lunes, 8 de mayo de 2017

El fascismo en España y las tareas de los comunistas marxistas-leninistas


Cda. Garrido



España no es un Estado fascista. Por decirlo no somos menos comunistas que quienes se autoengañan con lo contrario.

La táctica de los comunistas españoles no puede seguir los preceptos que se siguen de considerar al Estado español como un Estado fascista, ya que esto nos llevaría a no saber aprovechar la lucha legal (por muy estrecha que sea) y, así, a no poder acumular las fuerzas necesarias para la revolución.

Las enseñanzas de Lenin sobre las tareas del POSDR en la época de la reacción stolypiniana [1] nos son de gran ayuda:

La utilización de la tribuna de la Duma forma parte necesariamente, como ya hemos indicado, de esta labor de educación y preparación. […] Un partido ilegal debe saber utilizar, debe aprender a utilizar, la minoría legal de la Duma, debe educar a esta minoría, haciendo de ella una organización de partido que esté a la altura de sus tareas” (Vladimir Lenin, “En ruta”, 1909, Obras Escogidas en tres tomos, t. I, p. 605, Ed. Progreso, Moscú, 1961).

Nuestro Partido ya ha dejado claro cuáles son éstas tareas:

a) Denuncia práctica del parlamento; es decir, llevar al parlamento los anhelos de las masas trabajadoras y el proletariado y hacerlos chocar con la burocracia capitalista del parlamento (sea pluripartidista -democracia burguesa- o monopartidista -fascismo-); burocracia tan divorciada de las amplias masas trabajadoras, del pueblo. Hacer notar así que esa forma de gobierno no le vale a la clase explotada sino a la explotadora, y unir esto al trabajo por establecer los Consejos del Pueblo;

b) Medir el grado de conciencia y agitación de las masas trabajadoras.

Además, el parlamento es un megáfono donde denunciar ante las masas la política de los partidos burgueses y mostrar públicamente, ante la atenta mirada de millones de personas, nuestra oposición a esa política también en la práctica.
Nuestra única razón para participar sería debilitarlo, ejercer la crítica constante en todo frente, y mientras, organizar a las masas en el vehículo de la revolución, de su emancipación; en los Consejos del Pueblo.

El fascismo no deja un sólo resquicio de margen legal ya no para los marxistas-leninistas ni las organizaciones de masas, sino ni tan siquiera para grupos revisionistas y socialdemócratas que puedan hacer peligrar la hegemonía del grupo fascista en el poder, aunque a nivel teórico el fascismo, el revisionismo y la socialdemocracia tengan un mismo fin: la manutención de la explotación del trabajo por el capital, la tan cacareada “paz de clases”.

Ahora bien, que España no sea un Estado fascista no quiere decir que no se esté fascistizando su régimen de democracia burguesa (es decir, que esté estrechando las “libertades” políticas, ya de por sí estrechas en el capitalismo) ni que no se esté fraguando un peligroso movimiento fascista entre bastidores, ante la silenciosa complicidad del Estado capitalista.

La crisis capitalista es una constante amenaza. Estamos en el ojo del huracán; parece que lo peor ha pasado (2008-2014) pero la situación de las masas sigue empeorando; sigue abaratándose el coste de la mano de obra, siguen avanzando los empleos temporales, se prepara otra reforma laboral que hará la vida de los trabajadores imposible, etc. [2]

Ante esta perspectiva el fascismo le viene como un guante a la burguesía. La burguesía tiene su democracia burguesa, controlada por los monopolios financieros en última instancia. Pero ante el descontento de las masas, está dejando que los partidos y movimientos fascistas proliferen.

Se está aglutinando en sus grupúsculos para preparar la defensa de la burguesía para la siguiente recaída de la crisis económica en España. La burguesía está entrenando y dejando hacer a sus perros de presa fascistas. La ley es muy laxa con ellos; de hecho los victimizan constantemente bajo la falsa careta de la repulsa hacia ellos. Así ocurrió, por ejemplo, con la reciente agresión de una prominente terrorista fascista en Murcia. Los medios sólo hablaban de “la brutal paliza propinada a una joven por una pandilla de ultraizquierdistas”. Nosotros no defendemos ese modo de actuación, la violencia individual, espontánea, pequeñoburguesa, alejada del movimiento de masas y no proferida por éste. Pero el titular es más que esclarecedor acerca de la táctica de la burguesía española en tanto a la proliferación de los grupúsculos fascistas que se están intentando unir en un partido fascista único. [3]

El movimiento fascista más nombrado últimamente es “Hogar Social”, que cuenta con “sucursales” en Madrid y Granada. La organización es conocida por sus recogidas de alimentos para “las familias humildes ESPAÑOLAS”. El único fin de esta escoria es dividir a la clase obrera de diferente nacionalidad, enfrentarla, y engrosar los beneficios de los capitalistas, mientras finge que presta un servicio a los pobres. Es al capitalismo lo que Cáritas era al franquismo.

Nuestro Partido manifestaba hace un tiempo que:

El nacionalismo es fundamentalmente un principio antiproletario, es decir, contrario a los intereses de los trabajadores. Es un principio que intenta sembrar la desunión de los trabajadores de diferentes procedencias ante el capitalismo, para que la burguesía pueda sustituir la útil y buena lucha de todos los trabajadores contra ella, contra la clase explotadora que domina en todos los resquicios de la sociedad, por la lucha entre trabajadores, por la lucha contra “los extranjeros”. El fascismo, que está siendo aupado por la “fascistización” de la democracia burguesa, desarrolla el principio nacionalista con el único fin de sembrar su veneno entre las clases trabajadoras; de encaminar los estallidos de indignación de los obreros a la lucha interna entre estos, por cuestiones de procedencia, para tranquilizar a los explotadores de todo cariz. De esto se concluye que ningún nacionalismo, ya sea catalanista, como españolista, es un principio que vaya a mejorar la situación de las masas trabajadoras, y menos aún un principio que las vaya a emancipar; más bien es garantía de su opresión.” (P.C.T.E., “El problema de Cataluña y la cuestión nacional”, 4 de marzo de 2017 [4])

La nueva sucia táctica del fascismo en España, las recogidas de alimentos “sólo para nativos de pura cepa”, es una adaptación de lo que el partido fascista “Amanecer Dorado” hizo en Grecia. De hecho, la líder de Hogar Social, Melisa Ruiz, los cita como un ejemplo a seguir (http://www.publico.es/politica/extrema-derecha-melisa-d-ruiz.html).

Debemos detenernos en la crítica marxista-leninista de la ideología de Hogar Social, porque esta última nos muestra el paradigma de la ideología fascista.

Podemos dividir el discurso ideológico de Hogar Social en los siguientes cuatro aspectos generales:

1. “Los españoles primero” y la “paz de clases”

2. “Somos socialistas”

3. “Los refugiados son criminales”

4. “Make Spain great again” (hacer a España grande de nuevo, parafraseando el lema electoral de Donald J. Trump en los EE.UU.)

Vayamos por puntos.



1. “Los españoles primero” y la “paz de clases”


Es esta una “bonita” forma de hablar de la unidad fraternal entre los explotadores españoles y los explotados españoles, contra el supuesto enemigo común de “los extranjeros”, especialmente quienes vienen a España por busca de un trabajo.

Nuestro Partido dijo sobre esto lo siguiente, que es de una gran certeza y vigor:

Los nacionalistas siempre intentarán con todas sus fuerzas volvernos a unos contra los otros, aún compartiendo nuestra situación como explotados, para hacernos débiles contra los explotadores, quienes de mientras se frotan las garras con la perspectiva del plan de los nacionalistas. Este plan sin duda les aporta grandes beneficios. Pero de hecho los inmigrantes no nos quitan el trabajo. Ésto es una obviedad en la que hay que insistir; ellos no tienen palabra sobre si se nos contrata o no a los obreros ‘autóctonos’. La culpa verdadera de que sea o un grupo u otro el contratado la tienen los capitalistas y el sistema capitalista, pues les interesa que nos aglutinemos todos los trabajadores (de toda ‘raza’) en la miseria para que vendamos nuestra fuerza de trabajo aún más barata. También les interesa no contratarnos a todos porque, a fin de cuentas, han organizado sus fábricas y latifundios (gracias al progreso técnico operado bajo la dominación de la clase burguesa) de manera que tres hacen el trabajo de veinte. En lugar de ensañarse con esos tres que trabajan por veinte en muchas ocasiones (españoles y de cualquier otra nacionalidad u origen étnico), deberíamos ensañarnos con quienes nos otorgan tal suerte, que no son los inmigrantes sino los capitalistas. Es un problema de clases sociales y no de nacionalidades, y tan pronto como hayamos comprendido ésta verdad en el terreno de la lucha contra el capital, nos haremos tremendamente fuertes ante éste. Los inmigrantes ‘son baratos’ porque salvo uno entre mil que los capitalistas sacan en los medios de comunicación para fingir humanismo, los demás viven en unas condiciones durísimas, sin apenas para comer. Esto nos está pasando igualmente a los ‘autóctonos’ en las crisis económicas y esto debería unirnos a los trabajadores, sin importar la ‘raza’.” (P.C.T.E., “El republicanismo en España”, 2 de octubre de 2016 [5]).

Por tanto, el lema “los españoles primero” es una forma de hablar de que los explotados colaboren no con otros explotados por el derrocamiento de sus explotadores comunes, sino ¡que unos explotados colaboren con sus explotadores para enfrentarse a otros explotados! Esto, como veremos más adelante, es la “dignísima comprensión” de la “lucha de clases” que tiene Hogar Social.

El gran marxista-leninista búlgaro Georgi Dimitrov ya mencionó en su momento este rasgo del fascismo:

El fascismo esgrime en primer plano la teoría de colaboración entre los capitalistas y los obreros en el dominio de la estabilización del capitalismo…” (Georgi Dimitrov; “Acerca de las medidas de lucha contra el fascismo y los sindicatos amarillos”, 1928, Escritos sobre el fascismo, Akal 74, Madrid, 1976, p. 39).

Y he aquí cómo se cumplen las palabras de Dimitrov al calificar también a Hogar Social:

Resulta curioso escuchar, por ejemplo, una defensa de la lucha de clases como la que hace Melisa. Al mismo tiempo que te dice que ‘la lucha de clases está legitimada’, te cuenta que ‘la izquierda nunca ha entendido muy bien esto de la lucha de clases’ y muestra muchas dudas cuando se le pregunta que de qué clase es ella y contra qué clase lucha. No obstante, termina diciendo que ella es de la ‘clase trabajadora’ y que también defiende una ‘fraternidad’ entre las clases. ‘La palabra proletariado me da mucha pereza. Soy clase trabajadora luchando contra élites capitalistas. Pero aunque yo no procediera de la clase trabajadora... he hipotecado mi vida por involucrarme en la defensa de los demás. Podría tener mi vida solucionada. Tengo mi piso. Me independicé joven. He podido vivir bien y he renunciado a muchas cosas por mejorar la vida de los demás’, dice Melisa, que insiste en que la izquierda se equivoca en la manera de conceptualizar la lucha de clases: ‘No me gusta nada cómo lo hacen. Considero que no es la lucha del proletariado contra el resto de clases. Creo que puede haber incluso una fraternidad dentro de las clases’.(Público; “Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de Amanecer Dorado que de Le Pen’, 23 de febrero de 2017).

¡Resulta que “la lucha de clases está legitimada” pero esa lucha debe ser la confraternización de las clases que sean de la misma “raza”, “nación”, etc. etc.! ¡¡Esto aunque los obreros ecuatorianos (por poner un ejemplo de cientos) tengan el mismo interés que los españoles en que aumenten sus salarios, lo cuál sólo puede significar reducción de las ganancias de los capitalistas!!

En lugar de lucha de clases, colaboración de los obreros españoles con “sus” capitalistas para aumentar el beneficio de éstos últimos esquilmando de todas las maneras posibles, ninguneando y ejerciendo la violencia terroristas contra los trabajadores que provienen de otros países. ¿Quién no entiende los conceptos? ¿Acaso es posible que los obreros españoles tengan intereses iguales a los capitalistas españoles? Sobre esto recaeremos un poco más adelante.

Fijémonos ahora, más detenidamente, en lo siguiente: a Hogar Social no le gusta el término proletariado; lo sustituye por la imprecisión “clase trabajadora”. ¿No vemos aquí la teoría del “precarieado” de Podemos?

Nosotros, en nuestro último artículo, “La terciarización y las tareas del Partido” (28 de abril de 2017), hemos definido coherentemente los términos:

Corresponde a los marxistas-leninistas aclarar la definición de proletariado, ya que hemos dejado claro su papel de clase revolucionaria de vanguardia (que guía a las demás clases que luchan en determinados momentos contra la burguesía, aunque le pese al trotskismo y al kautskismo [6]) y que este rol es exclusivo del proletariado (aunque le pese al maoísmo y a ciertas corrientes anarquistas).

Marx definía al proletariado como...

... esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta o incrementa el capital.” (Karl Marx y Friedrich Engels; “Manifiesto Comunista”, 1848).

Es decir, el proletariado:

-Carece de medios de producción y su única propiedad para poner en marcha la producción es su fuerza de trabajo, que vende al capitalista para poder usarla (haciéndolo este último como dueño de esa mercancía fuerza de trabajo).

-Si engrosa el capital, debe dedicarse a la producción de valor, es decir, en la sociedad actual, a la producción de mercancías. Esto lo sitúa en la industria y sectores afines como la construcción.

De esta manera el sector servicios no “posee” proletarios como tales entre sus filas, éstos están en tan sólo una parte del sector primario o agrario (los jornaleros o “proletariado agrícola” y demás asalariados del campo que componen esa clase) y en todo el sector secundario o industrial” (P.C.T.E., “La terciarización y las tareas del Partido”, 28 de abril de 2017, pp. 18-19).


Como también demostramos en ese artículo, sólo el proletariado es la clase capaz de liderar el movimiento revolucionario. Este movimiento se niega de dos maneras para los teóricos burgueses o para los fascistas: o bien creyendo que los asalariados en general podrán liderarlo, sin hablar de las contradicciones en su seno, entre “semiburgueses” (empleados de banco, etc.) y “semiproletarios” (barrenderos, limpiadoras, etc.); o bien hablando de la paz de clases.

Hogar Social habla de ambas cosas. No se entiende (ni les interesa entender) que esas fracciones, “polarizadas” de la “clase media” siguen el discurrir general de la lucha entre los extremos; el proletariado y la burguesía. Estos extremos sólo se tocan (siguiendo el curioso dicho popular) en tanto que sin burgueses no habría proletarios ni viceversa; es decir, que sin explotadores no hay explotados. Esta contradicción acaba tan pronto como la parte progresiva del binomio (el proletariado) acaba con la parte reaccionaria del mismo (la burguesía).

¿Cuál es el problema de hablar de “clase trabajadora” en general? Que sólo se está hablando de asalariados, sin ir más allá. ¿Podrán los semiburgueses liderar una revolución? ¿Querrán sacrificar su posición como capataces del capital? No, mientras sigan viviendo como tales. Otra cosa es que alguno de sus sectores padezca un recorte de plantilla y los expulsados se vean obligados a vender su fuerza de trabajo como proletarios o semiproletarios.

Permitámonos volver al tema de la cacareada paz de clases, que une a socialpacifistas como Podemos y a fascistas como Hogar Social en el terreno social (aunque obviamente existan discrepancias entre ambas corrientes, como manifestaciones de las formas diversas de dictadura del capital: la parlamentaria y la fascista, respectivamente).

¿Puede haber paz de clases? ¿Puede haber igualdad entre el explotador y el explotado?

No. No puede existir tal cosa mientras sigan siendo como tales; uno explotador y el otro explotado. Sólo la destrucción de la explotación puede traer igualdad alguna. Tampoco, obviamente, puede haber paz de clases. Esto se debe a que el modo de vida de las dos clases fundamentales en que la sociedad se va polarizando más y más es antagónico.

Marx y Engels nos enseñaban que los intereses de estas dos grandes clases, el proletariado y la burguesía, se excluyen mutuamente. Tomemos por ejemplo una disputa sindical. ¿Qué interesa a los obreros? El aumento del salario, ya que con ello su calidad de vida mejoraría. ¿Y a la burguesía? Que este aumento no tenga lugar; que el salario siga representando una parte relativamente reducida del producto total: que la plusvalía sea voluminosa. He aquí la razón del conflicto; si una clase triunfa, la otra es derrotada. Si triunfan los intereses de una, la otra es perjudicada.

En efecto, Marx y Engels probaron científicamente en su vasta obra que la riqueza de los capitalistas aumenta en razón directa a la miseria de los proletarios. En esta situación, la única garantía de que se corte de raíz el padecimiento de la mayoría de la población, los trabajadores, es que el capitalista deje de ser tal: que se le confisquen los medios de producción y se pongan al servicio de la sociedad.

Además, el capitalista se ha convertido en un escollo al progreso científico y técnico, supeditado a sus ganancias. Si el petróleo y la producción anárquica destruyen el planeta, ¿a quién le importa? Mientras las energías renovables no les aporten un buen pedazo de ganancia, ¡al cuerno la Tierra!

Y así podríamos seguir días y días, citando ejemplos de este antagonismo claro y cristalino.

La paz de clases es el desarrollo de la explotación sin respuesta de los explotados. Es la dictadura del capital. La condena de la mayoría trabajadora del planeta.

Hoy se habla mucho del llamado “Estado de derecho”, del “Estado de bienestar”, etc. Estas son incongruencias. El Estado no es otra cosa que la dictadura de la clase dominante para oprimir a su antípoda, a su antagonista. ¿Qué es ese supuesto Estado de derecho? Lenin nos lo definía así:

El sistema de las relaciones internacionales –dice Lenin– es actualmente tal, que uno de los Estados de Europa, Alemania, se ve avasallado por los Estados vencedores. Por otra parte, diversos Estados, por cierto los más antiguos del Occidente, se hallan, gracias a la victoria, en condiciones de poder aprovechar esa misma victoria para hacer a sus clases oprimidas una serie de concesiones, que, si bien son insignificantes, retardan el movimiento revolucionario en estos países, creando una apariencia de 'paz social'. (Vladimir Lenin; Obras completas en ruso, 4ª edición (1940-1950), t. XVII, p. 415, en Iósif Stalin; “La revolución de octubre y la táctica de los comunistas rusos”, 1924, “Cuestiones del Leninismo”, p. 135, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1947).

Esa situación de paz social engendra períodos en los que parece que el Estado flota por encima de las clases. Pero nada más lejos de la realidad:

[…] Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida...” No sólo el Estado antiguo y el Estado feudal fueron órganos de explotación de los esclavos y de los siervos. También “el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por excepción, hay períodos en que las clases en lucha están tan equilibradas que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra...” Así ocurrió con la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, con el bonapartismo del Primero y del Segundo Imperio en Francia y con Bismarck en Alemania.” (Vladimir Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).

El propio desarrollo de las contradicciones internas de determinado modo de producción acaban con esa apariencia. Esto ha sido la crisis de 2008, por ejemplo, como lo fueron en su momento la crisis de 1995, la de 1982, 1973, etc...

¿A qué se debió la “generalización” del “Estado del bienestar” en Europa, Japón y Norteamérica? Al ingreso de capital del Plan Marshall y a la dominación financiera sobre el resto del globo, en reducidas cuentas. Y ese “bienestar”, que se sigue basando en la explotación del trabajo por el capital, es efímero: el propio modo de producción capitalista firma su sentencia de muerte.

Por ello, no pueden parecernos más que meritorias de lástima las disquisiciones de los politicastros burgueses acerca de “recuperar” el “Estado del bienestar”, o que “éste ha sido usurpado por una casta de políticos maleantes”. Esto es, sencillamente, no atender al carácter de clase de ese Estado, que siempre ha legitimado la explotación de los trabajadores en su ley, adornándola con un reconocimiento de derechos que entra en contradicción con esa primera ley, la cuál prima ante las demás dado el carácter burgués del Estado “de derecho”. En las crisis, aquélla primera ley “se come” a las “leyes populares” que la ornamentan, desnudando a la dictadura del capital tal y como es, quitándole esa mala máscara tras la que pretendía esconderse; máscara cosida con la explotación brutal de los trabajadores de las neocolonias.

La crisis es mundial. Con ello, la revolución puede surgir en todos los países donde el nivel de vida baje drásticamente y existan fuertes organizaciones marxistas-leninistas que guíen políticamente a las vastas organizaciones de masas. La primera condición se cumple. Estamos “a la caza” de la segunda condición.

Stalin decía (en “Fundamentos del Leninismo”, 1924) que el sistema imperialista, al contrario que el viejo capitalismo ascensional del siglo XIX, requería tomar la situación en cada país como una situación del conjunto imperialista. Esto se debe a que en el imperialismo los países quedan atados unos con otros por las cadenas del capital financiero, y la revolución es posible en todo país en que se den las condiciones citadas, siempre y cuando “el sistema en su conjunto esté maduro por lo general para la revolución”. Y qué duda cabe que en las condiciones de miseria, guerra, empobrecimiento, etc. esto es una realidad.



2. “Somos socialistas”


Así, Melisa pone como ejemplo de "estado socialista" a la República Social Italiana de Mussolini; alaba la "acción social" de Millán Astray; el pensamiento de Ramiro de Ledesma, que bautiza a su grupo en Madrid, y, lo más peligroso de todo, dice lo siguiente del régimen nazi y el holocausto judío: ‘Los nazis hicieron cosas buenas y cosas malas. Como todos. Pero este no es un tema del que se pueda debatir libremente. Si lo debates, incluso con total honestidad, vas a la cárcel. En Alemania ha ido gente a la cárcel por cuestionar los crematorios de Auschwitz con datos científicos’, dice Melisa, así, de primeras.” (Público, “Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de Amanecer Dorado que de Le Pen’”, 23 de febrero de 2017).


¿Socialismo un régimen donde campan a sus anchas los capitalistas y oprimen a los trabajadores del país y del extranjero? Una broma de mal gusto.

Antes veíamos que hay situaciones de dominio respecto al extranjero, financiero o militar, que ocasionan la posibilidad de que el capitalismo dé unas migajas de sus superbeneficios a una capa superior de obreros, a cuya totalidad sigue explotando como antes. Este fue el caso de Italia desde 1935.

La economía fascista pasó por varias etapas antes de esto. Primero, el fascismo, que se había puesto la careta de socialismo, se valió de los dogmas de la II Internacional para excusar, como hiciese Mao Zedong, por ejemplo, la “necesidad” de desarrollar el capitalismo antes de pasar a una “etapa superior”; o como hiciese Trotsky: “la revolución en países poco desarrollados debe esperar mientras no ocurra en los que tienen más desarrollo capitalista”. Se creía, a fin de cuentas, que otorgando plenos poderes a la burguesía (en el propio país o en los circundantes) se podía superar la contradicción entre explotadores y explotados. Nada más lejos de la realidad.

Después, el fascismo burocratizó aún más el Estado burgués (“corporativismo”) y encabezó una serie de medidas en pro de los monopolios capitalistas, como su serie de medidas en el campo (la “batalla por la cosecha”), que reforzaron la propiedad latifundista y arruinaron a los pequeños productores.

Mientras, el Estado se iba endeudando hasta las trancas al gastar en “seguridad social”, obras de infraestructura, etc.. En 1922 la deuda ascendía a 93 millones de liras. En 1934 se llevó a 146 millones de liras. Y en 1943 llegó a la friolera de 405 millones de liras [7]. Esto, ovbiamente, resultó en una gran depresión económica (exclusivas del capitalismo). Para “salir de la miseria” el fascismo, como hemos comentado antes, invadió países extranjeros desde 1935 para costearse un sistema keynesiano, deficitario,

Ya que la península italiana se encontraba sólo marginalmente industrializada, argumentaba Olivetti [8], era totalmente surrealista imaginar que la clase obrera italiana podría tener los efectivos necesarios o la conciencia necesaria para hacer la revolución” (A. James Gregor, “Italian fascism and developmental dictatorship”, Princeton University Press, 1979, p. 55).

Stalin ya refutó esta falacia de la que se servían los reaccionarios:

Los oportunistas de la II Internacional tienen varios dogmas teóricos, de los cuales arrancan siempre. He aquí algunos de ellos. Primer dogma: sobre las condiciones de la toma del Poder por el proletariado. Los oportunistas afirman que el proletariado no puede ni debe tomar el Poder si no constituye la mayoría dentro del país. No se aduce ninguna prueba, pues no hay forma de justificar, ni teórica ni prácticamente, esta absurda tesis. Admitamos que sea así, contesta Lenin a los señores de la II Internacional. Pero, si se produce una situación histórica (guerra, crisis agraria, etc.), en la cual el proletariado, siendo una minoría de la población, tiene la posibilidad de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría de las masas trabajadoras, ¿por qué no ha de tomar el Poder? ¿Por qué el proletariado no ha de aprovechar una situación internacional e interior favorable, para romper el frente del capital y acelerar el desenlace general? ¿Acaso no dijo ya Marx, en la década del 50 del siglo pasado, que la revolución proletaria en Alemania podría marchar "magníficamente" si fuera posible apoyarla, digámoslo así, con una "segunda edición de la guerra campesina"? ¿No sabe, acaso, todo el mundo que en Alemania había en aquel entonces relativamente menos proletarios que, por ejemplo, en Rusia en 1917? ¿Acaso la experiencia de la revolución proletaria rusa no ha puesto de manifiesto que este dogma predilecto de los héroes de la II Internacional no tiene la menor significación vital para el proletariado? ¿Acaso no es evidente que la experiencia de la lucha revolucionaria de las masas rebate y deshace ese dogma caduco?” (Iósif Stalin; “Los fundamentos del leninismo”, 1924).

