Cda. Garrido
España
no es un Estado fascista. Por decirlo no somos menos comunistas que
quienes se autoengañan con lo contrario.
La
táctica de los comunistas españoles no puede seguir los preceptos
que se siguen de considerar al Estado español como un Estado
fascista, ya que esto nos llevaría a no saber aprovechar la lucha
legal (por muy estrecha que sea) y, así, a no poder acumular las
fuerzas necesarias para la revolución.
Las
enseñanzas de Lenin sobre las tareas del POSDR en la época de la
reacción stolypiniana [1]
nos son de gran ayuda:
“La utilización de la tribuna de la Duma forma parte
necesariamente, como ya hemos indicado, de esta labor de educación y
preparación. […] Un
partido ilegal debe saber utilizar, debe aprender a utilizar, la
minoría legal de la Duma, debe educar a esta minoría, haciendo de
ella una organización de partido que esté a la altura de sus
tareas” (Vladimir Lenin, “En ruta”, 1909, Obras
Escogidas en tres tomos, t. I, p. 605, Ed. Progreso, Moscú, 1961).
Nuestro Partido ya ha dejado claro cuáles son éstas tareas:
a) Denuncia práctica del parlamento; es decir, llevar al
parlamento los anhelos de las masas trabajadoras y el proletariado y
hacerlos chocar con la burocracia capitalista del parlamento (sea
pluripartidista -democracia burguesa- o monopartidista -fascismo-);
burocracia tan divorciada de las amplias masas trabajadoras, del
pueblo. Hacer notar así que esa forma de gobierno no le vale a la
clase explotada sino a la explotadora, y unir esto al trabajo por
establecer los Consejos del Pueblo;
b) Medir el grado de conciencia y agitación de las masas
trabajadoras.
Además, el parlamento es un megáfono donde denunciar ante las masas
la política de los partidos burgueses y mostrar públicamente, ante
la atenta mirada de millones de personas, nuestra oposición a esa
política también en la práctica.
Nuestra única razón para participar sería debilitarlo, ejercer la
crítica constante en todo frente, y mientras, organizar a las masas
en el vehículo de la revolución, de su emancipación; en los
Consejos del Pueblo.
El fascismo no deja un sólo resquicio de margen legal ya no para los
marxistas-leninistas ni las organizaciones de masas, sino ni tan
siquiera para grupos revisionistas y socialdemócratas que puedan
hacer peligrar la hegemonía del grupo fascista en el poder, aunque a
nivel teórico el fascismo, el revisionismo y la socialdemocracia
tengan un mismo fin: la manutención de la explotación del trabajo
por el capital, la tan cacareada “paz de clases”.
Ahora bien, que España no sea un Estado fascista no quiere decir que
no se esté fascistizando su régimen de democracia burguesa (es
decir, que esté estrechando las “libertades” políticas, ya de
por sí estrechas en el capitalismo) ni que no se esté fraguando un
peligroso movimiento fascista entre bastidores, ante la silenciosa
complicidad del Estado capitalista.
La
crisis capitalista es una constante amenaza. Estamos en el ojo del
huracán; parece que lo peor ha pasado (2008-2014) pero la situación
de las masas sigue empeorando; sigue abaratándose el coste de la
mano de obra, siguen avanzando los empleos temporales, se prepara
otra reforma laboral que hará la vida de los trabajadores imposible,
etc. [2]
Ante
esta perspectiva el fascismo le viene como un guante a la burguesía.
La burguesía tiene su democracia burguesa, controlada por los
monopolios financieros en última instancia. Pero ante el descontento
de las masas, está dejando que los partidos y movimientos fascistas
proliferen.
Se
está aglutinando en sus grupúsculos para preparar la defensa de la
burguesía para la siguiente recaída de la crisis económica en
España. La burguesía está entrenando y dejando hacer a sus perros
de presa fascistas. La ley es muy laxa con ellos; de hecho los
victimizan constantemente bajo la falsa careta de la repulsa hacia
ellos. Así ocurrió, por ejemplo, con la
reciente agresión de una prominente terrorista fascista en Murcia.
Los medios sólo hablaban de “la
brutal paliza propinada a una joven por una pandilla de
ultraizquierdistas”.
Nosotros no defendemos ese modo de actuación, la violencia
individual, espontánea, pequeñoburguesa, alejada del movimiento de
masas y no proferida por éste. Pero el titular es más que
esclarecedor acerca de la táctica de la burguesía española en
tanto a la proliferación de los grupúsculos fascistas que se están
intentando unir en un partido fascista único. [3]
El
movimiento fascista más nombrado últimamente es “Hogar Social”,
que cuenta con “sucursales” en Madrid y Granada. La organización
es conocida por sus recogidas de alimentos para “las familias
humildes ESPAÑOLAS”.
El único fin de esta escoria es dividir a la clase obrera de
diferente nacionalidad, enfrentarla, y engrosar los beneficios de los
capitalistas, mientras finge que presta un servicio a los pobres. Es
al capitalismo lo que Cáritas era al franquismo.
Nuestro Partido manifestaba hace un tiempo que:
“El nacionalismo es fundamentalmente un principio
antiproletario, es decir, contrario a los intereses de los
trabajadores. Es un principio que intenta sembrar la desunión de los
trabajadores de diferentes procedencias ante el capitalismo, para que
la burguesía pueda sustituir la útil y buena lucha de todos los
trabajadores contra ella, contra la clase explotadora que domina en
todos los resquicios de la sociedad, por la lucha entre trabajadores,
por la lucha contra “los extranjeros”. El fascismo, que está
siendo aupado por la “fascistización” de la democracia burguesa,
desarrolla el principio nacionalista con el único fin de sembrar su
veneno entre las clases trabajadoras; de encaminar los estallidos de
indignación de los obreros a la lucha interna entre estos, por
cuestiones de procedencia, para tranquilizar a los explotadores de
todo cariz. De esto se concluye que ningún nacionalismo, ya sea
catalanista, como españolista, es un principio que vaya a mejorar la
situación de las masas trabajadoras, y menos aún un principio que
las vaya a emancipar; más bien es garantía de su opresión.”
(P.C.T.E., “El problema de Cataluña y la
cuestión nacional”, 4 de marzo de 2017 [4])
La
nueva sucia táctica del fascismo en España, las recogidas de
alimentos “sólo para nativos de pura cepa”, es una adaptación
de lo que el partido fascista “Amanecer Dorado” hizo en Grecia.
De hecho, la líder de Hogar Social, Melisa Ruiz, los cita como un
ejemplo a seguir
(http://www.publico.es/politica/extrema-derecha-melisa-d-ruiz.html).
Debemos detenernos en la crítica marxista-leninista de la ideología
de Hogar Social, porque esta última nos muestra el paradigma de la
ideología fascista.
Podemos
dividir el discurso ideológico de Hogar Social en los siguientes
cuatro
aspectos generales:
1. “Los españoles primero” y la “paz de clases”
2. “Somos socialistas”
3. “Los refugiados son criminales”
4. “Make Spain great again” (hacer a España grande de nuevo,
parafraseando el lema electoral de Donald J. Trump en los EE.UU.)
Vayamos por puntos.
1.
“Los españoles primero” y la “paz de clases”
Es esta una “bonita” forma de hablar de la unidad fraternal entre
los explotadores españoles y los explotados españoles, contra el
supuesto enemigo común de “los extranjeros”, especialmente
quienes vienen a España por busca de un trabajo.
Nuestro Partido dijo sobre esto lo siguiente, que es de una gran
certeza y vigor:
“Los
nacionalistas siempre intentarán con todas sus fuerzas volvernos a
unos contra los otros, aún compartiendo nuestra situación como
explotados, para hacernos débiles contra los explotadores, quienes
de mientras se frotan las garras con la perspectiva del plan de los
nacionalistas. Este plan sin duda les aporta grandes beneficios. Pero
de hecho los inmigrantes no nos quitan el trabajo. Ésto es una
obviedad en la que hay que insistir; ellos no tienen palabra sobre si
se nos contrata o no a los obreros ‘autóctonos’. La culpa
verdadera de que sea o un grupo u otro el contratado la tienen los
capitalistas y el sistema capitalista, pues les interesa que nos
aglutinemos todos los trabajadores (de toda ‘raza’) en la miseria
para que vendamos nuestra fuerza de trabajo aún más barata. También
les interesa no contratarnos a todos porque, a fin de cuentas, han
organizado sus fábricas y latifundios (gracias al progreso técnico
operado bajo la dominación de la clase burguesa) de manera que tres
hacen el trabajo de veinte. En lugar de ensañarse con esos tres que
trabajan por veinte en muchas ocasiones (españoles y de cualquier
otra nacionalidad u origen étnico), deberíamos ensañarnos con
quienes nos otorgan tal suerte, que no son los inmigrantes sino los
capitalistas. Es un problema de clases sociales y no de
nacionalidades, y tan pronto como hayamos comprendido ésta verdad en
el terreno de la lucha contra el capital, nos haremos tremendamente
fuertes ante éste. Los inmigrantes ‘son baratos’ porque salvo
uno entre mil que los capitalistas sacan en los medios de
comunicación para fingir humanismo, los demás viven en unas
condiciones durísimas, sin apenas para comer. Esto nos está pasando
igualmente a los ‘autóctonos’ en las crisis económicas y esto
debería unirnos a los trabajadores, sin importar la ‘raza’.”
(P.C.T.E., “El republicanismo en España”, 2 de octubre de
2016 [5]).
Por tanto, el lema “los españoles primero” es una forma de
hablar de que los explotados colaboren no con otros explotados por el
derrocamiento de sus explotadores comunes, sino ¡que unos explotados
colaboren con sus explotadores para enfrentarse a otros explotados!
Esto, como veremos más adelante, es la “dignísima comprensión”
de la “lucha de clases” que tiene Hogar Social.
El gran marxista-leninista búlgaro Georgi Dimitrov ya mencionó en
su momento este rasgo del fascismo:
“El fascismo esgrime en primer
plano la teoría de colaboración entre los capitalistas y los
obreros en el dominio de la estabilización del capitalismo…”
(Georgi Dimitrov; “Acerca de las medidas de lucha
contra el fascismo y los sindicatos amarillos”, 1928, Escritos
sobre el fascismo, Akal 74, Madrid, 1976, p. 39).
Y he aquí cómo se cumplen las palabras de Dimitrov al calificar
también a Hogar Social:
“Resulta curioso escuchar, por
ejemplo, una defensa de la lucha de clases como la que hace Melisa.
Al mismo tiempo que te dice que ‘la lucha de clases está
legitimada’, te cuenta que ‘la izquierda nunca ha entendido muy
bien esto de la lucha de clases’ y muestra muchas dudas cuando se
le pregunta que de qué clase es ella y contra qué clase lucha. No
obstante, termina diciendo que ella es de la ‘clase trabajadora’
y que también defiende una ‘fraternidad’ entre las clases.
‘La palabra
proletariado me da mucha pereza. Soy clase trabajadora luchando
contra élites capitalistas. Pero aunque yo no procediera de la clase
trabajadora... he hipotecado mi vida por involucrarme en la defensa
de los demás. Podría tener mi vida solucionada. Tengo mi piso. Me
independicé joven. He podido vivir bien y he renunciado a muchas
cosas por mejorar la vida de los demás’, dice Melisa, que insiste
en que la izquierda se equivoca en la manera de conceptualizar la
lucha de clases: ‘No me gusta nada cómo lo hacen. Considero que no
es la lucha del proletariado contra el resto de clases. Creo que
puede haber incluso una fraternidad dentro de las clases’.”
(Público; “Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de
Amanecer Dorado que de Le Pen’, 23 de febrero de 2017).
¡Resulta
que “la lucha de clases está legitimada” pero esa lucha debe ser
la confraternización de las clases que sean de la misma “raza”,
“nación”, etc. etc.! ¡¡Esto aunque los obreros ecuatorianos
(por poner un ejemplo de cientos) tengan el mismo interés que los
españoles en que aumenten sus salarios, lo cuál sólo puede
significar reducción de las ganancias de los capitalistas!!
En
lugar de lucha de clases, colaboración de los obreros españoles con
“sus” capitalistas para aumentar el beneficio de éstos últimos
esquilmando de todas las maneras posibles, ninguneando y ejerciendo
la violencia terroristas contra los trabajadores que provienen de
otros países. ¿Quién no entiende los conceptos? ¿Acaso es posible
que los obreros españoles tengan intereses iguales a los
capitalistas españoles? Sobre esto recaeremos un poco más adelante.
Fijémonos
ahora, más detenidamente, en lo siguiente: a Hogar Social no le
gusta el término proletariado; lo sustituye por la imprecisión
“clase trabajadora”. ¿No vemos aquí la teoría del
“precarieado” de Podemos?
Nosotros,
en nuestro último artículo, “La terciarización y las tareas del
Partido” (28 de abril de 2017), hemos definido coherentemente los
términos:
“Corresponde a los marxistas-leninistas aclarar la definición
de proletariado, ya que hemos dejado claro su papel de clase
revolucionaria de vanguardia (que guía a las demás clases que
luchan en determinados momentos contra la burguesía, aunque le pese
al trotskismo y al kautskismo [6])
y que este rol es exclusivo del proletariado (aunque le pese al
maoísmo y a ciertas corrientes anarquistas).
Marx definía al proletariado como...
“... esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando
trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste
alimenta o incrementa el capital.” (Karl Marx y Friedrich
Engels; “Manifiesto Comunista”, 1848).
