Cda. González
A muchos sorprendió la decisión del Gobierno de subir el precio de la luz en plena ola de frío. Mariano Rajoy se excusó en la baja producción de energía debido al reciente temporal, pero nuestro Partido sabe que la raíz de la cuestión no está ahí.
A muchos sorprendió la decisión del Gobierno de subir el precio de la luz en plena ola de frío. Mariano Rajoy se excusó en la baja producción de energía debido al reciente temporal, pero nuestro Partido sabe que la raíz de la cuestión no está ahí.
Sí, es cierto que se produjo menos y que en el sistema mercantil, a menor
producción (oferta) y mayor demanda de consumo, el precio de la mercancía (en
este caso la electricidad) tiende a subir. Pero lo que se han callado los
grupos parlamentarios es que la descabellada subida reciente del precio de la
luz (¡que hace poco llegó a los 88 euros por kilowatio/hora!) tiene su causa en
el oligopolio del mercado energético español.
¿Qué es un oligopolio? Un oligopolio es una situación en el mercado en la
que existen muy pocos oferentes para muchos demandantes. El oligopolio de las
eléctricas, en España, recae en tres empresas: Iberdrola, Gas Natural y Endesa.
Entre las caracerísticas de los oligopolios se encuentran: la subida del
precio de las mercancías que ofertan, la disminución de la producción (como
forma pautada para aumentar el precio de las mercancías) y el empeoramiento de
la calidad de los productos que dependen, directa o indirectamente, de las
empresas en situación de oligopolio. Todo esto se puede observar en España, y
es una parte inseparable del modo de producción capitalista.
Los antecedentes de la situación oligopólica en España son tanto los
monopolios del capitalismo de Estado franquista como la liberalización del
mercado en 1997, a raíz de la crisis económica de 1995. Los monopolios
franquistas hicieron posible que, con la liberalización, las diferentes y pocas
grandes empresas eléctricas pudiesen alimentarse de empresas menores y acaparar
cuota de mercado ante sus homónimas, llegándose a la situación actual.
Presenciamos la competencia encarnizada entre los tres oligopolios de la
electricidad en España, proceso que llevará de forma insoslayable al monopolio.
El mercado exterior tiene una gran importancia en este proceso.
La situación, después de ese proceso, quedó configurada de tal modo que
sólo hay tres oferentes mayoristas (Gas Natural, Iberdrola y Endesa) a pesar de
que existen cuantiosas empresas minoristas, a las cuáles pagamos por la luz.
Estas empresas minoristas compran la electricidad, almacenada en la Red
Eléctrica, a los oligopolios, para ofertarla de nuevo (habiendo subido el
precio para dejar un margen de beneficios, el cuál se denomina técnicamente
“interés del capital”) y que llegue a los consumidores.
La relación de esta situación mercantil con la subida del precio de la luz
consiste en que los tres oligopolios, al ver que dado el temporal se redujo la
producción de electricidad, decidieron todos a una (pero independientemente)
subir el precio de la electricidad paulatinamente. Sólo cuando vieron que sus
competidores oligopólicos empezaron a hacer lo mismo, el precio empezó a
aumentar de manera desenfrenada. Esta subida afecta sólo a una tarifa, que
posee el 46% de los usuarios. Pero dado el papel de la electricidad en la
producción en general, el Índice de Precios al Consumo aumentó en un 3%,
afectando asimismo a toda la sociedad española.
Un momento… ¿a toda la sociedad? ¡En realidad no, no es así! Ocurre en este
caso como con la subida de impuestos. Los oligarcas sin tapujos nos dirán que
afectan a los ricos y no sólo a los pobres; los oportunistas aceptarán que
afectan obviamente más a los más pobres y que la solución está en que los más
ricos paguen más (impuesto progresivo). Pues bien, ambas “soluciones” son parte
del problema: el capitalismo.
Y es que hay que tener en cuenta que los trabajadores pagan dos veces los
impuestos; una por ellos mismos (el impuesto normal), y otra por los
capitalistas, por los propietarios privados de medios de producción que nos
contratan para trabajar por ellos y para ellos. Este segundo “impuesto” se
llama plusvalía, y para entenderlo (y entender por qué los trabajadores pagamos
dos veces por los capitalistas) debemos adentrarnos brevemente en los manejos
de la economía capitalista.
El valor de cambio de cualquier cosa es la traducción en dinero del tiempo
de trabajo humano que es socialmente necesario (esto es, mínimamente necesario)
para producir un determinado valor de uso o producto.