Los fascistas italianos utilizaron esa excusa que hemos refutado para justificar una élite “revolucionaria” que obrase por las masas. Esto para el socialismo es verdaderamente inaceptable, pues, como decía Lenin en “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, 1921:

La relación entre jefes, partido, clase y masas, y, al mismo tiempo, la de la dictadura del proletariado y su partido con respecto a los sindicatos, se presenta actualmente entre nosotros en la forma concreta siguiente: la dictadura la lleva a cabo el proletariado organizado en Soviets, dirigido por el Partido Comunista bolchevique, que, según los datos del último Congreso (abril de 1920), cuenta con 611.000 miembros. […] Se obtiene, en conjunto, un aparato proletario, formalmente no comunista, flexible y relativamente amplio, potentísimo, por medio del cual el Partido está estrechamente vinculado a la clase y a la masa y por medio del cual se lleva a cabo la dictadura de clase, bajo la dirección del Partido. Nos hubiera sido naturalmente imposible, no ya dos años, ni siquiera dos meses gobernar el país y sostener la dictadura, sin la más estrecha unión con los sindicatos, sin su apoyo entusiasta, sin su colaboración abnegada, no sólo en el terreno de la construcción económica, sino también en el militar. Se comprende que esta estrecha unión significa, en la práctica, una labor de propaganda, de agitación complejísima y variada, oportunas y frecuentes conferencias, no sólo con los dirigentes, sino con los militantes que, en general, tienen influencia en los sindicatos, una lucha decidida contra los mencheviques, que han conservado hasta hoy cierto número de partidarios –muy pequeño en verdad–, a los que inician en todas las malas artes de la contrarrevolución, que, empezando por la defensa ideológica de la democracia (burguesa) y pasando por la prédica de la "independencia" de los sindicatos (independencia. . . ¡del Poder gubernamental proletario!), llegan hasta el sabotaje de la disciplina proletaria, etc., etc. Reconocemos que para el mantenimiento del contacto con las "masas" son insuficientes los sindicatos. En el curso de la revolución se ha creado en Rusia una práctica que procuramos por todos los medios mantener, desarrollar, extender: las conferencias de obreros y campesinos sin partido, que nos permiten observar el estado de espíritu de las masas, acercarnos a ellas, responder a sus anhelos, elevar a los puestos gubernamentales a sus mejores elementos, etc. Por un decreto reciente sobre la organización del Comisariado del Pueblo de Control del Estado, que se convierte en "Inspección Obrera y Campesina", se concede a estas conferencias sin partido el derecho a elegir miembros del Control del Estado encargados de las funciones más diversas de revisión, etc.” (Vladimir Lenin, op. cit.)

Y prosigue:

Naturalmente, toda la labor del Partido se realiza, además, a través de los Soviets, que unifican a las masas trabajadoras, sin distinción de oficios. Los congresos de distrito de los Soviets representan una institución democrática, como jamás se ha visto en las mejores repúblicas democráticas del mundo burgués, y por medio de estos congresos (cuya labor sigue el Partido con toda la atención posible), así como por la designación constante de los obreros más conscientes para los cargos en las poblaciones rurales, el proletariado desempeña su función directora con respecto a la clase campesina, se realiza la dictadura del proletariado de las ciudades, la lucha sistemática contra los campesinos ricos, burgueses, explotadores y especuladores, etc. Tal es el mecanismo general del Poder estatal proletario examinado "desde arriba", desde el punto de vista de la realización práctica de la dictadura.” (ídem.)


De nuevo Stalin completaría la definición:

Esto no significa, naturalmente, que el Partido pueda o deba sustituir a los sindicatos, a los Soviets y a las demás organizaciones de masas. El Partido ejerce la dictadura del proletariado, pero no la ejerce directamente, sino con la ayuda de los sindicatos, a través de los Soviets y de sus ramificaciones. Sin estas "correas de transmisión", sería imposible una dictadura más o menos estable. […] ¿Qué significa esto? Significa, en primer lugar, que el Partido debe estar muy atento a la voz de las masas; que debe tener muy en cuenta el instinto revolucionario de las masas; que debe estudiar la experiencia de la lucha de las masas, comprobando a través de ella si su política es acertada; que, por tanto, no sólo debe enseñar a las masas, sino también aprender de ellas. Significa, en segundo lugar, que el Partido debe conquistar, día tras día, la confianza de las masas proletarias; que, mediante su política y su labor, debe ganarse el apoyo de las masas; que no debe ordenar, sino ante todo persuadir, ayudando a las masas a convencerse por propia experiencia de lo acertado de la política seguida por el Partido; que, por tanto, debe ser el dirigente, el jefe y el maestro de su clase.” (Iósif Stalin, “En torno a las cuestiones del leninismo”, 1926).

Nada que ver con el fascismo:

Las atrasadas condiciones económicas de la nación dejaron a la mayoría de la población productiva en niveles de conciencia primitivos. Dadas las circunstancias, sólo una élite intelectual organizada, pertrechada con una clara visión y una impecable conciencia teorética, podría asumir la obligación histórica de ingeniar la revolución socialista” (A. James Gregor, “Italian fascism and developmental dictatorship”, Princeton University Press, 1979, p. 56).

Aquí vemos un proceso radicalmente diferente reflejado. Por un lado, la revolución socialista, donde sólo las masas una vez concienciadas por la labor del Partido en sus organizaciones puede llevar a cabo la revolución socialista gracias a la participación del Partido en esas grandes organizaciones de masas (transformadas en organizaciones del Estado en la revolución y después de ésta, durante la dictadura del proletariado, como explican Marx y Engels en el caso de la Comuna y como Lenin y Stalin reflejan en tanto a los Sóviets). Por otro lado, tenemos el “golpe de Estado”, maquinado a espaldas de las masas para cambiar el poder de manos, sin nada más, dejándolo intacto como organismo divorciado de las amplias masas trabajadoras. Aquí tenemos a los procesos revisionistas y a los fascistas en un mismo plano táctico y organizativo.

Volvamos a la cita del artículo-entrevista de Hogar Social con el periódico digital “Público”. ¿Qué es eso de “cuestionar Auschwitz con datos científicos”? ¿Se refiere a datos como que Himmler ordenó destruir pruebas de ejecuciones en masa? ¿O su alusión a exterminar judíos en su discurso de Posen? ¡La evidencia es copiosa!

Como caso más paradigmático del poderío de esos “argumentos científicos de peso”, citaremos a Jean Claude Pressac. Pressac era un antisemita francés que viajó a Polonia en la década de 1980 para “probar” que las cámaras de gas de Auschwitz no tenían fines homicidas.

Conforme iba estudiando la documentación original del campo, cambió radicalmente de parecer, y redactó dos libros exponiendo los auténticos fines asesinos de esos campos. Uno de ellos puede ser localizado en este enlace.


Pero el presente apartado nos lleva a un tema candente: la afirmación de los liberales de que “el comunismo y el nazismo son iguales”. ¿En qué se “fundamentan” estas opiniones? Obviamente, en la propaganda anticomunista, cuyo único fin es preservar el régimen de explotación de los trabajadores. Pero ahondemos en las mentiras que se difunden más comúnmente en torno a la cuestión. Podemos dividirlas en los siguientes apartados:

- “Totalitarismo”
      ·Partido único
      ·La cuestión de la libertad política
      ·Culto a la personalidad
- “Imperialismo”
      ·La URSS de Stalin “invadía” países
- “Regímenes asesinos-genocidas”
      ·El “holodomor” de 1931
      ·El “gran terror”
      ·La deportación de naciones

Nos permitiremos brevemente desmontar toda esta parafernalia anticomunista.

En primer lugar, en relación al régimen de partido único, los anticomunistas han querido indicar el supuesto signo de igualdad que existe entre el socialismo y el fascismo dado que sólo hay un partido legal. Pero existen diferencias fundamentales: en el fascismo existe un partido cuando las clases sociales diferentes siguen existiendo y reproduciéndose, y en el socialismo existe sólo un partido para asegurar el tránsito a la sociedad sin clases y una vez construida esta, para representarla. Oigamos a Stalin:

En cuanto a la libertad para los diferentes partidos políticos, nosotros mantenemos una opinión un tanto diferente. Un partido es una parte de una clase, su parte de vanguardia. Varios partidos y, por consecuencia, la libertad de partidos, sólo pueden existir en una sociedad en la que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e irreconciliables; en una sociedad donde, por ejemplo, hay capitalistas y obreros, terratenientes y campesinos, kulaks [9] y campesinos pobres, etc. Pero en la Unión Soviética ya no hay clases como los capitalistas, los terratenientes, los kulaks, etc. En la Unión Soviética no hay más que dos clases: los obreros y los campesinos, cuyos intereses, lejos de ser hostiles, son, por el contrario, afines. Por lo tanto, en la Unión Soviética no hay base para la existencia de varios partidos y, por consiguiente, para la libertad de esos partidos. En la Unión Soviética sólo hay base para un solo partido: el partido comunista. En la Unión Soviética sólo puede existir un partido, el partido comunista, que defiende valientemente y con toda consecuencia los intereses de los obreros y los campesinos. Y que no defiende mal los intereses de estas clases es un hecho que no puede ponerse en duda.” (Iósif Stalin; “Sobre el proyecto de Constitución de la URSS”, 1936).

Hablar de democracia, que es, a fin de cuentas, hablar de una forma de poder (y este es siempre una dictadura, pues sino no se comprendería su uso de la violencia: la existencia de ejército, policía, etc.). ¿Y quién tiene el poder? Quien posea los medios de producción, ya que con ello no sólo controlará la producción, sino también la distribución, condicionando a todo el país, a toda la sociedad.

Se habla de democracia. Pero ¿qué es la democracia? La democracia en los países capitalistas, en los que existen clases antagónicas, no es, en última instancia, más que democracia para los fuertes, para la minoría poseedora. La democracia en la Unión Soviética es, por el contrario, democracia para los trabajadores, es decir, democracia para todos. Pero de aquí se deduce que los principios de la democracia no los viola el proyecto de la nueva Constitución de la Unión Soviética, sino que los violan las constituciones burguesas. Por eso creo que la Constitución de la Unión Soviética es la única Constitución del mundo consecuentemente democrática.” (Iósif Stalin; “Sobre el proyecto de Constitución de la URSS”, 1936).


Y por mucho que, sobre el papel, las constituciones burguesas se deshagan “en pro de los trabajadores”, el hecho es que en tanto que reconozcan el derecho a la propiedad privada sobre los medios de producción, estarán reconociendo esa democracia para los fuertes, para la minoría poseedora: para los monopolios capitalistas.

Además, no es baladí señalar que el partido único del fascismo es un partido burgués, que se propone mantener el régimen de propiedad privada sobre los medios de producción, mientras que el partido único del socialismo es el partido proletario, que se propone abolir la esclavitud asalariada, germen de todos los males que aquejan a la sociedad actual, capitalista.

Pero es aquí donde debemos señalar la mayor de las diferencias: el régimen del Estado. Como hemos visto, el fascismo es “la dictadura del partido”, en el sentido propio de la palabra (ejercicio de la violencia), mientras que en el socialismo el partido sólo puede influir en las organizaciones de masas, que son las que, como nuevos organismos del Estado proletario, ejercen su dictadura contra los explotadores derrocados, para aniquilarlos como clase.

Por un lado, parlamento monopartidista: burocracia situada por encima del pueblo, inamovible (¡en mayor grado que en el parlamentarismo demócrata-burgués!), etc.

Por otro lado, tenemos el Poder Soviético: poder de las organizaciones de las masas trabajadoras, cuyos delegados no sobrepasan el salario medio de un obrero medio y son amovilizables en cualquier momento por quienes los han elegido, ante los que son responsables en todo momento.

La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo. En vez de decidir una vez cada tres o cada seis años qué miembros de la clase dominante han de representar y aplastar al pueblo en el parlamento, el sufragio universal debía servir al pueblo, organizado en comunas, de igual modo que el sufragio individual sirve a los patronos para encontrar obreros, inspectores y contables con destino a sus empresas”. (Karl Marx; “La guerra civil en Francia”, 1871).

Lenin completaría la definición de Marx:

La Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa por instituciones en las que la libertad de crítica y de examen no degenera en engaño, pues aquí los parlamentarios tienen que trabajar ellos mismos, tienen que ejecutar ellos mismos sus leyes, tienen que comprobar ellos mismos los resultados, tienen que responder directamente ante sus electores. Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados. Sin instituciones representativas no puede concebirse la democracia, ni aun la democracia proletaria; sin parlamentarismo, sí puede y debe concebirse, si la crítica de la sociedad burguesa no es para nosotros una frase vacua, si la aspiración de derrocar la dominación de la burguesía es en nosotros una aspiración seria y sincera y no una frase ‘electoral’ para cazar los votos de los obreros.” (Vladimir Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).