Es decir, el proletariado:
-Carece de medios de producción y su única propiedad para poner
en marcha la producción es su fuerza de trabajo, que vende al
capitalista para poder usarla (haciéndolo este último como dueño
de esa mercancía fuerza de trabajo).
-Si engrosa el capital, debe dedicarse a la producción de valor,
es decir, en la sociedad actual, a la producción de mercancías.
Esto lo sitúa en la industria y sectores afines como la
construcción.
De esta manera el sector servicios no “posee” proletarios como
tales entre sus filas, éstos están en tan sólo una parte
del sector primario o agrario (los jornaleros o “proletariado
agrícola” y demás asalariados del campo que componen esa clase) y
en todo el sector secundario o industrial” (P.C.T.E., “La
terciarización y las tareas del Partido”, 28 de abril de 2017, pp.
18-19).
Como también demostramos en ese artículo, sólo el proletariado es
la clase capaz de liderar el movimiento revolucionario. Este
movimiento se niega de dos maneras para los teóricos burgueses o
para los fascistas: o bien creyendo que los asalariados en general
podrán liderarlo, sin hablar de las contradicciones en su seno,
entre “semiburgueses” (empleados de banco, etc.) y
“semiproletarios” (barrenderos, limpiadoras, etc.); o bien
hablando de la paz de clases.
Hogar Social habla de ambas cosas. No se entiende (ni les interesa
entender) que esas fracciones, “polarizadas” de la “clase
media” siguen el discurrir general de la lucha entre los extremos;
el proletariado y la burguesía. Estos extremos sólo se tocan
(siguiendo el curioso dicho popular) en tanto que sin burgueses no
habría proletarios ni viceversa; es decir, que sin explotadores no
hay explotados. Esta contradicción acaba tan pronto como la parte
progresiva del binomio (el proletariado) acaba con la parte
reaccionaria del mismo (la burguesía).
¿Cuál es el problema de hablar de “clase trabajadora” en
general? Que sólo se está hablando de asalariados, sin ir más
allá. ¿Podrán los semiburgueses liderar una revolución? ¿Querrán
sacrificar su posición como capataces del capital? No, mientras
sigan viviendo como tales. Otra cosa es que alguno de sus sectores
padezca un recorte de plantilla y los expulsados se vean obligados a
vender su fuerza de trabajo como proletarios o semiproletarios.
Permitámonos volver al tema de la cacareada paz de clases, que une a
socialpacifistas como Podemos y a fascistas como Hogar Social en el
terreno social (aunque obviamente existan discrepancias entre ambas
corrientes, como manifestaciones de las formas diversas de dictadura
del capital: la parlamentaria y la fascista, respectivamente).
¿Puede haber paz de clases? ¿Puede haber igualdad entre el
explotador y el explotado?
No. No puede existir tal cosa mientras sigan siendo como tales; uno
explotador y el otro explotado. Sólo la destrucción de la
explotación puede traer igualdad alguna. Tampoco, obviamente, puede
haber paz de clases. Esto se debe a que el modo de vida de las dos
clases fundamentales en que la sociedad se va polarizando más y más
es antagónico.
Marx y Engels nos enseñaban que los intereses de estas dos grandes
clases, el proletariado y la burguesía, se excluyen mutuamente.
Tomemos por ejemplo una disputa sindical. ¿Qué interesa a los
obreros? El aumento del salario, ya que con ello su calidad de vida
mejoraría. ¿Y a la burguesía? Que este aumento no tenga lugar; que
el salario siga representando una parte relativamente reducida del
producto total: que la plusvalía sea voluminosa. He aquí la razón
del conflicto; si una clase triunfa, la otra es derrotada. Si
triunfan los intereses de una, la otra es perjudicada.
En efecto, Marx y Engels probaron científicamente en su vasta obra
que la riqueza de los capitalistas aumenta en razón directa a la
miseria de los proletarios. En esta situación, la única garantía
de que se corte de raíz el padecimiento de la mayoría de la
población, los trabajadores, es que el capitalista deje de ser tal:
que se le confisquen los medios de producción y se pongan al
servicio de la sociedad.
Además, el capitalista se ha convertido en un escollo al progreso
científico y técnico, supeditado a sus ganancias. Si el petróleo y
la producción anárquica destruyen el planeta, ¿a quién le
importa? Mientras las energías renovables no les aporten un buen
pedazo de ganancia, ¡al cuerno la Tierra!
Y así podríamos seguir días y días, citando ejemplos de este
antagonismo claro y cristalino.
La paz de clases es el desarrollo de la explotación sin respuesta de
los explotados. Es la dictadura del capital. La condena de la mayoría
trabajadora del planeta.
Hoy se habla mucho del llamado “Estado de derecho”, del “Estado
de bienestar”, etc. Estas son incongruencias. El Estado no es otra
cosa que la dictadura de la clase dominante para oprimir a su
antípoda, a su antagonista. ¿Qué es ese supuesto Estado de
derecho? Lenin nos lo definía así:
“El sistema de las relaciones internacionales –dice Lenin–
es actualmente tal, que uno de los Estados de Europa, Alemania, se ve
avasallado por los Estados vencedores. Por otra parte, diversos
Estados, por cierto los más antiguos del Occidente, se hallan,
gracias a la victoria, en condiciones de poder aprovechar
esa misma victoria para hacer a sus clases oprimidas una serie de
concesiones, que, si bien son insignificantes, retardan el movimiento
revolucionario en estos países, creando una apariencia de 'paz
social'”. (Vladimir Lenin; Obras completas
en ruso, 4ª edición (1940-1950), t. XVII, p.
415, en Iósif Stalin; “La revolución de octubre y la
táctica de los comunistas rusos”, 1924, “Cuestiones del
Leninismo”, p. 135, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú,
1947).
Esa situación de paz social engendra períodos en los que parece que
el Estado flota por encima de las clases. Pero nada más lejos de la
realidad:
“[…]
Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los
antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del
conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la
clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte
también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello
nuevos medios para la represión y la explotación de la clase
oprimida...” No sólo el Estado antiguo y el Estado feudal fueron
órganos de explotación de los esclavos y de los siervos. También
“el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve
el capital para explotar el trabajo asalariado. Sin embargo, por
excepción, hay períodos en que las clases en lucha están tan
equilibradas que el poder del Estado, como mediador aparente,
adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra...”
Así ocurrió con la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII,
con el bonapartismo del Primero y del Segundo Imperio en Francia y
con Bismarck en Alemania.” (Vladimir Lenin; “El Estado y
la Revolución”, 1917).
El propio desarrollo de las contradicciones internas de determinado
modo de producción acaban con esa apariencia. Esto ha sido la crisis
de 2008, por ejemplo, como lo fueron en su momento la crisis de 1995,
la de 1982, 1973, etc...
¿A qué se debió la “generalización” del “Estado del
bienestar” en Europa, Japón y Norteamérica? Al ingreso de capital
del Plan Marshall y a la dominación financiera sobre el resto del
globo, en reducidas cuentas. Y ese “bienestar”, que se sigue
basando en la explotación del trabajo por el capital, es efímero:
el propio modo de producción capitalista firma su sentencia de
muerte.
Por ello, no pueden parecernos más que meritorias de lástima las
disquisiciones de los politicastros burgueses acerca de “recuperar”
el “Estado del bienestar”, o que “éste ha sido usurpado por
una casta de políticos maleantes”. Esto es, sencillamente, no
atender al carácter de clase de ese Estado, que siempre ha
legitimado la explotación de los trabajadores en su ley, adornándola
con un reconocimiento de derechos que entra en contradicción con esa
primera ley, la cuál prima ante las demás dado el carácter burgués
del Estado “de derecho”. En las crisis, aquélla primera ley “se
come” a las “leyes populares” que la ornamentan, desnudando a
la dictadura del capital tal y como es, quitándole esa mala máscara
tras la que pretendía esconderse; máscara cosida con la explotación
brutal de los trabajadores de las neocolonias.
La crisis es mundial. Con ello, la revolución puede surgir en todos
los países donde el nivel de vida baje drásticamente y existan
fuertes organizaciones marxistas-leninistas que guíen políticamente
a las vastas organizaciones de masas. La primera condición se
cumple. Estamos “a la caza” de la segunda condición.
Stalin decía (en “Fundamentos del Leninismo”, 1924) que el
sistema imperialista, al contrario que el viejo capitalismo
ascensional del siglo XIX, requería tomar la situación en cada país
como una situación del conjunto imperialista. Esto se debe a que en
el imperialismo los países quedan atados unos con otros por las
cadenas del capital financiero, y la revolución es posible en todo
país en que se den las condiciones citadas, siempre y cuando “el
sistema en su conjunto esté maduro por lo general para la
revolución”. Y qué duda cabe que en las condiciones de miseria,
guerra, empobrecimiento, etc. esto es una realidad.
2.
“Somos socialistas”
“Así, Melisa pone como ejemplo de "estado socialista"
a la República Social Italiana de Mussolini; alaba la "acción
social" de Millán Astray; el pensamiento de Ramiro de Ledesma,
que bautiza a su grupo en Madrid, y, lo más peligroso de todo, dice
lo siguiente del régimen nazi y el holocausto judío: ‘Los
nazis hicieron cosas buenas y cosas malas. Como todos. Pero este no
es un tema del que se pueda debatir libremente. Si lo debates,
incluso con total honestidad, vas a la cárcel. En Alemania ha ido
gente a la cárcel por cuestionar los crematorios de Auschwitz con
datos científicos’, dice Melisa, así, de primeras.”
(Público, “Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de
Amanecer Dorado que de Le Pen’”, 23 de febrero de 2017).
¿Socialismo un régimen donde campan a sus anchas los capitalistas y
oprimen a los trabajadores del país y del extranjero? Una broma de
mal gusto.
Antes veíamos que hay situaciones de dominio respecto al extranjero,
financiero o militar, que ocasionan la posibilidad de que el
capitalismo dé unas migajas de sus superbeneficios a una capa
superior de obreros, a cuya totalidad sigue explotando como antes.
Este fue el caso de Italia desde 1935.
La economía fascista pasó por varias etapas
antes de esto. Primero, el fascismo, que se había puesto la careta
de socialismo, se valió de los dogmas de la II Internacional para
excusar, como hiciese Mao Zedong, por ejemplo, la “necesidad” de
desarrollar el capitalismo antes de pasar a una “etapa superior”;
o como hiciese Trotsky: “la revolución en países poco
desarrollados debe esperar mientras no ocurra en los que tienen más
desarrollo capitalista”. Se creía, a fin de cuentas, que otorgando
plenos poderes a la burguesía (en el propio país o en los
circundantes) se podía superar la contradicción entre explotadores
y explotados. Nada más lejos de la realidad.
Después, el fascismo burocratizó aún más el
Estado burgués (“corporativismo”) y encabezó una serie de
medidas en pro de los monopolios capitalistas, como su serie de
medidas en el campo (la “batalla por la cosecha”), que reforzaron
la propiedad latifundista y arruinaron a los pequeños productores.
Mientras, el Estado se iba endeudando hasta las
trancas al gastar en “seguridad social”, obras de
infraestructura, etc.. En 1922 la deuda ascendía a 93 millones de
liras. En 1934 se llevó a 146 millones de liras. Y en 1943 llegó a
la friolera de 405 millones de liras [7].
Esto, ovbiamente, resultó en una gran depresión económica
(exclusivas del capitalismo). Para “salir de la miseria” el
fascismo, como hemos comentado antes, invadió países extranjeros
desde 1935 para costearse un sistema keynesiano, deficitario,
“Ya que la península italiana se
encontraba sólo marginalmente industrializada, argumentaba
Olivetti [8],
era totalmente surrealista imaginar que la clase obrera italiana
podría tener los efectivos necesarios o la conciencia necesaria para
hacer la revolución” (A. James Gregor, “Italian fascism
and developmental dictatorship”, Princeton University Press, 1979,
p. 55).
Stalin ya refutó esta falacia de la que se servían los
reaccionarios:
“Los oportunistas de la II
Internacional tienen varios dogmas teóricos, de los cuales arrancan
siempre. He aquí algunos de ellos. Primer dogma: sobre
las condiciones de la toma del Poder por el proletariado. Los
oportunistas afirman que el proletariado no puede ni debe tomar el
Poder si no constituye la mayoría dentro del país. No se aduce
ninguna prueba, pues no hay forma de justificar, ni teórica ni
prácticamente, esta absurda tesis. Admitamos que sea así, contesta
Lenin a los señores de la II Internacional. Pero, si se produce una
situación histórica (guerra, crisis agraria, etc.), en la cual el
proletariado, siendo una minoría de la población, tiene la
posibilidad de agrupar en torno suyo a la inmensa mayoría de las
masas trabajadoras, ¿por qué no ha de tomar el Poder? ¿Por qué el
proletariado no ha de aprovechar una situación internacional e
interior favorable, para romper el frente del capital y acelerar el
desenlace general? ¿Acaso no dijo ya Marx, en la década del 50 del
siglo pasado, que la revolución proletaria en Alemania podría
marchar "magníficamente" si fuera posible apoyarla,
digámoslo así, con una "segunda edición de la guerra
campesina"? ¿No sabe, acaso, todo el mundo que en Alemania
había en aquel entonces relativamente menos proletarios que, por
ejemplo, en Rusia en 1917? ¿Acaso la experiencia de la revolución
proletaria rusa no ha puesto de manifiesto que este dogma predilecto
de los héroes de la II Internacional no tiene la menor significación
vital para el proletariado? ¿Acaso no es evidente que la experiencia
de la lucha revolucionaria de las masas rebate y deshace ese dogma
caduco?” (Iósif Stalin; “Los fundamentos del leninismo”,
1924).