Ocurre que la única mercancía que los trabajadores podemos vender para
garantizar nuestro sustento es la fuerza de trabajo. Esta se determina por el
valor necesario para producir todo aquéllo que necesitamos, de media, para
mantenernos vivos y capaces de trabajar durante un período de tiempo
determinado. El precio de la fuerza de trabajo se denomina “salario”.
Esto parece muy cuerdo. Pero si volvemos a leer el párrafo anterior,
sabremos que sólo si vendemos nuestra mercancía “fuerza de trabajo” a un
propietario privado de medios de producción (sea el Estado burgués o un
empresario mediano/grande cualquiera) podremos seguir vivos. De forma que, si
indagamos un poco más en el tema, veremos que ese propietario privado, el
capitalista, se apropia de nuestra mercancía “fuerza de trabajo”. Y como
cualquiera que compra una mercancía, tiene total derecho a apropiarse de su
uso.
El uso de la fuerza de trabajo es, como su nombre indica, el trabajo. Esto
quiere decir el ejercicio de una actividad con un fin determinado. La base de
todo trabajo es el trabajo productivo, pues sin él y sin el valor que contiene
no podría sustentarse ninguna otra forma de trabajo, no productivo, que emplee
materiales para el desarrollo de un servicio.
El trabajo productivo “genera valor”. Es decir; si necesitamos (supongamos)
comer por 3 horas y dormir por 7 horas para estar activos todo el resto del día
(unas 14 horas), es normal que el capitalista va a percibir más valor del que
le ha costado contratar a los trabajadores por un período de tiempo
determinado.
La diferencia entre el trabajo que se transforma en salario (trabajo
necesario) y el resto de la jornada laboral (plustrabajo) se denomina
plusvalía. Aquí reside el secreto de la explotación.
Es normal que cuanta mayor sea la plusvalía, mayor beneficios extraerá el
capitalista y menor será el salario, o bien absolutamente (aumentando la
jornada laboral que se trabaja, táctica que siempre es problemática) o bien
relativamente (disminuyendo el tiempo de trabajo necesario para producir los
bienes necesarios en el sustento medio de un trabajador medio, pudiendo
disminuir el salario; o aumentando la capacidad productiva de las máquinas
empleadas en el proceso de producción).
Es por esto que si los capitalistas pagan más… ¿de dónde sacan su dinero?
¡Claro, de la explotación del trabajo asalariado! ¿No significará entonces que
si un capitalista tiene que pagar más por algo, subsanará ese “mal” aumentando
la penuria de “sus” obreros? ¡Obviamente, sí! Así, el impuesto progresivo tan
puesto en boga por Unidos Podemos y algunas otras formaciones es tan inútil
como el descabellado aumento de impuestos que proponen grupos como el PP.
Por esto, cuando tenemos el cuadro de la subida de la luz ante nosotros,
nunca jamás debemos olvidar que entre bastidores se encuentra el
enriquecimiento brutal de ese puñado de capitalistas, supérfluos para la vida
social, y la miseria creciente de los obreros, desempleados, pequeños
propietarios pobres y medios, etc... Si, en efecto, también los capitalistas
padecen la subida de la luz, ¿no sacarán el dinero para pagarla mas que del
aumento de la plusvalía, de la explotación del trabajo asalariado? ¡Sí!
Y esta es la razón de que la solución al problema de la luz y de los
impuestos no está sino en la revolución violenta de las organizaciones de masas
del proletariado y las masas laboriosas. Sólo esta revolución es capaz de
arrancarle a los burgueses los medios de producción y ponerlos en servicio de
un nuevo Estado que no sea ese parlamento de charlatanes ni un gobierno por el
estilo, sino el Poder efectivo de las organizaciones de masas. ¡El poder del
pueblo por el pueblo, que no será una realidad mientras los capitalistas puedan
seguir su parasitaria existencia; mientras existan como clase social!
Las masas trabajadoras deben comprender que la labor de nuestro Partido
está en comenzar a fraguar las organizaciones que podrán llevarles a este fin,
que será asimismo el fin de sus penurias.
La solución no está en el tipo de pago, sino en nacionalizar las eléctricas
expropiando a los capitalistas que las dirigen y explotan el trabajo.
La solución nunca jamás llegará del Parlamento, pues es pedirle permiso a
los explotadores para marchar en contra de sus intereses generales. Un proceso
en el que la burguesía tenga derecho de palabra y libertad de acción, donde
pueda controlar la situación (como ocurre en los procesos reformistas
antirrevolucionarios, como pretende Unidos Podemos y su falsa posición
“popular”), es un proceso derrotado que no tiene cabida para acometer los
intereses radicales del proletariado y las masas revolucionarias que se
organizan tras éste.
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