Y más adelante:

Pero todo el quid del asunto está precisamente en que esta ‘especie de parlamento’ no será un parlamento en el sentido de las instituciones parlamentarias burguesas. Todo el quid del asunto está en que esta ‘especie de parlamento’ no se limitará a ‘establecer el régimen de trabajo y a fiscalizar la administración del aparato burocrático’, como se figura Kautsky [10], cuyo pensamiento no se sale del marco del parlamentarismo burgués. En la sociedad socialista, esta ‘especie de parlamento’ de diputados obreros tendrá como misión, naturalmente, ‘establecer el régimen de trabajo y fiscalizar la administración’ del ‘aparato’, pero este aparato no será un aparato ‘burocrático’. Los obreros, después de conquistar el poder político, destruirán el viejo aparato burocrático, lo desmontarán hasta en sus cimientos, no dejarán de el piedra sobre piedra, lo sustituirán por otro nuevo, formado por los mismos obreros y empleados, contra cuya transformación en burócratas serán tomadas inmediatamente las medidas analizadas con todo detalle por Marx y Engels: 1) No sólo elegibilidad, sino amovilidad en todo momento; 2) sueldo no superior al salario de un obrero; 3) se pasará inmediatamente a que todos desempeñen funciones de control y de inspección, a que todos sean ‘burócratas’ durante algún tiempo [11], para que, de este modo, nadie pueda convertirse en ‘burócrata’ [esta vez en el sentido propio del término – Nota nuestra]” (Vladimir Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).

Todo esto nos lleva a la siguiente cuestión: la de la libertad política. Se dice que tanto el socialismo como el fascismo son regímenes totalitarios porque no permiten la oposición política. Esto es una abstracción de la realidad. ¿Se han preguntado a quiénes anula cada régimen como fuerza política? En el caso del fascismo, se anulan a las fuerzas progresivas; no sólo al partido comunista, sino también a los socialdemócratas, liberales “radicales”, etc. En el socialismo se anula a las fuerzas contrarrevolucionarias; a la burguesía en todas sus fracciones (pues la pequeña burguesía empobrecida tiene como representante, como el proletariado, al partido comunista).

Cabe señalar otra cosa en este aspecto: ¿acaso la “democracia” burguesa, democracia para una minoría explotadora, no comienza a reducir y asfixiar los ya de por sí estrechos márgenes de “libertad” -libertad sobre el papel- desde el mismo momento en que se ve capacitada para ello? ¿Qué es y cómo se explica entonces la “ley mordaza” de España, por ejemplo?

Tratemos a continuación el tema del culto a la personalidad. Aquí se debe tener en cuenta, fundamentalmente, si el culto es auspiciado por aquél al que se le hace o si se hace en contra de su voluntad. Hitler, como Mao Zedong o Kim Il Sung, o como Mussolini, nunca jamás se opusieron al culto a la personalidad. Más bien dejaron que se desarrollase. No se puede decir lo mismo de Stalin y Hoxha. Veamos, cronológicamente, las citas de Stalin en contra del culto a la personalidad:

Junio de 1926: "Debo decir sinceramente, camaradas, que no me merezco ni la mitad de las cosas lisonjeras que se han dicho aquí sobre mí. Soy, al parecer, un héroe de la Revolución de Octubre, el líder del Partido Comunista Soviético, el líder del Comunismo Internacional, un caballero-guerrero legendario y todo lo demás. Esto es absurdo, camaradas, y la exageración completamente innecesaria. Este es el tipo de cosas que por lo general se dicen en el funeral de un revolucionario difunto. Pero no tengo ninguna intención de morirme todavía. En realidad yo era, y continúo siendo, uno de los aprendices de los obreros especializados de los talleres del ferrocarril de Tiflis" (J. V. Stalin: Obras, Volumen 8; Moscú; 1954; p. 182).
 
Octubre de 1927: "¿Y quién es Stalin? Stalin es sólo una figura menor" (J. V. Stalin: Obras. Volumen 10; Moscú; Moscú; 1954; p. 177).
 
Diciembre de 1929: "Vuestras felicitaciones y saludos únicamente los merece el gran Partido de la clase obrera que me dio a luz y me crió a su propia imagen y semejanza. Y solamente porque los merece nuestro glorioso Partido Leninista, me atrevo a daros mi agradecimiento como bolchevique" (J. V. Stalin: Obras, Volumen 12; Moscú; 1955; p. 146).
 
Abril de 1930: " Hay quienes piensan que el artículo 'El Vértigo del Éxito' fue resultado de la iniciativa personal de Stalin. Esto, desde luego, es absurdo. No es de recibo que la iniciativa personal en un asunto como éste sea tomada por una persona sola, quien quiera que sea, puesto que tenemos un Comité Central" (J. V. Stalin: Obras, ibíd.; p. 218).
 
Agosto de 1930: "Me habláis de vuestra 'devoción' hacia mí... Os aconsejaría que desechárais el 'principio' de la devoción a las personas. Ése no es el camino bolchevique. Sed únicamente devotos de la clase obrera, de su Partido, de su estado. Esta es una cosa buena y útil. Pero no la confundáis con la devoción a las personas, esa fruslería vana e inútil propia de intelectuales de escasa voluntad". (J. V. Stalin: Obras, Volumen 13; Moscú; 1955; p. 20).
 
Diciembre de 1931: "En cuanto a mí, soy solamente un discípulo de Lenin, y el objetivo de mi vida es ser un discípulo digno de él... El marxismo no niega por completo el papel desempeñado por individuos excepcionales o que la historia esté hecha por las personas. Pero... las grandes personas sólo pueden hacer cosas valiosas en la medida en que son capaces de entender correctamente las condiciones reales, de entender cómo cambiarlas. Si no logran entender estas condiciones y pretenden cambiarlas según los impulsos de su imaginación, se encontrarán en la situación de Don Quijote. Las personas individuales no pueden decidir. Las decisiones de los individuos son siempre, o casi siempre, decisiones unilaterales.... En cada grupo colectivo, hay personas con cuya opinión debe contarse... A partir de la experiencia de tres revoluciones, sabemos que de cada 100 decisiones tomadas por personas individuales sin ser puestas a prueba y corregidas colectivamente, aproximadamente 90 son unilaterales. Nunca, bajo ninguna circunstancia, nuestros trabajadores podrán tolerar que el poder se concentre en las manos de una persona. Con nosotros, los personajes de mayor autoridad se reducen a la inexistencia, se convierten en meras cifras, en cuanto las masas de los trabajadores pierden la confianza en ellos". (J.V. Stalin: ibíd.; p. 107-08, 109, 113).
 
Febrero de 1933: "He recibido su carta concediéndome su segunda Orden como recompensa por mi trabajo. Le agradezco mucho sus cálidas palabras y su regalo de camaradería. Sé de lo que usted se está privando para hacerme este favor y aprecio sus sentimientos. Sin embargo, no puedo aceptar su segunda Orden. No puedo y no debo aceptarla, no sólo porque únicamente puede pertenecerle a usted, pues usted solo se la ha ganado, sino también porque yo ya he sido ampliamente recompensado por el aprecio y el respeto de mis compañeros y, por consiguiente, no tengo ningún derecho a robarle a usted. Las Órdenes fueron instituidas no para los que ya son conocidos, sino principalmente para la gente heroica que es poco conocida y que merece darse a conocer a todos. Además, debo decirle que ya tengo dos Órdenes. Esto es más de lo que uno necesita, se lo aseguro" (J. V. Stalin: ibíd.; p. 241).
 
Mayo de 1933: Robins a Stalin: “Considero un gran honor tener la oportunidad de hacerle una visita”. Stalin a Robins: “No hay nada particular en eso. Usted exagera”. Robins a Stalin: “Lo que me parece más interesante es que en todas partes de Rusia he encontrado los nombres Lenin-Stalin, Lenin-Stalin, Lenin-Stalin, siempre juntos”. Stalin a Robins: “Eso también es una exageración. ¿Cómo se me puede comparar con Lenin?” (J. V. Stalin: ibíd.; p. 267)
 
Febrero de 1938: "Estoy absolutamente en contra de la publicación de las Historias de la Niñez de Stalin. El libro abunda en una masa de inexactitudes de hecho, de alteraciones, de exageraciones y de alabanzas inmerecidas. Pero... lo importante reside en el hecho de que el libro muestra una tendencia a grabar en las mentes de los niños soviéticos (y de la gente en general) el culto a la personalidad de los líderes, de los héroes infalibles. Esto es peligroso y perjudicial. La teoría de los héroes y la 'multitud' no es bolchevique, sino una teoría social-revolucionaria (esto es, anarquista). Sugiero que quememos ese libro" (J. V. Stalin: ibíd.; p. 327).” (Bill Bland, “Stalin y el culto a la personalidad, ¿qué hay de cierto?”, 1991)

Vemos que la oposición de Stalin al culto a la personalidad era muy decidida y apasionada.

Enver Hoxha, por su parte, mostró aprender la lección de la restauración del capitalismo en la URSS, y no tenía nada bueno que decir sobre el culto a la personalidad:

El Partido del Trabajo de Albania estima que se han de reexaminar los problemas a la luz de un análisis marxista-leninista y rectificar los errores que existan. Tomemos la cuestión de la crítica a Stalin y su obra. Nuestro Partido, como partido marxista-leninista, es plenamente consciente de que el culto a la personalidad es una manifestación extraña y nociva para los partidos y para el movimiento comunista. Los partidos marxistas no sólo no deben permitir el desarrollo del culto a la personalidad, que frena la actividad de las masas, niega su papel, se opone al mismo desarrollo de la vida del partido y de las leyes que la rigen, sino que deben luchar con todas las fuerzas para arrancarlo de raíz, desde que comienza a manifestarse o cuando ya ha aparecido en algún país. Estamos enteramente de acuerdo, con que el culto a la personalidad de Stalin como manifestación perjudicial en la vida del partido, debía ser criticado a través de ese prisma. En nuestra opinión, el XX Congreso y, en particular, el informe secreto del camarada Jruschov, no plantearon la cuestión del camarada Stalin de una manera correcta y objetiva, con espíritu marxista-leninista.” (Enver Hoxha; “Discurso ante los 81 partidos comunistas en Moscú”, 1960).

Y más adelante:

Desde luego, había que superar el culto a la personalidad de Stalin, pero, acaso se puede decir, como se dijo, que Stalin ¿era el artífice mismo de ese culto a la personalidad? El culto a la personalidad debía ser superado indiscutiblemente, pero ¿era acaso necesario y justo que se llegara al extremo de que quien mencionaba el nombre de Stalin era señalado inmediatamente con el dedo y quien citaba a Stalin era mirado con malos ojos? Algunos destruyeron con rapidez y diligencia las estatuas de Stalin y cambiaron los nombres de las ciudades bautizadas con el de Stalin. Pero, ¿por qué ir tan lejos? En Bucarest, el camarada Jruschov se dirigió a los camaradas chinos diciéndoles: “Se agarran ustedes a un caballo muerto, si quieren, vengan a llevarse también sus huesos”. Todo esto lo decía refiriéndose a Stalin. El Partido del Trabajo de Albania declara solemnemente que se opone a estos actos y a estas apreciaciones sobre la obra y la persona de José Stalin. Pero, camaradas soviéticos, ¿por qué se planteó esta cuestión de tal manera y en tal forma retorcida, cuando, existía la posibilidad de que, tanto los errores de Stalìn como los de la dirección, fueran señalados debidamente y rectificados sin que se produjera aquella gran conmoción en los corazones de los comunistas del mundo entero, los cuales no llegaron a estallar sólo debido a su espíritu de disciplina y a la autoridad de la Unión Soviética?” (ídem.).

Pero entonces… ¿por qué se dio el culto a la personalidad en la etapa final de la vida de estos líderes políticos marxistas-leninistas? La respuesta es simple. Si nos fijamos con atención, los mayores promotores del culto a la personalidad serían personas que, más tarde, denunciarían mediante la calumnia, a la muerte de la personalidad determinada, un supuesto régimen de autocracia personalista de lo cuál “era testigo el culto a la personalidad que existía en aquél entonces”.

En Pravda, quienes comenzaron a tildar de “vozhd” (“führer” o “líder” en ruso) a Stalin no eran otros que Karl Radek (trotskista procesado en los juicios de Moscú por su implicación en un grupo terrorista en la URSS) y Nikita Jrushchov (el personaje a la cabeza de la “desetalinización”, o restauración del capitalismo en la URSS).

Los hechos demuestran que los exponentes más fervientes del 'culto a la personalidad' de Stalin eran revisionistas como Karl Radek [político revisionista soviético (1885-1939); declarado culpable de terorismo y traición en juicio público (1937); asesinado en prisión por un compañero (1939)], Nikita Khrushchev y Anastas Mikoyan [político revisionista soviético (1895-1978); miembro del Politburó (1935-78); Comisario del pueblo para el Comercio (1926-31), para el Suministro (1931-34), para la Industria de Alimentos (1934-38), para el Comercio Exterior (1938-49); Primer Ministro (1946-64); Presidente (1964-65)].

