprescindible para la construcción del Partido Comunista asentado en el Movimiento Obrero de masas y de la sociedad comunista. Es de vital importancia que ella sienta y examine aquellas algunas reminiscencias feudales y capitalistas que asimismo subsistirán en la sociedad socialista y que oprimen a la mujer trabajadora: a la obrera y campesina. En base a su participación en la política, en la economía y en la ideología del Estado Obrero deberá preocuparse y velar por desarrollar las leyes revolucionarias, las instituciones, actividades culturales, etc., que sirvan para erradicar esa desdichada herencia fruto de las sociedades explotadoras. La emancipación de los obreros debe ser obra de los obreros mismos, de la misma manera la emancipación de las obreras debe ser obra de las obreras mismas.
Y teniendo en cuenta todo esto el Estado Obrero deberá:

1.                 Liquidar todos los rastros de desigualdad jurídica, ante la ley, entre el hombre y la mujer. Debemos conceder a la mujer la plena igualdad de derechos y libertades respecto al hombre, y no formalmente sobre el papel como hacen todos los burgueses y pequeño burgueses, sino sobre la realidad viva cotidiana de las masas populares.

2.                 Segundo, y el PRINCIPAL es: "la abolición de la propiedad privada de la tierra y de las fábricas. Así, y sólo así, se abre el camino para la emancipación completa y efectiva de la mujer, para su liberación de "la esclavitud casera" mediante el paso de la pequeña economía doméstica individual a la grande y socializada." (Lenin; El día internacional de la obrera, 1921). Y así: “transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública.” (Engels) “La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante.” (Engels). En cuanto al campo la colectivización asistirá a la mujer campesina para su liberación e incorporación al trabajo mediante el desarrollo de las fuerzas productivas, y para ello, ha de agruparse en torno al proletariado en la edificación socialista, cuidar y velar por mantener férreamente la alianza obrero-campesina. La mujer burguesa siempre será nuestra enemiga y el deber del proletariado ante ésta, como al hombre burgués, es liquidarla como clase.

3.                 Tercero, incorporando a la mujer al poder político. ¿Y cómo? Primero hace falta establecer el poder de los consejos, por su claridad y sus normas y funcionamiento sencillo y plenamente asequible y necesario para toda mujer trabajadora. Entonces la mujer ocupará la misma situación que su inseparable y fiel camarada: el obrero, el campesino cooperativista.

4.                 Por último, una vez establecida la dictadura del proletariado, luchar por exterminar todo rastrojo de costumbre, concepción, moral, etc., reaccionaria, atrasada, que se desarrolla en las mentes de las personas como herencia del pasado capitalista y del cerco imperialista. Naturalmente, nosotros no exigimos estos derechos como medidas adormecedoras de tutela; no, por supuesto que no, sino como revolucionarios, llamamos a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica. El proletariado no puede lograr la libertad completa sin conquistar la plena libertad para la mujer proletaria.

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(Extraído del Programa aprobado en el I Congreso del Partido Comunista del Trabajo de España; La Emancipación de la Mujer)

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