Los fascistas italianos utilizaron esa excusa que hemos refutado para
justificar una élite “revolucionaria” que obrase por las masas.
Esto para el socialismo es verdaderamente inaceptable, pues, como
decía Lenin en “La enfermedad infantil del izquierdismo en el
comunismo”, 1921:
“La relación entre jefes,
partido, clase y masas, y, al mismo tiempo, la de la dictadura del
proletariado y su partido con respecto a los sindicatos, se presenta
actualmente entre nosotros en la forma concreta siguiente: la
dictadura la lleva a cabo el proletariado organizado en Soviets,
dirigido por el Partido Comunista bolchevique, que, según los datos
del último Congreso (abril de 1920), cuenta con 611.000 miembros.
[…] Se obtiene, en conjunto, un aparato proletario,
formalmente no comunista, flexible y relativamente amplio,
potentísimo, por medio del cual el Partido está estrechamente
vinculado a la clase y a la masa y por medio del cual se lleva a cabo
la dictadura de clase, bajo la dirección del Partido. Nos hubiera
sido naturalmente imposible, no ya dos años, ni siquiera dos meses
gobernar el país y sostener la dictadura, sin la más estrecha unión
con los sindicatos, sin su apoyo entusiasta, sin su colaboración
abnegada, no sólo en el terreno de la construcción económica, sino
también en el militar. Se comprende que esta estrecha unión
significa, en la práctica, una labor de propaganda, de agitación
complejísima y variada, oportunas y frecuentes conferencias, no sólo
con los dirigentes, sino con los militantes que, en general, tienen
influencia en los sindicatos, una lucha decidida contra los
mencheviques, que han conservado hasta hoy cierto número de
partidarios –muy pequeño en verdad–, a los que inician en todas
las malas artes de la contrarrevolución, que, empezando por la
defensa ideológica de la democracia (burguesa) y pasando por la
prédica de la "independencia" de los sindicatos
(independencia. . . ¡del Poder gubernamental proletario!), llegan
hasta el sabotaje de la disciplina proletaria, etc., etc. Reconocemos
que para el mantenimiento del contacto con las "masas" son
insuficientes los sindicatos. En el curso de la revolución se ha
creado en Rusia una práctica que procuramos por todos los medios
mantener, desarrollar, extender: las conferencias de obreros y
campesinos sin partido, que nos permiten observar el estado de
espíritu de las masas, acercarnos a ellas, responder a sus anhelos,
elevar a los puestos gubernamentales a sus mejores elementos, etc.
Por un decreto reciente sobre la organización del Comisariado del
Pueblo de Control del Estado, que se convierte en "Inspección
Obrera y Campesina", se concede a estas conferencias sin partido
el derecho a elegir miembros del Control del Estado encargados de las
funciones más diversas de revisión, etc.” (Vladimir
Lenin, op. cit.)
Y prosigue:
“Naturalmente, toda la labor del Partido se realiza, además, a
través de los Soviets, que unifican a las masas trabajadoras, sin
distinción de oficios. Los congresos de distrito de los Soviets
representan una institución democrática, como jamás se ha visto en
las mejores repúblicas democráticas del mundo burgués, y por medio
de estos congresos (cuya labor sigue el Partido con toda la atención
posible), así como por la designación constante de los obreros más
conscientes para los cargos en las poblaciones rurales, el
proletariado desempeña su función directora con respecto a la clase
campesina, se realiza la dictadura del proletariado de las ciudades,
la lucha sistemática contra los campesinos ricos, burgueses,
explotadores y especuladores, etc. Tal es el mecanismo general del
Poder estatal proletario examinado "desde arriba", desde el
punto de vista de la realización práctica de la dictadura.”
(ídem.)
De nuevo Stalin completaría la definición:
“Esto
no significa, naturalmente, que el Partido pueda o deba sustituir a
los sindicatos, a los Soviets y a las demás organizaciones de masas.
El Partido ejerce la dictadura del proletariado, pero no la ejerce
directamente, sino con la ayuda de los sindicatos, a través de los
Soviets y de sus ramificaciones. Sin estas "correas de
transmisión", sería imposible una dictadura más o menos
estable. […] ¿Qué
significa esto? Significa, en primer lugar, que el Partido debe estar
muy atento a la voz de las masas; que debe tener muy en cuenta el
instinto revolucionario de las masas; que debe estudiar la
experiencia de la lucha de las masas, comprobando a través de ella
si su política es acertada; que, por tanto, no sólo debe enseñar a
las masas, sino también aprender de ellas. Significa, en segundo
lugar, que el Partido debe conquistar, día tras día, la confianza
de las masas proletarias; que, mediante su política y su labor, debe
ganarse el apoyo de las masas; que no debe ordenar, sino ante todo
persuadir, ayudando a las masas a convencerse por propia experiencia
de lo acertado de la política seguida por el Partido; que, por
tanto, debe ser el dirigente, el jefe y el maestro de su clase.”
(Iósif Stalin, “En torno a las cuestiones del leninismo”,
1926).
Nada
que ver con el fascismo:
“Las atrasadas
condiciones económicas de la nación dejaron a la mayoría de la
población productiva en niveles de conciencia primitivos. Dadas las
circunstancias, sólo una élite intelectual organizada, pertrechada
con una clara visión y una impecable conciencia teorética, podría
asumir la obligación histórica de ingeniar la revolución
socialista” (A. James Gregor,
“Italian fascism and developmental dictatorship”, Princeton
University Press, 1979, p. 56).
Aquí vemos un proceso radicalmente diferente reflejado. Por un lado,
la revolución socialista, donde sólo las masas una vez
concienciadas por la labor del Partido en sus organizaciones puede
llevar a cabo la revolución socialista gracias a la participación
del Partido en esas grandes organizaciones de masas (transformadas en
organizaciones del Estado en la revolución y después de ésta,
durante la dictadura del proletariado, como explican Marx y Engels en
el caso de la Comuna y como Lenin y Stalin reflejan en tanto a los
Sóviets). Por otro lado, tenemos el “golpe de Estado”, maquinado
a espaldas de las masas para cambiar el poder de manos, sin nada más,
dejándolo intacto como organismo divorciado de las amplias masas
trabajadoras. Aquí tenemos a los procesos revisionistas y a los
fascistas en un mismo plano táctico y organizativo.
Volvamos a la cita del artículo-entrevista de Hogar Social con el
periódico digital “Público”. ¿Qué es eso de “cuestionar
Auschwitz con datos científicos”? ¿Se refiere a datos como que
Himmler ordenó destruir pruebas de ejecuciones en masa? ¿O su
alusión a exterminar judíos en su discurso de Posen? ¡La evidencia
es copiosa!
Como caso más paradigmático del poderío de esos “argumentos
científicos de peso”, citaremos a Jean Claude Pressac. Pressac era
un antisemita francés que viajó a Polonia en la década de 1980
para “probar” que las cámaras de gas de Auschwitz no tenían
fines homicidas.
Conforme iba estudiando la documentación original del campo, cambió
radicalmente de parecer, y redactó dos libros exponiendo los
auténticos fines asesinos de esos campos. Uno de ellos puede ser
localizado en este enlace.
Pero el presente apartado nos lleva a un tema candente: la afirmación
de los liberales de que “el comunismo y el nazismo son iguales”.
¿En qué se “fundamentan” estas opiniones? Obviamente, en la
propaganda anticomunista, cuyo único fin es preservar el régimen de
explotación de los trabajadores. Pero ahondemos en las mentiras que
se difunden más comúnmente en torno a la cuestión. Podemos
dividirlas en los siguientes apartados:
- “Totalitarismo”
·Partido único
·La cuestión de la libertad política
·Culto a la personalidad
- “Imperialismo”
·La URSS de Stalin “invadía” países
- “Regímenes asesinos-genocidas”
·El “holodomor” de 1931
·El “gran terror”
·La deportación de naciones
Nos permitiremos brevemente desmontar toda esta parafernalia
anticomunista.
En primer lugar, en relación al régimen de partido único, los
anticomunistas han querido indicar el supuesto signo de igualdad que
existe entre el socialismo y el fascismo dado que sólo hay un
partido legal. Pero existen diferencias fundamentales: en el fascismo
existe un partido cuando las clases sociales diferentes siguen
existiendo y reproduciéndose, y en el socialismo existe sólo un
partido para asegurar el tránsito a la sociedad sin clases y una vez
construida esta, para representarla. Oigamos a Stalin:
“En cuanto a la libertad para los diferentes partidos políticos,
nosotros mantenemos una opinión un tanto diferente. Un partido es
una parte de una clase, su parte de vanguardia. Varios partidos y,
por consecuencia, la libertad de partidos, sólo pueden existir en
una sociedad en la que existen clases antagónicas, cuyos intereses
son hostiles e irreconciliables; en una sociedad donde, por ejemplo,
hay capitalistas y obreros, terratenientes y campesinos, kulaks [9]
y campesinos pobres, etc. Pero en la Unión Soviética ya no hay
clases como los capitalistas, los terratenientes, los kulaks, etc. En
la Unión Soviética no hay más que dos clases: los obreros y los
campesinos, cuyos intereses, lejos de ser hostiles, son, por el
contrario, afines. Por lo tanto, en la Unión Soviética no hay base
para la existencia de varios partidos y, por consiguiente, para la
libertad de esos partidos. En la Unión Soviética sólo hay base
para un solo partido: el partido comunista. En la Unión Soviética
sólo puede existir un partido, el partido comunista, que defiende
valientemente y con toda consecuencia los intereses de los obreros y
los campesinos. Y que no defiende mal los intereses de estas clases
es un hecho que no puede ponerse en duda.” (Iósif Stalin;
“Sobre el proyecto de Constitución de la URSS”, 1936).
Hablar de democracia, que es, a fin de cuentas, hablar de una forma
de poder (y este es siempre una dictadura, pues sino no se
comprendería su uso de la violencia: la existencia de ejército,
policía, etc.). ¿Y quién tiene el poder? Quien posea los medios de
producción, ya que con ello no sólo controlará la producción,
sino también la distribución, condicionando a todo el país, a toda
la sociedad.
“Se habla de democracia. Pero ¿qué es la democracia? La
democracia en los países capitalistas, en los que existen clases
antagónicas, no es, en última instancia, más que democracia para
los fuertes, para la minoría poseedora. La democracia en la Unión
Soviética es, por el contrario, democracia para los trabajadores, es
decir, democracia para todos. Pero de aquí se deduce que los
principios de la democracia no los viola el proyecto de la nueva
Constitución de la Unión Soviética, sino que los violan las
constituciones burguesas. Por eso creo que la Constitución de la
Unión Soviética es la única Constitución del mundo
consecuentemente democrática.” (Iósif Stalin; “Sobre el
proyecto de Constitución de la URSS”, 1936).
Y por mucho que, sobre el papel, las constituciones burguesas se
deshagan “en pro de los trabajadores”, el hecho es que en tanto
que reconozcan el derecho a la propiedad privada sobre los medios de
producción, estarán reconociendo esa democracia para los fuertes,
para la minoría poseedora: para los monopolios capitalistas.
Además, no es baladí señalar que el partido único del fascismo es
un partido burgués, que se propone mantener el régimen de propiedad
privada sobre los medios de producción, mientras que el partido
único del socialismo es el partido proletario, que se propone abolir
la esclavitud asalariada, germen de todos los males que aquejan a la
sociedad actual, capitalista.
Pero es aquí donde debemos señalar la mayor de las diferencias: el
régimen del Estado. Como hemos visto, el fascismo es “la dictadura
del partido”, en el sentido propio de la palabra (ejercicio de la
violencia), mientras que en el socialismo el partido sólo puede
influir en las organizaciones de masas, que son las que, como nuevos
organismos del Estado proletario, ejercen su dictadura contra los
explotadores derrocados, para aniquilarlos como clase.
Por un lado, parlamento monopartidista: burocracia situada por encima
del pueblo, inamovible (¡en mayor grado que en el parlamentarismo
demócrata-burgués!), etc.
Por otro lado, tenemos el Poder Soviético: poder de las
organizaciones de las masas trabajadoras, cuyos delegados no
sobrepasan el salario medio de un obrero medio y son amovilizables en
cualquier momento por quienes los han elegido, ante los que son
responsables en todo momento.
“La Comuna debía ser, no una corporación parlamentaria, sino
una corporación de trabajo, legislativa y ejecutiva al mismo tiempo.
En vez de decidir una vez cada tres o cada seis años qué miembros
de la clase dominante han de representar y aplastar al pueblo en el
parlamento, el sufragio universal debía servir al pueblo, organizado
en comunas, de igual modo que el sufragio individual sirve a los
patronos para encontrar obreros, inspectores y contables con destino
a sus empresas”. (Karl Marx; “La guerra civil en Francia”,
1871).
Lenin completaría la definición de Marx:
“La Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la
sociedad burguesa por instituciones en las que la libertad de crítica
y de examen no degenera en engaño, pues aquí los parlamentarios
tienen que trabajar ellos mismos, tienen que ejecutar ellos mismos
sus leyes, tienen que comprobar ellos mismos los resultados, tienen
que responder directamente ante sus electores. Las instituciones
representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como
sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo,
como situación privilegiada para los diputados. Sin instituciones
representativas no puede concebirse la democracia, ni aun la
democracia proletaria; sin parlamentarismo, sí puede y debe
concebirse, si la crítica de la sociedad burguesa no es para
nosotros una frase vacua, si la aspiración de derrocar la dominación
de la burguesía es en nosotros una aspiración seria y sincera y no
una frase ‘electoral’ para cazar los votos de los obreros.”