Roy Medvedev [historiador revisionista soviético (1925-)] señala que: "la edición del 'Pravda' de enero de 1934 contenía un artículo de dos páginas escrito por Radek, con una avalancha de orgiásticos elogios hacia Stalin. Radek, antiguo trotskista que había encabezado la oposición a Stalin durante muchos años (!), ahora le llamaba 'el mejor discípulo de Lenin, el modelo del Partido Leninista, la carne de su carne, la sangre de su sangre'.... 'Es tan previsor como Lenin', etcétera, etcétera. Éste parece haber sido el primer artículo de prensa expresamente dedicado a la adulación de Stalin, y rápidamente fue reeditado como folleto con una tirada de 225.000 copias, cifra enorme para la época" (R. A. Medvedev: Que la Historia Juzgue: Orígenes y Consecuencias del Estalinismo; Londres; 1972; p. 148).

Fue Khrushchev quien introdujo el término 'Vozhd' ('Líder', correspondiente a la palabra alemana 'Führer'). En la Conferencia del Partido en Moscú en enero de 1932, Khrushchev terminó su discurso diciendo: "Los bolcheviques de Moscú, reunidos alrededor del Comité Central Leninista como nunca antes en su historia, y alrededor del 'Vozhd ' de nuestro Partido, el Camarada Stalin, marchan con alegría y seguridad hacia nuevas victorias en la batalla por el socialismo, por la revolución proletaria mundial". ('Rabochaya Moscova ', 26 de enero de 1932, citado en: L. Pistrak: El Gran Estratega: la Subida de Khrushchev al Poder; Londres; 1961; p. 159).

En la XVII Conferencia del Partido en enero de 1934, fue Khrushchev, y sólo Khrushchev, quien llamó a Stalin 'vohzd' y 'genio' (‘XVII Vsesoiuznoi Kommunisticheskoi Partii s'ezd’ (B.); p, 145, citado en: L.Pistrak: ibíd.; p. 160). En agosto de 1936, durante el juicio por traición a Lev Kamenev [político soviético trotskista (1883-1936); admitió su traición en juicio público (1936); condenado a muerte y ejecutado (1936)] y Grigory Zinoviev [político soviético trotskista (1883-1936); presidente de la Internacional Comunista (1919-26); admitió su traición en juicio público (1936); condenado a muerte y ejecutado (1936)], Khrushchev, en su cargo de Secretario del Partido en Moscú, dijo: " ¡Pigmeos miserables! ¡Ellos han levantado sus manos contra el más grande de todos los hombres... nuestro sabio 'vozhd', el Camarada Stalin!.. Usted, Camarada Stalin, ha alzado la gran bandera del marxismo-leninismo sobre el mundo entero y la ha llevado a lo más alto. Le aseguramos, Camarada Stalin, que la organización bolchevique de Moscú –fiel partidaria del Comité Central Estalinista– incrementará la vigilancia estalinista todavía más, extirpará los restos trotskistas-zinovievistas, y cerrará las filas de los Bolcheviques del Partido e independientes en torno al Comité Central Estalinista y al gran Stalin" [12] ('Pravda', 23 de agosto de 1936, citado en: L. Pistrak: ibíd; p. 162).

En el VIII Congreso de los Soviets de toda la Unión en noviembre de 1936, fue otra vez Khrushchev quien propuso que la nueva Constitución Soviética, que se presentaba al Congreso para su aprobación, se llamase la 'Constitución Estalinista', porque: "Fue escrita de principio a fin por el Camarada Stalin" (En realidad, no fue escrita por el mismo Stalin) ('Pravda', 30 de noviembre de 1936, citado en: L. Pistrak: ibíd.; p. 161). Hay que señalar que Vyacheslav Molotov [político soviético -liquidacionista, oficialista, inmovilista, seguidista...; Nota nuestra- (1890- 1986); miembro del Politburó (1926-53); Primer Ministro (1930-41); Primer Ministro de los Diputados (1941-57); Ministro de Asuntos Exteriores (1939-49, 1953-56); Embajador en Mongolia (1957-60)], entonces Primer Ministro, y Andrey Zhdanov [político soviético marxista-leninista (1896-1948); miembro del Politburó (1935-48)], entonces Secretario del Partido en Leningrado, no mencionaron ningún papel especial de Stalin en la redacción de la Constitución. En el mismo discurso Khrushchev acuñó el término 'estalinismo': "Nuestra Constitución es el Marxismo-Leninismo-Estalinismo que ha conquistado una sexta parte del globo" (Ibíd). El discurso de Khrushchev en Moscú ante una audiencia de 200.000 personas, en el momento del juicio por traición a Grigori Pyatakov [político soviético trotskista (1890-1937); Comisario Asistente del Pueblo para la Industria Pesada (1931-37); admitió su traición en juicio pública (1937); condenado a muerte y ejecutado (1937)] y Karl Radek en enero de 1937, iban en una línea similar: "Al levantar sus manos contra el Camarada Stalin , las han levantado contra todo lo mejor que la humanidad posee. Pues Stalin es la esperanza; es la expectativa; es el faro que dirige a toda la humanidad progresista. ¡Stalin es nuestra bandera! ¡Stalin es nuestra voluntad! ¡Stalin es nuestra victoria!" ('Pravda', 31 de enero de 1937), citado en: L. Pistrak: ibíd; p., 162).

Stalin fue descrito por Khrushchev en marzo de 1939 como: "Nuestro gran genio, nuestro amado Stalin" (' Visti VTsVK ', 3 de marzo de 1939, citado en: L. Pistrak: ibíd; p. 164). Y en el XVIII Congreso del Partido en marzo de 1939 como: "El mayor genio de la humanidad, maestro y 'vozhd', que nos conduce hacia el Comunismo, nuestro muy amado Stalin" (‘XVII s'ezd Vsesoiueznoi Kommunisticheskoi Partii’ (B)., p. 174, citado en: L. Pistrak: ibíd; p. 164). Y en mayo de 1945 como: "Gran Mariscal de la Victoria", ('Pravda Ukrainy', 13 de mayo de 1945, citado en: L. Pistrak: ibíd.; p. 164). Con motivo de la celebración del quincuagésimo cumpleaños de Stalin en diciembre de 1929, Anastas Mikoyan acompañó sus felicitaciones con la siguiente petición: "Que nosotros, aceptando la demanda legítima de las masas, comencemos finalmente a trabajar sobre su biografía y la hagamos disponible para el Partido y para toda la gente trabajadora de nuestro país" ('Izvestia', 21 de diciembre de 1929, citado en: L. Pistrak: ibíd; p. 164). Diez años más tarde, con motivo del sexagésimo cumpleaños de Stalin en diciembre de 1939, Mikoyan todavía defendía la publicación de la "biografía científica de Stalin"; ('Pravda', 21 de diciembre de 1939, citado en: L. Pistrak: ibíd.; p. 158). La biografía fue finalmente publicada en 1947, compilada por "G. F. Alexandrov, M. R.9 Galaktionov, V. S. Kruzhkov, M. B. Mitin, V. D. Mochalov y P. N. Pospelov". (Joseph Stalin: una Biografía Corta; Moscú; 1947).

Sin embargo, en su 'discurso secreto' al XX Congreso del PCUS de 1956, basándose en el 'culto a la personalidad' que él y sus colegas habían promovido en torno a Stalin, Khrushchev atribuyó la paternidad literaria del libro al mismo Stalin: 'Uno de los ejemplos más característicos de la auto-glorificación de Stalin y de su carencia de la modestia más elemental es la edición de su Biografía Corta... Este libro es un ejemplo de la adulación más disoluta" (Instituto Ruso, Universidad de Colombia (ed.): op. cit.; p. 69).

Esto nos demuestra que los ADULADORES se oponen así a los deseos de sus ídolos que nunca quisieron ser idolatrados en absoluto, y cuando los ídolos los rechazan, o cuando ellos mismos terminan yéndose, CULPAN a los ídolos de obligarles a adularlos durante todo ese tiempo.” (Bill Bland; “Stalin y el culto a la personalidad, ¿qué hay de cierto?”, 1991).

Lo mismo hizo Ramiz Alia (aquél que cumpliese el papel de Jrushchov pero en Albania) con el legado de Enver Hoxha, aunque de modo más sutil: poniendo en boca de Hoxha tácticas contrarias a éste, que beneficiaban los intereses de Ramiz Alia y de la restauración del capitalismo en Albania.

Ahora bien, ¿por qué se generalizó el culto a la personalidad? Porque se fue indulgente con las primeras publicaciones que hacían ese culto, no se comprendieron sus dimensiones, se le opuso sólo la opinión de aquél que padecía dicho proceso (Stalin o Hoxha), y por ello se acabó generalizando dado el rol importante que el personaje en cuestión cumplía. Y de esa generalización nació la restauración del capitalismo, en última instancia. De esto debemos aprender los marxistas-leninistas contemporáneos. Las revoluciones no triunfan a la primera, sino después de una serie de experiencias prácticas históricas.

Pasemos a la cuestión del “imperialismo”. Es sabido por todos que los nazis y los fascistas tenían cifradas en el imperialismo sus esperanzas de construcción de la economía nacional. Esto no es así con el socialismo, que es todo lo contrario a la conquista, propugnando desde siempre el derecho de las naciones a la autodeterminación.

Y he aquí que los “historiadores” pretenden contradecirnos, sacando el tema de cómo Stalin “invadió Polonia en 1939, Finlandia en 1939 y los países bálticos en la década de 1940”. ¿Qué hay de cierto en esto? No hay absolutamente nada de cierto [13].

Como decimos en nuestra declaración de principios:

Tras la invasión nazi de Polonia en 1939 (irónica pues el gobierno heredero de Pilsudski mantenía relaciones amigables con la Alemania de Hitler), el pueblo de las zonas arrebatadas a la revolución en el Tratado de Riga se movilizó de tal forma que, cuando acto seguido se canceló este acuerdo con un gobierno ya inexistente (pues los muy cobardes de los capitalistas polacos huyeron a Francia justo cuando los nazis pusieron un pie en “su patria”, trasladándose luego a Inglaterra), la U.R.S.S. ocupó sin necesidad de la violencia esos territorios antes arrebatados (y ni un palmo más) para comenzar a frenar a los nazis. Mientras el Ejército Rojo se colocaba en posiciones estratégicas para defender las grandes ciudades de la Unión Soviética de la inminente amenaza nazi, y mientras el ejército rojo se terminaba de desmovilizar de Mongolia, donde habían ayudado desinteresadamente a expulsar a los invasores japoneses, para reforzar el frente occidental, se hizo necesario un tratado de no agresión (que no colaboración) con la Alemania Nazi. Sin éste tratado, el RibbentropMolótov, la Guerra hubiese tenido un color muy diferente.

De ésta forma, quien invadió Polonia fue la Alemania nazi, por mucho que le duela a la historiografía burguesa.

El caso de Finlandia es un caso análogo. Habiendo conseguido su independencia gracias a que los bolqueviques les dejaron el derecho de autodeterminación para separarse el Ducado Finés del resto de Rusia, en 1918 estalló una Guerra Civil en Finlandia. El recién nacido Partido Comunista Finlandés tomó ante las tropas blancas del general fascista Karl Manerhein la mitad sur del actual territorio de Finlandia, llegando hasta la ciudad de Tampere, que fue establecida capital roja. Los blancos se exiliaron en el norte y, con ayuda de los mismos ejércitos imperialistas que atacaban ya la incipiente U.R.S.S., fueron arrebatando todos los territorios a los rojos hasta el punto de expulsarlos del país y ganar la guerra civil. No contentos con esto, los sabuesos de Mannerheim establecieron en su territorio bases militares de los Ejércitos imperialistas y, ante semejante presión, los bolcheviques, desbordados por todos los frentes de la Guerra Civil y con el conocimiento de que sin ganarla no podría haber construcción del socialismo ni una dictadura del proletariado estable y duradera, accedieron mediante el Tratado de Tartu a ceder territorios de Karelia a Finlandia, dejando la frontera de la entonces capital rusa, San Petersburgo (luego Leningrado), a escasos 14 kilómetros de un territorio, el finlandés, plagado de bases imperialistas. Con motivo de la Guerra Mundial, la Unión Soviética procuró por todos los medios diplomáticos posibles que Finlandia, que se había declarado neutral, retirase sus fronteras hasta donde antes del Tratado de Tartu, al menos momentáneamente, y les dejase usar un archipiélago cercano para establecer una base naval soviética. Ante la negativa constante de los capitalistas finlandeses y ante el hecho de que su “neutralidad” se tradujo en la creación de bases militares nazis en el territorio que la U.R.S.S. les pidió como avanzadilla para defenderse de la inminente invasión, la Unión Soviética no pudo mas que usar la fuerza para conseguir esos territorios, creándose tras la Guerra de Invierno (1939) la República Socialista Soviética de Karelia.” (Resolución de principios, Llamamiento a los marxistas-leninistas de España al congreso del P.C.T.E., 11 de julio de 2016).

