Cda.
J. Moreno
Desde
el criminal golpe de Estado del general Francisco Franco en 1936 (que desembocó
en la Guerra Civil hasta 1939), la defensa de la “república en general” ante la
monarquía parlamentaria de Juan Carlos I y Felipe VI se ha convertido en una
norma de las “gentes de izquierdas” en estas tierras. Pero, ¿qué se esconde
tras esta pretendida lucha republicana contra el régimen político actual?
¿Tiene algún sentido que la lucha contra los holgazanes “representantes” del “pueblo”
tome la forma de una lucha por la “República en general”?
El
régimen actual une lo parlamentario de una república “en general”, y lo
hereditario de la monarquía “en general”. ¿Qué deben de hacer los trabajadores
al respecto del Estado actual que los exprime con leyes que impiden que pueda
expresarse libremente y que defienden la integridad de quienes les arrancan su
salario o su trabajo cada día, cada hora? ¿Por qué deben luchar?
Está
claro que lo que de verdad importa en la cuestión no es una lucha pretendida
entre un parlamento republicano y otro monárquico; el parlamento, que es lo que
hasta hace unos decenios marcaba la distinción entre la república y la
monarquía, ya está hoy constituido. ¿Entonces? Lo curioso es que sobre éste
parlamento se asientan hoy unas figuras reales totalmente inútiles (¡lo dice la
misma Constitución española de 1978 cuando trata los deberes del Rey! [1]) que
sólo chupan dinero de los trabajadores para aumentar sus arcas, las cuáles se
han comenzado a inflar mediante la participación de estos señores en trapicheos
y corruptelas, y en la dirección de empresas (cuyo beneficio proviene del
trabajo que os extraen a vosotros, trabajadores) o compra de acciones de las
mismas (¡quién no sabe ya relacionar a los ex-políticos españoles con su “alma
máter”! [2]).
Los
republicanos “en general” pretenden acabar con ese problema de la explotación
del trabajo por el capital [3] manteniendo las bases de la economía tal y como
hoy están (es decir, la propiedad de vuestros destinos en las manos de los
capitalistas). Esto está “muy bien”, pero, ¿podrá acabarse con la base de la
usura que hemos citado sólo cambiándose lo “menos fundamental” del sistema
político -la corona-? Es decir, ¿mientras haya capitalistas, no importará poco
si estos explotadores -que roban el trabajo de los obreros y se benefician de
salarios paupérrimos de los funcionarios de bajo rango, de los impuestos con
que arruinan a los pequeños propietarios poco pudientes, etc...- llevan corona
o no?
Para
el Partido Comunista del Trabajo de España está claro que con eso no basta. El
problema de la explotación de vuestro trabajo por el capital quedaría sin
resolver si nos limitásemos a esa “solución” republicana.
“El
capitalismo es un sistema imposible de reformar. La tarea histórica del
proletariado moderno es destruirlo, no reformarlo”. (Vladimir
Lenin, “¿Qué hacer?”, 1902).
Y
ésto es tan cierto hoy como lo era en su momento. Los trabajadores, españoles o
inmigrantes, ahogados en los problemas para sobrevivir dignamente a día de hoy
en éste país, como decimos sea cual sea su nacionalidad, comparten
efectivamente el hecho de que están explotados por la burguesía común.
Los
nacionalistas siempre intentarán con todas sus fuerzas volvernos a unos contra
los otros, aún compartiendo nuestra situación como explotados, para hacernos
débiles contra los explotadores, quienes de mientras se frotan las garras con
la perspectiva del plan de los nacionalistas. Este plan sin duda les aporta
grandes beneficios.
Pero
de hecho los inmigrantes no nos quitan el trabajo. Ésto es una obviedad en la
que hay que insistir; ellos no tienen palabra sobre si se nos contrata o no a
los obreros “autóctonos”. La culpa verdadera de que sea o un grupo u otro el
contratado la tienen los capitalistas y el sistema capitalista, pues les
interesa que nos aglutinemos todos los trabajadores (de toda “raza”) en la
miseria para que vendamos nuestra fuerza de trabajo aún más barata. También les
interesa no contratarnos a todos porque, a fin de cuentas, han organizado sus fábricas
y latifundios (gracias al progreso técnico operado bajo la dominación de la
clase burguesa) de manera que tres hacen el trabajo de veinte. En lugar de
ensañarse con esos tres que trabajan por veinte en muchas ocasiones (españoles
y de cualquier otra nacionalidad u origen étnico), deberíamos ensañarnos con
quienes nos otorgan tal suerte, que no son los inmigrantes sino los
capitalistas. Es un problema de clases sociales y no de nacionalidades, y tan
pronto como hayamos comprendido ésta verdad en el terreno de la lucha contra el
capital, nos haremos tremendamente fuertes ante éste. Los inmigrantes “son
baratos” porque salvo uno entre mil que los capitalistas sacan en los medios de
comunicación para fingir humanismo, los demás viven en unas condiciones durísimas,
sin apenas para comer. Esto nos está pasando igualmente a los “autóctonos” en
las crisis económicas y esto debería unirnos a los trabajadores, sin importar
la “raza”.
