1.
Introducción
Se
entiende por “terciarización” la transformación del sector
terciario (prestación de servicios) en el sector líder de la
economía de un país o una serie de países, en
detrimento del sector industrial (sector secundario) y de la
agricultura, pesca, etc. (sector primario).
La terciarización se provoca cuando:
a) La gran
mecanización del proceso de producción se
desarrolla,
reduciéndose
la necesidad del capitalista de contratar mano de obra, y
pudiendo
realizar diez obreros el trabajo de cien, reduciéndose
así
capital variable que se emplea para producir valor, aumentando
la cuota de plusvalía
y pudiendo invertirse parte
de ese capital variable ahorrado
en trabajos no productivos. Estas
son las últimas consecuencias de la ley capitalista de progresiva
disminución del capital variable respecto al constante, aumentándose
la productividad, la plusvalía extraída y el desempleo y la
miseria. Este desempleo, en los países deslocalizados, permitió (o
impulsó) el proceso de
reinserción de parte del ejército industrial de reserva en el
sector servicios, que pronto se polarizaría, depauperizaría y
proletarizaría, engordándose de nuevo el ejército industrial de
reserva y entrando en crisis perpetua la “economía de servicios”.
b) La
deslocalización de la industria a las fuentes de materias primas.
(http://www.eleconomista.es/otros-sectores/noticias/8139673/02/17/Fagor-deriva-produccion-del-Pais-Vasco-a-Asia-y-Africa.html)
c) La
descomposición de la agricultura dada, la mecanización expuesta en
el primer
punto.
La
agricultura ha pasado a ocupar casi exclusivamente a jornaleros en
grandes producciones. Donde se mantiene la pequeña propiedad,
mayoritaria en una mitad de España, lo hace como forma de
pluriempleo. Normalmente sus labriegos se ocupan de otro trabajo,
asociado comúnmente al sector servicios (profesores,
administrativos, comerciantes pequeños y medios, etc.).
“La mayor parte de Europa Occidental podría adquirir entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertas partes de los países que la componen: el sur de Inglaterra, la Riviera y los enclaves de Italia y Suiza frecuentados por los turistas y que son residencia de gente rica, a saber: un puñado de ricos aristócratas que perciben dividendos y pensiones del Lejano Oriente, con un grupo algo mayor de personal profesional y comerciantes, y un gran número de sirvientes y de obreros ocupados en el transporte y en la industria trabajando en el acabado de productos manufacturados. Las ramas principales de la industria [la industria pesada – Nota nuestra] desaparecerían [de las potencias parasitarias – Nota nuestra] y los productos alimenticios básicos y los bienes semielaborados provendrían, como un tributo, de Asia y África (...) Aquí vemos las posibilidades que abre ante nosotros una alianza más amplia de los Estados occidentales, una federación europea de las grandes potencias, la cual, lejos de impulsar la civilización mundial, podría implicar el peligro gigantesco de un parasitismo occidental: un grupo de naciones industriales avanzadas cuyas clases superiores obtendrían enormes tributos de Asia y África, lo que les permitiría mantener a grandes masas de mansos empleados y criados, no ocupados ya en la producción agrícola e industrial a gran escala, sino en el servicio doméstico o en el trabajo industrial secundario controlado por una nueva aristocracia financiera” (J. Hobson; “Imperialism, a study”, 1902, en Vladimir Lenin; “Imperialismo; fase superior del capitalismo”, 1916).
En
efecto: tanto los países terciarizados como las potencias
imperialistas productoras nos muestran una predominancia de la
industria ligera o de la industria altamente especializada y técnica
(por ejemplo la aeroespacial). La
terciarización es, pues, la muestra más palmaria de que determinado
Estado capitalista vive de la usura financiera; es un Estado parásito
de préstamos, de turistas, de productos que provienen del
extranjero, etc.
No
hay terciarización rentable si no va ligada a la deslocalización.
La
terciarización
nos ha
vuelto a legar una situación de cierto
desperdigamiento
de las masas trabajadoras. Es difícil, para
los poco observadores,
hablar de concentración del proletariado. Al
menos no como antaño.
Pero
esta opinión es superficial.
Sí,
el
sector servicios es hoy
el
sector
mayoritario
en
Europa y Norteamérica;
y
por eso debemos
centrar ahí parte
de
nuestra
política proletaria. Pero
es precisamente entre el proletariado donde debemos ser más fuertes.
¿Por
qué? – dirán algunos. Porque aunque el sector servicios (como
antaño la agricultura) sea el mayoritario, se descompone ante
nuestros ojos, se polariza y se trueca cada vez más en
“semiburguesía” o bien en “semiproletariado” y ejército
industrial de reserva (proletariado). Los costes de la fuerza de
trabajo se abaratan paulatinamente, mientras el empleo se ha
convertido totalmente en empleo temporal, estacional, etc. Y
esto afecta sobremanera al endeble sector servicios.
El
capitalismo ha desmantelado el sector industrial “patrio” para
trasladarlo a donde es más rentable, donde la fuerza de trabajo vive
en peores condiciones y el capital variable es de menor envergadura
“per cápita”, si se me permite la expresión.
En
las metrópoli imperialistas la
maquinaria ha sustituido al obrero en un tanto por ciento bastante
amplio (mucho
más que en las fuentes de materias primas),
permitiéndose
pagar salarios por encima del valor de la fuerza de trabajo a los
pocos obreros restantes (en
parte también gracias al desarrollo de un sindicalismo reformista o
“tradeunionista” con carácter centralizado).
Pero
con las crisis esta situación “ventajosa”
del obrero de la metrópolis imperialista
se acaba.
Los
sindicatos amarillos nos deslindan claramente su traición y su
subordinación a los intereses de las patronales, a preservar el
sistema de trabajo asalariado, la explotación capitalista.
El
paro que ese proceso de
mecanización extrema,
junto a la deslocalización, conllevó, se fue absorbiendo en el
sector servicios (gracias a los superbeneficios de aquélla
deslocalización, a
la mayor plusvalía del sector secundario
y al predominio del capital financiero). Pero este sector terciario
tiene sus límites en el origen mismo de su existencia; en
su
carácter subsidiario respecto
al
sector secundario
y en menor parte al primario, sectores que
producen
el capital (ya que el sector servicios no es productivo sino un
apéndice
de la producción).
Si ese sector que depende (especialmente)
del
sector
secundario
se infla sobremanera, sobrepasando
al sector del que depende su existencia (a la industria, mayormente,
como
venimos diciendo),
está claro que a la primera crisis que tenga lugar el desempleo
tendrá un crecimiento devastador y la polarización mencionada del
sector terciario se agudizará para no volver atrás; el
empleo, que sería mayoritariamente parte del sector servicios, se
destruiría conforme la plusvalía que extraen los capitalistas se
reorganizan en las crisis económicas.
El
desempleo, por lo tanto, aumenta en los países terciarizados a cada
crisis y en la siguiente aumenta aún más de lo que lo hizo con
anterioridad. Esto lo veremos más adelante. También cabe señalar
que cuando se entra en una crisis, el desempleo crece más rápido y
de manera más abrupta en los países terciarizados. En
España, por
ejemplo, de
un 8% de paro en 2007, pasamos en muy poco tiempo a rozar el 20%,
dada la crisis de 2008. Esos
datos no son sino reflejo de la proletarización del sector terciario
y
de su volatilidad.
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