Por último, hablemos de los “genocidios” soviéticos. Los burgueses dicen que “el nazismo es igual al comunismo porque ambos son regímenes basados en el genocidio”. Todos conocemos Auschwitz, todos conocemos las masacres étnicas de los italianos en Argelia y Albania (entre otros). Pero, ¿de qué acusan a la Unión Soviética de tiempos de Stalin? Primero, de “provocar” (!) una hambruna en las campiñas ucranianas en el curso de 1930-1932. [14]

Muchos historiadores contemporáneos han tratado este tema. ¿La conclusión? Las hambrunas se venían produciendo en Rusia a causa del clima de forma periódica desde la prehistoria. Cada dos años la economía en el campo se enfrentaba a una reducción de la producción. La colectivización frenó éste proceso para finales de la década de 1930.

El caso es que en 1932 se unieron varios factores agravantes: el boicot de los kulak a la producción koljosiana (de las granjas colectivas), quemando cultivos y destruyendo productos; la mala gestión de los órganos locales (subsanada por el propio Estado proletario), etc. La crisis no fue de la economía koljosiana, sino de la pequeña economía privada que aún subsistía en aquél entonces.

La prensa fascista pronto comenzó a utilizar pruebas falsas de una hambruna de proporciones más que exageradas de lo que fue la breve reducción de la producción agraria soviética de la época citada. Por ejemplo, utilizaron fotografías tomadas en otros países y en Rusia en la época de la Guerra Civil (1918-1921).

En segundo lugar, se acusa a la Unión Soviética del llamado “gran terror” de 1937, o como lo suelen llamar, “las purgas indiscriminadas”. Consideramos que este tema ha sido resuelto en base a los siguientes artículos, totalmente disponibles en castellano: éste y éste.

Y tercero, queda hablar sobre la “deportación de naciones”. Los grupos étnicos más perdidos de toda Rusia se habían escindido. Sus sectores más “pobres” se habían incorporado al movimiento koljosiano. Sólo permanecieron los “proto-jefes” y caciques. Y estos, en el momento en que estalló la guerra, hicieron todo lo posible por colaborar con los invasores fascistas.

De esta forma, a estos pueblos errantes se les “condenó” a permanecer en lugares fijos y se instauró un control sobre ellos para evitar acciones quintacolumnistas como las que habían estado desarrolando hasta el momento. [15]


3. “Los refugiados son criminales”


En esa misma habitación hay un cartel que señala: ‘Este refugiado fue rescatado mientra su barco se hundía en Grecia. Lo agradeció asesinando a decenas de personas en París’. Melisa cree que no es racista y que no entra dentro de un discurso de odio. ‘Dime qué parte es mentira. Dímelo’, insiste. ‘Melisa, ese mensaje criminaliza a los refugiados. Estáis criminalizando víctimas’. ‘Ese cartel no dice ni una mentira’, insiste.” (Público; “Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de Amanecer Dorado que de Le Pen’”, 24 de febrero de 2017).

Este “argumento” es la panacea de la extrema derecha no sólo en España, sino también en toda Europa. Resulta de que un refugiado asesine en el país en que se hacina después de su éxodo la misma paradoja que con los accidentes de avión. Expliquémonos.

Los accidentes de avión, como los atentados cometidos por refugiados, no son ni por asomo el suceso mayoritario en su especie (accidentes y antentados, respectivamente). Sin embargo, se les da una mayor cobertura mediática, nos los repiten más, y por ello los creemos más probables y numerosos. Y al contrario de esto, los accidentes de avión son los menos frecuentes, y los refugiados que cometen crímenes quedan en insignificante minoría si se les compara con crímenes cometidos por “nativos de pura cepa”.

La curiosidad de todo este discurso es que NUNCA se hace alusión al motivo de la emigración de esa inmensa cantidad de personas. Este motivo no es otro que la guerra imperialista, perpetrada por Rusia, EEUU, la OTAN, Turquía, etc. (mientras la “pacífica” China hace todo lo posible para normalizar relaciones comerciales, diplomáticas y financieras con las zonas en guerra y ganarse unos jugosos deudores).

Este hecho ha marcado la insufrible hipocresía de los gobiernos ante los últimos atentados islamistas en Europa. ¡Los mismos genocidas en Oriente “sienten en el alma” que la guerra que han provocado les haya rebotado a “sus” ciudadanos! La muerte sólo es buena cuando va aparejada a una invasión militar, ¿o no, señores nacionalistas?

Otra cosa de la que se habla menos es de que los mayores objetivos del grupo fascistoide ISIS-DAESH no son sino los propios habitantes de la zona en conflicto, a los que masacran en su guerra de posiciones contra el imperialismo, por ver quién gana el derecho a explotar hasta la última gota de sangre de los trabajaores y las masas de Oriente Medio.

¿Estamos pues ante una “cruzada contra los valores europeos”? Estamos ante una guerra imperialista. Y esos valores, tan “democráticos”, no son mejores que los valores del ISIS: la hegemonía explotadora sobre las masas de Oriente.

Entonces… ¿qué puede significar que Hogar Social intente hacer extensivo el caso de los asesinos tanto de orientales como de europeos, que “por una vez” matan en el viejo continente, a todos los refugiados que huyen de la guerra? ¿No es obvio que de lo que huyen esos refugiados es, también, de unos asesinos, el ISIS, que no han hecho mas que perseguirlos en su periplo? ¿A quién beneficia la estupidez de Hogar Social criminalizando a los refugiados? Es natural: beneficia a los imperialistas, pues sólo habla de un tipo de criminales, el ISIS, ¡y además lo “confunden” con las víctimas que han huído del mismo hacia Europa! ¿No será que lo que quiere Hogar Social es crear una capa de desarrapados en las fronteras europeas, fácilmente explotables, baratos para los capitalistas (que por subcontratarlos harían “política social”)? ¡Deberían preguntarle a su amigo Viktor Orban!

La única salida al terrorismo en general es la destrucción del imperialismo. Y ésta es imposible sin la revolución proletaria, esa que tanto intenta boicotear Hogar Social al enfrentarnos a los trabajadores de distinta nacionalidad, en provecho de los capitalistas… y de su “socialismo”. ¡Menudo socialismo que es exactamente igual al capitalismo, a la explotación de los trabajadores! ¿No se habrán confundido con las siglas del PSOE, que demuestran ese mismo “socialismo”?

Sin el fin de la guerra imperialista, los trabajadores de las potencias bélicas seguirán asimismo esclavizados; pues esto querrá decir que el capitalismo sigue en pie.

Hoy viene a colación nuestra resolución sobre los refugiados en nuestro I Pleno Ordinario (Abril de 2016):


Desde el M.P(m-l).E. consideramos que la crisis de los refugiados está llevando a la fascistización de Europa y Estados Unidos, al hacer aflorar la vena más chovinista de la burguesía de éstos países (pues está claro que la crisis de los refugiados en Europa repercute en las políticas de su adalid norteamericano).

Esta crisis, provocada por los conflictos imperialistas en el mundo, es uno de los productos más peculiares del desarrollo que hoy por hoy toma el imperialismo mundial, la deslocalización de empresas, las multinacionales, la división internacional del trabajo, etc... Y como tal, consideramos que la afluencia de refugiados a los países metrópoli hará que el ejército industrial de reserva se aumente, disminuyendo el salario y agudizándose las contradicciones capitalistas, entre trabajo y capital, entre países imperialistas y colonias, y entre los diferentes países imperialistas (como se ve hoy día con motivo de las diferentes políticas sobre los refugiados que llevan los países de la U.E.). La crisis de los refugiados se hace notar tanto cuando éstos entran en un país metrópoli de acogida, como cuando los hacinan en campos de concentración a las afueras de las fronteras de los mismos. Es, por tanto, una confesión que nos da la vida diaria de que el capitalismo ha llegado a un nivel de irresolución de sus contradicciones que vuelve a ponerse de manifiesto la unión de los explotados, sea cual sea su procedencia y demás, contra los explotadores en los países imperialistas y por la liberación en los países dependientes o neocolonizados.
La crisis de los refugiados se ha unido con la injerencia del Estado Islámico en Europa a base de atentados autoreconocidos. Ésta injerencia ha servido de pretexto para que los burgueses de Europa “pierdan la fe” en los refugiados, o al menos, busquen excusas para intentar atravesar el callejón sin salida en que se encuentra el capitalismo: pretenden que los refugiados no pasen de las fronteras para que no afecten al “status quo” de la aristocracia obrera europea que en la mayoría de países ya estaba comenzando a desmoronarse por su propio pie, pero sin embargo, esa táctica burguesa de evitar que entren los refugiados a su país lleva al hacinamiento entre fronteras de esta masa furiosa y hambrienta a la que tanto temen, pues puede ser una reserva muy potente de la revolución proletaria en cualquiera de los países de Europa central y del Este (donde esta crisis se concentra).
A la burguesía le interesa y no le interesa el aumento del ejército industrial de reserva en sus países de origen. Les interesa porque disminuiría el salario pero no les interesa porque agudizarían las contradicciones capitalistas que llevan a su perdición definitiva, en su propio país, cuando esta burguesía puede extraer superbeneficios de la explotación neocolonial de los pueblos.

Los atentados del ISIS parecen haberse dejado ocurrir (en el caso de Bélgica, su policía secreta conocía por otros servicios de inteligencia del mundo la intención y localización de los terroristas) para tener una excusa con motivo de afianzar la intervención en las zonas de conflicto imperialista de Oriente Medio.

La gran curiosidad es que los atentados de París, de Bélgica, etc... no fueron provocados por gente refugiada, sino por residentes y nacidos en el país en cuestión. Otros defensores de la explotación se oponen a la entrada de refugiados (para encubrir el motivo inconsciente fundamental; evitar que afecte a su statu quo de la “pacífica explotación”) poniendo el caso de una violación que supuestamente cometió un refugiado o un grupo de éstos en Alemania, lo que ocasionó grandes protestas y el resurgir del movimiento neonazi en el país. Si tomásemos en realidad las violaciones cometidas antes de llegar los refugiados con las de después, esa gentuza se daría con las estadísticas en las narices.

Para finalizar, hay quienes no se oponen a los refugiados, se solidarizan con ellos, y olvidan tanto la perspectiva de la revolución (sólo alegan en pos de “los derechos humanos”, etc... sin olvidar que cuando entren al país, la gran mayoría formará parte del ejército industrial de reserva y estarán explotados), o bien quienes dicen que “se les está tratando con preferencia una vez entran en el país”. Los argumentos para esto último son bastante pobres, ya que se basa en una abstracción de todos los casos: sólo conocen el caso entre mil de aquél que ha conseguido subsistir con un empleo de la pequeña burguesía media y olvidan a los que perecen a causa del hambre y las enfermedades o consiguen (si pueden) un empleo paupérrimo.

La revolución proletaria debe ser el objetivo estratégico fundamental de los partidos leninistas del “viejo continente”, que han de luchar por unir los esfuerzos de los explotados contra el capital y aprovechar las revueltas de los refugiados en las fronteras como reserva de la revolución proletaria en su propio país.

Desde el M.P(m-l).E condenamos la objetiva fascistización de la democracia burguesa (marcada en leyes como la de extranjería de Suiza, la ley mordaza de España, la ley sobre la entrada de refugiados de Polonia y Hungría, etc...), a la que se lleva por la agudización de las contradicciones imperialistas que tomó la forma de la guerra de Ucrania, la crisis de los refugiados y la progresiva depauperación de los trabajadores y la proletarización a la que lleva el capitalismo ineluctablemente sea cual sea su máscara.

Desde el M.P(m-l).E. nos solidarizamos con la difícil situación de los miles de refugiados en Europa y el mundo, y alzamos el puño por la única solución posible, la dictadura del proletariado.

La burguesía está en un callejón sin salida; no pude “solucionar” un problema relativo a la explotación del trabajo por el capital sin hacer que el remedio le sea más perjuicioso que la enfermedad. Tenemos un ejemplo con el caso del fascismo, el que aunque esconda (a diferencia de la democracia burguesa) la explotación capitalista con el manto del enemigo más visible de la camarilla militar gobernante, es más inestable al agudizar los males del pueblo trabajador y los medios con que éste puede defenderse y atacar al régimen burgués” (Resoluciones del I Pleno Ordinario del M.P(m-l).E., 16 y 17 de abril de 2016 [16]).




