domingo, 2 de octubre de 2016

El republicanismo en España

Cda. J. Moreno

Desde el criminal golpe de Estado del general Francisco Franco en 1936 (que desembocó en la Guerra Civil hasta 1939), la defensa de la “república en general” ante la monarquía parlamentaria de Juan Carlos I y Felipe VI se ha convertido en una norma de las “gentes de izquierdas” en estas tierras. Pero, ¿qué se esconde tras esta pretendida lucha republicana contra el régimen político actual? ¿Tiene algún sentido que la lucha contra los holgazanes “representantes” del “pueblo” tome la forma de una lucha por la “República en general”?

El régimen actual une lo parlamentario de una república “en general”, y lo hereditario de la monarquía “en general”. ¿Qué deben de hacer los trabajadores al respecto del Estado actual que los exprime con leyes que impiden que pueda expresarse libremente y que defienden la integridad de quienes les arrancan su salario o su trabajo cada día, cada hora? ¿Por qué deben luchar?

Está claro que lo que de verdad importa en la cuestión no es una lucha pretendida entre un parlamento republicano y otro monárquico; el parlamento, que es lo que hasta hace unos decenios marcaba la distinción entre la república y la monarquía, ya está hoy constituido. ¿Entonces? Lo curioso es que sobre éste parlamento se asientan hoy unas figuras reales totalmente inútiles (¡lo dice la misma Constitución española de 1978 cuando trata los deberes del Rey! [1]) que sólo chupan dinero de los trabajadores para aumentar sus arcas, las cuáles se han comenzado a inflar mediante la participación de estos señores en trapicheos y corruptelas, y en la dirección de empresas (cuyo beneficio proviene del trabajo que os extraen a vosotros, trabajadores) o compra de acciones de las mismas (¡quién no sabe ya relacionar a los ex-políticos españoles con su “alma máter”! [2]).

Los republicanos “en general” pretenden acabar con ese problema de la explotación del trabajo por el capital [3] manteniendo las bases de la economía tal y como hoy están (es decir, la propiedad de vuestros destinos en las manos de los capitalistas). Esto está “muy bien”, pero, ¿podrá acabarse con la base de la usura que hemos citado sólo cambiándose lo “menos fundamental” del sistema político -la corona-? Es decir, ¿mientras haya capitalistas, no importará poco si estos explotadores -que roban el trabajo de los obreros y se benefician de salarios paupérrimos de los funcionarios de bajo rango, de los impuestos con que arruinan a los pequeños propietarios poco pudientes, etc...- llevan corona o no?
Para el Partido Comunista del Trabajo de España está claro que con eso no basta. El problema de la explotación de vuestro trabajo por el capital quedaría sin resolver si nos limitásemos a esa “solución” republicana.

“El capitalismo es un sistema imposible de reformar. La tarea histórica del proletariado moderno es destruirlo, no reformarlo”. (Vladimir Lenin, “¿Qué hacer?”, 1902).

Y ésto es tan cierto hoy como lo era en su momento. Los trabajadores, españoles o inmigrantes, ahogados en los problemas para sobrevivir dignamente a día de hoy en éste país, como decimos sea cual sea su nacionalidad, comparten efectivamente el hecho de que están explotados por la burguesía común.

Los nacionalistas siempre intentarán con todas sus fuerzas volvernos a unos contra los otros, aún compartiendo nuestra situación como explotados, para hacernos débiles contra los explotadores, quienes de mientras se frotan las garras con la perspectiva del plan de los nacionalistas. Este plan sin duda les aporta grandes beneficios.

Pero de hecho los inmigrantes no nos quitan el trabajo. Ésto es una obviedad en la que hay que insistir; ellos no tienen palabra sobre si se nos contrata o no a los obreros “autóctonos”. La culpa verdadera de que sea o un grupo u otro el contratado la tienen los capitalistas y el sistema capitalista, pues les interesa que nos aglutinemos todos los trabajadores (de toda “raza”) en la miseria para que vendamos nuestra fuerza de trabajo aún más barata. También les interesa no contratarnos a todos porque, a fin de cuentas, han organizado sus fábricas y latifundios (gracias al progreso técnico operado bajo la dominación de la clase burguesa) de manera que tres hacen el trabajo de veinte. En lugar de ensañarse con esos tres que trabajan por veinte en muchas ocasiones (españoles y de cualquier otra nacionalidad u origen étnico), deberíamos ensañarnos con quienes nos otorgan tal suerte, que no son los inmigrantes sino los capitalistas. Es un problema de clases sociales y no de nacionalidades, y tan pronto como hayamos comprendido ésta verdad en el terreno de la lucha contra el capital, nos haremos tremendamente fuertes ante éste. Los inmigrantes “son baratos” porque salvo uno entre mil que los capitalistas sacan en los medios de comunicación para fingir humanismo, los demás viven en unas condiciones durísimas, sin apenas para comer. Esto nos está pasando igualmente a los “autóctonos” en las crisis económicas y esto debería unirnos a los trabajadores, sin importar la “raza”.