Hemos
dicho que la mecanización del trabajo reduce a los obreros. Es sabido que los
comunistas queremos una mecanización en el socialismo. Pero es sólo en el
capitalismo donde las máquinas limitan (a tres en lugar de a veinte) a los
obreros que operan con ellas. En el socialismo, por el contrario, al haber sido
destruida la propiedad privada capitalista de éstas y los demás medios de
producción, con esas mismas máquinas trabajarán los veinte para la mejora del
modo de vida que los trabajadores llevamos a día de hoy, haciéndolo de modo
“radical” (es decir, desde la raíz del problema para que las malas hierbas no
crezcan al poco).
Sin
preguntarse sobre todas estas cuestiones, “nuestros” republicanos “en general”,
cuando buscan la tercera república, olvidan de hecho el carácter de clase de la
segunda y, desde luego, tampoco hacen mucho por esclarecer el de esa tercera.
Necesitan una breve clase de historia.
La
II República surgió como solución de las masas ante sus tareas inmediatas que,
tras el Directorio militar establecido con la caída del general filofascista
Miguel Primo de Rivera, eran de tener un parlamento con sufragio universal,
etc... La II República les permitió a las masas, por primera vez, además de
votar, que la clase obrera tuviese un Partido que no estuviese perseguido por
la ilegalidad. Se trataba entonces del P.C.E. (hoy carcomido por la carroña de
los demagogos anticomunistas), que desde 1921 hasta 1931 había sido
clandestino.
Aún
así, la II República no tuvo un carácter verdaderamente popular hasta el
triunfo, en 1936, del Frente Popular de España. Y los burgueses, que hasta
entonces en el bienio negro (1934-1936) habían gobernado con la CEDA de forma
tan republicana y legal, haciendo medidas republicanas en contra del pueblo,
cogieron las bayonetas y se levantaron contra lo que era una posibilidad
tremenda de los comunistas de ser escuchados por las amplias masas populares y
de que éstas se levantasen contra los explotadores. Como sabemos, ésto devino
en la Guerra Civil, en la que los republicanos sólo recibieron el apoyo de
valientes voluntarios que lucharon bajo la dirección del entonces glorioso
P.C.E. y de la Unión Soviética socialista, mientras que las “democracias
europeas” se dedicaron a boicotear la entrada de armas que supusieran una
respuesta a la invasión de tropas pro-franquistas de los ejércitos fascistas alemán
e italiano.
En
la II República se dieron cita, bajo unas relaciones de producción
efectivamente capitalistas, todo tipo de traidores populistas como Alejandro
Lerroux, Gil Robles, Indalecio Prieto, Julián Besteiro, etc... De manera que
nosotros no defendemos ni el capitalismo, ni a esos traidores. Nosotros
defendemos el carácter progresista que un sistema parlamentario tenía después
de no haber ninguno en España, y a los héroes que no se quedaron ahí parados, a
mitad de camino, sino que pretendían conseguir la liberación efectiva de las
masas explotadas. Dentro del campo de éstos héroes, tenemos a José Díaz, Pedro
Checa, Joan Comorera, y un largo etc...
Los
comunistas y el P.C.T.E. sabemos que la lucha no es por la república
capitalista, sino por el socialismo, por la dictadura del proletariado, que es
el régimen más democrático que cualquier dictadura (democrática o fascista) de
la burguesía, de los capitalistas, pues es el único garante de la destrucción
de los explotadores como clase y de su poder estatal. Sólo en la medida de
nuestras fuerzas podremos transformar el movimiento republicano en un
movimiento por la dictadura del proletariado, pero en vistas a la situación
parlamentaria actual comprendemos que el tema del republicanismo sea una
cuestión más bien intelectual antes que una lucha prendida en las masas trabajadoras
y el proletariado.
“Y
se cree haber dado un paso enormemente audaz con librarse de la fe en la
monarquía hereditaria y entusiasmarse por la República democrática. En
realidad, el Estado no es más que una máquina para la opresión de una clase por
otra, lo mismo en la República democrática que bajo la monarquía”
(Karl
Marx, “La guerra civil en Francia”, 1871).