(Vladimir Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).
Y más adelante:
“Pero todo el quid del asunto está precisamente en que esta
‘especie de parlamento’ no será un parlamento en el sentido de
las instituciones parlamentarias burguesas. Todo el quid del asunto
está en que esta ‘especie de parlamento’ no se limitará a
‘establecer el régimen de trabajo y a fiscalizar la administración
del aparato burocrático’, como se figura Kautsky [10],
cuyo pensamiento no se sale del marco del parlamentarismo burgués.
En la sociedad socialista, esta ‘especie de parlamento’ de
diputados obreros tendrá como misión, naturalmente, ‘establecer
el régimen de trabajo y fiscalizar la administración’ del
‘aparato’, pero este aparato no será un aparato ‘burocrático’.
Los obreros, después de conquistar el poder político, destruirán
el viejo aparato burocrático, lo desmontarán hasta en sus
cimientos, no dejarán de el piedra sobre piedra, lo sustituirán por
otro nuevo, formado por los mismos obreros y empleados, contra cuya
transformación en burócratas serán tomadas inmediatamente las
medidas analizadas con todo detalle por Marx y Engels: 1) No sólo
elegibilidad, sino amovilidad en todo momento; 2) sueldo no superior
al salario de un obrero; 3) se pasará inmediatamente a que todos
desempeñen funciones de control y de inspección, a que todos sean
‘burócratas’ durante algún tiempo [11],
para que, de este modo, nadie pueda convertirse en ‘burócrata’
[esta vez en el sentido propio del término – Nota nuestra]”
(Vladimir Lenin; “El Estado y la Revolución”, 1917).
Todo esto nos lleva a la siguiente cuestión: la de la libertad
política. Se dice que tanto el socialismo como el fascismo son
regímenes totalitarios porque no permiten la oposición política.
Esto es una abstracción de la realidad. ¿Se han preguntado a
quiénes anula cada régimen como fuerza política? En el caso del
fascismo, se anulan a las fuerzas progresivas; no sólo al partido
comunista, sino también a los socialdemócratas, liberales
“radicales”, etc. En el socialismo se anula a las fuerzas
contrarrevolucionarias; a la burguesía en todas sus fracciones (pues
la pequeña burguesía empobrecida tiene como representante, como el
proletariado, al partido comunista).
Cabe señalar otra cosa en este aspecto: ¿acaso la “democracia”
burguesa, democracia para una minoría explotadora, no comienza a
reducir y asfixiar los ya de por sí estrechos márgenes de
“libertad” -libertad sobre el papel- desde el mismo momento en
que se ve capacitada para ello? ¿Qué es y cómo se explica entonces
la “ley mordaza” de España, por ejemplo?
Tratemos a continuación el tema del culto a la personalidad. Aquí
se debe tener en cuenta, fundamentalmente, si el culto es auspiciado
por aquél al que se le hace o si se hace en contra de su voluntad.
Hitler, como Mao Zedong o Kim Il Sung, o como Mussolini, nunca jamás
se opusieron al culto a la personalidad. Más bien dejaron que se
desarrollase. No se puede decir lo mismo de Stalin y Hoxha. Veamos,
cronológicamente, las citas de Stalin en contra del culto a la
personalidad:
“Junio de 1926: "Debo decir sinceramente, camaradas, que no
me merezco ni la mitad de las cosas lisonjeras que se han dicho aquí
sobre mí. Soy, al parecer, un héroe de la Revolución de Octubre,
el líder del Partido Comunista Soviético, el líder del Comunismo
Internacional, un caballero-guerrero legendario y todo lo demás.
Esto es absurdo, camaradas, y la exageración completamente
innecesaria. Este es el tipo de cosas que por lo general se dicen en
el funeral de un revolucionario difunto. Pero no tengo ninguna
intención de morirme todavía. En realidad yo era, y continúo
siendo, uno de los aprendices de los obreros especializados de los
talleres del ferrocarril de Tiflis" (J. V. Stalin: Obras,
Volumen 8; Moscú; 1954; p. 182).
Octubre de 1927: "¿Y quién es Stalin? Stalin es sólo una
figura menor" (J. V. Stalin: Obras. Volumen 10; Moscú; Moscú;
1954; p. 177).
Diciembre de 1929: "Vuestras felicitaciones y saludos
únicamente los merece el gran Partido de la clase obrera que me dio
a luz y me crió a su propia imagen y semejanza. Y solamente porque
los merece nuestro glorioso Partido Leninista, me atrevo a daros mi
agradecimiento como bolchevique" (J. V. Stalin: Obras, Volumen
12; Moscú; 1955; p. 146).
Abril de 1930: " Hay quienes piensan que el artículo 'El
Vértigo del Éxito' fue resultado de la iniciativa personal de
Stalin. Esto, desde luego, es absurdo. No es de recibo que la
iniciativa personal en un asunto como éste sea tomada por una
persona sola, quien quiera que sea, puesto que tenemos un Comité
Central" (J. V. Stalin: Obras, ibíd.; p. 218).
Agosto de 1930: "Me habláis de vuestra 'devoción' hacia
mí... Os aconsejaría que desechárais el 'principio' de la devoción
a las personas. Ése no es el camino bolchevique. Sed únicamente
devotos de la clase obrera, de su Partido, de su estado. Esta es una
cosa buena y útil. Pero no la confundáis con la devoción a las
personas, esa fruslería vana e inútil propia de intelectuales de
escasa voluntad". (J. V. Stalin: Obras, Volumen 13; Moscú;
1955; p. 20).
Diciembre de 1931: "En cuanto a mí, soy solamente un
discípulo de Lenin, y el objetivo de mi vida es ser un discípulo
digno de él... El marxismo no niega por completo el papel
desempeñado por individuos excepcionales o que la historia esté
hecha por las personas. Pero... las grandes personas sólo pueden
hacer cosas valiosas en la medida en que son capaces de entender
correctamente las condiciones reales, de entender cómo cambiarlas.
Si no logran entender estas condiciones y pretenden cambiarlas según
los impulsos de su imaginación, se encontrarán en la situación de
Don Quijote. Las personas individuales no pueden decidir. Las
decisiones de los individuos son siempre, o casi siempre, decisiones
unilaterales.... En cada grupo colectivo, hay personas con cuya
opinión debe contarse... A partir de la experiencia de tres
revoluciones, sabemos que de cada 100 decisiones tomadas por personas
individuales sin ser puestas a prueba y corregidas colectivamente,
aproximadamente 90 son unilaterales. Nunca, bajo ninguna
circunstancia, nuestros trabajadores podrán tolerar que el poder se
concentre en las manos de una persona. Con nosotros, los personajes
de mayor autoridad se reducen a la inexistencia, se convierten en
meras cifras, en cuanto las masas de los trabajadores pierden la
confianza en ellos". (J.V. Stalin: ibíd.; p. 107-08, 109, 113).
Febrero de 1933: "He recibido su carta concediéndome su
segunda Orden como recompensa por mi trabajo. Le agradezco mucho sus
cálidas palabras y su regalo de camaradería. Sé de lo que usted se
está privando para hacerme este favor y aprecio sus sentimientos.
Sin embargo, no puedo aceptar su segunda Orden. No puedo y no debo
aceptarla, no sólo porque únicamente puede pertenecerle a usted,
pues usted solo se la ha ganado, sino también porque yo ya he sido
ampliamente recompensado por el aprecio y el respeto de mis
compañeros y, por consiguiente, no tengo ningún derecho a robarle a
usted. Las Órdenes fueron instituidas no para los que ya son
conocidos, sino principalmente para la gente heroica que es poco
conocida y que merece darse a conocer a todos. Además, debo decirle
que ya tengo dos Órdenes. Esto es más de lo que uno necesita, se lo
aseguro" (J. V. Stalin: ibíd.; p. 241).
Mayo de 1933: Robins a Stalin: “Considero un gran honor tener la
oportunidad de hacerle una visita”. Stalin a Robins: “No hay nada
particular en eso. Usted exagera”. Robins a Stalin: “Lo que me
parece más interesante es que en todas partes de Rusia he encontrado
los nombres Lenin-Stalin, Lenin-Stalin, Lenin-Stalin, siempre
juntos”. Stalin a Robins: “Eso también es una exageración.
¿Cómo se me puede comparar con Lenin?” (J. V. Stalin: ibíd.; p.
267)
Febrero de 1938: "Estoy absolutamente en contra de la
publicación de las Historias de la Niñez de Stalin. El libro abunda
en una masa de inexactitudes de hecho, de alteraciones, de
exageraciones y de alabanzas inmerecidas. Pero... lo importante
reside en el hecho de que el libro muestra una tendencia a grabar en
las mentes de los niños soviéticos (y de la gente en general) el
culto a la personalidad de los líderes, de los héroes infalibles.
Esto es peligroso y perjudicial. La teoría de los héroes y la
'multitud' no es bolchevique, sino una teoría social-revolucionaria
(esto es, anarquista). Sugiero que quememos ese libro" (J. V.
Stalin: ibíd.; p. 327).” (Bill Bland, “Stalin y el culto
a la personalidad, ¿qué hay de cierto?”, 1991)
Vemos que la oposición de Stalin al culto a la personalidad era muy
decidida y apasionada.
Enver Hoxha, por su parte, mostró aprender la lección de la
restauración del capitalismo en la URSS, y no tenía nada bueno que
decir sobre el culto a la personalidad:
“El Partido del Trabajo de Albania estima que se han de
reexaminar los problemas a la luz de un análisis marxista-leninista
y rectificar los errores que existan. Tomemos la cuestión de la
crítica a Stalin y su obra. Nuestro Partido, como partido
marxista-leninista, es plenamente consciente de que el culto a la
personalidad es una manifestación extraña y nociva para los
partidos y para el movimiento comunista. Los partidos marxistas no
sólo no deben permitir el desarrollo del culto a la personalidad,
que frena la actividad de las masas, niega su papel, se opone al
mismo desarrollo de la vida del partido y de las leyes que la rigen,
sino que deben luchar con todas las fuerzas para arrancarlo de raíz,
desde que comienza a manifestarse o cuando ya ha aparecido en algún
país. Estamos enteramente de acuerdo, con que el culto a la
personalidad de Stalin como manifestación perjudicial en la vida del
partido, debía ser criticado a través de ese prisma. En nuestra
opinión, el XX Congreso y, en particular, el informe secreto del
camarada Jruschov, no plantearon la cuestión del camarada Stalin de
una manera correcta y objetiva, con espíritu marxista-leninista.”
(Enver Hoxha; “Discurso ante los 81 partidos comunistas en
Moscú”, 1960).
Y más adelante:
“Desde luego, había que superar el culto a la personalidad de
Stalin, pero, acaso se puede decir, como se dijo, que Stalin ¿era el
artífice mismo de ese culto a la personalidad? El culto a la
personalidad debía ser superado indiscutiblemente, pero ¿era acaso
necesario y justo que se llegara al extremo de que quien mencionaba
el nombre de Stalin era señalado inmediatamente con el dedo y quien
citaba a Stalin era mirado con malos ojos? Algunos destruyeron con
rapidez y diligencia las estatuas de Stalin y cambiaron los nombres
de las ciudades bautizadas con el de Stalin. Pero, ¿por qué ir tan
lejos? En Bucarest, el camarada Jruschov se dirigió a los camaradas
chinos diciéndoles: “Se agarran ustedes a un caballo muerto, si
quieren, vengan a llevarse también sus huesos”. Todo esto lo decía
refiriéndose a Stalin. El Partido del Trabajo de Albania declara
solemnemente que se opone a estos actos y a estas apreciaciones sobre
la obra y la persona de José Stalin. Pero, camaradas soviéticos,
¿por qué se planteó esta cuestión de tal manera y en tal forma
retorcida, cuando, existía la posibilidad de que, tanto los errores
de Stalìn como los de la dirección, fueran señalados debidamente y
rectificados sin que se produjera aquella gran conmoción en los
corazones de los comunistas del mundo entero, los cuales no llegaron
a estallar sólo debido a su espíritu de disciplina y a la autoridad
de la Unión Soviética?” (ídem.).
En Pravda, quienes comenzaron a tildar de “vozhd” (“führer”
o “líder” en ruso) a Stalin no eran otros que Karl Radek
(trotskista procesado en los juicios de Moscú por su implicación en
un grupo terrorista en la URSS) y Nikita Jrushchov (el personaje a la
cabeza de la “desetalinización”, o restauración del capitalismo
en la URSS).
“Los hechos demuestran que los exponentes más fervientes del
'culto a la personalidad' de Stalin eran revisionistas como Karl
Radek [político revisionista soviético (1885-1939); declarado
culpable de terorismo y traición en juicio público (1937);
asesinado en prisión por un compañero (1939)], Nikita Khrushchev y
Anastas Mikoyan [político revisionista soviético (1895-1978);
miembro del Politburó (1935-78); Comisario del pueblo para el
Comercio (1926-31), para el Suministro (1931-34), para la Industria
de Alimentos (1934-38), para el Comercio Exterior (1938-49); Primer
Ministro (1946-64); Presidente (1964-65)].
