sábado, 22 de abril de 2017

¿Qué es la terciarización?





1. Introducción



Se entiende por “terciarización” la transformación del sector terciario (prestación de servicios) en el sector líder de la economía de un país o una serie de países, en detrimento del sector industrial (sector secundario) y de la agricultura, pesca, etc. (sector primario). La terciarización se provoca cuando:



a) La gran mecanización del proceso de producción se desarrolla, reduciéndose la necesidad del capitalista de contratar mano de obra, y pudiendo realizar diez obreros el trabajo de cien, reduciéndose así capital variable que se emplea para producir valor, aumentando la cuota de plusvalía y pudiendo invertirse parte de ese capital variable ahorrado en trabajos no productivos. Estas son las últimas consecuencias de la ley capitalista de progresiva disminución del capital variable respecto al constante, aumentándose la productividad, la plusvalía extraída y el desempleo y la miseria. Este desempleo, en los países deslocalizados, permitió (o impulsó) el proceso de reinserción de parte del ejército industrial de reserva en el sector servicios, que pronto se polarizaría, depauperizaría y proletarizaría, engordándose de nuevo el ejército industrial de reserva y entrando en crisis perpetua la “economía de servicios”.






c) La descomposición de la agricultura dada, la mecanización expuesta en el primer punto. La agricultura ha pasado a ocupar casi exclusivamente a jornaleros en grandes producciones. Donde se mantiene la pequeña propiedad, mayoritaria en una mitad de España, lo hace como forma de pluriempleo. Normalmente sus labriegos se ocupan de otro trabajo, asociado comúnmente al sector servicios (profesores, administrativos, comerciantes pequeños y medios, etc.).

La mayor parte de Europa Occidental podría adquirir entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertas partes de los países que la componen: el sur de Inglaterra, la Riviera y los enclaves de Italia y Suiza frecuentados por los turistas y que son residencia de gente rica, a saber: un puñado de ricos aristócratas que perciben dividendos y pensiones del Lejano Oriente, con un grupo algo mayor de personal profesional y comerciantes, y un gran número de sirvientes y de obreros ocupados en el transporte y en la industria trabajando en el acabado de productos manufacturados. Las ramas principales de la industria [la industria pesada – Nota nuestra] desaparecerían [de las potencias parasitarias – Nota nuestra] y los productos alimenticios básicos y los bienes semielaborados provendrían, como un tributo, de Asia y África (...) Aquí vemos las posibilidades que abre ante nosotros una alianza más amplia de los Estados occidentales, una federación europea de las grandes potencias, la cual, lejos de impulsar la civilización mundial, podría implicar el peligro gigantesco de un parasitismo occidental: un grupo de naciones industriales avanzadas cuyas clases superiores obtendrían enormes tributos de Asia y África, lo que les permitiría mantener a grandes masas de mansos empleados y criados, no ocupados ya en la producción agrícola e industrial a gran escala, sino en el servicio doméstico o en el trabajo industrial secundario controlado por una nueva aristocracia financiera” (J. Hobson; “Imperialism, a study”, 1902, en Vladimir Lenin; “Imperialismo; fase superior del capitalismo”, 1916).



En efecto: tanto los países terciarizados como las potencias imperialistas productoras nos muestran una predominancia de la industria ligera o de la industria altamente especializada y técnica (por ejemplo la aeroespacial). La terciarización es, pues, la muestra más palmaria de que determinado Estado capitalista vive de la usura financiera; es un Estado parásito de préstamos, de turistas, de productos que provienen del extranjero, etc.



No hay terciarización rentable si no va ligada a la deslocalización. La terciarización nos ha vuelto a legar una situación de cierto desperdigamiento de las masas trabajadoras. Es difícil, para los poco observadores, hablar de concentración del proletariado. Al menos no como antaño. Pero esta opinión es superficial.



Sí, el sector servicios es hoy el sector mayoritario en Europa y Norteamérica; y por eso debemos centrar ahí parte de nuestra política proletaria. Pero es precisamente entre el proletariado donde debemos ser más fuertes.



¿Por qué? – dirán algunos. Porque aunque el sector servicios (como antaño la agricultura) sea el mayoritario, se descompone ante nuestros ojos, se polariza y se trueca cada vez más en “semiburguesía” o bien en “semiproletariado” y ejército industrial de reserva (proletariado). Los costes de la fuerza de trabajo se abaratan paulatinamente, mientras el empleo se ha convertido totalmente en empleo temporal, estacional, etc. Y esto afecta sobremanera al endeble sector servicios.



El capitalismo ha desmantelado el sector industrial “patrio” para trasladarlo a donde es más rentable, donde la fuerza de trabajo vive en peores condiciones y el capital variable es de menor envergadura “per cápita”, si se me permite la expresión.



En las metrópoli imperialistas la maquinaria ha sustituido al obrero en un tanto por ciento bastante amplio (mucho más que en las fuentes de materias primas), permitiéndose pagar salarios por encima del valor de la fuerza de trabajo a los pocos obreros restantes (en parte también gracias al desarrollo de un sindicalismo reformista o “tradeunionista” con carácter centralizado). Pero con las crisis esta situación “ventajosa” del obrero de la metrópolis imperialista se acaba. Los sindicatos amarillos nos deslindan claramente su traición y su subordinación a los intereses de las patronales, a preservar el sistema de trabajo asalariado, la explotación capitalista.



El paro que ese proceso de mecanización extrema, junto a la deslocalización, conllevó, se fue absorbiendo en el sector servicios (gracias a los superbeneficios de aquélla deslocalización, a la mayor plusvalía del sector secundario y al predominio del capital financiero). Pero este sector terciario tiene sus límites en el origen mismo de su existencia; en su carácter subsidiario respecto al sector secundario y en menor parte al primario, sectores que producen el capital (ya que el sector servicios no es productivo sino un apéndice de la producción). Si ese sector que depende (especialmente) del sector secundario se infla sobremanera, sobrepasando al sector del que depende su existencia (a la industria, mayormente, como venimos diciendo), está claro que a la primera crisis que tenga lugar el desempleo tendrá un crecimiento devastador y la polarización mencionada del sector terciario se agudizará para no volver atrás; el empleo, que sería mayoritariamente parte del sector servicios, se destruiría conforme la plusvalía que extraen los capitalistas se reorganizan en las crisis económicas.



El desempleo, por lo tanto, aumenta en los países terciarizados a cada crisis y en la siguiente aumenta aún más de lo que lo hizo con anterioridad. Esto lo veremos más adelante. También cabe señalar que cuando se entra en una crisis, el desempleo crece más rápido y de manera más abrupta en los países terciarizados. En España, por ejemplo, de un 8% de paro en 2007, pasamos en muy poco tiempo a rozar el 20%, dada la crisis de 2008. Esos datos no son sino reflejo de la proletarización del sector terciario y de su volatilidad.




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