Por
lo tanto, en lo que más importa (no lo único, eso sí), en la base económica de
la sociedad, no hay diferencia entre el fascismo y la democracia burguesa. Pero
sabemos que las condiciones del fascismo son unas condiciones durísimas tanto
para la vida de los trabajadores como para la actividad del Partido Comunista.
Por ello, si acaso en España el tránsito al fascismo fuese inminente (que hoy
no lo es; quienes opinan lo contrario confunden la “fascistización” de la
democracia burguesa con el fascismo) y nuestro Partido fuese débil, sabríamos
que deberíamos actuar por la defensa de las condiciones democrático-burguesas.
“Hoy
millones de trabajadores, que viven bajo las condiciones del capitalismo,
tienen necesariamente que determinar su actitud ante las formas que adquiere en
los diversos países la dominación de la burguesía. Nosotros no somos
anarquistas, y no puede en modo alguno sernos indiferente qué régimen político
impera en un país dado: si la dictadura burguesa, aunque sea con los derechos y
las libertades más restringidos, o la dictadura burguesa, en su forma
descarada, fascista. Sin dejar de ser partidarios de la democracia soviética,
defenderemos palmo a palmo las condiciones democráticas arrancadas por la clase
obrera en años de lucha tenaz, y nos batiremos decididamente por ampliarlas”.
(Georgi
Dimitrov, “Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”; discurso de
resumen ante el VIIº Congreso de la Komintern, pronunciado durante el 13 de
agosto de 1935)
Sólo
en las condiciones de tránsito inminente al fascismo, de golpe en la mesa de la
camarilla más reaccionaria de la burguesía, se podría luchar por el
republicanismo en general, pero sabiendo que nuestra labor como comunistas en
esa lucha sería ganarnos a las organizaciones de masas y transferir dicha
organización a un cuerpo de Consejos del Pueblo capaz de aislar la influencia
de la burguesía de entre las masas trabajadoras y su cabeza el proletariado
para que la lucha dejase de ser por la república y se convirtiese en una lucha
por la dictadura del proletariado.
Pero
los partidos republicanistas (entre ellos “nuestros” revisionistas) tienen la
república como fin estratégico, ya sea confundiéndolo interesadamente con una
táctica (como hace el Partido del Trabajo Democrático, partido socialdemócrata
disfrazado de comunista sin mucha habilidad) para conseguir unas “condiciones
para luchar por el socialismo” (como si la explotación del trabajo por el
capital no fuese suficiente), o bien ya sea porque expresan que su fin es la
república en general.
Dentro
de los partidos “republicanistas en general” tenemos a un viejo conocido de los
comunistas españoles: el P.C.E. (m-l), que con ésto culmina la caída en el pozo
del revisionismo de Raúl Marco, su secretario general (del que sospechamos que
nunca jamás ha salido).
La
decepción tremenda que nos llevamos los marxistas-leninistas cuando del
congreso de refundación del P.C.E. (m-l) salió una línea con la que el partido
parecía creer vivir en la época de Franco, no fue menor que la magnitud de las
tesis revisionistas que se esgrimieron, recordando a la fase socialdemócrata
del ex-P.C.E. (m-l), desde finales de los años 80.
Sin
embargo este tema tiene que dejarse aquí por el momento para retomarlo tratando
al movimiento comunista de España en general, pues no sería justo hablar del
P.C.E. (m-l) como revisionista y obviar al P.C.E. (r), a la multitud de
organizaciones pequeñoburguesas que se dan cita hoy en el Estado español, al
P.C.E., al P.C.O.E., etc...
Por
ahora concluiremos con la siguiente cita de Engels, que describe por qué al
proletariado y a las masas trabajadoras sólo les vale para solucionar sus
problemas la república socialista; la dictadura del proletariado:
“En
la república democrática (burguesa – E. O.) la riqueza ejerce su poder
indirectamente, pero de un modo tanto más seguro, y lo ejerce, en primer lugar,
mediante la corrupción directa de los funcionarios […] , y, en segundo lugar,
mediante la alianza del gobierno con la Bolsa […]”. (Engels, “El origen de la familia, de la
propiedad privada y el Estado”, 1884)
Referencias
[1] Artículos 56 - 65, 90, 91, 99, 100, 114,
115, 117, 122, 123, 124, 151, 152, 159 y 160. Constitución española, 31 de
octubre de 1978.
[2]https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj5NTTOkdrcpbRMPgzxWQJDOzdz2nOJnlQQ8RUr_nANo9ws4XsIBmr9K2oUIudHqIYfT6kz5eHw-PK8mDjVdtr-OvxoHKo_4ePfM0CPEVGkx2M9mw8d1VeYYlf9ksi7L8oUNlnef-aWaT-F/s1600/ex+ministros+empresa+privada.jpg
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