4. “Make Spain great again”


El nacionalismo españolista era un nacionalismo extremo, de carácter racista (el día nacional se llamaba el día de la raza), sumamente excluyente, que estaba basado en una visión imperial del Reino de España y con una concepción radial del estado, centrado en Madrid, la capital del Reino. España era la única nación del país y la más antigua de Europa y tenía una misión civilizadora. Otras concepciones de España eran reprimidas y eliminadas, definiéndoselas como anti España. Este nacionalismo españolista estaba intrínsecamente ligado al catolicismo clerical jerárquico español, que era parte del Estado español. No es que la Iglesia apoyara la dictadura; la Iglesia fue un componente claro de la dictadura, hecho que la jerarquía católica todavía hoy niega a pesar de la enorme evidencia de lo contrario. Los sacerdotes estaban pagados por el Estado y el dictador nombraba a sus obispos. La hipocresía de la Iglesia, negando esta realidad, alcanzaba niveles hiperbólicos.” (http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2013/12/03/el-resurgimiento-del-fascismo-en-espana/)

Y Hogar Social no iba a ser menos como para no sumarse a estas sandeces:

“‘En los españoles hay un ímpetu, un instinto guerrero que está adormilado. Hay hitos en la historia que se demuestra que el pueblo español es de una forma. Preferiría que se fortaleciese el concepto de la España guerrera y no el de la picaresca del Lazarillo de Tormes. Eso es una banalización de España y eso influye en la sociedad’, sentencia Melisa.” (Público; “Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de Amanecer Dorado que de Le Pen’, 23 de febrero de 2017).

Si ese “instinto” es de “los españoles” y no de una clase social en particular, sólo refleja unas aspiraciones imperialistas a que España sea una superpotencia que oprima a los trabajadores del mundo. Si se refiere sólo a un “cumplido”, ¿qué puede significar hacérselo a explotadores y explotados a la vez? ¿Tienen un “instinto guerrero nato” los unos y los otros? ¡Sería de los unos contra los otros, dada la insoslayable lucha de clases! Cuanto menos, hablar de ese “instinto” es intentar fundir a los explotadores y explotados españoles en una categoría homogénea, solamente para distanciar a los explotados españoles de sus camaradas explotados de otras nacionalidades (tanto dentro como fuera del país) y esto sólo repercute, de nuevo, en beneficio de los explotadores.

Con esto creemos que es suficiente.


* * *

El fascismo se está pertrechando silenciosamente, a nuestras espaldas. Ante esto, el movimiento antifascista español, que es hoy muy deficiente y en el que campan tranquilamente hooligans “red skin” (que llevan a cabo acciones de violencia aislada de su ejercicio por las amplias masas, a las que no pretenden organizar); ante la unidad del fascismo, este movimiento antifascista no está sabiendo responder. Este movimiento no es ni un frente de organizaciones de las masas trabajadoras, ni un Partido proletario de vanguardia que las dirija; es una amalgama de individuos, normalmente intelectuales, que no tiene claras las tareas del momento.

Un frente de organizaciones que pretenda luchar contra el fenómeno fascista, si no “corta el mal de raíz” -es decir, acaba con el modo de producción capitalista-, será impotente en sus objetivos antifascistas. Y esto no podrá acometerlo si no está guiado por el Partido unificado de vanguardia del proletariado de España.

¿Cómo frenar al fascismo? La respuesta a este problema, el cómo contrarrestar y destruir al fascismo, ya nos la dio G. Dimitrov hace muchas décadas, a saber; la unidad de las fuerzas de los comunistas y del pueblo. Y aquí hay una doble tarea pendiente. Por una parte, la “vanguardia” en España se encuentra perdida entre partidos revisionistas “comunistas” y nosotros, un pequeño núcleo de elementos marxistas-leninistas que apenas tiene fuerza. Por otra parte, queda la unión de todo el movimiento de masas, que no sólo está dividido como la “vanguardia” comunista, sino que además está bajo la influencia de los ya de por sí divididos partidos burgueses. El nefasto resultado es aquél que podemos ver día tras día: el movimiento revolucionario de las masas está en España a la cola del espontaneísmo y se reduce a una tregua a la mínima presión de la burguesía, como se vio en el caso de los estibadores.

El antifascismo en España se compone actualmente de frentes aislados de las organizaciones de masas existentes; de frentes que se desarrollan en paralelo a éstas organizaciones, sin tocarse mutuamente, o haciéndolo de forma inestable y costosa.

Lenin ironizaba sobre este tipo de organizaciones, hablando del caso de los “comunistas de izquierda” alemanes:

Tampoco pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas las muy sabias, importantes y terriblemente revolucionarias disquisiciones de los comunistas de izquierda alemanes sobre este tema, a saber: que los comunistas no pueden ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que es lícito renunciar a semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar sin falta "uniones obreras" nuevecitas, completamente puras, inventadas por comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los casos, probablemente muy jóvenes), etc., etc.” (Vladimir Lenin; “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, 1921).

Nuestro Partido debe luchar por anteponer a esa práctica de crear organizaciones “de masas”. Hay que trabajar en las organizaciones existentes para denunciar a sus líderes en frente de sus bases, para denunciar el funcionamiento insuficiente de “representación obrera” en los centros de trabajo, etc. y movilizar a las masas por un objetivo superior: hacerles saber que mientras la burguesía tenga en posesión los medios de producción, seguirá detentando el poder. La revolución proletaria debe ser objeto de propaganda en los momentos difíciles; hay que explicársela a las masas, hacerlas avanzar por pequeños objetivos parciales que demuestren nuestras ideas en los hechos, hay que aislarlas de los jefes revisionistas empujándolos a enseñarse como lo que son y criticándolos constantemente, etc., etc.

Pero esto es imposible a largo plazo sin una vanguardia unificada.

Nuestro Partido propone, así, a los demás partidos que se pretenden denominar comunistas, que si de verdad lo son, acepten que se tenga un Congreso común y que se realicen acciones conjuntas.

El revisionismo en la absoluta mayoría de partidos “comunistas” de España es el mayor obstáculo a la unificación de las fuerzas de la vanguardia proletaria. Estos revisionistas arrastran a los individuos con honestos sentimientos proletarios a vegetar en actitudes y tareas que están lejos de la preparación de la revolución proletaria en España. Asimismo, sus análisis de la situación actual son deficientes y envenenan las mentes de los elementos honestos que hemos aludido.

El Partido Comunista del Trabajo de España hace un llamamiento a los demás partidos que se autodenominan marxistas-leninistas en España. ¡Un llamamiento para la unidad bajo los principios, para la unidad de los marxistas-leninistas! Quien no acuda a este llamamiento, será un traidor a la clase obrera y al pueblo.

Es necesario, además de unificar a la vanguardia bajo el marxismo-leninismo y la práctica constante, unificar a las organizaciones de masas existentes y criticar despiadadamente a los líderes que no acepten esta iniciativa. Sólo en la unidad de la clase obrera y el pueblo reside la fuerza que aplastará al fascismo. Esta iniciativa de Frente del Trabajo pretende nutrirse de las bases de las organizaciones existentes, gracias a la participación del Partido en éstas; participación que no puede sino ir atada a la crítica de sus líderes y a la demostración práctica de que no representan a las bases trabajadoras de dichas organizaciones.

Éstas pueden ser sindicatos, comités de empresa, organizaciones culturales, asociaciones de vecinos de barrios obreros, etc.

Asimismo, las masas no organizadas tienen que ser organizadas en un vehículo muy amplio; hablamos de los Consejos del Pueblo. Estos, con sus subdivisiones en la fábrica, etc. deberán ser el lugar de debate de las más amplias masas trabajadoras: la mancomunidad de estas organizaciones en todo el Estado conseguirá dar un impulso inusitado a la lucha sindical de la clase obrera y, en el debido momento, a la lucha revolucionaria.

Qué duda cabe de que aquí no nos referimos a una creación nuestra. Los Consejos del Pueblo deben partir de las iniciativas asamblearias de las masas trabajadoras, guiadas por nosotros, por los marxistas-leninistas, hacia primero nuestra hegemonía en las mismas, segundo su extensión por todo el Estado y tercero su preparación como vehículos de la revolución socialista; como el embrión del nuevo poder popular, que se lanzará a la confiscación de los medios de producción que la burguesía tiene en sus manos y a destruir las bases del viejo Estado burgués, de forma violenta y rápida, sustituyéndolo por el poder del pueblo armado. Sólo ésto es garantía de la democracia de la mayoría de la población contra la minoría de explotadores y usureros.

Además, los Consejos del Pueblo, pertrechados por el Frente del Trabajo, convertirán las actuales elecciones sindicales en la elección de un organismo central dependiente de la asamblea general de los trabajadores, que la represente ante los capitalistas, mientras que unirá a todos los centros de trabajo de una ciudad, y a todas las ciudades del país. Supeditará la parte al todo y hará de la parte un organismo capaz de dirigir.

Con esto es suficiente.

Detengámonos ahora en otra iniciativa que nos resulta digna de analizar: un Banco Obrero de Alimentos.

¿Un Banco Obrero de Alimentos para contrarrestar los bancos fascistas de alimentos? Esto es una solución, pero una solución muy limitada. Hay que llamar al boicot de la adquisición de alimentos por parte de los fascistas de Hogar Social. Hay que reforzar a un Banco Obrero de Alimentos que a su vez se funda con el Frente del Trabajo que hay que luchar por crear de manera ipsofacta. La caridad no puede tener, para nosotros, más que un fin de preparar fuerzas para la revolución. Sólo haciendo que ese BOA sea la “caja roja” del Frente del Trabajo podremos contrarrestar el populismo fascista de la entrega de alimentos a españoles, que culpabiliza de la crisis de los capitalistas a los trabajadores inmigrantes, desposeídos de los medios de producción como los trabajadores “nativos”. Y además con semejante Frente, como hemos visto, podríamos comenzar a unificar la lucha sindical del proletariado y las masas trabajadoras.

Así, el Partido Comunista del Trabajo de España muestra su apoyo a las iniciativas de Bancos Obreros de Alimentos como forma de debilitar la política “social” burguesa-xenófoba de Hogar Social, pero enseña que esto tiene unas claras limitaciones; a saber, que sin ir unido a un movimiento por los Consejos del Pueblo, el Frente del Trabajo y la unificación de los marxistas-leninistas de España en un Partido único que se deshaga de la escoria que lidera a muchos comunistas honestos, divididos entre sí precisamente por esa escoria revisionista; sin esto, cualquier iniciativa está limitada.

Por último, con motivo de crítica de las desviaciones de partidos revisionistas como el PCE (r), en el momento actual no podemos cerrarnos a participar, en un futuro, cuando tengamos fuerza, en las elecciones burguesas. Esto es un frente de lucha que debe ser debidamente utilizado por los comunistas, para demostrar en la praxis a las masas que el Estado burgués no podrá satisfacer los intereses de clase del proletariado: que no se trata (por mucho que Podemos diga lo contrario) de algo “pulcro e inocente” que bárbaros como Rajoy han prostituido, sino que esta “prostitución” está en total acuerdo con el carácter burocrático de las instancias parlamentarias. El Estado no es más que, como enseñaban Marx y Engels, una máquina especial de una clase social para reprimir a su contraria.

El PCE (r) tiene una “peculiar teoría”. Esta teoría, a diferencia de otras que ese partido revisionista y que cambiaba de orientación conforme soplaba el viento (llegando a calificar de “M-L” a Mijaíl Gorbachov, a Mao Zedong, etc.), no “sufrió” bajo el filo de la espada de juguete que este partido empleó para hacerse su tan infame autocrítica de principios de este siglo. Una autocrítica en la que dejaron intacto lo fundamental, lo revisionista. Pero eso es motivo de otro artículo. Con esto nos hemos querido justificar para utilizar una cita “antigua” de ese partido, cuyas posiciones siguen intactas. Si usamos una cita antigua es sólo porque es la “mejor” que tienen al respecto de la cuestión. Podríamos escoger cientos de ejemplos más de cómo la defienden hoy en día. Veámosla:

Por el contrario, nuestro Partido, señalaba entonces: ‘Del fascismo y del monopolismo no se puede ir a la democracia burguesa porque ésta corresponde a la etapa de libre competencia y de desarrollo del capitalismo; la historia no da marcha atrás’”. (Partido Comunista de España (Reconstituido); Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984).

La teoría del PCE(r) según la cuál el capitalismo monopolista de Estado lleva inevitablemente al fascismo no entiende que, pese a que no haya fasicsmo sin imperialismo (dominación del gran capital financiero), la democracia burguesa adquiere en ésta época un carácter más manejable para el gran capital, dado precisamente al imperio de los monopolios financieros. La dominación del capital se hace mucho más directa que antes. Por ello, la democracia burguesa sigue siendo la forma paradigmática de dictadura de los capitalistas (pues representa a sus diferentes fracciones internas y, de rebote, al proletariado, salvo si “el orden está en peligro”). Sólo la cambia por una forma fascista cuando se sienten amenazados de cualquier manera por las masas o la inestabilidad política. En estos momentos los grupúsculos reaccionarios fascistas ganan fuerza y cierta presencia; los batallones políticos de mercenarios del gran capital financiero y del monopolismo de Estado que le va aparejado (venta de acciones, bonos del tesoro, etc.).

Ambas formas no nos son indiferentes, como decía Dimitrov. El PCE(r) no entiende que el parlamentarismo y cualquier mínimo atisbo de libertad política burguesa, de partidos, etc. debe ser aprovechado por los M-L y que esto no es un régimen fascista.