Roy Medvedev [historiador revisionista soviético (1925-)] señala
que: "la edición del 'Pravda' de enero de 1934 contenía un
artículo de dos páginas escrito por Radek, con una avalancha de
orgiásticos elogios hacia Stalin. Radek, antiguo trotskista que
había encabezado la oposición a Stalin durante muchos años (!),
ahora le llamaba 'el mejor discípulo de Lenin, el modelo del Partido
Leninista, la carne de su carne, la sangre de su sangre'.... 'Es tan
previsor como Lenin', etcétera, etcétera. Éste parece haber sido
el primer artículo de prensa expresamente dedicado a la adulación
de Stalin, y rápidamente fue reeditado como folleto con una tirada
de 225.000 copias, cifra enorme para la época" (R. A. Medvedev:
Que la Historia Juzgue: Orígenes y Consecuencias del Estalinismo;
Londres; 1972; p. 148).
Fue Khrushchev quien introdujo el término 'Vozhd' ('Líder',
correspondiente a la palabra alemana 'Führer'). En la Conferencia
del Partido en Moscú en enero de 1932, Khrushchev terminó su
discurso diciendo: "Los bolcheviques de Moscú, reunidos
alrededor del Comité Central Leninista como nunca antes en su
historia, y alrededor del 'Vozhd ' de nuestro Partido, el Camarada
Stalin, marchan con alegría y seguridad hacia nuevas victorias en la
batalla por el socialismo, por la revolución proletaria mundial".
('Rabochaya Moscova ', 26 de enero de 1932, citado en: L. Pistrak: El
Gran Estratega: la Subida de Khrushchev al Poder; Londres; 1961; p.
159).
En la XVII Conferencia del Partido en enero de 1934, fue
Khrushchev, y sólo Khrushchev, quien llamó a Stalin 'vohzd' y
'genio' (‘XVII Vsesoiuznoi Kommunisticheskoi Partii s'ezd’ (B.);
p, 145, citado en: L.Pistrak: ibíd.; p. 160). En agosto de 1936,
durante el juicio por traición a Lev Kamenev [político soviético
trotskista (1883-1936); admitió su traición en juicio público
(1936); condenado a muerte y ejecutado (1936)] y Grigory Zinoviev
[político soviético trotskista (1883-1936); presidente de la
Internacional Comunista (1919-26); admitió su traición en juicio
público (1936); condenado a muerte y ejecutado (1936)], Khrushchev,
en su cargo de Secretario del Partido en Moscú, dijo: "
¡Pigmeos miserables! ¡Ellos han levantado sus manos contra el más
grande de todos los hombres... nuestro sabio 'vozhd', el Camarada
Stalin!.. Usted, Camarada Stalin, ha alzado la gran bandera del
marxismo-leninismo sobre el mundo entero y la ha llevado a lo más
alto. Le aseguramos, Camarada Stalin, que la organización
bolchevique de Moscú –fiel partidaria del Comité Central
Estalinista– incrementará la vigilancia estalinista todavía más,
extirpará los restos trotskistas-zinovievistas, y cerrará las filas
de los Bolcheviques del Partido e independientes en torno al Comité
Central Estalinista y al gran Stalin"
[12] ('Pravda', 23 de agosto de 1936, citado en: L. Pistrak: ibíd; p.
162).
En el VIII Congreso de los Soviets de toda la Unión en noviembre
de 1936, fue otra vez Khrushchev quien propuso que la nueva
Constitución Soviética, que se presentaba al Congreso para su
aprobación, se llamase la 'Constitución Estalinista', porque: "Fue
escrita de principio a fin por el Camarada Stalin" (En realidad,
no fue escrita por el mismo Stalin) ('Pravda', 30 de noviembre de
1936, citado en: L. Pistrak: ibíd.; p. 161). Hay que señalar que
Vyacheslav Molotov [político soviético -liquidacionista,
oficialista, inmovilista, seguidista...; Nota nuestra- (1890- 1986);
miembro del Politburó (1926-53); Primer Ministro (1930-41); Primer
Ministro de los Diputados (1941-57); Ministro de Asuntos Exteriores
(1939-49, 1953-56); Embajador en Mongolia (1957-60)], entonces Primer
Ministro, y Andrey Zhdanov [político soviético marxista-leninista
(1896-1948); miembro del Politburó (1935-48)], entonces Secretario
del Partido en Leningrado, no mencionaron ningún papel especial de
Stalin en la redacción de la Constitución. En el mismo discurso
Khrushchev acuñó el término 'estalinismo': "Nuestra
Constitución es el Marxismo-Leninismo-Estalinismo que ha conquistado
una sexta parte del globo" (Ibíd). El discurso de Khrushchev en
Moscú ante una audiencia de 200.000 personas, en el momento del
juicio por traición a Grigori Pyatakov [político soviético
trotskista (1890-1937); Comisario Asistente del Pueblo para la
Industria Pesada (1931-37); admitió su traición en juicio pública
(1937); condenado a muerte y ejecutado (1937)] y Karl Radek en enero
de 1937, iban en una línea similar: "Al levantar sus manos
contra el Camarada Stalin , las han levantado contra todo lo mejor
que la humanidad posee. Pues Stalin es la esperanza; es la
expectativa; es el faro que dirige a toda la humanidad progresista.
¡Stalin es nuestra bandera! ¡Stalin es nuestra voluntad! ¡Stalin
es nuestra victoria!" ('Pravda', 31 de enero de 1937), citado
en: L. Pistrak: ibíd; p., 162).
Stalin fue descrito por Khrushchev en marzo de 1939 como: "Nuestro
gran genio, nuestro amado Stalin" (' Visti VTsVK ', 3 de marzo
de 1939, citado en: L. Pistrak: ibíd; p. 164). Y en el XVIII
Congreso del Partido en marzo de 1939 como: "El mayor genio de
la humanidad, maestro y 'vozhd', que nos conduce hacia el Comunismo,
nuestro muy amado Stalin" (‘XVII s'ezd Vsesoiueznoi
Kommunisticheskoi Partii’ (B)., p. 174, citado en: L. Pistrak:
ibíd; p. 164). Y en mayo de 1945 como: "Gran Mariscal de la
Victoria", ('Pravda Ukrainy', 13 de mayo de 1945, citado en: L.
Pistrak: ibíd.; p. 164). Con motivo de la celebración del
quincuagésimo cumpleaños de Stalin en diciembre de 1929, Anastas
Mikoyan acompañó sus felicitaciones con la siguiente petición:
"Que nosotros, aceptando la demanda legítima de las masas,
comencemos finalmente a trabajar sobre su biografía y la hagamos
disponible para el Partido y para toda la gente trabajadora de
nuestro país" ('Izvestia', 21 de diciembre de 1929, citado en:
L. Pistrak: ibíd; p. 164). Diez años más tarde, con motivo del
sexagésimo cumpleaños de Stalin en diciembre de 1939, Mikoyan
todavía defendía la publicación de la "biografía científica
de Stalin"; ('Pravda', 21 de diciembre de 1939, citado en: L.
Pistrak: ibíd.; p. 158). La biografía fue finalmente publicada en
1947, compilada por "G. F. Alexandrov, M. R.9 Galaktionov, V. S.
Kruzhkov, M. B. Mitin, V. D. Mochalov y P. N. Pospelov". (Joseph
Stalin: una Biografía Corta; Moscú; 1947).
Sin embargo, en su 'discurso secreto' al XX Congreso del PCUS de
1956, basándose en el 'culto a la personalidad' que él y sus
colegas habían promovido en torno a Stalin, Khrushchev atribuyó la
paternidad literaria del libro al mismo Stalin: 'Uno de los ejemplos
más característicos de la auto-glorificación de Stalin y de su
carencia de la modestia más elemental es la edición de su Biografía
Corta... Este libro es un ejemplo de la adulación más disoluta"
(Instituto Ruso, Universidad de Colombia (ed.): op. cit.; p. 69).
Esto nos demuestra que los ADULADORES se oponen así a los deseos
de sus ídolos que nunca quisieron ser idolatrados en absoluto, y
cuando los ídolos los rechazan, o cuando ellos mismos terminan
yéndose, CULPAN a los ídolos de obligarles a adularlos durante todo
ese tiempo.” (Bill Bland; “Stalin y el culto a la
personalidad, ¿qué hay de cierto?”, 1991).
Lo mismo hizo Ramiz Alia (aquél que cumpliese el papel de Jrushchov
pero en Albania) con el legado de Enver Hoxha, aunque de modo más
sutil: poniendo en boca de Hoxha tácticas contrarias a éste, que
beneficiaban los intereses de Ramiz Alia y de la restauración del
capitalismo en Albania.
Ahora bien, ¿por qué se generalizó el culto a la personalidad?
Porque se fue indulgente con las primeras publicaciones que hacían
ese culto, no se comprendieron sus dimensiones, se le opuso sólo la
opinión de aquél que padecía dicho proceso (Stalin o Hoxha), y por
ello se acabó generalizando dado el rol importante que el personaje
en cuestión cumplía. Y de esa generalización nació la
restauración del capitalismo, en última instancia. De esto debemos
aprender los marxistas-leninistas contemporáneos. Las revoluciones
no triunfan a la primera, sino después de una serie de experiencias
prácticas históricas.
Pasemos a la cuestión del “imperialismo”. Es sabido por todos
que los nazis y los fascistas tenían cifradas en el imperialismo sus
esperanzas de construcción de la economía nacional. Esto no es así
con el socialismo, que es todo lo contrario a la conquista,
propugnando desde siempre el derecho de las naciones a la
autodeterminación.
Y he aquí que los “historiadores” pretenden contradecirnos,
sacando el tema de cómo Stalin “invadió Polonia en 1939,
Finlandia en 1939 y los países bálticos en la década de 1940”.
¿Qué hay de cierto en esto? No hay absolutamente nada de cierto [13].
Como decimos en nuestra declaración de principios:
“Tras la invasión nazi de Polonia en 1939 (irónica pues el
gobierno heredero de Pilsudski mantenía relaciones amigables con la
Alemania de Hitler), el pueblo de las zonas arrebatadas a la
revolución en el Tratado de Riga se movilizó de tal forma que,
cuando acto seguido se canceló este acuerdo con un gobierno ya
inexistente (pues los muy cobardes de los capitalistas polacos
huyeron a Francia justo cuando los nazis pusieron un pie en “su
patria”, trasladándose luego a Inglaterra), la U.R.S.S. ocupó sin
necesidad de la violencia esos territorios antes arrebatados (y ni un
palmo más) para comenzar a frenar a los nazis. Mientras el Ejército
Rojo se colocaba en posiciones estratégicas para defender las
grandes ciudades de la Unión Soviética de la inminente amenaza
nazi, y mientras el ejército rojo se terminaba de desmovilizar de
Mongolia, donde habían ayudado desinteresadamente a expulsar a los
invasores japoneses, para reforzar el frente occidental, se hizo
necesario un tratado de no agresión (que no colaboración) con la
Alemania Nazi. Sin éste tratado, el RibbentropMolótov, la Guerra
hubiese tenido un color muy diferente.
De ésta forma, quien invadió Polonia fue la Alemania nazi, por
mucho que le duela a la historiografía burguesa.
El caso de Finlandia es un caso análogo. Habiendo conseguido su
independencia gracias a que los bolqueviques les dejaron el derecho
de autodeterminación para separarse el Ducado Finés del resto de
Rusia, en 1918 estalló una Guerra Civil en Finlandia. El recién
nacido Partido Comunista Finlandés tomó ante las tropas blancas del
general fascista Karl Manerhein la mitad sur del actual territorio de
Finlandia, llegando hasta la ciudad de Tampere, que fue establecida
capital roja. Los blancos se exiliaron en el norte y, con ayuda de
los mismos ejércitos imperialistas que atacaban ya la incipiente
U.R.S.S., fueron arrebatando todos los territorios a los rojos hasta
el punto de expulsarlos del país y ganar la guerra civil. No
contentos con esto, los sabuesos de Mannerheim establecieron en su
territorio bases militares de los Ejércitos imperialistas y, ante
semejante presión, los bolcheviques, desbordados por todos los
frentes de la Guerra Civil y con el conocimiento de que sin ganarla
no podría haber construcción del socialismo ni una dictadura del
proletariado estable y duradera, accedieron mediante el Tratado de
Tartu a ceder territorios de Karelia a Finlandia, dejando la frontera
de la entonces capital rusa, San Petersburgo (luego Leningrado), a
escasos 14 kilómetros de un territorio, el finlandés, plagado de
bases imperialistas. Con motivo de la Guerra Mundial, la Unión
Soviética procuró por todos los medios diplomáticos posibles que
Finlandia, que se había declarado neutral, retirase sus fronteras
hasta donde antes del Tratado de Tartu, al menos momentáneamente, y
les dejase usar un archipiélago cercano para establecer una base
naval soviética. Ante la negativa constante de los capitalistas
finlandeses y ante el hecho de que su “neutralidad” se tradujo en
la creación de bases militares nazis en el territorio que la
U.R.S.S. les pidió como avanzadilla para defenderse de la inminente
invasión, la Unión Soviética no pudo mas que usar la fuerza para
conseguir esos territorios, creándose tras la Guerra de Invierno
(1939) la República Socialista Soviética de Karelia.” (Resolución
de principios, Llamamiento a los marxistas-leninistas de España al
congreso del P.C.T.E., 11 de julio de 2016).