Hemos dicho que la mecanización del trabajo reduce a los obreros. Es sabido que los comunistas queremos una mecanización en el socialismo. Pero es sólo en el capitalismo donde las máquinas limitan (a tres en lugar de a veinte) a los obreros que operan con ellas. En el socialismo, por el contrario, al haber sido destruida la propiedad privada capitalista de éstas y los demás medios de producción, con esas mismas máquinas trabajarán los veinte para la mejora del modo de vida que los trabajadores llevamos a día de hoy, haciéndolo de modo “radical” (es decir, desde la raíz del problema para que las malas hierbas no crezcan al poco).

Sin preguntarse sobre todas estas cuestiones, “nuestros” republicanos “en general”, cuando buscan la tercera república, olvidan de hecho el carácter de clase de la segunda y, desde luego, tampoco hacen mucho por esclarecer el de esa tercera. Necesitan una breve clase de historia.

La II República surgió como solución de las masas ante sus tareas inmediatas que, tras el Directorio militar establecido con la caída del general filofascista Miguel Primo de Rivera, eran de tener un parlamento con sufragio universal, etc... La II República les permitió a las masas, por primera vez, además de votar, que la clase obrera tuviese un Partido que no estuviese perseguido por la ilegalidad. Se trataba entonces del P.C.E. (hoy carcomido por la carroña de los demagogos anticomunistas), que desde 1921 hasta 1931 había sido clandestino.

Aún así, la II República no tuvo un carácter verdaderamente popular hasta el triunfo, en 1936, del Frente Popular de España. Y los burgueses, que hasta entonces en el bienio negro (1934-1936) habían gobernado con la CEDA de forma tan republicana y legal, haciendo medidas republicanas en contra del pueblo, cogieron las bayonetas y se levantaron contra lo que era una posibilidad tremenda de los comunistas de ser escuchados por las amplias masas populares y de que éstas se levantasen contra los explotadores. Como sabemos, ésto devino en la Guerra Civil, en la que los republicanos sólo recibieron el apoyo de valientes voluntarios que lucharon bajo la dirección del entonces glorioso P.C.E. y de la Unión Soviética socialista, mientras que las “democracias europeas” se dedicaron a boicotear la entrada de armas que supusieran una respuesta a la invasión de tropas pro-franquistas de los ejércitos fascistas alemán e italiano.

En la II República se dieron cita, bajo unas relaciones de producción efectivamente capitalistas, todo tipo de traidores populistas como Alejandro Lerroux, Gil Robles, Indalecio Prieto, Julián Besteiro, etc... De manera que nosotros no defendemos ni el capitalismo, ni a esos traidores. Nosotros defendemos el carácter progresista que un sistema parlamentario tenía después de no haber ninguno en España, y a los héroes que no se quedaron ahí parados, a mitad de camino, sino que pretendían conseguir la liberación efectiva de las masas explotadas. Dentro del campo de éstos héroes, tenemos a José Díaz, Pedro Checa, Joan Comorera, y un largo etc...

Los comunistas y el P.C.T.E. sabemos que la lucha no es por la república capitalista, sino por el socialismo, por la dictadura del proletariado, que es el régimen más democrático que cualquier dictadura (democrática o fascista) de la burguesía, de los capitalistas, pues es el único garante de la destrucción de los explotadores como clase y de su poder estatal. Sólo en la medida de nuestras fuerzas podremos transformar el movimiento republicano en un movimiento por la dictadura del proletariado, pero en vistas a la situación parlamentaria actual comprendemos que el tema del republicanismo sea una cuestión más bien intelectual antes que una lucha prendida en las masas trabajadoras y el proletariado.

“Y se cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la monarquía hereditaria y entusiasmarse por la República democrática. En realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía”
(Karl Marx, “La guerra civil en Francia”, 1871).