¿Acaso lo era el régimen de Stolypin en Rusia, siendo contrarrevolucionario e imperialista? ¿No participaron los bolcheviques en la Duma con el objetivo de la denuncia práctica de ésta, de criticarla y forzarla a situaciones y tesituras que aclarasen su carácter a las masas embaucadas por ese organismo de la clase dominante explotadora?

El PCE(r) justifica su táctica izquierdista que niega la combinación de la lucha legal con la ilegal. Y justifica esa negación con estas falsarias nociones del imperialismo. Estas nociones tienen su origen en la descontextualización de una cita del marxista-leninista búlgaro Georgi Dimitrov, quien nunca jamás definió el fascismo como una fase del capitalismo (pues ello denota irreversabilidad y son incontables los casos en que ha ocurrido que un régimen fascista, dada su incapacidad de gobernar, se haya visto atrapado en una vorágine de lucha de clases que haya llevado a la burguesía a buscar formas “más aceptables” de dominación, de dictadura; así ocurrió, por ejemplo, con la transición española). Veamos la cita en cuestión:

Considerar el fascismo como un fenómeno temporal y transitorio que, dentro de los marcos del capitalismo, podría ser reemplazado por el restablecimiento del viejo régimen democrático-burgués […] es hacerse ilusiones vanas […]” (Georgi Dimitrov; “Acerca de las medidas de lucha contra el fascismo y los sindicatos amarillos”, 1928, en “Escritos sobre el fascismo”, pp. 35-36, Ed. Akal 74, 1976, Madrid).

Eso, claro está, era totalmente cierto para el período que abarca desde 1922 (triunfo del fascismo en Italia) hasta 1945 (derrota del fascismo gobernante en Alemania e Italia). Dimitrov sólo quiere decir que en esa época de apogeo del fascismo, la burguesía no iba a abandonar esa forma específica de dictadura del capital, pues le funcionaba en el momento dado.

Pero esto no se iba a prolongar cuando ese sistema fuese imposible para gobernar. Las revoluciones, decía Lenin, sólo son posibles cuando los de arriba “no pueden gobernar como antes” y los de abajo “no quieren vivir como antes”.

La propia Italia participó de una transición a un régimen burgués parlamentario. ¿Qué significa ese tránsito? “¡Sigue siendo fascismo camuflado!”, dirían “nuestros” “comunistas” del PCE (r). Sin embargo, en esa nueva época de legalidad burguesa se abre un estrecho margen que permite al Partido Comunista reorganizarse y estrechar lazos con las masas de forma más segura. A nosotros no nos puede parecer indiferente la forma de dictadura del capital, como decía Dimitrov. No somos unos simples Thällmann [17].

Obviamente, si ya los tiene estrechados desde antes, las convulsiones que preceden a todo tránsito de forma de dictadura y de revolución podrían ser aprovechadas por el Partido para, en lugar de hacerlas desembocar en un régimen burgués, llevarlas a término: es decir, llevarlas a la revolución socialista. La experiencia de las revoluciones rusas de febrero de 1917 y de octubre de 1917 vienen a confirmar este hecho. Y hablando del tema de la república y el socialismo, no podríamos más que echar la mirada hacia otros revisionistas: el PCE (m-l) de Raúl Marco.

El victimismo del PCE (m-l) actual no comprende que la república burguesa no nos puede aportar, tácticamente hablando, más que la capacidad de realizar la “denuncia práctica” en el seno del parlamento burgués. Asimismo, no entiende que una vez este exista, nuestra tarea no consiste en escalar a otra forma de parlamento burgués como supuesto escalón intermedio para llegar al socialismo. No. Como decía Lenin, al socialismo se pasa de la revolución democrático-burguesa en la medida de las fuerzas del proletariado consciente; de su organización y de su liderazgo de los elementos atrasados de su clase y de sus clases amigas, el semiproletariado.

¿Por qué, si acaso el PCE (m-l) entendiese todo esto que hemos dicho, sirve de muleta de los movimientos “republicanistas en general”, sin esclarecer a las masas la verdadera diferencia entre la república-dictadura burguesa y la república-dictadura proletaria? ¿Por qué no dejan de manifestarse “por la República” como si esta se tratase de un “paso previo” “necesario” entre la monarquía parlamentaria y la dictadura del proletariado? ¿No han aprendido nada de la táctica bolchevique durante el Gobierno Provisional burgués (1917)?

Pero volvamos al problema del Estado burgués. Lenin decía:

El tipo más perfecto, más avanzado de Estado burgués es la república democrática parlamentaria. El poder pertenece al Parlamento; la máquina del Estado, el aparato y los órganos de gobierno son los usuales: ejército permanente, policía y una burocracia prácticamente inamovible, privilegiada y situada por encima del pueblo” (Vladimir Lenin; “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, 1917, en Obras Escogidas en tres tomos, t. II, p. 54, Ed. Progreso, Moscú, 1961).

Y más adelante:

La república parlamentaria burguesa dificulta y ahoga la vida política independiente de las masas, su participación directa en la edificación democrática de todo el Estado, de abajo arriba.” (op. cit., p. 55).

Pero esto no quita que podamos emplear ese Estado como una arena de combate contra la burguesía. He aquí lo que reprochaba Lenin a los “izquierdistas”:

Mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués y cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados a trabajar en el interior de dichas instituciones, precisamente porque hay todavía en ellas obreros idiotizados por el clero y por la vida en los rincones más perdidos del campo. De lo contrario, corréis el riesgo de convertiros en simples charlatanes.” (Vladimir Lenin, “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, 1921, p. 53, Ed. Akal 74, 1975, Madrid).

Sólo llevando a ese Estado, burgués en su esencia, las demandas de las masas trabajadoras, podremos hacerles ver cómo chocan contra las altas paredes de la burocracia capitalista pluripartidista (¡ni qué decir del parlamentarismo de partido único, del fascismo!) y cómo se necesita un Poder Soviético, de los Consejos del Pueblo, para destrozar esta máquina burocrática en una revolución donde se confisquen los medios de producción a los explotadores, se les obligue así a ganarse el pan trabajando (y no con el sudor ajeno), etc. Esos Consejos del Pueblo, su Mancomunidad estatal (ambos hoy, tristemente, un esbozo lejano que SÓLO NUESTRA ORGANIZACIÓN ha planteado) se servirá de las armas para crear un nuevo Poder del Estado; es decir, la organización de la violencia de una clase contra otra.

Este poder se basará en unas nuevas instituciones que nuestro Programa Mínimo ha reflejado con acierto.

Para cerrar este artículo, y a modo de conclusión, debemos decir que los pequeños objetivos parciales de la lucha contra el fascismo en España son idénticos a los pequeños objetivos parciales de la lucha por hacer resurgir el Partido Único de Vanguardia del proletariado español.

Las tareas generales son:

a) Ligarse indisolublemente al movimiento de masas;

b) Unificar bajo la práctica y teoría M-L a los pretendidos partidos de vanguardia de España; aislar a los líderes revisionistas y pertrechar a las bases honestas;

c) Luchar por crear el Frente del Trabajo;

d) Luchar por crear los Consejos del Pueblo.

Las tareas del P.C.T.E. son:

a) Esclarecer los principios ideológicos del marxismo-leninismo;

b) La crítica del revisionismo;

c) Popularizar nuestra línea teórica para conseguir los militantes mínimos que con su número nos permitan pasar a acciones prácticas concretas y de suficiente magnitud para tener alguna repercusión. Ésto se hará mediante la celebración de coloquios públicos sobre temas de actualidad, mediante la difusión de artículos en Internet, y mediante la distribución de octavillas y la pronunciación de nuestra línea en las organizaciones de masas donde estemos;

d) Desarrollar el trabajo de masas al menos en mantenernos indisolublemente ligados a las masas trabajadoras, a sus organizaciones y sus luchas: conseguir así el caldo de cultivo para que, una vez seamos conocidos por nuestra diferenciada posición M-L, podamos desarrollar el trabajo de masas según nuestro Plan de Acción (documento que está en redacción y pronto saldrá en esta web pero que hemos esbozado en el presente artículo: UNIDAD DE LOS M-L EN UN PARTIDO ÚNICO, FRENTE DEL TRABAJO, CONSEJOS DEL PUEBLO).


¡HOGAR SOCIAL, NAZIS CON DISFRAZ!

¡LA CLASE OBRERA NO TIENE MÁS PATRIA QUE ELLA MISMA!
¡NATIVA O EXTRANJERA, ES LA MISMA CLASE OBRERA!

¡VIVA LA LUCHA DE TODOS LOS TRABAJADORES CONTRA LOS CAPITALISTAS!

¡FUERA FASCISTAS DE NUESTRAS CALLES!

¡POR LA UNIDAD DE LOS MARXISTAS-LENINISTAS,
POR LA REVOLUCIÓN PROLETARIA: ÚNICA
GARANTÍA DEL FIN DEL FASCISMO!



NOTAS

[1] Se denomina “período de la reacción stolypiniana” al tiempo transcurrido, en el viejo Imperio Ruso, entre los años 1906 y 1912, con Piotr Stolypin como primer ministro. La política de Stolypin era aquélla de la gran burguesía liberal rusa, que se había alzado con la victoria en la revolución de 1905 por culpa del sabotaje de los mencheviques (revisionistas rusos de entonces que preconizaban que la burguesía debía dirigir el movimiento democrático). Esta política de Stolypin se caracterizaba por la existencia de un endeble parlamento legal (“Duma”), la defensa a ultranza de la monarquía absoluta (“autocracia”) del Zar y el desarrollo del capitalismo en Rusia. Para esto Stolypin se valió de la brutal represión de todos los partidos anti-zaristas de Rusia. Stopypin fue asesinado en 1911 dado el clima insoportable de persecuciones que engendró su régimen. Aún así, los bolcheviques, que no tenían la mayoría entre las masas, hicieron bajo el “stolypinismo” un trabajo legal que preparaba e impulsaba su trabajo ilegal. Como decía Stalin, “en el capitalismo, las cuestiones principales se dirimen por la fuerza” (Fundamentos del Leninismo, 1924). Pero esa fuerza hay que ganársela convenciendo y persuadiendo con paciencia a los obreros y a las masas, y rechazar a un megáfono como el parlamento para esos fines, para preparar el asalto de las masas trabajadoras a ese parlamento para destruirlo y construir sobre sus cenizas el auténcito poder popular; rechazar a ese megáfono, a esa participación en el parlamento, nos aislaría de las masas y haría de nosotros una pandilla de bufones.

[6] Ya que bien es sabido que ambas corrientes toman de la línea oportunista de la II Internacional la idea revisionista según la cuál el proletariado no toma parte de la revolución a no ser que constituya la mayoría absoluta de la población del país determinado, haciendo imposible en teoría la revolución en los países con un movimiento campesino muy desarrollado. Todos los clásicos del M-L, desde Marx hasta Hoxha, se han opuesto a esta consideración. En el “Manifiesto comunista” (1848) ya leemos: Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado.”



[7] John T. Flynn; “As we go marching”, Nueva York, 1944, pp. 50-56.

[8] Sindicalista fascista que fue expulsado, como Mussolini, del Partido Socialista Italiano por su visión chovinista (irónico ya que esta visión la aceptaría ese partido a raíz de la I Guerra Mundial). Colaborador del régimen fascista en su demagogia pseudorrevolucionaria.

[9] Término en ruso para referirse al campesino individual rico.

[10] Político socialdemócrata austríaco. Primero fue marxista, pero en torno a 1909 comenzó a desarrollar puntos de vista oportunistas en torno a la cuestión del Estado, culminando en su traición completa al socialismo durante la I Guerra Mundial (1914-1918), donde llamaba a los obreros a pegarse tiros entre sí por defender las riquezas de “sus” capitalistas, que los explotaban.

[11] Es decir, que todos cumplan, en los mismos “sóviets” o asambleas de todos los trabajadores en cada localidad, labores colectivas de inspección, gestión, debate, etc. de la labor de aquéllos a los que han votado y pueden amovilizar, es decir, deponer de su cargo. La Comuna hizo elegibles y amovilizables a jueces, representantes, etc. Prácticamente, a todo funcionario del Estado y del poder.

[12] En “En torno a las cuestiones del leninismo” (1926) Stalin criticaría que se considerase infalible al C.C., alentando a las bases a medir la política del comité central, valorarla, criticarla si era necesario, etc.

[17] Ernst Thällmann, dirigente izquierdista del Partido Comunista Alemán que murió en las cárceles nazis. Desarrolló una teoría oportunista acerca de que a los comunistas les era indiferente si había pluripartidismo o fascismo. Los pseudo marxistas-leninistas de la “Comintern S-H” son fieles seguidores de Thällmann en la actualidad. Por ello, detractan a marxistas-leninistas como Georgi Dimitrov y realizan una defensa falsaria de los clásicos del M-L, Marx, Engels, Lenin, Stalin y Hoxha.

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