Por último, hablemos de los “genocidios” soviéticos. Los
burgueses dicen que “el nazismo es igual al comunismo porque ambos
son regímenes basados en el genocidio”. Todos conocemos Auschwitz,
todos conocemos las masacres étnicas de los italianos en Argelia y
Albania (entre otros). Pero, ¿de qué acusan a la Unión Soviética
de tiempos de Stalin? Primero, de “provocar” (!) una hambruna en
las campiñas ucranianas en el curso de 1930-1932. [14]
Muchos historiadores contemporáneos han tratado este tema. ¿La
conclusión? Las hambrunas se venían produciendo en Rusia a causa
del clima de forma periódica desde la prehistoria. Cada dos años la
economía en el campo se enfrentaba a una reducción de la
producción. La colectivización frenó éste proceso para finales de
la década de 1930.
El caso es que en 1932 se unieron varios factores agravantes: el
boicot de los kulak a la producción koljosiana (de las granjas
colectivas), quemando cultivos y destruyendo productos; la mala
gestión de los órganos locales (subsanada por el propio Estado
proletario), etc. La crisis no fue de la economía koljosiana, sino
de la pequeña economía privada que aún subsistía en aquél
entonces.
La prensa fascista pronto comenzó a utilizar pruebas falsas de una
hambruna de proporciones más que exageradas de lo que fue la breve
reducción de la producción agraria soviética de la época
citada. Por ejemplo, utilizaron fotografías tomadas en otros países
y en Rusia en la época de la Guerra Civil (1918-1921).
En
segundo lugar, se acusa a la Unión Soviética del llamado “gran
terror” de 1937, o como lo suelen llamar, “las purgas
indiscriminadas”.
Consideramos que este tema ha sido resuelto en base a los siguientes
artículos, totalmente disponibles en castellano: éste
y éste.
Y tercero, queda hablar sobre la “deportación de naciones”. Los
grupos étnicos más perdidos de toda Rusia se habían escindido. Sus
sectores más “pobres” se habían incorporado al movimiento
koljosiano. Sólo permanecieron los “proto-jefes” y caciques. Y
estos, en el momento en que estalló la guerra, hicieron todo lo
posible por colaborar con los invasores fascistas.
De esta forma, a estos pueblos errantes se les “condenó” a
permanecer en lugares fijos y se instauró un control sobre ellos
para evitar acciones quintacolumnistas como las que habían estado
desarrolando hasta el momento. [15]
3.
“Los refugiados son criminales”
“En esa misma habitación hay un cartel que señala: ‘Este
refugiado fue rescatado mientra su barco se hundía en Grecia. Lo
agradeció asesinando a decenas de personas en París’. Melisa cree
que no es racista y que no entra dentro de un discurso de odio. ‘Dime
qué parte es mentira. Dímelo’, insiste. ‘Melisa, ese mensaje
criminaliza a los refugiados. Estáis criminalizando víctimas’.
‘Ese cartel no dice ni una mentira’, insiste.” (Público;
“Melisa D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de Amanecer Dorado
que de Le Pen’”, 24 de febrero de 2017).
Este “argumento” es la panacea de la extrema derecha no sólo en
España, sino también en toda Europa. Resulta de que un refugiado
asesine en el país en que se hacina después de su éxodo la misma
paradoja que con los accidentes de avión. Expliquémonos.
Los accidentes de avión, como los atentados cometidos por
refugiados, no son ni por asomo el suceso mayoritario en su especie
(accidentes y antentados, respectivamente). Sin embargo, se les da
una mayor cobertura mediática, nos los repiten más, y por ello los
creemos más probables y numerosos. Y al contrario de esto, los
accidentes de avión son los menos frecuentes, y los refugiados que
cometen crímenes quedan en insignificante minoría si se les compara
con crímenes cometidos por “nativos de pura cepa”.
La curiosidad de todo este discurso es que NUNCA
se hace alusión al motivo de la emigración de esa inmensa cantidad
de personas. Este motivo no es otro que la guerra imperialista,
perpetrada por Rusia, EEUU, la OTAN, Turquía, etc. (mientras la
“pacífica” China hace todo lo posible para normalizar relaciones
comerciales, diplomáticas y financieras con las zonas en guerra y
ganarse unos jugosos deudores).
Este hecho ha marcado la insufrible hipocresía de los gobiernos ante
los últimos atentados islamistas en Europa. ¡Los mismos genocidas
en Oriente “sienten en el alma” que la guerra que han provocado
les haya rebotado a “sus” ciudadanos! La muerte sólo es buena
cuando va aparejada a una invasión militar, ¿o no, señores
nacionalistas?
Otra cosa de la que se habla menos es de que los mayores objetivos
del grupo fascistoide ISIS-DAESH no son sino los propios habitantes
de la zona en conflicto, a los que masacran en su guerra de
posiciones contra el imperialismo, por ver quién gana el derecho a
explotar hasta la última gota de sangre de los trabajaores y las
masas de Oriente Medio.
¿Estamos pues ante una “cruzada contra los valores europeos”?
Estamos ante una guerra imperialista. Y esos valores, tan
“democráticos”, no son mejores que los valores del ISIS: la
hegemonía explotadora sobre las masas de Oriente.
Entonces… ¿qué puede significar que Hogar Social intente hacer
extensivo el caso de los asesinos tanto de orientales como de
europeos, que “por una vez” matan en el viejo continente, a todos
los refugiados que huyen de la guerra? ¿No es obvio que de lo que
huyen esos refugiados es, también, de unos asesinos, el ISIS, que no
han hecho mas que perseguirlos en su periplo? ¿A quién beneficia la
estupidez de Hogar Social criminalizando a los refugiados? Es
natural: beneficia a los imperialistas, pues sólo habla de un tipo
de criminales, el ISIS, ¡y además lo “confunden” con las
víctimas que han huído del mismo hacia Europa! ¿No será que lo
que quiere Hogar Social es crear una capa de desarrapados en las
fronteras europeas, fácilmente explotables, baratos para los
capitalistas (que por subcontratarlos harían “política social”)?
¡Deberían preguntarle a su amigo Viktor Orban!
La única salida al terrorismo en general es la destrucción del
imperialismo. Y ésta es imposible sin la revolución proletaria, esa
que tanto intenta boicotear Hogar Social al enfrentarnos a los
trabajadores de distinta nacionalidad, en provecho de los
capitalistas… y de su “socialismo”. ¡Menudo socialismo que es
exactamente igual al capitalismo, a la explotación de los
trabajadores! ¿No se habrán confundido con las siglas del PSOE, que
demuestran ese mismo “socialismo”?
Sin el fin de la guerra imperialista, los trabajadores de las
potencias bélicas seguirán asimismo esclavizados; pues esto querrá
decir que el capitalismo sigue en pie.
Hoy viene a colación nuestra resolución sobre los refugiados en
nuestro I Pleno Ordinario (Abril de 2016):
“Desde
el M.P(m-l).E. consideramos que la crisis de los refugiados está
llevando a la fascistización de Europa y Estados Unidos, al hacer
aflorar la vena más chovinista de la burguesía de éstos países
(pues está claro que la crisis de los refugiados en Europa repercute
en las políticas de su adalid norteamericano).
Esta
crisis, provocada por los conflictos imperialistas en el mundo, es
uno de los productos más peculiares del desarrollo que hoy por hoy
toma el imperialismo mundial, la deslocalización de empresas, las
multinacionales, la división internacional del trabajo, etc... Y
como tal, consideramos que la afluencia de refugiados a los países
metrópoli hará que el ejército industrial de reserva se aumente,
disminuyendo el salario y agudizándose las contradicciones
capitalistas, entre trabajo y capital, entre países imperialistas y
colonias, y entre los diferentes países imperialistas (como se ve
hoy día con motivo de las diferentes políticas sobre los refugiados
que llevan los países de la U.E.). La crisis de los refugiados se
hace notar tanto cuando éstos entran en un país metrópoli de
acogida, como cuando los hacinan en campos de concentración a las
afueras de las fronteras de los mismos. Es, por tanto, una confesión
que nos da la vida diaria de que el capitalismo ha llegado a un nivel
de irresolución de sus contradicciones que vuelve a ponerse de
manifiesto la unión de los explotados, sea cual sea su procedencia y
demás, contra los explotadores en los países imperialistas y por la
liberación en los países dependientes o neocolonizados.
La
crisis de los refugiados se ha unido con la injerencia del Estado
Islámico en Europa a base de atentados autoreconocidos. Ésta
injerencia ha servido de pretexto para que los burgueses de Europa
“pierdan la fe” en los refugiados, o al menos, busquen excusas
para intentar atravesar el callejón sin salida en que se encuentra
el capitalismo: pretenden que los refugiados no pasen de las
fronteras para que no afecten al “status quo” de la aristocracia
obrera europea que en la mayoría de países ya estaba comenzando a
desmoronarse por su propio pie, pero sin embargo, esa táctica
burguesa de evitar que entren los refugiados a su país lleva al
hacinamiento entre fronteras de esta masa furiosa y hambrienta a la
que tanto temen, pues puede ser una reserva muy potente de la
revolución proletaria en cualquiera de los países de Europa central
y del Este (donde esta crisis se concentra).
A
la burguesía le interesa y no le interesa el aumento del ejército
industrial de reserva en sus países de origen. Les interesa porque
disminuiría el salario pero no les interesa porque agudizarían las
contradicciones capitalistas que llevan a su perdición definitiva,
en su propio país, cuando esta burguesía puede extraer
superbeneficios de la explotación neocolonial de los pueblos.
Los
atentados del ISIS parecen haberse dejado ocurrir (en el caso de
Bélgica, su policía secreta conocía por otros servicios de
inteligencia del mundo la intención y localización de los
terroristas) para tener una excusa con motivo de afianzar la
intervención en las zonas de conflicto imperialista de Oriente
Medio.
La
gran curiosidad es que los atentados de París, de Bélgica, etc...
no fueron provocados por gente refugiada, sino por residentes y
nacidos en el país en cuestión. Otros defensores de la explotación
se oponen a la entrada de refugiados (para encubrir el motivo
inconsciente fundamental; evitar que afecte a su statu quo de la
“pacífica explotación”) poniendo el caso de una violación que
supuestamente cometió un refugiado o un grupo de éstos en Alemania,
lo que ocasionó grandes protestas y el resurgir del movimiento
neonazi en el país. Si tomásemos en realidad las violaciones
cometidas antes de llegar los refugiados con las de después, esa
gentuza se daría con las estadísticas en las narices.
Para
finalizar, hay quienes no se oponen a los refugiados, se solidarizan
con ellos, y olvidan tanto la perspectiva de la revolución (sólo
alegan en pos de “los derechos humanos”, etc... sin olvidar que
cuando entren al país, la gran mayoría formará parte del ejército
industrial de reserva y estarán explotados), o bien quienes dicen
que “se les está tratando con preferencia una vez entran en el
país”. Los argumentos para esto último son bastante pobres, ya
que se basa en una abstracción de todos los casos: sólo conocen el
caso entre mil de aquél que ha conseguido subsistir con un empleo de
la pequeña burguesía media y olvidan a los que perecen a causa del
hambre y las enfermedades o consiguen (si pueden) un empleo
paupérrimo.
La
revolución proletaria debe ser el objetivo estratégico fundamental
de los partidos leninistas del “viejo continente”, que han de
luchar por unir los esfuerzos de los explotados contra el capital y
aprovechar las revueltas de los refugiados en las fronteras como
reserva de la revolución proletaria en su propio país.
Desde
el M.P(m-l).E condenamos la objetiva fascistización de la democracia
burguesa (marcada en leyes como la de extranjería de Suiza, la ley
mordaza de España, la ley sobre la entrada de refugiados de Polonia
y Hungría, etc...), a la que se lleva por la agudización de las
contradicciones imperialistas que tomó la forma de la guerra de
Ucrania, la crisis de los refugiados y la progresiva depauperación
de los trabajadores y la proletarización a la que lleva el
capitalismo ineluctablemente sea cual sea su máscara.
Desde
el M.P(m-l).E. nos solidarizamos con la difícil situación de los
miles de refugiados en Europa y el mundo, y alzamos el puño por la
única solución posible, la dictadura del proletariado.
La
burguesía está en un callejón sin salida; no pude “solucionar”
un problema relativo a la explotación del trabajo por el capital sin
hacer que el remedio le sea más perjuicioso que la enfermedad.
Tenemos un ejemplo con el caso del fascismo, el que aunque esconda (a
diferencia de la democracia burguesa) la explotación capitalista con
el manto del enemigo más visible de la camarilla militar gobernante,
es más inestable al agudizar los males del pueblo trabajador y los
medios con que éste puede defenderse y atacar al régimen burgués”
(Resoluciones del I Pleno Ordinario del M.P(m-l).E., 16 y 17 de
abril de 2016 [16]).
4.
“Make Spain great again”
“El nacionalismo españolista era un nacionalismo extremo, de
carácter racista (el día nacional se llamaba el día de la raza),
sumamente excluyente, que estaba basado en una visión imperial del
Reino de España y con una concepción radial del estado, centrado en
Madrid, la capital del Reino. España era la única nación del país
y la más antigua de Europa y tenía una misión civilizadora. Otras
concepciones de España eran reprimidas y eliminadas, definiéndoselas
como anti España. Este nacionalismo españolista estaba
intrínsecamente ligado al catolicismo clerical jerárquico español,
que era parte del Estado español. No es que la Iglesia apoyara la
dictadura; la Iglesia fue un componente claro de la dictadura, hecho
que la jerarquía católica todavía hoy niega a pesar de la enorme
evidencia de lo contrario. Los sacerdotes estaban pagados por el
Estado y el dictador nombraba a sus obispos. La hipocresía de la
Iglesia, negando esta realidad, alcanzaba niveles hiperbólicos.”