Por lo tanto, en lo que más importa (no lo único, eso sí), en la base económica de la sociedad, no hay diferencia entre el fascismo y la democracia burguesa. Pero sabemos que las condiciones del fascismo son unas condiciones durísimas tanto para la vida de los trabajadores como para la actividad del Partido Comunista. Por ello, si acaso en España el tránsito al fascismo fuese inminente (que hoy no lo es; quienes opinan lo contrario confunden la “fascistización” de la democracia burguesa con el fascismo) y nuestro Partido fuese débil, sabríamos que deberíamos actuar por la defensa de las condiciones democrático-burguesas.

“Hoy millones de trabajadores, que viven bajo las condiciones del capitalismo, tienen necesariamente que determinar su actitud ante las formas que adquiere en los diversos países la dominación de la burguesía. Nosotros no somos anarquistas, y no puede en modo alguno sernos indiferente qué régimen político impera en un país dado: si la dictadura burguesa, aunque sea con los derechos y las libertades más restringidos, o la dictadura burguesa, en su forma descarada, fascista. Sin dejar de ser partidarios de la democracia soviética, defenderemos palmo a palmo las condiciones democráticas arrancadas por la clase obrera en años de lucha tenaz, y nos batiremos decididamente por ampliarlas”.
(Georgi Dimitrov, “Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”; discurso de resumen ante el VIIº Congreso de la Komintern, pronunciado durante el 13 de agosto de 1935)

Sólo en las condiciones de tránsito inminente al fascismo, de golpe en la mesa de la camarilla más reaccionaria de la burguesía, se podría luchar por el republicanismo en general, pero sabiendo que nuestra labor como comunistas en esa lucha sería ganarnos a las organizaciones de masas y transferir dicha organización a un cuerpo de Consejos del Pueblo capaz de aislar la influencia de la burguesía de entre las masas trabajadoras y su cabeza el proletariado para que la lucha dejase de ser por la república y se convirtiese en una lucha por la dictadura del proletariado.

Pero los partidos republicanistas (entre ellos “nuestros” revisionistas) tienen la república como fin estratégico, ya sea confundiéndolo interesadamente con una táctica (como hace el Partido del Trabajo Democrático, partido socialdemócrata disfrazado de comunista sin mucha habilidad) para conseguir unas “condiciones para luchar por el socialismo” (como si la explotación del trabajo por el capital no fuese suficiente), o bien ya sea porque expresan que su fin es la república en general.

Dentro de los partidos “republicanistas en general” tenemos a un viejo conocido de los comunistas españoles: el P.C.E. (m-l), que con ésto culmina la caída en el pozo del revisionismo de Raúl Marco, su secretario general (del que sospechamos que nunca jamás ha salido).

La decepción tremenda que nos llevamos los marxistas-leninistas cuando del congreso de refundación del P.C.E. (m-l) salió una línea con la que el partido parecía creer vivir en la época de Franco, no fue menor que la magnitud de las tesis revisionistas que se esgrimieron, recordando a la fase socialdemócrata del ex-P.C.E. (m-l), desde finales de los años 80.

Sin embargo este tema tiene que dejarse aquí por el momento para retomarlo tratando al movimiento comunista de España en general, pues no sería justo hablar del P.C.E. (m-l) como revisionista y obviar al P.C.E. (r), a la multitud de organizaciones pequeñoburguesas que se dan cita hoy en el Estado español, al P.C.E., al P.C.O.E., etc...

Por ahora concluiremos con la siguiente cita de Engels, que describe por qué al proletariado y a las masas trabajadoras sólo les vale para solucionar sus problemas la república socialista; la dictadura del proletariado:

“En la república democrática (burguesa – E. O.) la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro, y lo ejerce, en primer lugar, mediante la corrupción directa de los funcionarios […] , y, en segundo lugar, mediante la alianza del gobierno con la Bolsa […]”.  (Engels, “El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado”, 1884)


Referencias

[1] Artículos 56 - 65, 90, 91, 99, 100, 114, 115, 117, 122, 123, 124, 151, 152, 159 y 160. Constitución española, 31 de octubre de 1978.


[2]https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5NTTOkdrcpbRMPgzxWQJDOzdz2nOJnlQQ8RUr_nANo9ws4XsIBmr9K2oUIudHqIYfT6kz5eHw-PK8mDjVdtr-OvxoHKo_4ePfM0CPEVGkx2M9mw8d1VeYYlf9ksi7L8oUNlnef-aWaT-F/s1600/ex+ministros+empresa+privada.jpg http://www.ecestaticos.com/file/9741dd706800515405aba6061cbd6099/1387587827.png http://espiaenelcongreso.com/wp-content/uploads/2013/05/grafico_politicos.jpg

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