(http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2013/12/03/el-resurgimiento-del-fascismo-en-espana/)
Y Hogar Social no iba a ser menos como para no sumarse a estas
sandeces:
“‘En los españoles hay un ímpetu, un instinto guerrero que
está adormilado. Hay hitos en la historia que se demuestra que el
pueblo español es de una forma. Preferiría que se fortaleciese el
concepto de la España guerrera y no el de la picaresca del Lazarillo
de Tormes. Eso es una banalización de España y eso influye
en la sociedad’, sentencia Melisa.” (Público; “Melisa
D. Ruiz, de Hogar Social: ‘Somos más de Amanecer Dorado que de Le
Pen’, 23 de febrero de 2017).
Si ese “instinto” es de “los españoles” y no de una clase
social en particular, sólo refleja unas aspiraciones imperialistas a
que España sea una superpotencia que oprima a los trabajadores del
mundo. Si se refiere sólo a un “cumplido”, ¿qué puede
significar hacérselo a explotadores y explotados a la vez? ¿Tienen
un “instinto guerrero nato” los unos y los otros? ¡Sería de los
unos contra los otros, dada la insoslayable lucha de clases! Cuanto
menos, hablar de ese “instinto” es intentar fundir a los
explotadores y explotados españoles en una categoría homogénea,
solamente para distanciar a los explotados españoles de sus
camaradas explotados de otras nacionalidades (tanto dentro como fuera
del país) y esto sólo repercute, de nuevo, en beneficio de los
explotadores.
Con esto creemos que es suficiente.
*
* *
El fascismo se está pertrechando silenciosamente, a nuestras
espaldas. Ante esto, el movimiento antifascista español, que es hoy
muy deficiente y en el que campan tranquilamente hooligans “red
skin” (que llevan a cabo acciones de violencia aislada de su
ejercicio por las amplias masas, a las que no pretenden organizar);
ante la unidad del fascismo, este movimiento antifascista no está
sabiendo responder. Este movimiento no es ni un frente de
organizaciones de las masas trabajadoras, ni un Partido proletario de
vanguardia que las dirija; es una amalgama de individuos, normalmente
intelectuales, que no tiene claras las tareas del momento.
Un frente de organizaciones que pretenda luchar contra el fenómeno
fascista, si no “corta el mal de raíz” -es decir, acaba con el
modo de producción capitalista-, será impotente en sus objetivos
antifascistas. Y esto no podrá acometerlo si no está guiado por el
Partido unificado de vanguardia del proletariado de España.
¿Cómo frenar al fascismo? La respuesta a este problema, el cómo
contrarrestar y destruir al fascismo, ya nos la dio G. Dimitrov hace
muchas décadas, a saber; la unidad de las fuerzas de los comunistas
y del pueblo. Y aquí hay una doble tarea pendiente. Por una parte,
la “vanguardia” en España se encuentra perdida entre partidos
revisionistas “comunistas” y nosotros, un pequeño núcleo de
elementos marxistas-leninistas que apenas tiene fuerza. Por otra
parte, queda la unión de todo el movimiento de masas, que no sólo
está dividido como la “vanguardia” comunista, sino que además
está bajo la influencia de los ya de por sí divididos partidos
burgueses. El nefasto resultado es aquél que podemos ver día tras
día: el movimiento revolucionario de las masas está en España a la
cola del espontaneísmo y se reduce a una tregua a la mínima presión
de la burguesía, como se vio en el caso de los estibadores.
El antifascismo en España se compone actualmente de frentes aislados
de las organizaciones de masas existentes; de frentes que se
desarrollan en paralelo a éstas organizaciones, sin tocarse
mutuamente, o haciéndolo de forma inestable y costosa.
Lenin ironizaba sobre este tipo de organizaciones, hablando del caso
de los “comunistas de izquierda” alemanes:
“Tampoco pueden no parecernos ridículas, pueriles y absurdas
las muy sabias, importantes y terriblemente revolucionarias
disquisiciones de los comunistas de izquierda alemanes sobre este
tema, a saber: que los comunistas no pueden ni deben militar en los
sindicatos reaccionarios, que es lícito renunciar a semejante
acción, que hay que salir de los sindicatos y organizar sin falta
"uniones obreras" nuevecitas, completamente puras,
inventadas por comunistas muy simpáticos (y en la mayoría de los
casos, probablemente muy jóvenes), etc., etc.” (Vladimir
Lenin; “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”,
1921).
Nuestro
Partido debe luchar por anteponer a esa práctica de crear
organizaciones “de masas”. Hay que trabajar en las
organizaciones existentes para denunciar a sus líderes en frente de
sus bases, para denunciar el funcionamiento insuficiente de
“representación obrera” en los centros de trabajo, etc. y
movilizar a las masas por un objetivo superior: hacerles
saber que mientras la burguesía tenga en posesión los medios de
producción, seguirá detentando el poder. La revolución proletaria
debe ser objeto de propaganda en los momentos difíciles; hay que
explicársela a las masas, hacerlas avanzar por pequeños objetivos
parciales que demuestren nuestras ideas en los hechos, hay que
aislarlas de los jefes revisionistas empujándolos a enseñarse como
lo que son y criticándolos constantemente, etc., etc.
Pero
esto es imposible a largo plazo sin una vanguardia unificada.
Nuestro
Partido propone, así, a los demás partidos que se pretenden
denominar comunistas, que si de verdad lo son, acepten que se tenga
un Congreso común y que se realicen acciones conjuntas.
El
revisionismo en la absoluta mayoría de partidos “comunistas” de
España es el mayor obstáculo a la unificación de las fuerzas de la
vanguardia proletaria. Estos revisionistas arrastran a los individuos
con honestos sentimientos proletarios a vegetar en actitudes y tareas
que están lejos de la preparación de la revolución proletaria en
España. Asimismo, sus análisis de la situación actual son
deficientes y envenenan las mentes de los elementos honestos que
hemos aludido.
El
Partido Comunista del Trabajo de España hace un llamamiento a los
demás partidos que se autodenominan marxistas-leninistas en España.
¡Un llamamiento para la unidad bajo los principios, para la unidad
de los marxistas-leninistas! Quien no acuda a este llamamiento, será
un traidor a la clase obrera y al pueblo.
Es
necesario, además de unificar a la vanguardia bajo el
marxismo-leninismo y la práctica constante, unificar a las
organizaciones de masas existentes y criticar despiadadamente a los
líderes que no acepten esta iniciativa. Sólo en la unidad de la
clase obrera y el pueblo reside la fuerza que aplastará al fascismo.
Esta iniciativa de Frente del Trabajo pretende nutrirse de las bases
de las organizaciones existentes, gracias a la participación del
Partido en éstas; participación que no puede sino ir atada a la
crítica de sus líderes y a la demostración práctica de que no
representan a las bases trabajadoras de dichas organizaciones.
Éstas
pueden ser sindicatos, comités de empresa, organizaciones
culturales, asociaciones de vecinos de barrios obreros, etc.
Asimismo,
las masas no organizadas tienen que ser organizadas en un vehículo
muy amplio; hablamos de los Consejos del Pueblo. Estos, con sus
subdivisiones en la fábrica, etc. deberán ser el lugar de debate de
las más amplias masas trabajadoras: la mancomunidad de estas
organizaciones en todo el Estado conseguirá dar un impulso inusitado
a la lucha sindical de la clase obrera y, en el debido momento, a la
lucha revolucionaria.
Qué
duda cabe de que aquí no nos referimos a una creación nuestra. Los
Consejos del Pueblo deben partir de las iniciativas asamblearias de
las masas trabajadoras, guiadas por nosotros, por los
marxistas-leninistas, hacia primero nuestra hegemonía en las mismas,
segundo su extensión por todo el Estado y tercero su preparación
como vehículos de la revolución socialista; como el embrión del
nuevo poder popular, que se lanzará a la confiscación de los medios
de producción que la burguesía tiene en sus manos y a destruir las
bases del viejo Estado burgués, de forma violenta y rápida,
sustituyéndolo por el poder del pueblo armado. Sólo ésto es
garantía de la democracia de la mayoría de la población contra la
minoría de explotadores y usureros.
Además,
los Consejos del Pueblo, pertrechados por el Frente del Trabajo,
convertirán las actuales elecciones sindicales en la elección de un
organismo central dependiente de la asamblea general de los
trabajadores, que la represente ante los capitalistas, mientras que
unirá a todos los centros de trabajo de una ciudad, y a todas las
ciudades del país. Supeditará la parte al todo y hará de la parte
un organismo capaz de dirigir.
Con
esto es suficiente.
Detengámonos
ahora en otra iniciativa que nos resulta digna de analizar: un Banco
Obrero de Alimentos.
¿Un
Banco Obrero de Alimentos para contrarrestar los bancos fascistas de
alimentos? Esto es una solución, pero una solución muy limitada.
Hay que llamar al boicot de la adquisición de alimentos por parte de
los fascistas de Hogar Social. Hay que reforzar a un Banco Obrero de
Alimentos que a su vez se funda con el Frente del Trabajo que hay que
luchar por crear de manera ipsofacta. La caridad no puede tener, para
nosotros, más que un fin de preparar fuerzas para la revolución.
Sólo haciendo que ese BOA sea la “caja roja” del Frente del
Trabajo podremos contrarrestar el populismo fascista de la entrega de
alimentos a españoles, que culpabiliza de la crisis de los
capitalistas a los trabajadores inmigrantes, desposeídos de los
medios de producción como los trabajadores “nativos”. Y además
con semejante Frente, como hemos visto, podríamos comenzar a
unificar la lucha sindical del proletariado y las masas trabajadoras.
Así,
el Partido Comunista del Trabajo de España muestra su apoyo a las
iniciativas de Bancos Obreros de Alimentos como forma de debilitar la
política “social” burguesa-xenófoba de Hogar Social, pero
enseña que esto tiene unas claras limitaciones; a saber, que sin ir
unido a un movimiento por los Consejos del Pueblo, el Frente del
Trabajo y la unificación de los marxistas-leninistas de España en
un Partido único que se deshaga de la escoria que lidera a muchos
comunistas honestos, divididos entre sí precisamente por esa escoria
revisionista; sin esto, cualquier iniciativa está limitada.
Por
último, con motivo de crítica de las desviaciones de partidos
revisionistas como el PCE (r), en el momento actual no podemos
cerrarnos a participar, en un futuro, cuando tengamos fuerza, en las
elecciones burguesas. Esto es un frente de lucha que debe ser
debidamente utilizado por los comunistas, para demostrar en la praxis
a las masas que el Estado burgués no podrá satisfacer los intereses
de clase del proletariado: que no se trata (por mucho que Podemos
diga lo contrario) de algo “pulcro e inocente” que bárbaros como
Rajoy han prostituido, sino que esta “prostitución” está en
total acuerdo con el carácter burocrático de las instancias
parlamentarias. El Estado no es más que, como enseñaban Marx y
Engels, una máquina especial de una clase social para reprimir a su
contraria.
El
PCE (r) tiene una “peculiar teoría”. Esta teoría, a diferencia
de otras que ese partido revisionista y que cambiaba de orientación
conforme soplaba el viento (llegando a calificar de “M-L” a
Mijaíl Gorbachov, a Mao Zedong, etc.), no “sufrió” bajo el filo
de la espada de juguete que este partido empleó para hacerse su tan
infame autocrítica de principios de este siglo. Una autocrítica en
la que dejaron intacto lo fundamental, lo revisionista. Pero eso es
motivo de otro artículo. Con esto nos hemos querido justificar para
utilizar una cita “antigua” de ese partido, cuyas posiciones
siguen intactas. Si usamos una cita antigua es sólo porque es la
“mejor” que tienen al respecto de la cuestión. Podríamos
escoger cientos de ejemplos más de cómo la defienden hoy en día.
Veámosla:
“Por el contrario, nuestro Partido,
señalaba entonces: ‘Del fascismo y del monopolismo no se puede ir
a la democracia burguesa porque ésta corresponde a la etapa de libre
competencia y de desarrollo del capitalismo; la historia no da marcha
atrás’”. (Partido Comunista de España (Reconstituido);
Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984).
La
teoría del PCE(r) según la cuál el capitalismo monopolista de
Estado lleva inevitablemente al fascismo no entiende que, pese a que
no haya fasicsmo sin imperialismo (dominación del gran capital
financiero), la democracia burguesa adquiere en ésta época un
carácter más manejable para el gran capital, dado precisamente al
imperio de los monopolios financieros. La dominación del capital se
hace mucho más directa que antes. Por ello, la democracia burguesa
sigue siendo la forma paradigmática de dictadura de los capitalistas
(pues representa a sus diferentes fracciones internas y, de rebote,
al proletariado, salvo si “el orden está en peligro”). Sólo la
cambia por una forma fascista cuando se sienten amenazados de
cualquier manera por las masas o la inestabilidad política. En estos
momentos los grupúsculos reaccionarios fascistas ganan fuerza y
cierta presencia; los batallones políticos de mercenarios del gran
capital financiero y del monopolismo de Estado que le va aparejado
(venta de acciones, bonos del tesoro, etc.).
Ambas
formas no nos son indiferentes, como decía Dimitrov. El PCE(r) no
entiende que el parlamentarismo y cualquier mínimo atisbo de
libertad política burguesa, de partidos, etc. debe ser aprovechado
por los M-L y que esto no es un régimen fascista.
¿Acaso
lo era el régimen de Stolypin en Rusia, siendo contrarrevolucionario
e imperialista? ¿No participaron los bolcheviques en la Duma con el
objetivo de la denuncia práctica de ésta, de criticarla y forzarla
a situaciones y tesituras que aclarasen su carácter a las masas
embaucadas por ese organismo de la clase dominante explotadora?
El
PCE(r) justifica su táctica izquierdista que niega la combinación
de la lucha legal con la ilegal. Y justifica esa negación con estas
falsarias nociones del imperialismo. Estas nociones tienen su origen
en la descontextualización de una cita del marxista-leninista
búlgaro Georgi Dimitrov, quien nunca jamás definió el fascismo
como una fase del capitalismo (pues ello denota irreversabilidad y
son incontables los casos en que ha ocurrido que un régimen
fascista, dada su incapacidad de gobernar, se haya visto atrapado en
una vorágine de lucha de clases que haya llevado a la burguesía a
buscar formas “más aceptables” de dominación, de dictadura; así
ocurrió, por ejemplo, con la transición española). Veamos la cita
en cuestión:
“Considerar el fascismo como un fenómeno temporal y transitorio
que, dentro de los marcos del capitalismo, podría ser reemplazado
por el restablecimiento del viejo régimen democrático-burgués […]
es hacerse ilusiones vanas […]” (Georgi Dimitrov; “Acerca
de las medidas de lucha contra el fascismo y los sindicatos
amarillos”, 1928, en “Escritos sobre el fascismo”, pp. 35-36,
Ed. Akal 74, 1976, Madrid).
Eso,
claro está, era totalmente cierto para el período que abarca desde
1922 (triunfo del fascismo en Italia) hasta 1945 (derrota del
fascismo gobernante en Alemania e Italia). Dimitrov sólo quiere
decir que en esa época de apogeo del fascismo, la burguesía no iba
a abandonar esa forma específica de dictadura del capital, pues le
funcionaba en el momento dado.
Pero
esto no se iba a prolongar cuando ese sistema fuese imposible para
gobernar. Las revoluciones, decía Lenin, sólo son posibles cuando
los de arriba “no pueden gobernar como antes” y los de abajo “no
quieren vivir como antes”.
La
propia Italia participó de una transición a un régimen burgués
parlamentario. ¿Qué significa ese tránsito? “¡Sigue siendo
fascismo camuflado!”, dirían “nuestros” “comunistas”
del PCE (r). Sin embargo, en esa nueva época de legalidad burguesa
se abre un estrecho margen que permite al Partido Comunista
reorganizarse y estrechar lazos con las masas de forma más segura. A
nosotros no nos puede parecer indiferente la forma de dictadura del
capital, como decía Dimitrov. No somos unos simples Thällmann [17].
Obviamente,
si ya los tiene estrechados desde antes, las convulsiones que
preceden a todo tránsito de forma de dictadura y de revolución
podrían ser aprovechadas por el Partido para, en lugar de hacerlas
desembocar en un régimen burgués, llevarlas a término: es decir,
llevarlas a la revolución socialista. La experiencia de las
revoluciones rusas de febrero de 1917 y de octubre de 1917 vienen a
confirmar este hecho. Y hablando del tema de la república y el
socialismo, no podríamos más que echar la mirada hacia otros
revisionistas: el PCE (m-l) de Raúl Marco.
El
victimismo del PCE (m-l) actual no comprende que la república
burguesa no nos puede aportar, tácticamente hablando, más que la
capacidad de realizar la “denuncia práctica” en el seno del
parlamento burgués. Asimismo, no entiende que una vez este exista,
nuestra tarea no consiste en escalar a otra forma de parlamento
burgués como supuesto escalón intermedio para llegar al socialismo.
No. Como decía Lenin, al socialismo se pasa de la revolución
democrático-burguesa en la medida de las fuerzas del proletariado
consciente; de su organización y de su liderazgo de los elementos
atrasados de su clase y de sus clases amigas, el semiproletariado.
¿Por
qué, si acaso el PCE (m-l) entendiese todo esto que hemos dicho,
sirve de muleta de los movimientos “republicanistas en general”,
sin esclarecer a las masas la verdadera diferencia entre la
república-dictadura burguesa y la república-dictadura proletaria?
¿Por qué no dejan de manifestarse “por la República” como si
esta se tratase de un “paso previo” “necesario” entre la
monarquía parlamentaria y la dictadura del proletariado? ¿No han
aprendido nada de la táctica bolchevique durante el Gobierno
Provisional burgués (1917)?
Pero
volvamos al problema del Estado burgués. Lenin decía:
“El tipo más perfecto, más avanzado de Estado burgués es la
república democrática parlamentaria. El poder pertenece al
Parlamento; la máquina del Estado, el aparato y los órganos de
gobierno son los usuales: ejército permanente, policía y una
burocracia prácticamente inamovible, privilegiada y situada por
encima del pueblo” (Vladimir Lenin; “Las tareas del
proletariado en nuestra revolución”, 1917, en Obras Escogidas en
tres tomos, t. II, p. 54, Ed. Progreso, Moscú, 1961).
Y
más adelante:
“La república parlamentaria burguesa dificulta y ahoga la vida
política independiente de las masas, su participación directa en la
edificación democrática de todo el Estado, de abajo arriba.”
(op. cit., p. 55).
Pero esto no quita que podamos emplear ese Estado como una arena de
combate contra la burguesía. He aquí lo que reprochaba Lenin a los
“izquierdistas”:
“Mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento burgués
y cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados a
trabajar en el interior de dichas instituciones, precisamente porque
hay todavía en ellas obreros idiotizados por el clero y por la vida
en los rincones más perdidos del campo. De lo contrario, corréis el
riesgo de convertiros en simples charlatanes.” (Vladimir
Lenin, “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”,
1921, p. 53, Ed. Akal 74, 1975, Madrid).
Sólo llevando a ese Estado, burgués en su esencia, las demandas de
las masas trabajadoras, podremos hacerles ver cómo chocan contra las
altas paredes de la burocracia capitalista pluripartidista (¡ni qué
decir del parlamentarismo de partido único, del fascismo!) y cómo
se necesita un Poder Soviético, de los Consejos del Pueblo, para
destrozar esta máquina burocrática en una revolución donde se
confisquen los medios de producción a los explotadores, se les
obligue así a ganarse el pan trabajando (y no con el sudor ajeno),
etc. Esos Consejos del Pueblo, su Mancomunidad estatal (ambos hoy,
tristemente, un esbozo lejano que SÓLO
NUESTRA ORGANIZACIÓN ha planteado) se servirá de las
armas para crear un nuevo Poder del Estado; es decir, la organización
de la violencia de una clase contra otra.
Este poder se basará en unas nuevas instituciones que nuestro
Programa Mínimo ha reflejado con acierto.
Para cerrar este artículo, y a modo de conclusión, debemos decir
que los pequeños objetivos parciales de la lucha contra el fascismo
en España son idénticos a los pequeños objetivos parciales de la
lucha por hacer resurgir el Partido Único de Vanguardia del
proletariado español.
Las tareas generales son:
a) Ligarse indisolublemente al movimiento de masas;
b) Unificar bajo la práctica y teoría M-L a los pretendidos
partidos de vanguardia de España; aislar a los líderes
revisionistas y pertrechar a las bases honestas;
c) Luchar por crear el Frente del Trabajo;
d) Luchar por crear los Consejos del Pueblo.
Las tareas del P.C.T.E. son:
a) Esclarecer los principios ideológicos del marxismo-leninismo;
b) La crítica del revisionismo;
c) Popularizar nuestra línea teórica para conseguir los militantes
mínimos que con su número nos permitan pasar a acciones prácticas
concretas y de suficiente magnitud para tener alguna repercusión.
Ésto se hará mediante la celebración de coloquios públicos sobre
temas de actualidad, mediante la difusión de artículos en Internet,
y mediante la distribución de octavillas y la pronunciación de
nuestra línea en las organizaciones de masas donde estemos;
d) Desarrollar el trabajo de masas al menos en mantenernos
indisolublemente ligados a las masas trabajadoras, a sus
organizaciones y sus luchas: conseguir así el caldo de cultivo para
que, una vez seamos conocidos por nuestra diferenciada posición M-L,
podamos desarrollar el trabajo de masas según nuestro Plan de Acción
(documento que está en redacción y pronto saldrá en esta web pero
que hemos esbozado en el presente artículo: UNIDAD
DE LOS M-L EN UN PARTIDO ÚNICO, FRENTE DEL TRABAJO, CONSEJOS DEL
PUEBLO).
¡HOGAR SOCIAL, NAZIS CON DISFRAZ!
¡LA
CLASE OBRERA NO TIENE MÁS PATRIA QUE ELLA MISMA!
¡NATIVA
O EXTRANJERA, ES LA MISMA CLASE OBRERA!
¡VIVA
LA LUCHA DE TODOS LOS TRABAJADORES CONTRA LOS CAPITALISTAS!
¡FUERA
FASCISTAS DE NUESTRAS CALLES!
¡POR
LA UNIDAD DE LOS MARXISTAS-LENINISTAS,
POR
LA REVOLUCIÓN PROLETARIA: ÚNICA
GARANTÍA
DEL FIN DEL FASCISMO!
NOTAS
[1] Se
denomina “período de la reacción stolypiniana” al
tiempo transcurrido, en el viejo Imperio Ruso, entre los años 1906
y 1912, con Piotr Stolypin como primer ministro. La política de
Stolypin era aquélla de la gran burguesía liberal rusa, que se
había alzado con la victoria en la revolución de 1905 por culpa
del sabotaje de los mencheviques (revisionistas rusos de entonces
que preconizaban que la burguesía debía dirigir el movimiento
democrático). Esta política de Stolypin se caracterizaba por la
existencia de un endeble parlamento legal (“Duma”), la defensa a
ultranza de la monarquía absoluta (“autocracia”) del Zar y el
desarrollo del capitalismo en Rusia. Para esto Stolypin se valió de
la brutal represión de todos los partidos anti-zaristas de Rusia.
Stopypin fue asesinado en 1911 dado el clima insoportable de
persecuciones que engendró su régimen. Aún así, los
bolcheviques, que no tenían la mayoría entre las masas, hicieron
bajo el “stolypinismo” un trabajo legal que preparaba e
impulsaba su trabajo ilegal. Como decía Stalin, “en el
capitalismo, las cuestiones principales se dirimen por la fuerza”
(Fundamentos del Leninismo, 1924). Pero esa fuerza hay que
ganársela convenciendo y persuadiendo con paciencia a los obreros y
a las masas, y rechazar a un megáfono como el parlamento para esos
fines, para preparar el asalto de las masas trabajadoras a ese
parlamento para destruirlo y construir sobre sus cenizas el
auténcito poder popular; rechazar a ese megáfono, a esa
participación en el parlamento, nos aislaría de las masas y haría
de nosotros una pandilla de bufones.
[6] Ya
que bien es sabido que ambas corrientes toman de la línea
oportunista de la II Internacional la idea revisionista según la
cuál el proletariado no toma parte de la revolución a no ser que
constituya la mayoría absoluta de la población del país
determinado, haciendo imposible en teoría la revolución en los
países con un movimiento campesino muy desarrollado. Todos los
clásicos del M-L, desde Marx hasta Hoxha, se han opuesto a esta
consideración. En el “Manifiesto comunista” (1848) ya leemos:
“Los
elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño
comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la
burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases.
No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía,
reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia.
Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito
inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus
intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición
propia para abrazar la del proletariado.”
[8] Sindicalista
fascista que fue expulsado, como Mussolini, del Partido Socialista
Italiano por su visión chovinista (irónico ya que esta
visión la aceptaría ese partido a raíz de la I Guerra Mundial).
Colaborador del régimen fascista en su demagogia
pseudorrevolucionaria.
[9] Término
en ruso para referirse al campesino individual rico.
[10] Político
socialdemócrata austríaco. Primero fue marxista, pero en torno a
1909 comenzó a desarrollar puntos de vista oportunistas en torno a
la cuestión del Estado, culminando en su traición completa al
socialismo durante la I Guerra Mundial (1914-1918), donde llamaba a
los obreros a pegarse tiros entre sí por defender las riquezas de
“sus” capitalistas, que los explotaban.
[11] Es
decir, que todos cumplan, en los mismos “sóviets” o asambleas
de todos los trabajadores en cada localidad, labores colectivas de
inspección, gestión, debate, etc. de la labor de aquéllos a los
que han votado y pueden amovilizar, es decir, deponer de su cargo.
La Comuna hizo elegibles y amovilizables a jueces, representantes,
etc. Prácticamente, a todo funcionario del Estado y del poder.
[12] En
“En torno a las cuestiones del leninismo” (1926) Stalin
criticaría que se considerase infalible al C.C., alentando a las
bases a medir la política del comité central, valorarla,
criticarla si era necesario, etc.
[17] Ernst
Thällmann, dirigente izquierdista del Partido Comunista Alemán que
murió en las cárceles nazis. Desarrolló una teoría oportunista
acerca de que a los comunistas les era indiferente si había
pluripartidismo o fascismo. Los pseudo marxistas-leninistas de la
“Comintern S-H” son fieles seguidores de Thällmann en la
actualidad. Por ello, detractan a marxistas-leninistas como Georgi
Dimitrov y realizan una defensa falsaria de los clásicos del M-L,
Marx, Engels, Lenin, Stalin y Hoxha.
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